NARRATIVA – INVESTIGACIÓN – DATOS

Un país sin alcaldesas

Los gobiernos locales son uno de los espacios de poder con menor representación femenina. Desde que comenzó el actual sistema constitucional, solo un dos por ciento de las personas que han ocupado el cargo de alcalde han sido mujeres.

Texto: Asier Andrés / Edición: Carolina Gamazo / Ilustración: Diego Orellana

En las últimas dos décadas, algunas mujeres han alcanzado altos cargos en el Estado de Guatemala que nunca antes habían sido ocupados por representantes femeninas.

En 2005, la magistrada Ofelia de León se convirtió en la primera presidenta de la Corte Suprema de Justicia, un cargo que después han ocupado Thelma Aldana y Silvia Patricia Valdés. El Ministerio Público fue dirigido por primera vez por una mujer en 2010 (María Encarnación Mejía) y, desde entonces, una sucesión de tres mujeres ha encabezado la institución: Claudia Paz, Thelma Aldana y Consuelo Porras. También en 2010 Nora Segura se convirtió en la primera mujer en ser contralora general de cuentas. Y en 2012 asumió la primera vicepresidenta de la República: Roxana Baldetti. 

En la actualidad, mujeres presiden el Congreso (Shirley Rivera), la Corte de Constitucionalidad (Dina Ochoa) y el Tribunal Supremo Electoral (Irma Elizabeth Palencia). Y, entre las favoritas para ocupar la presidencia el próximo año, se encuentran también dos candidatas inscritas: Zury Ríos y Sandra Torres; y una tercera: Thelma Cabrera, se ha convertido en una de las principales líderes opositoras.

A pesar de estos avances, las mujeres siguen siendo minoría en los puestos de elección popular y, en especial, en un tipo de cargo: las alcaldías.

Si las diputadas son pocas –el 20 por ciento en el presente–, las alcaldesas son aún más escasas: el tres por ciento en la actualidad. 

Para esta nota se elaboró una base de datos con información de todas las personas que ganaron una alcaldía en las 11 elecciones municipales que se han celebrado en el país desde 1985. También se recopiló información parcial de todas las personas que han sido candidatas a gobiernos locales en los principales municipios del país desde 1985.

Los datos ponen de relieve cómo existe un problema de falta de participación y representación de mujeres en el nivel de gobierno más cercano a la ciudadanía.  Guatemala es, de hecho, el segundo país de América Latina con menos mujeres ocupando el cargo de alcaldesa en la actualidad.

Un país sin casi alcaldesas

Las siguientes gráficas muestran tres fenómenos: que la mayoría de los alcaldes que ha tenido el país son hombres, que los hombres han ganado prácticamente todas las elecciones locales que se han celebrado y que casi el 90 por ciento de los municipios nunca han sido gobernados por una mujer.

El mapa muestra cómo los municipios que han elegido una alcaldesa en alguna ocasión se concentran principalmente en la mitad sur del país y, en menor medida, en el norte y el oriente. En gran parte del centro y occidente, las mujeres nunca han ocupado el cargo desde 1985. De hecho, hay cuatro departamentos completos en los que nunca se ha elegido a una alcaldesa: Quiché, Baja Verapaz, Izabal y Jalapa.  

El mapa también evidencia cómo las mujeres han gobernado principalmente municipios pequeños o medianos. Las poblaciones más grandes que han tenido una alcaldesa son tres del área metropolitana de la capital: San Juan Sacatepéquez, Chinautla y Amatitlán. Estos tres municipios tienen entre 100 mil y 300 mil habitantes en la actualidad, según las estimaciones del Instituto Nacional de Estadística.  

Solo tres cabeceras departamentales: Retalhuleu, Antigua Guatemala y Flores han elegido una alcaldesa en alguna ocasión. Y las tres lo hicieron una sola vez. 

En 2003, en la ciudad de Retalhuleu, María Magdalena Hidalgo, se convirtió en la primera mujer en ser electa alcaldesa de una cabecera departamental.

Alcaldesas más o menos exitosas

Como les sucedió a Retalhuleu, Antigua y Flores, la mayoría de los 43 municipios que han elegido una alcaldesa lo hicieron solo una vez.

