NARRATIVA – INVESTIGACIÓN – DATOS

El pueblo Xinca se revitaliza para defender su territorio

La amenaza sobre sus tierras ancestrales provocó el resurgir de la identidad Xinka en el sur-oriente de Guatemala. Sus autoridades ancestrales, líderes y lideresas en Jumaytepeque y Quesada ejemplifican una permanente resistencia y empoderamiento
en estrategias y herramientas legales para la preservación de su identidad cultural, tierras y territorios.

Hace apenas dos décadas solo habían 16,214 xinkas en Guatemala, según el Censo del 2002; pocos se identificaban con este pueblo originario. Sin embargo, 16 años después esta población reconocida constitucionalmente como uno de los cuatro pueblos existentes en el país, creció un 1,600% cuando 268,223 personas se auto identificaron como xinkas durante un nuevo censo poblacional. Era evidente que había un renacimiento, pero tampoco se trataba de una casualidad.

“Existía una idea de que ya no habían xinkas, pero se trabajó mucho en la identidad cultural, era una necesidad enorme de recuperar nuestra raíz para defender nuestros bosques y ríos de cualquier megaproyecto que busque ingresar al territorio”, afirmó Angélica Jiménez. Presidenta de la Comisión de la Mujer del Parlamento Xinca y comunera de la Aldea de Quesada, Jutiapa.

El territorio Xinka se expande desde los departamentos de Jutiapa, Santa Rosa, la parte sur de Jalapa y el occidente de Escuintla, un territorio que durante la colonia española se le conoció como el Corregimiento de Guazacapan, que iniciaba desde el río Michatoya, hasta el río La Paz, justo en el límite territorial con El Salvador, según explica la investigación “Historia e Identidad del Pueblo Xinca”, de la académica Claudia Dary.

“Desde antes de la invasión española nuestros abuelos usaban los cerros más altos para tener control sobre el territorio desde la altura y nosotros seguimos viendo los cerros como espacios sagrados”, dice Kelvin Jiménez, abogado del Parlamento Xinka. Su comentario lo hace desde algún punto panorámico del volcán Jumaytepeque, un lugar sagrado para la población Xinka de la aldea de Santa Rosa que lleva el mismo nombre, llamado por sus antepasados Ixiwa´ Wona´ que significa Cerro de la Vida.

Desde lo alto, Jiménez, señala los límites territoriales de las 172 caballerías de la tierra comunal, que en la actualidad es administrada por las autoridades ancestrales xinkas. En todo ese territorio que se ve desde la montaña, las autoridades indígenas son las que tienen la última palabra sobre la administración y transferencia de la tierra.

Para hacer esto posible tuvieron que pasar más de 11 años de lucha legal en los tribunales de justicia, hasta lograr que el Estado de Guatemala reconociera el derecho del pueblo Xinka sobre este territorio. Históricamente los pueblos indígenas han sido invisibilizados por el Estado, lo que impide que se puedan aplicar las normas internacionales que les amparan, dificultando que se puedan defender de las violaciones a sus derechos.

Los comunales han sido clave para reactivar el sentido de identidad Xinca. Foto: Gerardo del Valle.

El anterior Relator Especial sobre los derechos de los de pueblos indígenas James Anaya ha destacado que un proceso necesario es el fortalecimiento de las organizaciones representativas de los pueblos indígenas para participar en la toma de decisiones en los eventos que les afectan.

En el 2018, don Fidel Ortiz, entonces representante legal de la comunidad de Jumaytepeque, acudió al Registro General de la Propiedad por decisión de la comunidad para verificar los límites de su territorio. Los xinkas solicitaron una inmovilización biométrica del territorio, un proceso que consiste en tomar las huellas dactilares del solicitante, el código biométrico registrado funciona como un candado que protege una propiedad para evitar traspasos o contratos ilegales a favor de terceros.

En ese proceso descubrieron que, desde tiempos de la colonia, sus antepasados habían recuperado el territorio y fue inscrito a favor de los comuneros de San Francisco Jumaytepeque. El mismo Estado los reconoció como propietarios de la tierra que se creía era propiedad de una comunidad agraria desde 1961. La comunidad agraria es una figura legal que convierte a los pueblos indígenas en asociaciones civiles para tener derecho a la posesión de sus tierras, pero es una figura considerada nociva a la naturaleza colectiva de las comunidades.

“Esta es una tierra comunal, mis papás me enseñaron que la tierra en Jumaytepeque solo se puede transferir de generación a generación o solo se puede comprar y vender entre comunitarios (…) nuestros abuelos le compraron esta tierra a la corona espaañola, tras el despojo, es un territorio que ha costado sangre, por eso lo debemos administrar y cuidar desde nuestra propia visión”, indica Ortiz.

Con la consciencia de territorio, los mayordomos y los comunales Xincas han vigilado que su cultura prevalezca. Foto: Gerardo del Valle.

