NARRATIVA – INVESTIGACIÓN – DATOS

Mujeres mayas tejiendo por la defensa de sus derechos

Esta es la historia de un colectivo de tenaces mujeres indígenas que defienden sus tejidos y que a través de sus originales diseños promueven la preservación del legado y respeto a sus abuelas.

Este reportaje forma parte del especial Comunidades Abren Caminos, donde se muestra cómo a través de las herramientas de litigio estratégico, los pueblos indígenas en Guatemala han logrado recuperar derechos.

Texto: Sofía Menchú / Fotos: Oliver De Ros / Edición: Carolina Gamazo

La casa de Angelina Aspuac, coordinadora del Movimiento Nacional de Tejedoras, fue la sede del encuentro mensual de tejedoras que duró dos días en Santiago Sacatepéquez. La actividad comenzó con un desayuno. La mesa situada bajo de la pérgola junto al jardín se quedó pequeña para las 60 mujeres que llegaron un día antes desde varios departamentos del país para la reunión de trabajo.

Algunas comían dentro del comedor de la casa, otras se acomodaron en un espacio entre el comedor y el jardín. Al terminar, unas tendieron coloridas mantas sobre la grama y colocaron productos hechos por ellas mismas, que llevaron para la venta: bisutería artesanal o de fantasía, servilletas, bufandas y hüipiles.

Al finalizar, las mujeres se trasladaron al área de la pérgola donde ya todo estaba acondicionado con tableros y sillas para comenzar con la sesión de trabajo. Las asistentes eran integrantes del Movimiento Nacional de Tejedoras, un colectivo formado en 2014 por al menos 600 tejedoras y con el acompañamiento de la Asociación Femenina para el Desarrollo de Sacatepéquez (AFEDES).

Según Aspuac, el Movimiento surgió a partir de la indignación que sienten las mujeres Mayas al ver la forma en la que utilizan, explotan y extraen sus creaciones, sus conocimientos ancestrales y sus tejidos. El aprovechamiento lucrativo que se hace sobre la indumentaria Maya las impulsó a organizarse y a exigir al Estado la protección de la propiedad colectiva sobre los textiles y la indumentaria Maya.

También influyó el hecho que el pago recibido por las tejedoras es muy bajo, no hay un beneficio equitativo para ellas, pues son los intermediarios quienes obtienen grandes ganancias con la venta a nivel nacional e internacional. Debido a que el Estado no contempla en su legislación la protección de las creaciones y las formas propias de elaboración en el arte de sus tejidos, decidieron administrar y controlar ellas mismas sus creaciones.

El Movimiento de Tejedoras surgió a partir de la indignación que sienten las mujeres Mayas al ver la forma en la que utilizan, explotan y extraen sus creaciones, sus conocimientos ancestrales y sus tejidos. Foto: Oliver de Ros.

Miriam Aspuac, hermana de Angelina y directora ejecutiva de AFEDES, contó que la Asociación está formada por agricultoras, comerciantes, amas de casa y tejedoras provenientes de comunidades indígenas. El grupo empezó con al menos 450 mujeres, que tenían el interés en el tejido como algo en común, por lo que entre 2003 y 2004, ya organizadas, empezaron a calcular los costos de producción.

Lo primero que notaron era que gran parte de las supuestas ganancias servía para pagar el hilo, pero no la mano de obra de la tejedora. Incluso los hilos, al hacer la cuentas, salían más caros que los propios hüipiles que ellas producían.

Después todas ellas, en su mayoría mujeres indígenas de Guatemala, fueron a las fábricas a pedir cotizaciones para revisar los precios de los insumos que utilizan en su trabajo y se dieron cuenta que existía un oligopolio de los hilos y que los productores sí contaban
con protección legal. También encontraron que en Guatemala no se fabrica uno de los hilos que más necesitan para la creación de las indumentarias, sino que solo elaboran los ovillos o madejas, pues el hilo viene de Colombia y Turquía. En aquel lugar donde conocieron cómo se fabrican los ovillos les ofrecieron un descuento de 5 centavos aplicable si consumían 40 mil dólares semanales, lo cual según Aspuac era imposible para ellas.