Como muestra el mapa, solo existe una población en el país que ha sido gobernada por cuatro periodos por una mujer. Se trata de San Felipe, Retalhuleu, un municipio de la costa sur de casi 30 mil habitantes que entre 1991 y 1999 tuvo a mujeres al frente de su corporación local y, después, en otra ocasión para el periodo 2004-2008. El cargo lo ganó, primero, Haydee Fuentes Jurado y, después, en tres ocasiones, Olga Barrios de Dellachiesa. 

Además de San Felipe, otros 10 municipios del país han tenido mujeres en la alcaldía por entre dos y tres periodos. Entre estos municipios, el más poblado es Amatitlán. Esta localidad eligió a María Julieta Flores Tobar en dos ocasiones: en las elecciones de 1990 y las de 1999. Y posteriormente votó por Mara Marroquín como alcaldesa en los comicios de 2015.

Gracias, en parte, al éxito que han tenido las mujeres en alcanzar la alcaldía de San Felipe, los datos agrupados por departamento también colocan a Retalhuleu como la región en la que mujeres han ocupado gobiernos locales durante mayor número de periodos.

En este departamento seis alcaldesas diferentes han gobernado cinco municipios: San Felipe, la cabecera departamental, El Asintal, Nuevo San Carlos y San Martín Zapotitlán.  Esto no ha sucedido en ningún otro departamento del país.

Menos caciques mujeres

Los datos muestran que el desempeño electoral de hombres y mujeres es similar. Los 2,548 hombres que han sido alcaldes, lograron ser electos para en promedio 1,36 periodos de gobierno. Las 48 mujeres que han ocupado el cargo, fueron electas para, en promedio, 1,27 periodos. 

En otras palabras, la mayoría de las alcaldesas, como les sucede a los hombres, ganan una sola elección y no vuelven a ocupar el cargo o si lo hacen, como mucho, son electas en dos ocasiones.

La alcaldesa que más éxito electoral ha tenido hasta el momento es Edilma Navarijo, electa en cuatro ocasiones. Ella además ha sido una de las pocas personas en el país que ha gobernado dos municipios diferentes. Navarijo encabezó la corporación de Ocós, San Marcos, entre 2004 y 2016 y en 2020 fue electa para el mismo cargo en La Blanca, San Marcos, un municipio de reciente creación, surgido del territorio de Ocós, que ella ha dirigido desde su creación. 

Navarijo encabeza un clan familiar con múltiples conexiones con el crimen organizado y que extiende su poder a varias municipalidades de la costa del Pacífico y el Congreso.  Uno de los hijos de Navarijo, Carlos Preciado Navarijo, quien también fue alcalde de Ocós, fue detenido en Panamá en 2021 y enfrenta una acusación de narcotráfico ante una corte de Estados Unidos.  

El caso de Navarijo es poco frecuente: el de grupos de poder local que tienen como principal representante política a una mujer. 

Otro ejemplo, es el de la actual alcaldesa de Chinautla, Guatemala, Brenda Elisabeth del Cid Medrano. Ella es sobrina de Arnoldo Medrano, el poderoso cacique que dominó su municipio desde las elecciones municipales de 1988 hasta su detención en 2015, y que ha sido acusado de múltiples casos de corrupción. Del Cid Medrano sucedió en el cargo a su tío tras su detención y desde entonces se ha mantenido en el poder en dos elecciones. 

Sin embargo, la mayoría de las personas que se han enquistado en el cargo de alcalde y que, en ocasiones, han construido redes de poder que se extienden a otros municipios y al Congreso, son hombres. Desde 1985, 74 personas han sido electas como alcaldes en cuatro o más ocasiones. Todos son hombres, salvo Edilma Navarijo.

De menos a más

En la actualidad, 10 de los 340 municipios del país son gobernados por mujeres, algo menos del tres por ciento. 

El mapa muestra cómo, siguiendo con la tendencia histórica, las municipalidades con una mujer al frente se concentran en la parte sur del país y, en menor medida, el norte y el área metropolitana de la capital. En la actualidad, los municipios más poblados gobernados por una alcaldesa son: Chinautla (Guatemala), Flores (Petén) y Masagua (Escuintla). En todo el occidente del país solo hay dos: Parramos (Chimaltenango) y Malacatancito (Huehuetenango) y en oriente uno: Estanzuela (Zacapa).

Aunque las alcaldesas son aún pocas, menos del tres por ciento, el porcentaje de municipios gobernados por mujeres ha crecido poco a poco desde 1985.

