La Covid-19 llegó a Guatemala para exponer una de las debilidades nacionales más grandes: el hambre. Y es de esa realidad que en los centros urbanos han nacido nuevas iniciativas para hacerle frente, que desvelan la necesidad imperante y la desigualdad nacional. La más notable hasta ahora ha sido las banderas blancas.
Desde que pusieron al pueblo entero en cuarentena, Rosa y sus tres hijos se quedaron encerrados en su casa. Ella es una madre soltera, vecina de Patzún que trabaja limpiando en un colegio privado en Chimaltenango. No contaba con ahorros, ni con que una pandemia mundial iba a dejarla encerrada en su municipio, sin poder ir a trabajar y sin comida. “Como ya no pude llegar por el cerco, me dijeron que no regresara”, cuenta bajo el anonimato con el que se siente cómoda, porque por temor, Rosa no es su nombre real, y expone brevemente por qué se vio obligada a sacar una bandera blanca a la calle frente a su casa.
Historias similares a la de Rosa se escuchan en los alrededores de Patzún. Este municipio de Chimaltenango de 58 mil 240 habitantes, de los cuales un 95,10 por ciento es población maya kakchiquel, se mantuvo bajo un cordón sanitario por poco más de un mes. La estrategia de acordonar el municipio, implementada por el Gobierno de Alejandro Giammattei el 5 de abril, tras la detección del primer caso comunitario consiste en mantener la zona rodeada y custodiada por soldados y policías, para impedir el ingreso o salida de cualquier persona en el área, con el objetivo de ejercer un control preventivo y para el rastreo de la enfermedad.
Estas medidas además de impedir que el virus se propagara, impidieron que la población de este municipio pudiera abastecerse y salir trabajar. Y así comenzaron a pasar hambre y a buscar soluciones entre la solidaridad de sus vecinos con el código de la bandera o el pañuelo. Patzún fue el primer municipio del país en el que apareció una bandera blanca. Y, aunque no se sabe exactamente quién tuvo la idea, no pasaron más de dos días de la implementación del cerco sanitario para que apareciera el primer llamado de auxilio.
Según vecinos del municipio, la iniciativa de usar banderas afuera de las casas para alertar a la comunidad sobre alguna necesidad, surgió de la preocupación de que todo empeoraría tras la instalación del cordón sanitario. Las banderas blancas se utilizan para el hambre y las rojas para la necesidad de medicamentos.
En cuestión de una semana, la iniciativa comenzó a replicarse en municipios cercanos como Jocotenango, en Sacatepéquez, donde tuvo mayor visibilidad y cobertura mediática porque eran lugares que no estaban dentro del cordón sanitario. Y de esta manera, las banderas blancas aparecieron en todo el país, principalmente en los centros urbanos o carreteras transitadas, como en Quetzaltenango, en el Occidente, y la ruta al Pacífico (en el Sur). Y más notoriamente en las calles y avenidas principales de la Ciudad de Guatemala.
La bandera blanca: símbolo universal de rendición y auxilio
“Una familia de cinco miembros ─con un padre alcohólico y sin empleo─ apenas pudo pagar la renta del cuarto de una casa donde viven con más familias. Pasaron cuatro días comiendo tortilla con sal, hasta que no aguantaron más y sacaron la bandera blanca. Lo primero que recibieron fue el regaño de la dueña que quería sacarlos, pero las demás familias lo evitaron y así fue como nos enteramos de la necesidad de los alimentos”, relata Juan Pablo Romero, fundador de la iniciativa educativa llamada Los Patojos, sobre una situación ocurrida en Jocotenango, en Sacatepéquez, uno de los primeros territorios en adoptar el código del hambre.
En la primera semana de abril, alrededor de la misma fecha, en la que empezaron a verse pañuelos blancos en Guatemala, también comenzaron a observarse banderas rojas en distintas ciudades colombianas como Barranquilla y los barrios más pobres de Medellín, con el mismo propósito. Posteriormente, este llamado de auxilio a través de una bandera afuera de las casas, también se ha visto en países como El Salvador, Honduras, Perú, Ecuador, Venezuela y Bolivia.