No obstante eso no las detuvo. Después de este sondeo hicieron esfuerzos para comercializar internacionalmente y comenzaron a enviar chalinas hacia los Estados Unidos. “No era mala
paga”, dijo Aspuac. Lograron un contrato en Europa donde les hicieron un pedido de 20 mil individuales que elaboraron con el apoyo del Consejo de Santo Domingo Xenacoj, un municipio de Sacatepéquez, y los enviaron. Luego les hicieron otro pedido de 20 mil piezas más que debían
ser entregadas en 30 días, pero no tenían capacidad de producción en tan poco tiempo. Necesitaban 15 días más y así identificaron otro desafío que debían enfrentar.

Buscaron ayuda en algunas cooperativas para distribuir el pedido y no perder el negocio, pero varias no aceptaron. Luego el problema fue el hilo: no había suficiente. La fábrica podía surtir el rojo que necesitaban, pero hasta octubre y estaban en febrero, es decir, más de seis meses de retraso.

Las tejedoras organizadas han logrado formas colectivas para proteger su legado y conocimiento. Foto: Oliver de Ros.

“Hay mucho hilo en Guatemala que se tiñe en Tecpán y otras comunidades, pero no es hilo certificado y la gente de Europa quiere hilo certificado, libre de sustancias cancerígenas y no había acceso a otros hilos”, explicó Aspuac.

Al final, perdieron esa oportunidad pues no pudieron negociar más tiempo de producción ni conseguir materia prima. Toda esta experiencia llevó a AFEDES a analizar la necesidad que tienen las mujeres tejedoras de los apoyos que faciliten la comercialización de sus productos.

Después de varios consensos, ellas elaboraron una iniciativa de Ley Específica para la Protección del Derecho de Propiedad Intelectual Colectiva de los Tejidos, Textiles e Indumentaria Maya que presentaron a un grupo de 13 diputados del Congreso en 2016. Esta quedó registrada con el número 5247.

En marzo de 2017, la iniciativa examinada por los diputados fue remitida a la Comisión de Pueblos Indígenas del Congreso para su estudio, posteriormente obtuvo dictamen favorable y fue enviada a la Dirección Legislativa para continuar el trámite como una Reforma al Decreto 33-98 del Congreso y sus Reformas, Ley de Derechos de Autor y Derechos Conexos y Reformas al Decreto 57-2000 Ley de Propiedad Industrial, por considerarse un proyecto viable y sustentable. Sin embargo, la propuesta no ha tenido avance desde entonces.

Como parte de la cosmovisión, el tejido y la indumentaria forma parte de las estructuras sociales de los pueblos originarios. Foto: Oliver de Ros.

La defensa por la propiedad intelectual colectiva

Ya como Movimiento Nacional de Tejedoras, en 2018, atendieron una audiencia temática ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) para exponer la violación a sus derechos culturales como víctimas en relación al despojo de propiedad intelectual colectiva.

El representante del Estado de Guatemala propuso crear una mesa técnica para declarar Patrimonio Mundial de la Humanidad los Tejidos Mayas. Esto no fue aceptado por el Movimiento porque los textiles son patrimonio de los pueblos como titulares de derecho, la CIDH coincidió con la opinión de las mujeres.

Al año siguiente el Movimiento presentó un amparo en contra del Instituto Guatemalteco de Turismo (Inguat) por la flolklorización y mercantilización de la imagen de la niñez y las mujeres indígenas. El Instituto utiliza estas representaciones sin consentimiento ni consulta en sus campañas publicitarias para promover Guatemala como destino cultural, nombrándolo ‘Corazón del Mundo Maya’ como marca país.

En 2020, la Corte de Constitucionalidad emitió sentencia a favor del Movimiento y declaró con lugar el recurso de apelación. En esta nueva victoria del Movimiento ante los Tribunales, la Corte exhortó al INGUAT a que establezca mecanismos de participación adecuados que permitan la participación de los distintos pueblos indígenas en la formulación y diseño de políticas públicas en la materia, especialmente aquellas susceptibles de afectar sus derechos.

“El Inguat gana mucho dinero a través de la entrada de turistas, pero el dinero no llega a las personas que prestan su imagen, eso es lo que nosotras le fuimos a plantear. Fuimos varios integrantes departamentales de tejedoras a reunirnos con el subdirector, nos hizo varias promesas, pero nada se llevó a cabo”, contó María Elena Curruchiche, del Consejo de Tejedoras de San Juan Comalapa.