En las primeras elecciones municipales, celebradas en 1985 en 326 municipios, solo tres mujeres fueron electas para encabezar un gobierno local. Dos ellas en el departamento de Jutiapa: Reyna Alicia Godoy (Zapotitlán) y Carmen Hernández Ramírez (El Adelanto). Y la tercera, Adelaida Centeno Villegas, en Guazacapán, Santa Rosa.  

En los siguientes comicios, los de 1988, que se celebraron en 272 municipios (entonces los municipios de menos de 20 mil habitantes renovaban su corporación local cada dos año y medio), solo una mujer fue electa. Fue Pilar Guerra Hernández, en San Francisco, Petén.  

Desde entonces, el número de mujeres electas ha sufrido algunos altibajos, pero la tendencia ha sido creciente. En los últimos dos procesos electorales, 2015 y 2019, el número de alcaldesas se ha estabilizado en 10.

Estas cifras colocan a Guatemala cómo de uno de los países de la región con menor representación femenina en los gobiernos locales, según los datos del Observatorio de Igualdad de Género de la Comisión Económica para América Latina (Cepal). 

El fenómeno es regional: no hay un solo país en América Latina con elecciones libres en el que haya una proporción de alcaldesas cercana al 50 por ciento. El promedio regional es del diez por ciento, según los datos del observatorio de la Cepal.

Guatemala, sin embargo, está muy por debajo de ese promedio y es, de hecho, el segundo país con menor porcentaje de mujeres en este cargo, solo por delante de Jamaica. 

Esta situación tampoco es nueva. Guatemala lleva en las últimas posiciones de este ranking desde que el observatorio de Cepal comenzó a recopilar datos, a finales de la década de 1990.

Pocas candidatas

Uno de los motivos principales por los que muy pocas mujeres alcanzan el puesto de alcaldesa es sencillo: muy pocas mujeres participan como candidatas.

Para esta nota se elaboró una base de datos con todas las personas que fueron inscritas como candidatas durante siete elecciones en 24 municipios del país: todas las cabeceras departamentales y las dos mayores ciudades que no son capitales: Villa Nueva y Mixco, ambas en el área metropolitana. 

No se analizó la información de todos los procesos electorales porque las Memorias Electorales de 1991 y 2019 no contienen información detallada sobre candidaturas.

Casi 1,550 personas compitieron por ser alcaldes de estos municipios en las siete elecciones de las que sí se dispone de información. Más del 95 por ciento de ellos son hombres.

En estos 24 municipios, en siete procesos, se presentaron en promedio 61 hombres a las elecciones a alcalde, y solo 2.8 mujeres.

Hay municipios, como San Marcos, en los que en siete elecciones ni una sola sola mujer se inscribió como candidata. En otros como Jalapa, Sololá o Zacapa solo lo hizo una mujer.  

En la Ciudad de Guatemala, en siete elecciones, solo hubo dos candidaturas de mujeres: Anabella de León, del Partido Patriota, en 2015 y Brenda Amarilis Gramajo González, en 2007, por el partido DIA. En esos mismos comicios, 59 hombres optaron a ser alcaldes.

A pesar de que las candidaturas de mujeres son pocas, estas han ido creciendo con las décadas. En los comicios de 1988, sólo el 0,66 por ciento de las candidaturas en los 24 municipios analizados fueron de mujeres. Para 2015, estas aumentaron hasta casi el cuatro por ciento.

En 1985, solo una mujer fue candidata en los 24 municipios analizados: Elisa Fernández de Solórzano, que optó a la alcaldía de Cuilapa, Santa Rosa. En 2015, la cifra se multiplicó hasta las 12 mujeres. Aun así, en la mitad de los municipios no hubo ninguna candidatura de una mujer a la alcaldía y en ninguno de ellos hubo más de una candidata optando al cargo.   

¿Por qué sucede esto?

Aunque la falta de representación de mujeres es un problema en casi todos los cargos de elección popular, este fenómeno es particularmente extremo en el caso de las alcaldías.  En las primeras elecciones, en 1985, el siete por ciento de los diputados electos eran mujeres, pero solo el uno por ciento de los alcaldes. Desde entonces, la presencia de mujeres en ambos cargos ha crecido, pero esta disparidad se ha mantenido. 

