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“En 2025 tenemos el reto de dar resultados”: ¿qué futuro ve Semilla?

Tras su primer año con logros de última hora, el gobierno sabe que necesita demostrar resultados concretos para mantener a flote su proyecto político y la esperanza del cambio prometido. Samuel Pérez, jefe de la Bancada Semilla, conversa sobre sus aciertos, junto a los desafíos de afianzar la democracia y resignificar la política en un escenario regional plagado de caudillos de extrema derecha.

—Estamos por completar un año de gobierno, ¿qué logros considera que tiene la administración de Semilla? ¿Qué dificultades ha tenido y qué queda para los próximos años?

— Hay varias dimensiones para eso: primero, creo que hay que separar los logros que tiene el Congreso (la bancada), y los que tiene el Ejecutivo. Uno que es compartido es tratar de profundizar y hacer madurar la democracia en el país. Era una demanda casi que nacional y que fue defendida en las calles, como pocas veces se ha visto una movilización en la historia de este país. Yo creo que los rasgos democráticos van quedando; dejan sedimento y después será difícil revertirlo con acciones autoritarias.

El Congreso de Guatemala es complejo porque son 17 bloques de partidos políticos representados y está hiper fragmentado. Pero cada bloque tiene sus facciones y son irreconciliables sus posiciones porque son intereses individuales de corrupción y de impunidad. Entonces la gran mayoría de diputados, lo que hacen es que se endeudan con algún financista tradicional y tienen que devolverle el dinero, robando en su periodo de cuatro años. Y eso no se logró aquí, ¿verdad? Porque se cerró el chorro de los flujos de dinero que venían al Congreso.

No hay una mayoría consolidada, sino que cada una implica negociaciones políticas, concesiones, posiciones distintas que hay que conciliar. Creo que eso es positivo porque el Congreso así debería funcionar. Yo recuerdo comentarios de algunos colegas que pertenecían a grupos políticos tradicionales: “yo me siento liberado porque antes me pagaban y no podía expresar las necesidades de mi distrito, no me dejaban”. Hay un cambio en términos más macro: el combate de la corrupción también es un hito importante. 

Por otro lado, hemos dejado un legado importante, algunas legislaciones: la ley de competencia, una de vacunación, otra de trasplante, otra de atención integral al cáncer, una de tarjetas de crédito… Hace cuatro años ni siquiera las leían, tuvimos que llegar para que empezaran a avanzar. Las que pasaban eran las que procuraban impunidad, corrupción y opacidad. En el Ejecutivo están haciendo una limpieza de redes enquistadas en las diferentes instituciones públicas, independientes de quién lo estuviese conduciendo en ese momento. Así cambia mucho la forma de aplicación de políticas públicas.

Vendedor de diarios en el Parque Central de Quetzaltenango, el 23/11/2024. FOTO/Igor Wagner

—Dentro de la Bancada Semilla, ¿trabajan articuladamente con la misma línea?

—Sí, totalmente. De hecho el partido ahorita está legalmente cancelado, entonces no tenemos derecho como bancada en el tablero del Congreso. Aparecemos como independientes, pero todo el mundo sabe que es la única bancada que está totalmente cohesionada.

—¿Votan como interbloque?

—Votamos cohesionados. Somos 23 integrantes de la bancada y son 23 votos disciplinados. Eso se logra a partir de que construimos un partido político de verdad, con mecanismos democráticos para tomar decisiones, y no somos simplemente pequeños grupos de caciques que llegan a formar parte de un partido. Si yo tengo un punto de vista distinto, tengo una reunión previa a entrar al Pleno. Si mi postura convence a la mayoría, esa es la posición de la bancada.

—¿Cómo diría que está la relación con los demás bloques hoy?

—Mucho mejor. Pero nos costó muchísimo por dos cosas. Primero, porque quienes nos reelegimos, que somos solamente tres integrantes de la bancada, teníamos un ímpetu muy reaccionario y un poco radical en nuestras posiciones porque éramos oposición. Nos tocó un proceso de transición en el cual tuvimos que cambiar de audiencia. Ya no le hablábamos al pueblo de Guatemala afuera, sino que a los demás colegas dentro del Congreso y eso implicaba moderar mucho nuestras posiciones con el fin de que avanzara nuestra legislación.

—¿Cómo han aprobado el presupuesto siendo solo 23?

—El congreso de Guatemala tiene la facultad de modificar completamente el presupuesto. No es solo “voto a favor” o “voto en contra”, sino que lo puede cambiar completamente. El Congreso podría hacer su propio presupuesto condicionando al Ejecutivo. Realmente aprobar el presupuesto como necesitaba el Gobierno fue un logro de otras dimensiones. Por un lado, los que reelegimos, teníamos un ímpetu, ya una inercia. Por otro, el resto de mis colegas en la bancada aspiraban a llegar al Congreso a ser oposición, entonces se prepararon para ser más reaccionarios. Cuando entramos y vimos que también ganamos la Presidencia, tuvimos que ir moderando nuestras posiciones. Muchos vienen del activismo o de movimientos sociales y estudiantiles…

—Usted dice que tanto el gobierno de Arévalo, como la Bancada, no esperaban ese resultado.

