Deserción estudiantil, recortes de maestros, morosidad en las mensualidades y centros educativos en quiebra es el panorama con el que arranca la educación privada después de casi un año de pandemia.
Un colegio de 66 años de existencia ubicado en zona 10 se fue a la quiebra.
Otro colegio de zona 1 pasó de tener 180 alumnos a sólo 14.
Un colegio de zona 18 tenía 28 maestros y terminó 2020 con 16 cobrando la mitad del salario.
La pandemia ha dejado saldos en todas partes. Y en la educación privada de Guatemala se cuentan mil colegios obligados a cerrar.
Elmer Palencia, presidente de la Cámara Guatemalteca de la Educación, organización que agrupa a 35 Asociaciones de Centros Educativos Privados de todo el país, informó que de 4 mil establecimientos el 25 por ciento, que equivale a mil, están en quiebra y no abrirán este año escolar.
Las razones más frecuentes que obligan a estos cierres, según Palencia, es que estos colegios viven al día con su presupuesto. Atienden a la población de clase “media popular”, en donde los padres o encargados de los alumnos perdieron su trabajo o tuvieron recortes salariales. Esto afectó el pago de las colegiaturas.
Los dramas y las historias entre los propietarios y directores de los centros educativos son incontables y similares. Todo como consecuencia del cierre de siete meses que ordenó el presidente Alejandro Giammattei para evitar la propagación del coronavirus en Guatemala y que provocó la interrupción de clases presenciales entre marzo y octubre de 2020, el ciclo regular de estudio en el país.
La crisis alcanzó también a los colegios que atienden a familias de clase alta en donde algunos de los establecimientos de preprimaria también tuvieron que cerrar.
La crisis por la morosidad
“Normalmente los centros educativos manejan tasas de morosidad de un 20 por ciento, eso es lo normal, pero en 2020 hubo épocas durante el año que tuvimos tasas de morosidad del 75 y hasta del 80%. Por eso, muchos colegios empezaron a proyectar su cierre para este año”, explicó el presidente de la cámara.
Un ejemplo de las repercusiones de la falta de pago en las colegiaturas, es el caso del Colegio Parroquial Nuestra Señora de Guadalupe, que funcionaba desde hace 66 años en la zona 10 de la ciudad y estaba a cargo de los sacerdotes diocesanos. Fue fundado el 13 de mayo de 1954, esta no era la primera vez que tenía problemas financieros, pero sí fue la crisis que los devastó.
“Hemos llegado al punto que ha sido imposible cubrir hasta las mínimas necesidades de operación. El colegio, desde hace varios años venía operando con pérdidas, y este año no fue la excepción, por lo que hemos llegado al punto de quiebra”, manifestaron las autoridades del lugar en una carta publicada en agosto en su página oficial de Facebook.
La razón del cierre, explica el documento, fue la falta de solvencia de los padres de familia para pagar las colegiaturas de sus hijos, lo que incidió “directa y contundentemente” en la situación financiera del establecimiento.
En un acto a puerta cerrada y con una pequeña procesión que recorrió las instalaciones, las autoridades dieron por clausurado el colegio el 28 de octubre del año pasado. El Colegio atendía a los niveles de preprimaria, primaria y básicos y sus cuotas eran de Q950, la inscripción, con mensualidades de Q300 a Q350, dependiendo del nivel.
La falta de pago de colegiaturas afectó también a la educación por madurez. Evelyn Franco, es dueña y directora desde hace 14 años de un centro educativo privado de la zona 18. Ella, por respeto a los alumnos, pidió omitir el nombre del establecimiento. El año pasado empezó con 85 estudiantes y terminó con 27 que cursaron entre básicos y bachillerato por madurez en plan fin de semana. Tenía 28 docentes y quedaron 16 ganando la mitad del salario.
“Yo tengo gente que trabaja y que se quedó sin empleo, por eso no pudieron seguir. Para mí uno de los problemas de empezar el año es lo económico, la falta de empleo de la gente que trabaja y estudia y la conectividad. A eso le puedo atribuir la deserción”, comentó.
