En las últimas dos décadas Guatemala se convirtió en uno de los mayores exportadores de aceite de palma del mundo. Y en ese proceso, los productores nacionales crearon un relato: la palma guatemalteca no ha sido tan perjudicial para el medio ambiente como la asiática. Acá las plantaciones no sustituyeron selvas. Esto es cierto, en parte. Pero estudios recientes también ponen de relieve que la deforestación relacionada con la palma, sobre todo en Petén, no ha sido menor. Según estas estimaciones, algunas grandes plantaciones se asientan, hasta en un 39%, sobre tierras que solían ser bosque.
En agosto de 2005, este sector del sur de Petén, situado en el municipio de Sayaxché y cercano a la frontera mexicana, desde el cielo, se veía así:
La imagen de Google Earth muestra cómo el área estaba lejos de ser un terreno virgen. Ya había algunas casas, caminos y zonas con pastos o quizá algún cultivo. Pero también abundaban los árboles. Aún quedaban zonas con bosque.
Este paisaje, sin embargo, estaba a punto de cambiar radicalmente.
El año en que se tomó la imagen, la empresa Palma Sur, comenzó a operar en el área. Esta es una compañía propiedad de la familia de Weissenberg Campollo.
Después de décadas sembrando caña de azúcar en la costa del Pacífico, los Weissenberg Campollo, decidieron incursionar en el nuevo producto de agroexportación que en ese entonces comenzaba su auge: la palma aceitera o africana.
La familia se estableció en Sayaxché, y adquirieron terrenos y comenzaron a sembrar unas 10 mil hectáreas con la planta; una enorme extensión equivalente a unas 14 mil canchas de fútbol profesional.
Con el tiempo, también construyeron una fábrica para procesar el aceite que se extrae del fruto de la palma.
El negocio fue tan bien que los Weissenberg Campollo crearon, en una zona cercana, una segunda plantación a la que llamaron Tikindustrias.
Para 2020, la zona en la que se tomó la primera imagen, se veía así desde el cielo:
Este sector de Sayaxché en el que aún había algo de bosque en 2005, se transformó totalmente en 15 años.
Google Earth muestra una gran plantación de palma, múltiples caminos y, en el centro, una planta para procesar un aceite que después se exporta y termina convertido en galletas, dulces o jabones que se consumen en todo el mundo.
Mapas de deforestación elaborados por investigadores de la Universidad de Maryland (EEUU) confirman la deforestación asociada a Palma Sur en esta región de Petén.
La siguiente imagen muestra cómo una parte importante de lo que actualmente es la plantación de los Weissenberg Campollo, solo unos años antes de que esta comenzara, en el año 2000, era bosque.
Las partes coloreadas en rojo son áreas que en el año 2000 había árboles, pero que en algún momento entre ese año y 2023, dejaron de tener cobertura forestal, según la Universidad de Maryland.
Esta fotografía satelital muestra una zona un poco más amplia que las anteriores. Pero en el centro, señalada con un círculo, puede apreciarse la planta de extracción de Palma Sur y, alrededor, una enorme extensión de palma que pertenece a Palma Sur o Tikindustrias.
Esto no quiere decir que todas las áreas rojas fueran directamente convertidas de bosque a palma.
Pero la imagen sí evidencia, según el análisis de los científicos de la Universidad de Maryland, cómo el establecimiento de la plantación de los Weissenberg Campollo estimuló un proceso de deforestación en una región que a comienzos del siglo XXI aún conservaba árboles
Una reciente investigación académica de las universidades de Michigan (EEUU) y McGill (Canadá), por primera vez, cifró la deforestación causada por la actividad de los Weissenberg Campollo en Sayaxché.
Según el estudio, basado en el análisis de imágenes satelitales, un 12 por ciento de la superficie de Palma Sur se asienta sobre tierras deforestadas.
Unas 1,500 hectáreas de bosque fueron taladas para que avanzara la plantación de Palma Sur, según esta investigación. El equivalente a unas 2,100 canchas de fútbol, perdidas por la palma.
El costo real
La historia de Palma Sur no es la historia de todas las plantaciones de palma que hay en el país. Pero sí es ilustrativo de lo sucedido en algunas de ellas, sobre todo en las que están en el norte del país.
Y, de hecho, como revelan recientes investigaciones académicas, el caso de Palma Sur no es uno especialmente grave. Es, más bien, uno promedio. Hay casos del triple o más de hectáreas deforestadas.