Actualmente el pueblo Xinka de Jumaytepeque resguarda los títulos de propiedad de su comunidad. Hasta 2019 el Registro General de la Propiedad inmovilizó el territorio a su favor. Es decir, hasta ese año les reconoció como propietarios. Para llegar a ese momento histórico, pasaron por dos despojos: primero, por la corona española, y luego en 1916, cuando el presidente Manuel Estrada Cabrera, suscribió este territorio en favor de la municipalidad de Jumaytepeque. Durante el Conflicto Armado Interno, existió un silencio colectivo debido a la represión y se había paralizado la lucha por la recuperación de tierras.

El resguardo del agua y los bosques

A 80 kilómetros de distancia, está Quesada, un municipio de Jutiapa donde el 44% de sus 21,709 habitantes se han autoidentificado como xinkas. En los parajes de cada aldea se pueden observar letreros con la consigna “no a la minería”.

En este lugar hay 27.2 kilómetros de bosque comunal conocido como Cerro Las Flores, que actualmente es administrado por las autoridades ancestrales. Este territorio fue recuperado por la comunidad en 1892, cuando los abuelos compraron la finca al escritor José Milla y Vidaurre.

Doña Angélica Jiménez de 60 años, recuerda sus días de infancia mientras salta entre las piedras de los nacimientos de agua que se resguardan entre la variedad de árboles, en el corazón del bosque xinka. Jiménez y Aleisar Arana, presidente del Parlamento Xinka, son bastiones fundamentales para la preservación de la identidad cultural y la defensa del agua. “La resistencia que ejercimos contra Alternativa de Energía Renovable S.A, fue la que nos fortaleció como xinkas, nos empoderamos en el conocimiento del marco legal para defender el territorio por todas las vías posibles y también mujeres y hombres pusimos el cuerpo en la resistencia pacífica”, destaca Arana.

En febrero del 2016 Alternativa de Energía Renovable llegó a la comunidad, se ubicó en la Finca Argelia para instalar una planta de generación de energía eléctrica por medio de carbón vegetal. La población advirtió una inmoderada tala de árboles en esos días, lo que provocó un impacto en la zona de recarga hídrica que abastece a Quesada. Ese mismo año la Municipalidad local realizó una consulta a la comunidad que determinó que el 99.3% de los habitantes se oponían a la autorización de las licencias en favor de la empresa. “Fue muy importante que reconocimos en aquel momento que no alcanzaba solo con la resistencia en las calles que iniciamos en julio del 2016, mientras nosotros resistimos acá, teníamos que accionar las vías legales”, destaca Jiménez.

La lucha se extendió hasta el 2019, y después de 2 años y nueve meses de resistencia pacífica la empresa se retiró de la Finca Argelia. Durante este tiempo al menos 6 comunitarios fueron criminalizados, el médico y cirujano, Joel Arrivillaga, fue acusado por la empresa por el delito de usurpación agravada, tuvo que pasar 3 años de proceso penal, “no fue nada fácil, al menos el Parlamento Xinka me apoyó con asesoría legal (…) valió la pena porque se marcó un antecedente, en favor de la comunidad”, destacó Arrivillaga.

En el 2020, trás el retiro de la empresa, la Corte de Constitucionalidad (CC), reconoció que ese proyecto alteró los afluentes de agua, que además se instaló sin estudio de impacto ambiental, las comunidades habían planteado que se obvió la existencia del pueblo Xinka y los magistrados resaltaron la necesidad de la participación del mismo pueblo en asuntos que le afecten.

La CC ordenó que Alternativa de Energía Renovable, S.A debía realizar un plan de reforestación en la Finca Argelia con árboles de especies nativas de la región, bajo la supervisión conjunta del Instituto Nacional de Bosques y el Consejo Nacional de Áreas Protegidas, en observancia de la ley forestal. Sin embargo esta medida no ha sido cumplida hasta el momento

El territorio Xinka se expande desde los departamentos de Jutiapa, Santa Rosa, la parte sur de Jalapa y el occidente de Escuintla,. Foto: Gerardo del Valle.

La actualidad del pueblo Xinca

Los éxitos obtenidos tanto en Jumaytepeque como en Quesada, han hecho que el pueblo Xinka, mantenga viva la noción de su identidad cultural para la defensa de sus derechos. Actualmente se encuentran realizando un proceso de preconsulta por el proyecto minero El Escobal, y son las comunidades del pueblo Xinka las dueñas legítimas de este territorio, y las autoridades ancestrales representan los intereses colectivos ante el Ministerio de Energía y Minas.

Además en 2019 la Bancada Convergencia presentó en el Congreso, una iniciativa de ley para establecer “el día del pueblo Xinka”, el Parlamento Xinka intervino en la formulación de la iniciativa para buscar alejarla de folclorismos y que su objetivo sea que el Estado cumpla con una serie de acciones para la preservación, revitalización y promoción de la cultura e idioma Xinka.

Además de esta iniciativa busca promover el respeto a las tierras comunales que ya han sido reconocidas como suyas y que el cinco de mayo, día que simbolizaba para los ancestros el inicio de la temporada de lluvias y fertilidad, sea reconocido como día nacional del pueblo Xinka.

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