Sin embargo, en Guatemala caló mucho más fuerte y la cantidad de banderas ondeando en diversos puntos del país han puesto en evidencia las graves carestías de la población. Guatemala se encuentra en el puesto 126 de 189 países en el Índice de Desarrollo Humano (IDH) del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). Y ocupó el sexto puesto a nivel mundial en desnutrición crónica infantil en 2019, igualando la tasa de Yemen, según el XI Informe respecto de la situación de salud y de nutrición en el país, entregado al Consejo Nacional de Seguridad Alimentaria y Nutricional (CONASAN) por parte del Procurador de los Derechos Humanos, Jordán Rodas Andrade.
Además, la Encuesta Nacional de Empleo e Ingresos más reciente (de 2018) destaca que el 69.5% de la población forma parte del sector informal. Es decir, casi tres cuartas partes de los trabajadores en Guatemala no cuentan con protección laboral, ni salario fijo, sino que su ingreso depende directamente del trabajo diario. Este sector, que incluye a la mayoría de la población del país, es el más vulnerable y más afectado por las restricciones ante el brote de Coronavirus.
Los hogares que conforman ese sector ahora son parte de los que usan el código de la bandera blanca, como resultado de tiempos de crisis, injusticia y supervivencia. Pero aunque nace en tiempos de la pandemia de la COVID-19, no es una situación nueva. “Gran parte de estas personas probablemente ya la estaba pasando mal y ya tenía carencias, pero en el día a día son invisibles para el resto de la población. En cambio, con el filtro de la pandemia se vuelven visibles porque la crisis les da una especie de permiso de pedir ayuda, les quita un grado a la vergüenza”, explica Alejandra Colom, antropóloga y catedrática universitaria.
Dos meses después del primer caso de Coronavirus positivo en el país, a la crisis sanitaria y colapso de algunos hospitales se le suma una crisis alimentaria a nivel nacional. ¿O viceversa? La socióloga y catedrática universitaria, Silvia Trujillo, insiste en que la crisis de hambre se agravó, no empezó.
“El coronavirus lo que hizo entre otras cosas, fue destapar y desvelar la desigualdad que no habíamos querido ver históricamente por las trampas que el neo-liberalismo ha puesto. Las banderas blancas están diciendo de una manera muy cruda y descarnada que hay hambre, y que el hambre mata. Y ya no podemos mirar para otro lado”, expone Trujillo.
Las banderas blancas se observan en todo el país, pero el Presidente no las considera legítimas
La iniciativa de utilizar banderas blancas como una señal de necesidad, se ha replicado en todo el país. Se ha tomado las calles, avenidas y semáforos con mayor afluencia de la ciudad de Guatemala. También los puentes y las carreteras y ha llegado a municipios lejanos como Cobán.
Ese es el caso de Karen Alvarado, vendedora informal, originaria de Guajitos en la zona 21 de Guatemala, quien ondea una bandera blanca sobre la Avenida Reforma, junto a su hermana Damaris. “Como pudimos venimos con mi hermana aquí donde no dejan de pasar carros para pedir algo de ayuda. Antes vendía productos de temporada en un semáforo de la Petapa, pero en estos tiempos ya no he podido vender”, explica Karen mientras mira al piso y con la voz débil.
La acción de movilizarse y utilizar las calles para pedir auxilio, es según la socióloga Silvia Trujillo una demostración también política. “Hay un sentido político en tomar las calles para buscar respuestas. Así como lo hicieron las madres ─de la Plaza de Mayo─ en Argentina ante la desesperación de la búsqueda frustrada de sus hijos e hijas: sacaron el tema de desaparición forzada a las calles”, explica.
Y es que las historias como la de Karen y Damaris Alvarado, detrás de las banderas blancas, no han sido atendidas por el Estado. La única referencia que ha hecho el Presidente Alejandro Giammattei en relación a las banderas blancas fue el 29 de abril: “hemos visto cómo gente se está tratando de aprovechar pagándole a gente a venir con banderas blancas para tratar de aparentar acarreados”.
El mandatario Giammattei mencionó la zona 7, como el lugar donde detectaron personas que salieron con una bandera blanca a pedir ayuda. Sin embargo, y a pesar de la cercanía, en su mensaje desde la Casa Presidencial –cercada por agentes de SAAS que impiden la locomoción frente a la sexta avenida de la zona 1– no habló sobre las personas frente a la Catedral en el Parque Central de Guatemala. Tampoco hizo mención a la fila que se forma frente al bar y restaurante Rayuela ubicado a una cuadra del Palacio Nacional para pedir comida.
Se intentó conocer más información sobre este comentario por parte del Presidente, con el Secretario de Comunicación, Carlos Sandoval, pero a pesar de recibir la solicitud de información no dio una respuesta.