Los nuevos estudios han puesto el foco en cómo la expansión del cultivo ha tenido efectos dispares en el país.
Una cosa ha sido el costo ambiental que se ha pagado en las zonas donde se inició el cultivo en los años 80 y 90: la costa del Pacífico y el departamento de Izabal. Y otra diferente, lo ocurrido en los lugares en los que la palma llegó ya en el siglo XXI: el norte del país y, en especial, los departamentos de Alta Verapaz y Petén.
En estas zonas del norte es precisamente donde se concentra más de la mitad de la palma sembrada en el país actualmente.
Y es en estas regiones donde hay más evidencias de que las plantaciones o bien han causado directamente deforestación o han creado los incentivos económicos para que otros talen árboles y estos terrenos después terminen en manos de los palmeros.
Un cálculo realizado por académicos de la Universidad de Chicago (EE.UU) y la organización Inclusive Development International, pone de relieve cómo Guatemala tiene una de las peores tasas de deforestación de América Latina en las áreas adyacentes a las plantas de extracción de palma.
Esto ocurre, en gran parte, debido a las plantaciones que están en el norte del país.
Alrededor de ellas, el bosque que había al comienzo de este siglo, poco a poco ha ido desapareciendo, según estos investigadores.
El ya citado estudio, realizado por las Universidades de Michigan y McGill, estima que solo las grandes fincas palmeras de Petén, Izabal y Alta Verapaz, en una década, entre 2009 y 2019, provocaron que algo más de 24 mil 500 hectáreas de bosque desaparecieran.
En estas regiones, según el estudio, la palma sería responsable de un 28% del total de la deforestación.
Estos datos son más elevados a los ofrecidos por la Gremial de Palmicultores (Grepalma). Esta organización, que agrupa a la mayoría de grandes productores del país, ha calculado que entre 1989 y 2020, solo se perdieron unas 16,500 hectáreas de bosque debido a la palma y que está ha contribuido a menos del 0,7% de la deforestación ocurrida en el país en las últimas décadas.
Y los mapas de deforestación de la Universidad de Maryland revelan como la mayoría de las fábricas de extracción de palma que hay en la actualidad en el norte del país están rodeadas de tierras en las que había bosque al comienzo de este siglo.
Una historia que se obvia
Estas investigaciones ilustran la existencia de un fenómeno que los grandes productores de palma del país han preferido minimizar.
Por años, Grepalma ha defendido que la gran expansión que ha experimentado el cultivo de palma del país ha tenido un impacto reducido. Que pasar de 17 mil hectáreas de palma en 2007, a algo más de 180 mil en 2020, según las estimaciones oficiales recabadas por el Instituto Nacional de Estadística, no dañó de manera significativa el medio ambiente. Que el aceite producido en Guatemala no podía compararse al de Indonesia o Malasia, donde la deforestación sí ha sido masiva.
“En los años 70, en Indonesia y Malasia, que es donde se produce el 85% del aceite de palma en el Mundo, sí, hubo ciertas malas prácticas. Hubo deforestaciones por temas de expansión y por políticas públicas. Con eso bastó para salpicarnos al resto del gremio del otro lado del mundo. Se tomó como una generalidad”, argumentó Anika Porras, analista de proyectos de la empresa Naturaceites, en una entrevista con el medio República.
Los palmicultores guatemaltecos admiten haber causado la pérdida de bosques y, por eso mismo, en 2019, muchos de ellos se comprometieron a no talar más.
Pero el gremio también sostiene que su responsabilidad ha sido mínima. Y, en algunos estudios aseguran que no hay evidencia de que empresas del sector, directamente, hayan destruido bosques para sembrar palma.
En este relato, suele enfatizarse que en Guatemala, a diferencia de lo sucedido en Asia, la palma ha sustituido a otros cultivos o se ha sembrado sobre hábitats ya degradados.
Por ejemplo, en áreas en las que solía haber banano o algodón o pastos para ganadería.
Múltiples evidencias señalan que todo es en parte cierto.
En Guatemala la expansión de la palma no ha sido tan perjudicial para el ambiente como en Indonesia, el mayor productor mundial. Y, la mayoría de las plantaciones que están en la costa del Pacífico o en el valle del Motagua, en Izabal, se sembraron en fincas en las que antes había otros cultivos.
Pero en esta versión de los hechos tiende a pasarse por alto historias como la de Palma Sur, la plantación de los Weissenberg Campollo.