Franco aún analiza si continuar o no este ciclo escolar porque su colegio, dijo, no está preparado con equipo e insumos para las medidas de distanciamiento y de cuidados por el coronavirus. Además, debe esperar a que la matrícula de inscripción crezca en lo que resta de enero.
Otro centro educativo con trayectoria y que no cerró, pero donde sus dueños han tenido la peor crisis que sacudió no solo su trabajo sino su vida familiar es el Colegio Tecnológico Luis Cardoza y Aragón.
Erwin Pozuelos es director y propietario del establecimiento. Él junto a su esposa fundaron el lugar en 2003. En ese entonces, hipotecaron su casa para pagar la inversión que requería el proyecto. Alquilaron dos casas en zona 1 de la ciudad y armaron allí los salones de clases y los espacios para los talleres de los cursos de mecánica, electricidad, industria de alimentos y dibujo técnico.
Con el tiempo, su calidad de vida prosperó, compraron otra casa en un residencial en El Naranjo, Mixco, tenían varios vehículos y sus hijos se involucraron en el negocio familiar.
Sin embargo, continuaron con la práctica de hipotecar para invertir y comprar. A principio de 2020 tenían 180 alumnos y 18 maestros, personal de limpieza y administrativo. Terminaron el año con 14 estudiantes y los padres dejaron de pagar desde que el gobierno suspendió las clases presenciales en marzo.
“Imagínese que usted tiene un trabajo y está recibiendo un ingreso, se va a acostar y al día siguiente abre la puerta y ya no tiene nada. Nosotros estamos así. Estamos totalmente destruidos”, dijo Pozuelos.
Entre marzo y mayo. la familia pagó los gastos de funcionamiento del colegio y las planillas de los profesores. Él y su esposa comenzaron a dar clases en línea, pues la mitad de los docentes se retiraron y los que se quedaron aceptaron menos salario.
Después de ese tiempo, los Pozuelos ya no pudieron más y pusieron a la venta la casa de El Naranjo para regresar a donde fue su primer hogar en una colonia más popular. Los carros también sirvieron para saldar algunas deudas.
Aunque dudaron en abrir este año, al final tienen una promoción de mitad de precio para quienes se inscriban en enero y continuarán con las clases virtuales. El colegio atiende básicos y diversificado en jornada diaria y fines de semana. Las cuotas están entre los 300 a 500 quetzales mensuales, el precio depende la carrera y las inscripciones oscilan entre 600 y 1,000 quetzales.
El Centro Educacional Mixto Privado Kingston en zona 1, tiene 46 años y atiende el nivel medio: básicos y diversificado, entre semana, y primaria acelerada y carrera por madurez en fin de semana. Según la directora Patricia Gidi David, al principio de 2020 tenía 325 alumnos y terminó con 207 estudiantes. Además de que también recortó personal.
Gidi es propietaria de las instalaciones, pero los gastos de planilla, los servicios de agua, luz e internet y el mantenimiento del lugar eran pagos con los que tenía que cumplir. “En mayo fue lo más fuerte que hubo porque como también pusieron toque de queda muchos papás ya no pagaban, hacían su súper y tenían toda la razón, primero es comer y después pagar los servicios”.
La directora de Kingston contó que para pagar planillas y otros gastos alquiló el parqueo del colegio a una piñatería, vendió latas y unas láminas que tenía en la terraza. También vendió una estufa y refri para comprar alimentos para su familia. El fondo de pensión que tenía ahorrado lo usó para el salario de los maestros.
Deserción escolar
Aunque el año escolar está empezando, la deserción ya se nota sobretodo en los niveles de preprimaria. Paola Lam es la dueña del Jardín Infantil Bilingüe Los Cubitos en zona 17 de la ciudad, su colegio tiene 15 años de existir y en promedio atiende a niños de dos a seis años de edad.
El número de alumnos inscritos en los años antes de la pandemia, rondaba en los 100, pero este año solamente 50 estudiantes se inscribieron.
“Nos bajó una cantidad exagerada. Cuando teníamos dos secciones de 15 alumnos de cuatro años, este año solo tenemos siete porque entre más chiquitos menos los ponen a estudiar. Tengo niños que estudiaron con nosotros el año pasado y las mamás me dicen, ‘mire miss el otro año porque ahorita como va a ser en línea y a mí me cuesta mucho, yo trabajo, no hay quién se quede con él’ ”, contó Lam.