—Tal vez en la Bancada había un poco más de optimismo con respecto a los resultados, la estrategia estaba mejor planificada. Ahora, era muy difícil de creer que en el Ejecutivo íbamos a lograr pasar la segunda vuelta porque fue una elección “truqueada”. No es que haya habido fraude electoral, sino que bloquearon las candidaturas que tenían posibilidades de ganar. Eso finalmente nos favoreció pero tampoco esperábamos que el voto fuese a canalizarse hacia Semilla.

—Entonces tuvieron que armar el gabinete y los proyectos para cada ministerio en ese mismo proceso.

—No sólo eso, sino que la transición es muy larga, seis meses después de la segunda vuelta. El día anterior a que el Tribunal Supremo Electoral oficializara el resultado, al Ministerio Público se le ocurre cancelar el partido. Empezamos una batalla legal y política importante que generó una serie de movilizaciones, que permitió finalmente lograr la transición. Sí, fue difícil: mientras tanto había que armar Gabinete.

Afiches por las víctimas del terrorismo de Estado y la persecución política a periodistas y líderes en la actualidad, Centro Histórico, Ciudad de Guatemala. FOTO/Igor Wagner

—¿Cómo fue su articulación como partido con los movimientos en las calles?

—Nosotros como partido, y de forma personal, siempre hemos tenido buena relación con los movimientos sociales, las autoridades indígenas, los grupos campesinos y el movimiento estudiantil. Muchos venimos de ahí y hay una relación más orgánica. Había comunicación constante y fluida. Tampoco queríamos instrumentalizar la movilización para fines políticos, electorales y partidistas. Tratamos de mantener en nuestros espacios lo que nos correspondía.

Nuestro objetivo en el Congreso era ganar con cualquier método que fuera necesario; entonces nos pusimos un poco más crudos el día de la toma de posesión y logramos ganar la Junta Directiva. Pero afuera en las calles había una movilización masiva. Esa vinculación de lo que nos tocaba hacer adentro y lo que hacía la gente afuera, fue determinante. Porque del otro lado, la otra planilla de Junta Directiva, estaba repartiendo dinero: “me ofrecieron Q500.000 para votar, pero ya no quiero votar por ellos porque no quiero volver a estar subordinada”.

—Había una conciencia cívica y política de la sociedad civil que los antecedía a ustedes y a todo este proceso del año pasado.

—El punto de inflexión fue en el 2015 cuando hubo movilizaciones masivas por primera vez en muchos años en contra de la corrupción, pero donde el contenido era más progresista. La corrupción fue vista como un problema de ausencia de justicia social y no, como en otros países, que la derecha los capitaliza.

—Viendo a figuras como Milei o Bolsonaro, que capitalizaron el descontento social ante la corrupción y la política… En Guatemala eso no lo hizo la derecha y tampoco han surgido líderes outsiders o que son influencias en redes. Llama la atención que la salida fue en las calles, fue colectiva. Fue en favor de la democracia y no por menos democracia.

—Sí, correcto. Pero también porque había un hartazgo al régimen, independientemente del partido político… Porque aquí no hay partidos políticos institucionalizados de largo plazo, solo son marcas. Siempre veían a los mismos actores cambiarse de partido político y ya es el mismo sabor… Todo el mundo sabía quiénes pertenecen a ese régimen y quienes no. Finalmente se decantan por una opción alternativa. La diferencia es que nosotros sí nos planteamos armar una institución democrática; no como otros, que también eran progresistas o que eran Anticorrupción, pero que eran también caudillos.

Una multitud de simpatizantes espera la salida del presidente electo, Javier Milei, luego de vencer en las elecciones de Argentina, el 19/11/2023. FOTO/Igor Wagner

—¿Hoy en día la relación con los movimientos sociales persiste? ¿Cómo es esa articulación?

—Hay muy pocos movimientos sociales en Guatemala, son muy incipientes. De hecho el proceso de transición a la democracia fue un poco atropellado. Por decreto, el movimiento de la guerrilla  se convirtió en partido político, pero ya estaba derrotado culturalmente. Por otro lado, hay una generación casi completa de personas que tuvieron que salir al exilio y que simplemente se desentendieron de la actividad política. Ahora estamos recogiendo, de mi generación para atrás, la “estafeta” y empezando otra vez a politizar. Creo que hay una politización incipiente, que vamos a ir viendo sus expresiones con el tiempo. Hay grupos que empiezan a articularse como la sociedad civil movilizada; grupos de mujeres, la comunidad LGBT. 

Hubo un proceso de desmovilización. Creo que el proceso democrático canalizó un montón de esas frustraciones y ahorita todo se enfoca en el Gobierno o en el Congreso. Hay una representación más legitimada y por eso recibimos muchísimas demandas. Lo cual es un reto tremendo porque son diversas, de muchos tipos y de mucho tiempo. Pero no es que veamos protestas en contra del Presidente. 