Lo sucedido allí y en otras plantaciones de Petén y Alta Verapaz, forma parte de una de las mayores transformaciones de la economía y el paisaje que ha vivido el norte del país en décadas.
Allí, en las primeras décadas del siglo XXI, un área campesina y ganadera se transformó en una agroindustrial, en la que el único árbol que queda es básicamente uno: la palma aceitera.
Se envió un cuestionario a Grepalma en el que se preguntó a la organización por su punto de vista sobre las investigaciones académicas mencionadas en este reportaje. En su respuesta se limitaron a reiterar los datos sobre deforestación que ya habían hecho públicos: sólo han contribuido a la desaparición de 16,500 hectáreas de bosque desde 1989. También aseguraron que, según monitoreo satelital encargado por la gremial, los principales productores de palma del país no deforestaron nada durante los años 2021, 2022 y 2023.
Bosques que desaparecen
En 2020, un grupo llamado Palm Watch formado por académicos de la Universidad de Chicago y la ONG Inclusive Development International comenzó a analizar qué sucede con los bosques cuando en una región se instala una planta para procesar aceite de palma.
Estas instalaciones se construyen en áreas en las que ya hay grandes extensiones de palma madura y, por tanto, la plantación comenzó años antes, pero, al mismo tiempo, hay incentivos para que el cultivo siga expandiéndose precisamente por la cercanía de una planta que procese el fruto.
Por ello, suelen considerarse buenos lugares para observar.
Los investigadores analizaron imágenes satelitales de unas 2 mil extractoras ubicadas en 34 países distintos. Como referencia tomaron un área de 50 kilómetros a la redonda y un periodo de más de 20 años: de 2001 a 2022.
Los resultados no precisan cuánta de la deforestación detectada fue causada directamente por la palma.
En un radio de 50 kilómetros alrededor de una extractora, es lógico que existan otras actividades, además de la palma, que causan deforestación.
Pero el análisis sí pone de relieve cómo en las áreas que rodean a una planta de extracción, los árboles existentes tienden a desaparecer.
El análisis de Palm Watch concluyó que en las áreas alrededor de las más de 2 mil extractoras investigadas, en promedio, el 27% del bosque que existía en 2001 ya había sido talado en 2022.
Los resultados colocan a Guatemala por encima de este promedio mundial. Alrededor de las 19 extractoras identificadas en el país, desapareció el 33% del bosque.
La siguiente gráfica muestra cómo los países con peor desempeño son los asiáticos y los africanos. Además, es en estos lugares, y sobre todo en Indonesia, donde está la gran mayoría de extractoras. Por ello, en términos absolutos, son estos países donde más bosque ha sido destruido por la palma.
Pero el análisis también evidencia cómo Guatemala es el segundo país de América Latina, después de Brasil, con mayor porcentaje de deforestación asociada a la palma.
Estos promedios nacionales, sin embargo, esconden grandes disparidades. Si se analiza extractora por extractora, los datos procedentes del análisis de imágenes satelitales de Palm Watch muestran cómo las plantaciones en Sayaxché, en Petén, se encuentran entre las que tienen un peor desempeño de todo el continente.
De las diez plantas con mayor deforestación asociada en América Latina, cinco están en Petén. Son las que aparecen en el siguiente mapa.
Entre ellas destacan las dos plantas que posee en Petén REPSA, una empresa propiedad del grupo HAME, que actualmente dirige Felipe Molina Botrán.
REPSA fue de las primeras plantaciones de palma en establecerse en Petén. Lo hizo entre 1999 y 2002, por lo que toda su actividad coincide con el periodo abarcado por Palm Watch.
En 2015, REPSA fue investigada por haber, supuestamente, causado una mortandad masiva de peces al verter accidentalmente desechos en el Río la Pasión.
Los datos de Palm Watch ponen de relieve que no solo los ríos han sufrido el impacto de la palma. También lo ha hecho el bosque en esta zona de Sayaxché.
Según el análisis, alrededor de la extractora de Repsa I, desapareció el 76% de la cobertura forestal que existía en 2001, unas 5 mil hectáreas. Es la mayor tasa detectada por Palm Watch en toda Latinoamericana.
Como ya se mencionó, no toda esta pérdida de árboles tuvo que ser causada necesariamente por los palmicultores.
