Las mujeres Achí llevaban más de 40 años en la búsqueda de justicia. En el camino se encontraron con diversos obstáculos que tienen que ver con la impunidad, como el racismo y el machismo que impera en el país, en las estructuras del Estado y en entes de Justicia.
“Llegaron, me violaron, me taparon la boca, me dieron patadas y manadas, me estrujaron mi estómago, yo estaba embarazada…todos los patrulleros pasaron sobre mí…sufrí en manos de esa gente”
Este es el relato de una de las mujeres mayas achí sobreviviente de la violencia sexual vivida a manos de Patrulleros de defensa civil y el Ejército de Guatemala en los años de 1982 y 1983, durante el Conflicto Armado Interno en Guatemala.
En Rabinal las mujeres empezaron hablar sobre lo que le sucedió a sus cuerpos. Recordar la guerra no es cosa sencilla, el dolor de todos aquellos que fueron arrebatados no solo se limita a presenciar la muerte o desaparición en sus comunidades y de sus seres queridos; la guerra pasó por ellas, siendo algunas madres y otras jóvenes o niñas.
Los embates de la guerra quedaron marcados en sus cuerpos, la violencia sexual y esclavitud doméstica a las que fueron sometidas siguen presentes en sus testimonios y en sus vidas. Además de mantener a sus agresores cerca ya que muchos de ellos eran vecinos o conocidos de comunidades cercanas o de sus mismas comunidades.
Rabinal es municipio del departamento de Baja Verapaz, cuando inició la violencia como dicen las mujeres, uno de los intereses principales del Estado de Guatemala era la La hidroeléctrica Chixoy que se encuentra asentada en la confluencia de los ríos Chicruz, Salamá y Negro, entre los departamentos de Alta Verapaz, Baja Verapaz y El Quiché. Dentro de esta gran construcción se encuentra la historia de las personas que murieron a manos del Ejército de Guatemala y comunidades enteras que fueron desalojadas de sus territorios.
En 1980 la empresa hidroeléctrica y el Estado de Guatemala asesinaron a cuatro lideres de Río Negro con la excusa de que estaban molestando a personal del INDE (Instituo Nacional de Electrificación); posterior a ello el INDE solicitó una reunión con dos líderes de Río Negro para entablar reuniones de diálogo entre la comunidad y la hidroeléctrica. Se les citó en las instalaciones de esta, sin embargo ellos nunca regresaron después de esta reunión y fueron encontrados asesinados en Baja Verapaz.
El 13 de febrero de 1982 trescientos habitantes de Río negro fueron torturados y masacrados por parte del Ejército de Guatemala y paramilitares en la comunidad de Xocox.
A las mujeres las amarraron del cuello y las manos y fueron obligadas a caminar al cerro de Pocoxom a 3 kilómetros cuesta arriba de la comunidad, sin agua y sin alimentos. Antes de asesinarlas las violaron sexualmente. Niños y niñas en su mayoría también fueron asesinados.
Durante muchos años las comunidades fueron víctimas de los vejamenes cometidos por paramilitares y el Ejército de Guatemala, esta violencia se prolongó por varios años en diferentes comunidades de Rabinal. En el caso de las mujeres tuvieron que vivir las masacres de sus comunidades y de sus cuerpos, la desaparición de sus hijos, esposos o familiares, así como violencia sexual y esclavitud doméstica.
“yo no queria ir a una reunión porque mi hija acababa de nacer y me pegaron con la culata del arma, entonces me violaron en mi casa, el que me violó era un patrullero y los militares cuidaban afuera de la casa…mi esposo me regañaba porque pensaba que yo habia hecho eso por mi voluntad, me pegaba, ya no vivimos bien los nueve meses que el aun vivíó antes de que lo mataran”, Pedrina Vargas Ixpata
Las mujeres no solo se enfrentaron a la violencia, si no al estigma social que las culpaba a ellas de lo sucedido, algunas quedaron embarazadas producto de las violaciones sexuales a las que fueron sometidas.
En el año 2011, decidieron romper el silencio y presentar una denuncia frente al Ministerio Público (MP); 36 mujeres denunciaron la violencia que habían vivido. Cuando se presentó la denuncia al MP no se esperaba que fuera un largo proceso; no obstante, la fiscalía tardó 7 años para presentar el caso ante los tribunales. De las 36 mujeres, el MP presentó las acusaciones de sólo cinco de ellas, persiguiendo solamente a ex patrulleros de autodefensa civil y dejando fuera militares y comisionados.
Las mujeres se organizaron y juntas han compartido sus historias y testimonios, sin embargo, cuando se eúnen tienen miedo y tratan de tener medidas de seguridad debido a que sus agresores o los familiares de ellos siguen viviendo en las comunidades, algunas veces se reunen en Rabinal o en la casa de alguna de ellas, cuando tienen la oportunidad de contar lo sucedido testifican dolorosamente, sin embargo, a pesar de lo dificil que resulta existe una necesidad en ellas de contar la verdad para la búsqueda de justicia.