En el Jardín también redujeron la cantidad de maestras a la mitad y el colegio continúa funcionando de forma virtual. Ahora el colegio está vacío y solo las profesoras llegan cada mañana a conectarse desde las computadoras del establecimiento para dar las clases.
“No podemos dejar que la pandemia nos robe nuestras metas, nuestras ilusiones, los planes que tenemos, así que nosotros seguimos”, manifestó.
El nivel de preprimaria es el sector más afectado en todos los estratos sociales. Así lo aseguró Diana Brown, presidenta de la Asociación de Colegios Privados, que agremia 5 mil centros de clase alta del país, allí también registró algunas bajas en los colegios de preescolar.
“Sí ha habido cierre de algunos colegios, unos tres o cuatro nuestros, de la asociación. Sí me han comentado que están cerrando con muchísimo dolor porque muchos funcionan por cobrar y si uno no tiene el ingreso no se puede sustentar la gestión de un colegio”, explicó.
Tanto Brown como Palencia indican que los padres de familia optan por no enviar a los más pequeños al colegio ya sea porque no les parece que la educación sea indispensable como lo es en primaria, básicos ó diversificado. Otra razón es que si hay hermanitos y solo hay un dispositivo electrónico para conectarse, priorizan al hermano grande o bien no tienen quién los cuide durantes sus clases. La educación pre primaria no es obligatoria en Guatemala.
Panorama desalentador para 2021
El Ministerio de Salud presentó el uno de diciembre del año pasado la Estrategia Nacional para el Retorno Seguro a Clases ante el Covid-19. La normativa ordena el uso de mascarilla, escudo facial, ventilación natural en aulas, distanciamiento físico permanente, higiene de manos, limpieza y desinfección de superficies.
Además, sugiere un comité de gestión de riesgos con un monitor escolar en salud y permite, en alerta roja de pandemia, la educación híbrida. Es decir, combinar las clases presenciales y los cursos en línea con un aforo controlado cuando los estudiantes regresen a las aulas.
Sin embargo, como el colegio por madurez de Evelyn Franco, hay muchos otros que no tienen la infraestructura ni los insumos suficientes para dotar a los alumnos de los cuidados sugeridos por el Ministerio. Aparte de estas dificultades, los propietarios y directores comenzaron el año operando con la mitad de la planilla y la mitad de alumnos.
Otros factores en que coinciden, Palencia y Brown, es la migración de estudiantes a establecimientos más económicos, a escuelas públicas o buscan otras opciones de educación a distancia con colegios más experimentados en eso.
“Los centros educativos que lo estamos dando de manera híbrida, como lo establece el Ministerio de Educación, estamos teniendo una competencia enorme con esos centros educativos, que pues se han dedicado siempre a esta forma de dar clases”, dijo Palencia, quien además es dueño de un colegio en zona 18.
En su establecimiento las clases virtuales ya comenzaron, él inició el año con el 50 por ciento menos de población en preprimaria y el 25 por ciento menos de alumnos en primaria.
Todo en conjunto, es un indicativo de lo que sucede en la educación privada. Los colegios están cerrando como consecuencia de la pandemia. Aún no se sabe lo que ocurrirá con todos estos alumnos que dejaron de estudiar, si será una pausa o un retiro permanente en su educación. Y si los colegios privados podrán sobrevivir antes de que ocurra una nueva normalidad acompañada por la vacuna contra el coronavirus.
Los datos de la deserción de 2020 aún no han sido compartidos por parte del Ministerio de Educación, y no se sabe todavía el impacto que tuvo la pandemia sobre las escuelas e institutos públicos. Para este reportaje, la dirección de comunicación social del Mineduc tan solo aclaró que esos datos estarán disponibles entre marzo y abril. Y deja duda sobre las acciones en torno a los alumnos que han dejado de estudiar, y sobre lo que significa para un país como Guatemala el hecho de que muy pocos podrían terminar los estudios básicos, o un bachillerato, sin poder optar a la educación universitaria.