Pero al analizar los datos anuales de pérdida de bosque estimados por Palm Watch, en algunos casos, sí parece haber una relación clara entre picos de deforestación y la actividad de los palmicultores.
En algunos casos, los años en los que más bosque se perdió coincidió con el momento en el que las empresas comenzaron a plantar. O con el año inmediatamente anterior, cuando inició el proceso de compra de tierras.
En otros casos, el pico de deforestación coincidió con el comienzo de la siembra en una nueva finca de la plantación. O con la construcción de una planta de extracción.
Cómo muestran las gráficas, la deforestación es un proceso constante, pero con grandes altibajos. Y en algunas ocasiones, esos picos parecen coincidir con la actividad de los palmicultores.
Identificar a los responsables
Académicos de las universidades de Michigan y McGill se propusieron hacer un ejercicio más limitado en el tiempo, pero más preciso que el realizado por Palm Watch.
No se limitaron a analizar lo sucedido en áreas vecinas a una planta de extracción sin tener en cuenta si la causante de la deforestación fue la palma o no.
Lo que hicieron estos científicos fue enfocarse en las 14 grandes plantaciones de palma que hay en el norte del país y tratar de determinar qué parte de su superficie actual ocupa terrenos en los que, entre 2009 y 2019, hubo bosques.
También basaron su análisis en imágenes satelitales. Y en un artículo publicado en 2023 difundieron sus conclusiones.
Según sus estimaciones, en promedio, el 20% de la palma que está en las grandes plantaciones del norte de Guatemala ocupa el lugar de tierra en la que abundaban los árboles.
En total, unas 24 mil 500 hectáreas habrían sido deforestadas para que avanzara la palma en esta región en el periodo que estudiaron.
Esto equivale a unas 34 mil 300 canchas de fútbol profesional.
El mapa muestra grandes diferencias entre unas plantaciones y otras; y entre unas regiones y otras.
Los investigadores encontraron casos como los de Palmas de Machaquilá (familia Godoy Chinchilla), REPSA 1 (familia Molina Botrán) o Uniaceites (familia Molina Morán).
Estas tres empresas están asentadas en Sayaxché, Petén. Y según los autores de esta investigación académica, son las tres empresas palmeras que, en proporción, más han deforestado en el norte del país.
Solo Palmas de Machaquilá habría provocado la desaparición de más de 7 mil hectáreas de terreno con cobertura forestal. Esta plantación estaría asentada en un 39% sobre tierra deforestada.
Pero los investigadores también encontraron casos en Izabal, como los de Agroamérica (familia Bolaños) o Naturaceites (familias Urruela Kong y Maegli) que han contribuido poco a la deforestación en este departamento.
Esto sucede porque en gran parte, estas plantaciones de Izabal se asientan sobre terrenos deforestados desde hace ya muchas décadas.
Los cultivos de Agroamérica en el área de Morales, por ejemplo, se encuentran en antiguas fincas bananeras.
Mientras que empresas como REPSA o Palmas del Machaquilá se han establecido sobre tierras de Petén en las que nunca hubo un uso de la tierra tan intensivo. Hasta que llegó la palma y con ella desaparecieron los últimos árboles.
Mapas en rojo
Los hallazgos de estas investigaciones son congruentes con los mapas de deforestación que la Universidad de Maryland difunde a través de Global Land Analysis & Discovery (GLAD).
Este proyecto también ha analizado, con imágenes satelitales, la pérdida de bosques ocurrida durante este siglo en todo el mundo.
Al buscar en su base de datos, las áreas de Guatemala donde hay palma, sobre todo en el norte del país, resulta algo obvio que este cultivo ha avanzado gracias a la deforestación, al menos en parte.
Solo para evidenciar el contraste, a continuación, se muestra cómo se ven en los mapas de GLAD las plantaciones de palma que están en la costa del Pacífico.
Las partes coloreadas en rojo son áreas en las que se perdió el bosque en algún momento entre 2000 y 2023.
Esta es, por ejemplo, la finca Agroaceite, parte del grupo Agroamérica, de la familia Bolaños, que está en Coatepeque, Quetzaltenango. Las partes con un verde más oscuro son las que tienen palma madura sembrada. Una flecha indica la ubicación de la plantación principal.
Esta es la finca Palmas del Horizonte, del grupo HAME, de los Molina Botrán. Se encuentra muy cerca de la anterior, también en la costa de Quetzaltenango. Como en la anterior imagen, el verde más oscuro corresponde a áreas con palma madura. Una flecha indica la ubicación de la plantación.