La tejedoras han creado espacios para mantener y discutir su productividad y conocimiento. Foto: Oliver de Ros.

Curruchiche comentó que también han identificado otro problema y es el robo de la propiedad intelectual de las tejedoras y de sus abuelas parte de empresas nacionales y extranjeras que están registrando los diseños y, además, compran los tejidos a muy bajo precio.

“Ellos registran estos diseños como suyos y no reconocen la autoría de las creaciones a las mujeres ni a los pueblos, sino que lo presentan como que es pertenencia de ellos. Y, si dejamos pasar esto, algún día nuestras hijas, nuestras nietas van a tener que pedirle permiso y pagar a una empresa para poder tejer los diseños en su hüipil”, dijo.

Así que otra idea del Movimiento es prohibir que estas empresas registren, patenticen y que respeten los diseños de las tejedoras. “Nuestras abuelas nos han enseñado que cada diseño representa una actividad y tiene un significado ceremonial, por eso son especiales”, comentó.

Micaela Tinigüar, del Consejo de Tejedoras de Zacualpa, Quiché, explicó que cada pueblo tiene su técnica para elaborar su indumentaria y por eso quieren que se les reconozca y respete. La CC emitió sentencia a favor del Movimiento en 2020 declarando con lugar el recurso de apelación (Expediente 2066-2019), exhortando al INGUAT a que establezca mecanismos de participación adecuados que permitan la participación de los distintos pueblos indígenas en la formulación y diseño de políticas públicas en la materia, especialmente aquellas susceptibles de afectar sus derechos.

En la actualidad el Movimiento Nacional de Tejedoras está ultimando un texto de iniciativa de ley para la protección de la propiedad intelectual.

Con la escuela de tejedoras, ellas han logrado generar interés para que prevalezca el tejido ancesatral en Guatemala. Foto: Oliver de Ros.

Manteniendo el legado

En uno de los salones de la Municipalidad de San Pedro Sacatepéquez hay 30 mujeres y 2 hombres aprendiendo a tejer. Todas y todos llegan una vez por semana, cada lunes, para recibir su clase. Las columnas ubicadas alrededor de la clase son utilizadas para colocar el telar y facilitar el trabajo.

Ana Cuch de Pocón es una de las maestras más admiradas por las y los alumnos porque es famosa en su comunidad. Ella hace la vestimenta para las imágenes de la iglesia católica, elabora los trajes para las festividades de la feria y realiza tejidos de gran tamaño. Cuch quien es parte del Consejo de Tejedoras de San Pedro Sacatepéquez e integrante del Movimiento, aprendió a tejer desde niña gracias a su abuelita. Con ese trabajo logró dar estudio a sus tres hijos, quienes ahora son universitarios. Ella tenía la inquietud de poner una escuela y enseñar a tejer, pues ha notado con preocupación que en su comunidad se está perdiendo este arte, pues cada vez menos mujeres tejen.

“El tejido nos ayuda a a olvidar los problemas porque al estar tejiendo nos concentramos en contar los hilitos y eso me relaja, me siento feliz. Es muy importante que muchas personas más aprendan a tejer para que nuestros hüipiles sigan existiendo” , dijo Cuch.

La escuela de tejedoras forma parte de la organización colectiva en defensa de sus derechos. Foto Oliver de Ros.

La Escuela de Tejedoras de San Pedro Sacatépequez se inauguró el 22 de enero de 2022. El Consejo colocó la convocatoria en sus redes sociales y en cuestión de tres horas ya tenía el cupo lleno que inicialmente era de 15 alumnas.

Debido al alto interés consultaron con Angelina Aspuac y decidieron ampliar el cupo, al momento tienen 32. Las estudiantes únicamente pagan Q25.00 de inscripción y con eso queda cubierto el taller que dura entre 10 y 12 semanas.

Cleydi Pocón, de 30 años, es una de las estudiantes, ella siempre tuvo la ilusión de aprender. No lo pensó dos veces cuando vio el anunció y corrió a inscribirse. “Me motiva sentir que es un arte que se valora poco. El otro día nos platicaban acerca de cómo se ha ido perdiendo y se ha desvalorizado el tejido (…) siento que aprendiéndolo voy a apreciar más este arte”, comentó Pocón. Ella sueña con que algún día elaborará su propio hüipil para enseñarle a su familia el valor ancestral que contiene.

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