“Yo misma busqué justicia… la ley parece que no vale para nosotras las mujeres, yo misma busqué porque a mi me duele todo lo que han hecho… entre las mujeres nos avisaron para hacer un grupo para buscar justicia, nos juntábamos en la calle, y llegué con ellas y bienvenida, no me regañaron, participamos , y así se anima uno”, Pedrina Vargas Ixpata
Desde ahí, la búsqueda de justicia de las mujeres ha sido un largo camino. El 30 de noviembre de 2016 la Corte Interamericana de Derechos humanos resolvió que el Estado de Guatemala debía remover los obstáculos que mantenían la impunidad en este caso y se solicitó reabrir las investigaciones de los actos de genocidio contra el pueblo Maya Achí para sancionar a los responsables de las violaciones a los Derechos Humanos.
Las mujeres Achí llevaban más de 40 años en la búsqueda de justicia. En el camino se encontraron con diversos obstáculos que tienen que ver con la impunidad, como el racismo y el machismo que impera en el país, en las estructuras del Estado y en entes de Justicia. Un ejemplo de ello fueron las acciones de la Juez Claudette Domínguez quien dejó en libertad a los acusados y dejó sin valor los testimonios de las mujeres. Por otro lado, se encontraron con la re victimización en el 2018. El caso fue cerrado en el 2019 desligando a tres ex patrulleros: Pedro Sánchez Cortez, Simeón Enríquez Gómez y Félix Tum Ramírez.
Fue entonces que el bufete jurídico popular de Rabinal y las abogadas Lucía Xiloj, Maya K’iché, Haydeé Valey y Gloria Reyes Xitumul, Mayas Achí, junto a las 36 mujeres denunciantes siguieron luchando para conseguir justicia, logrando que el caso lo conociera otro juez, llegando a la sala de Miguel Ángel Gálvez, quien resolvió llevar a juicio a estos ex patrulleros por los delitos contra los deberes de la humanidad en su forma de violencia sexual y esclavitud sexual y doméstica.
A pesar de todos los obstáculos, se logró aperturar el juicio el 5 de enero de 2022. Los testimonios claves en el juicio fueron los de 5 de las 36 mujeres: Margarita Alvarado Enríquez y Marcela Alvarado Enríquez, Inocenta Alvarado Enríquez, Estefana Alvarado Sic y Pedrina López de Paz. Además se presentaron peritajes y testimonios de familiares y de otras mujeres que narraron lo sucedido en las comunidades y lo que ocurrió en sus cuerpos y vidas.
Fue el Tribunal de Mayor Riesgo A, presidido por Yassmín Barrios, que dio seguimiento y sentencia a este proceso. Al dar testimonio, las testigos revivieron lo sucedido, dejando notar el dolor en sus ojos y en sus palabras, pero también el deseo de justicia. Las largas audiencias que empezaban desde las 8 de la mañana eran presenciadas por las 31 mujeres que acuerpaban a las 5 voceras que contaban lo que a todas les tocó vivir a manos de las patrullas y el Ejército de Guatemala.
Cansancio, silencio, lágrimas, a veces angustia y llanto expresaban las mujeres al escuchar nuevamente los testimonios.
“Llegaron, me violaron, me taparon la boca, me dieron patadas y manadas, me estrujaron mi estómago, yo estaba embarazada… todos los patrulleros pasaron sobre mí… sufrí en manos de esa gente”, expresó una de las denunciantes.
La sala de audiencia se quedaba en silencio luego de escuchar lo ocurrido. A través de una pantalla, los acusados escuchaban los actos que habían cometido; sin embargo, ninguno de ellos quiso hablar ante el Tribunal. Benvenuto Ruíz Aquino, Bernardo Ruíz Aquino, Damián Cuxum Alvarado, Gabriel Cuxum Alvarado y Francisco Cuxum Alvarado.
Aunque estos hombres han ejercido violencia sexual a las mujeres, durante años ellas tenían que toparse con ellos en sus comunidades, antes de iniciar el proceso. El temor era latente, no sólo sentían medio de sus agresores sino de los familiares de los mismos. A pesar de ello, ellas presenciaban las audiencias con atención, a veces llorando de indignación ante los alegatos de la defensa que trataba de desestimar sus testimonios.
Pedrina López quien fue una de las testigas más jóvenes narró lo sucedido cuando abusaron de ella la noche del 20 de agosto de 1984 en su casa.
“Esos dos me violaron cuando yo tenía 12 años… Benvenuto y Bernardo Ruiz Aquino me violaron por dos horas frente a mis hermanos; me robaron mi niñez y se llevaron a mis padres”.
Luego de testificar, Doña Pedrina lloró junto a su hermano y su tía quienes también testitificaron en el juicio.
“Benvenuto se encaramó en mi mamá, arrancó su collar rojo y después, ella salió y dijo adiós hijo, cuide a sus hermanos. No volvió a regresar. Don Benvenuto agarró a mi hermana, la tiró en la cama y la violaron, mientras ella lloraba”.