Ambas imágenes muestran grandes plantaciones, cada una de unas 6 mil hectáreas, pero con muy escasa deforestación ocurrida en este siglo.
En cambio, así se ven grandes plantaciones del norte del país.
Esta es, por ejemplo, Palmas del Machaquilá, una empresa creada por Alfredo Chinchilla Godoy, un cafetalero, dirigente gremial y exdirectivo del Banco Agromercantil (BAM). Está en un área de Sayaxché, Petén. De nuevo, las partes coloreadas en rojo corresponden a áreas que perdieron bosque entre 2000 y 2023.
Palmas de Machaquila se estableció en 2010, por lo que es posible que una parte de esta deforestación que muestra la imagen no fuera directamente causada por sembrar palma.
Sin embargo, tal y como explica la empresa en su web, esta enorme finca es propiedad de la familia desde 1969 y previamente se había dedicado a la ganadería.
Por ello, en todo caso, una parte de la deforestación, la habrían provocado los mismos propietarios antes de crear la plantación.
A continuación, los dos sectores de REPSA. Esta es una enorme finca que suma unas 18 mil hectáreas sembradas. Es una propiedad que el grupo HAME, de la familia Molina Botrán, posee en Sayaxché Petén.
REPSA es, seguramente, la mayor plantación de palma del país, según datos difundidos por las empresas.
Así se ve REPSA 1 y, en rojo, la deforestación causada según el proyecto GLAD:
Y así REPSA 2:
Aunque en el norte de Alta Verapaz no hay tanta palma como en Sayaxché, en esta área, lo sucedido con las plantaciones es similar a lo ocurrido en Petén.
Esta es, por ejemplo, Industrias Chiquibul, propiedad del empresario Suhel Turman, accionista del Banco Inmobiliario y de la agroquímica Mayafert. Su plantación está ubicada cerca de la Franja Transversal del Norte, en Chisec, Alta Verapaz.
Aquí la plantación comenzó en 2011, por lo que no toda la deforestación tuvo que ser causada por la palma.
Pero las imágenes de GLAD sí evidencian cómo un área que ahora se ve así en Google Earth:
Hace no tanto, al comienzo de este siglo, aún conservaba árboles.
Un factor más
Todas estas evidencias retratan a la palma como uno de los factores detrás del proceso de deforestación que vive el país. Pero eso no quiere decir que este cultivo haya sido una de sus causas principales.
Como señalan algunos estudios, la pérdida del bosque es un fenómeno complejo, al que contribuimos muchos.
Se tala para construir edificaciones o carreteras. Se tala para cocinar o calentarse, en un país en el que la leña aún es una de las fuentes principales de energía.
Talan los agricultores pequeños y los grandes. Talan los agroexportadores y los campesinos que tumbaron un bosque precisamente porque las tierras agrícolas las están acaparando grandes propietarios.
Los datos de deforestación anual de Palm Watch, evidencian cómo alrededor de las extractoras de aceite de Petén, la tasa de deforestación anual, ha sido de, en promedio, un 4,2% entre 2001 y 2022.
Este es, más o menos, el mismo al ritmo al que desaparecieron los bosques en el país en su conjunto.
Según datos difundidos por investigadores de la Universidad Rafael Landívar (URL) entre 2010 y 2016, la tasa bruta de deforestación en el país (que no cuenta los árboles que se siembran, solo los que se pierden), fue del 3,3%.
Esto quiere decir que la palma, en ciertas áreas, está contribuyendo a la deforestación en la misma medida que tantas otras actividades.
Raul Maas, investigador del Instituto en Ciencias Naturales y Tecnología de la URL, explicó que la creación de grandes plantaciones como las que hay en Petén o Alta Verapaz, tienen múltiples implicaciones sociales y ambientales, si bien, la deforestación no es necesariamente el mayor problema.
“Endosarle a los palmicultores haber talado milenarias selvas, no es correcto”, dijo Maas.
El investigador, sin embargo, explicó que este cultivo sí está asociado, en alguna medida, a la desaparición de las sabanas que solían ser características del sur de Petén.
Este tipo de bosques, que son menos densos que los del norte del departamento, eran conocidos, precisamente como “petenes”, según explicó Maas.
El término “petenes” proviene de un vocablo maya que significa “campos de árboles junto al mar” o islas de vegetación arbórea.
Ahora, son los petenes los que escasean en Petén.