«Las banderas blancas están diciendo de una manera muy cruda y descarnada que hay hambre, y que el hambre mata. Y ya no podemos mirar para otro lado».
La ayuda del Gobierno sigue sin llegar
Tanto el Ministerio de Desarrollo Social como el Ministerio de Agricultura y Ganadería tienen sus propios programas de ayuda y listados de beneficiarios, establecidos antes de la pandemia por el Coronavirus. Pero a raíz de la emergencia, se les asignaron Q700 millones más ─Q450 millones a cada uno─ como parte del Decreto 12-2020, Ley para Proteger a los Guatemaltecos de los Efectos Causados por la Pandemia Coronavirus COVID-19, para la ejecución del “Programa de Apoyo Alimentario y Prevención del COVID-19”.
Al Mides, además, se le asignaron otros Q6 mil millones adicionales dentro del Decreto 13-2020, Ley de Rescate Económico a las Familias por Efectos Causados por el COVID-19. Estos recursos se usarán para cubrir el Fondo Bono Familia, que otorgar aportes de hasta Q1 mil para aproximadamente 2 millones de hogares en todo el país.
Sin embargo, ni los desembolsos del Programa de Apoyo Alimentario ni los del Bono Familia ─anunciados desde el 30 de marzo de 2020─ se han efectuado aún. La semana del 18 de mayo se inició con la distribución del Bono Familia a los beneficiarios del plan de prueba implementado en Ciudad de Guatemala.
El diputado Carlos Barreda, jefe de bancada de la UNE, explicó que hasta la primera semana de mayo, ni el Ministerio de Desarrollo Social ni el de Agricultura habían recibido un solo desembolso de la Ley de Emergencia. Y las únicas compras por alimentos gestionadas hasta ese momento, no se hicieron con los Q11 mil millones aprobados para afrontar la crisis de la Covid-19 sino con el presupuesto ordinario anual.
“Desde que aprobamos la Ley de Emergencia, el Ejecutivo debe cumplir ciertos trámites para ejecutar los programas establecidos en la Ley. La semana del 11 de mayo se esperaba que ya estuvieran hechas las primeras compras de alimentos por parte de estos proyectos, pero las únicas compras hechas antes del 10 de mayo, son las del presupuesto ordinario para el programa del Corredor seco”, explica el diputado Barreda.
Y ahora, deberán atender nuevos listados como el Bono Familia y el de economía informal instaurados por la crisis. Sin embargo, la fiscalización de estas políticas preocupa al jefe de bancada de la UNE, “esos listados son un relajo. Yo pienso que va a haber duplicidad y por otro lado se va a colar gente que no necesita, o gente fallecida como hemos visto en el pasado”, dice Carlos Barreda.
El apoyo a las banderas blancas por parte de los alcaldes
Para la implementación de algunas de estas políticas, el gobierno ha usado el apoyo de las municipalidades, por ejemplo, para la creación de los listados de los beneficiarios. Y es por eso que también, con los nuevos pañuelos blancos que aparecen en varias partes del país, los alcaldes han tenido que reaccionar. Aunque cada uno a su manera.
En el municipio de Jocotenango, el alcalde Marcus González asegura que su municipalidad cuenta con un procedimiento para los vecinos que coloquen una bandera blanca:
“Cuando sacan una bandera blanca y recibimos la información, va la Policía Municipal con personal de la municipalidad. Les tocamos la puerta, le pedimos que nos dejen entrar y les hacemos una breve entrevista con el objetivo de verificar si realmente lo necesitan. Y ya se les entrega una bolsa de comestibles de 15 libras con aceite, frijol, azúcar, arroz, harina para tortillas y otros granos básicos”.
El alcalde de Patzún, Guadalupe Cojtí, no atendió la comunicación de No-Ficción. Pero los vecinos de Patzún aseguran que en el tiempo de acordonamiento estuvo ausente, porque según ellos vive en Chimaltenango ─la cabecera departamental─. Por lo que tampoco conocen cómo acceder a los programas presentados por el Gobierno central.
Ante este vacío, a menos de tres semanas de haber aparecido la primera bandera, personas como Karen en la Ciudad de Guatemala adoptaron el nuevo código y se movilizaron a las calles más transitadas para pedir ayuda. Sin duda, es en el departamento de Guatemala donde más pañuelos se han visto, porque la densidad poblacional es mayor en relación a los demás territorios.