—Ayer hicimos un recorrido por la USAC con un colega periodista y nos contó la situación con el rector (Walter Mazariegos) y la persecución a estudiantes. ¿Cómo está la relación con el movimiento universitario?

—Muy bien, de hecho tenemos vínculos con varias personas del movimiento estudiantil -yo mismo vengo de ahí- y particularmente de la USAC. Porque en el 2015, un punto de inflexión, empezamos a articular con grupos estudiantiles y creamos una coordinadora estudiantil. Hubo un periodo enorme después de la guerra donde no había movimiento estudiantil, hasta que entramos mi generación para abajo. Entonces hay una buena relación orgánica. Eso no quiere decir que simplemente nos dan por hecho y que nos dieron un cheque en blanco, sino que a veces nos dicen “¿qué están haciendo?”, “¿qué van a hacer con la U?”, etcétera. Hay una relación muy positiva.

Mural de la toma universitaria de 2023, tapado por la rectoría de la Universidad de San Carlos, cuyas autoridades sostienen sus cargos de forma irregular. FOTO/Igor Wagner

—Extendiendo la pregunta, pensando en sus articulaciones que tienen hoy: ¿hay aliados externos de Semilla en otros países de la región centroamericana y latinoamericana?

—Yo creo que el proceso de evitar la transición de gobierno, permitió mucha solidaridad de países de casi todo el mundo. De hecho las declaraciones en la OEA, en Naciones Unidas, yo diría que unánimes, a favor de la democracia y la transición en Guatemala. Una ventaja es que el presidente tiene experiencia profesional en la diplomacia, entonces conoce a todo el mundo. Y el equipo de Cancillería es muy bueno, es muy profesional. Teníamos mucha gente del partido que estaba trabajando, ya desde antes, en Washington. Aquí en Guatemala eso es muy, muy importante. Eso nos permitió tener buen vínculo afuera. Luego, como partido, tenemos vínculos con partidos cercanos, progresistas, socialdemócratas. Con Morena tenemos buena relación, con Libre en Honduras, en El Salvador ya no… En Costa Rica sí, con muy buena relación. Entonces hemos empezado a tejer algunas redes poco a poco. Porque Centroamérica, en general, se mantiene aislada al resto del Sur, y particularmente Guatemala. Entonces ha sido un poco difícil… pero poco a poco vamos incursionando en espacios.

—¿Cómo conviven esta articulación con partidos progresistas de otros países, con la relación de Guatemala con EEUU? Muchas veces ellos chocan con Estados Unidos en su política exterior.

— Es distinto, es aparte la relación que tiene el partido, de la relación del Gobierno. El Gobierno tiene muy buena relación con Estados Unidos y la Bancada también. A veces tenemos viajes para allá y hay buena comunicación con la Embajada. De hecho hubo un apoyo un poco más explícito de parte de la Embajada en tratar de forzar la transición democrática. Por otra parte, está la relación del partido con los partidos progresistas, pero ese es otro tema. Más que todo en la formación política, intercambio de experiencias y cosas así.

—¿Y con la nueva administración de Trump en Estados Unidos?

—Sí, bueno… En realidad nos pone en una situación compleja porque evidentemente no es que haya afinidad ideológica y programática. Pero el equipo de Relaciones Exteriores en Washington, desde febrero más o menos, estaba construyendo vínculos con el ala republicana, intuyendo que iba a haber una derrota demócrata. Honestamente no hay mala relación. Tenemos puntos en común, a veces los métodos evidentemente no son compartidos, pero también nos ponen en una situación más o menos ventajosa con respecto al resto de Centroamérica. Por lo menos porque Guatemala no va a tener relaciones con China. El gobierno del Presidente no lo está considerando. El resto de Centroamérica sí: El Salvador, Honduras, todos los demás. Ése es un punto bien importante para Estados Unidos, particularmente para los republicanos. 

Hay confluencia con EEUU en temas de migración, contra la corrupción y de fortalecimiento de la democracia… Hay objetivos compartidos, aunque vamos a ir encontrándonos en el camino en cuanto a los métodos. Pero al menos está eso.

—¿Cuáles son las proyecciones de Semilla para el 2025?

—En 2025 tenemos el reto de dar muchos resultados. Este primer año nos tocó limpiar las instituciones, aprender a tratar de dominar el Congreso desde la llanura, porque nos quitaron de la Junta Directiva y no tenemos ese instrumento, pero encontramos formas. Le aprobamos al Presidente el presupuesto que necesitaba, que además va fuerte. Tiene un montón de recursos y con mucha libertad, porque el Congreso no le impuso candados. Al Presidente le va a tocar ejecutar y demostrar resultados. Nosotros vamos a estar ahí para apoyar lo que necesite, pero todos los instrumentos que necesitaba se los dimos. El reto va a ser demostrar.

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