Según los peritajes realizados por la Dra. Aura Cumes y otras peritas como la Dra. Irma Alicia Nimatuj, entre el 94% de las violaciones sexuales que vivieron las mujeres Maya Achí fueron violaciones colectivas (siendo entre 2 a 20 violadores quienes las agredieron). La víctima más joven tenía 12 años, las agresiones que se narraron iban desde la tortura hasta la esclavitud doméstica, haciéndolas trabajar en el destacamento que se instaló en la comunidad de Chocoj, en Rabinal, donde eran obligadas a alimentar a los patrulleros y soldados. El lugar fue utilizado también como sitio de tortura para otras víctimas.
Uno de los testigos que fue retenido en el destacamento testificó.
“En el destacamento, a hombres y mujeres nos violaban, nos pateaban, nos cortaban… ahí escuché como los soldados se reían porque decían que todos iban a probar, y las violaban”.
Durante el juicio se logró concluir y dar prueba que las patrullas fueron creadas por el Ejército de Guatemala y en el caso de Rabinal, había comunidades de patrulleros de confianza. A éstos se les entregaba armas por parte del Ejército de Guatemala y se comprobó que la violencia sexual se cometió como un crimen de guerra y lesa humanidad, no siendo esta un daño colateral sino una política, ya que las patrullas eran agentes del Estado, por lo que se le asignó responsabilidad directa con respecto a la violencia contra las mujeres.
Queremos justicia
El juicio duro alrededor de 3 semanas. No fue hasta el 24 de enero en donde el Tribunal de Mayor Riesgo A dio una sentencia. Mientras dicha sentencia era dictada, las mujeres se encontraron entre la incertidumbre y esperanza de finalmente encontrar el camino a la justicia para las 36 víctimas sobrevivientes.
“Nosotras somos la verdad, porque esto está en nuestros corazones, lo que queremos es justicia, luego de dar mi testimonio estoy bien porque yo soy la verdad, estamos aquí, el grupo porque nosotros sufrimos y lo que sufrí en mi caso es la verdad y lo que dije ante el tribunal fue verdad… los que ya están mencionados son los que hicieron los errores, con nosotras, en nuestros cuerpos”, Pedrina López de Paz.
Doña Pedrina y Margarita pasaron a dar sus palabras y pedir justicia frente al Tribunal previo a la sentencia. Ellas eran la voz de las 36 mujeres, y pedían sentencia no solo para las 5 mujeres que lograron presentar sus denuncias sino para todas las mujeres Achí que vivieron violencia sexual y otros vejámenes.
El Tribunal de Mayor Riesgo A dictó sentencia condenando a Bernardo y Benvenuto Ruiz Aquino a 30 años inconmutables de cárcel por la violencia sexual ejercida contra Pedrina López. A Damián Cuxum Alvarado, Gabriel Cuxum Alvarado y Francisco Cuxum Alvarado se les sentenció a 30 años por violencia sexual y esclavitud. Estos crímenes se enmarcaron en el delito de deberes de lesa humanidad.
Durante este proceso de años de búsqueda de justicia, dos de las 36 mujeres fallecieron sin poder ver cumplida alguna sentencia. Sin embargo, eso no detuvo la lucha, pues sus testimonios siguen presentes y por segunda vez en la historia del país se reconoce y se lleva el proceso de juzgar la violencia sexual, demostrando que esta fue usada como un arma y una política de Estado dentro de la guerra interna en Guatemala por parte del Ejercito.
La búsqueda por el reconocimiento de la violencia sexual como una estrategia genocida y un arma de guerra empezó a mostrarse en la lucha de las mujeres Ixiles en el juicio por genocidio, así como también con las mujeres Q´eqchís en el Caso Sepur Zarco y ahora en el caso de las 36 mujeres Maya Achí que dignamente se han mantenido al frente de la lucha por la justicia. “La sentencia es el inicio del camino”, expresaban.
“Nosotras queremos justicia, ya no queremos engaños, queremos que se cumpla lo que dijeron ahí, porque no es justo lo que nos hicieron, las violaciones, las desapariciones; que cumplan, ahorita hay justicia y es lo que queremos”.
“Nosotras no queremos que se juzgue solo lo de una aldea, sino que se cumpla lo de otras aldeas, y que se cumpla con las viudas, huérfanas, con las ancianas, queremos que se haga justicia para toda Baja Verapaz”. Testimonios de Pedrina López y Máxima Emilina García
La sentencia fue entregada y las medidas de reparación fueron dadas por el Tribunal el 27 de febrero en donde se logró pedir que el Estado de Guatemala reconozca su implicación en las violaciones cometidas por los ex patrulleros y el Ejército de Guatemala. 19 medidas fueron dictadas para la reparación digna de las mujeres.
El Estado de Guatemala sigue revictimizando a las mujeres a traves de la Procuraduría General de la Nación que sigue negando la responsabilidad de las autoridades de aquella época, y tratando de que la reparación digna para las mujeres no se cumpla y el Estado no se haga responsable.
Mucho han recorrido las mujeres achí y el camino sigue, y en ese caminar la ternura y el amor entre ellas junto a sus abogadas en el proceso es evidente, lo que muestra la fuerza de las mujeres achí y su aporte a la lucha por verdad y la memoria de este país.