Pero, aunque frente a la Municipalidad de Guatemala haya mujeres con niños o adultos mayores ondeando la bandera, no existe ningún programa o plan municipal contemplado para atender esta problemática.
Según la comunicadora de la alcaldía, Lucía Tello, existe un programa gestionado a través de la Secretaría de Asuntos Sociales, dirigida por la esposa del alcalde, Dominique Wilson de Quiñónez. Este está dirigido en apoyo al vecino, “se ha colaborado con las familias de los niños que asisten a los programas de la Secretaría, con donaciones de víveres que han realizado empresas amigas”, explicó Tello.
De esta manera, según información de la Municipalidad, la institución ha canalizado las donaciones que reciben para beneficio de estos vecinos. Sin embargo, la inscripción a este programa se realiza en enero por lo que no responde a las necesidades de las personas que ondean banderas blancas actualmente.
La solidaridad y la respuesta comunitaria
Ante la ausencia de acciones del Gobierno, la sociedad civil comienza a organizarse. En la Ciudad de Guatemala, la Antigua Guatemala, Santiago Atitlán, Santa Cruz del Quiché, San Juan Chamelco y en Quetzaltenango se abrieron comedores improvisados para servir comida gratis a los trabajadores informales de las calles. Y en el resto de municipios del país también se han creado algunas iniciativas como en Patzún y en Jocotenango.
Según antropóloga maya K’aqchikel y voluntaria del colectivo comunitario Komon Samaj en Patzún, Sandra Xinico, el cordón sanitario en el municipio no se implementó con alternativas sociales ni económicas. Por lo que la crisis en lugar de mitigarse, empeoró, y despertó la necesidad de organizarse comunitariamente. “Nos hemos organizado para apoyar a los vecinos con lo poco que tenemos, y para canalizar los apoyos que vienen de otro lugar. Pero ha sido iniciativa del pueblo y su solidaridad, la Municipalidad ha fallado en todo sentido”.
En Komon Samaj han visto cómo la situación ha obligado a los comerciantes de alimentos y artesanías a cambiar de indumentaria para no ser reconocidas ni discriminadas por ser de Patzún:
“Los agricultores pueden movilizar y vender sus productos, pero la gente tiene la idea que los productos de Patzún están contaminados y no se los reciben. Hemos sabido que se ha llegado al extremo de dejar de usar el huipil rojo que identifica a las personas de Patzún, y que prefieren usar otro tipo de ropa para evitar que no les dejen entrar a lugares o que les traten con desconfianza”, relata Sandra Xinico.
Por su parte, en Jocotenango la iniciativa de Los Patojos también ha respondido con entregas de alimentos, ante las necesidades que puedan surgir en los hogares de los niños y las niñas que se benefician con el proyecto.
“Desde hace semanas que la cosa se muestra complicada, por lo que desde el proyecto (Los Patojos) hemos atendido a personas que conocemos que desde antes estaban en situaciones muy jodidas. Creamos la iniciativa “Paquetes dignos” para entregar a 52 familias, dos paquetes de alimentos al mes desde abril hasta junio y posiblemente junio”, explica Juan Pablo Romero, fundador de la iniciativa educativa.
La bandera blanca es un código que llama al auxilio, que surge de la desesperación y la supervivencia, y que ha sido utilizada por diferentes grupos a lo largo de la historia. En las guerras desde antes del siglo XIX, en la cabeza de las madres y abuelas de la Plaza de Mayo en Buenos Aires, Argentina, también para visibilizar desapariciones forzadas y que, poco a poco, la bandera blanca se convirtió en un símbolo por la Memoria, la Verdad y la Justicia, de los desaparecidos.
En tiempos más recientes, este símbolo fue utilizado en las manos de los vecinos de la Comuna 13 de Medellín que intentaba cruzar sus barrios, en medio del conflicto armado, para no morir en el intento, declarándose inocentes y rogando poder movilizarse. Según la antropóloga Alejandra Colom, las banderas blancas son un ejemplo de cómo los símbolos cambian de acuerdo a la coyuntura en el que se les utiliza.
Y tanto Juan Pablo Romero, como Sandra Xinico, coinciden en que esta época será recordada. “Va a recordar que en el momento en que se dio esta situación (del coronavirus), las banderas fueron ese llamado de auxilio”, considera Xinico. Y Romero agrega que las banderas blancas: “van a permanecer como un recordatorio de lo desigual, racista e injusto que es el sistema en este país”.