Las mujeres han llegado a ser casi el 20 por ciento de los diputados, pero sólo el tres por ciento de los alcaldes. Los gobiernos locales, por tanto, aún permanecen como uno de los espacios de poder más excluyentes.

A esto se suma, la aún mayor falta de representación de las mujeres indígenas en las alcaldías. Según un estudio de la organización de Naciones Unidas ONU Mujeres, la primera alcaldesa indígena fue electa en los comicios de 2003 y en 2015, solo había una: Irlanda Pop Coy, de Lanquín, Alta Verapaz.  

No existe una única explicación de por qué la participación política de las mujeres a nivel local es tan baja, aún si se compara con otros tipos de cargo, como las diputaciones. Uno de los motivos que se menciona en algunos estudios, como el citado de ONU Mujeres, es que la elección a alcalde, es mediante un sistema electoral “mayoritario”; es decir, solo se vota por un candidato, que gana o pierde, como sucede, también, con la Presidencia. 

En las elecciones legislativas, en cambio, se utiliza un sistema “proporcional”. Se vota por una lista de candidatos que se reparten las curules en juego en la misma proporción a los votos recibidos. No se elige directamente a una mujer o un hombre, si no un conjunto de nombres. 

Esto incentiva a los líderes de los partidos políticos, sobre todo en los distritos grandes, que eligen a muchos a candidatos, a incluir a más mujeres en las listas porque se percibe como menos arriesgado.  

En las elecciones locales o en las legislativas en distritos pequeños, sucede lo contrario: se trata de una elección a todo o nada entre aspirantes, lo que fomenta que los partidos tomen decisiones más conservadoras; que se opte por el candidato menos susceptible de sufrir rechazo o ataques, que se designe al que tenga más garantías de conseguir financiación para su campaña; lógicas que normalmente contribuyen a que se escoja a hombres.            

Esto explicaría por qué, la mayoría de diputadas han sido electas por el distrito más grande, el llamado listado nacional, que elige 32 diputados. En cambio, el distrito más pequeño, el que corresponde al departamento de El Progreso, que durante muchos años solo eligió a un representante en el Congreso, hasta el momento, no ha tenido ni una sola diputada.

Este fenómeno explicaría también por qué el porcentaje actual de concejalas –actualmente, casi el 13 por ciento, según el Observatorio de Cepal– es mucho mayor que el de alcaldesas: el tres por ciento. Las primeras se eligen mediante sistema proporcional, mientras que las segundas mediante sistema mayoritario.

Existen múltiples estudios que señalan que las elecciones mediante sistemas proporcionales producen más representación femenina que los mayoritarios. 

La forma de elección influye sobre por qué tan pocas mujeres llegan a ser alcaldesas, pero la causa subyacente, según coinciden los expertos, es el poder desigual que tienen los hombres y las mujeres en Guatemala. 

Según un informe sobre participación electoral de mujeres elaborado por la Asociación de Estudios Sociales de Asies, basado en entrevistas con alcaldesas y diputadas, las candidatas enfrentan al menos tres tipos de problemas para integrarse a la política. 

El primero es la dificultad para acceder a los espacios en los que se toman las decisiones. En un sistema de partidos con poca institucionalidad o democracia interna, las listas de candidatos suelen definirse por relaciones de amistad, parentesco o intereses económicos. Estas relaciones tienden a estrecharse en espacios informales como en restaurantes o eventos privados. Las mujeres, sobre las que recaen más obligaciones familiares que los hombres y que suelen ser juzgadas más severamente por su comportamiento en la vida personal, tienen más dificultades para participar en este tipo de vida partidaria y establecer las relaciones necesarias. 

El segundo obstáculo tiene que ver con costear las campañas. Dado que es común que los candidatos se financien sus campaña o recauden el dinero para pagarlas ellos mismos, o incluso que tengan que comprar su puesto en una lista; es más probable que sean los hombres los que acaben siendo candidatos. Los hombres tienden a disponer de más ingresos o a tener más relaciones con otros hombres que tienen dinero. Esto facilita que sean más exitosos en la política electoral.

El tercer factor son las actitudes machistas de los actores que participan en política. Esto permea a toda la sociedad: desde los dirigentes de los partidos, que suelen ser hombres, a los votantes, cuyo comportamiento es el reflejo de una sociedad que aún tiende a considerar que una mujer debe priorizar su familia antes que la vida pública.       

En su informe, ONU Mujeres considera que la falta de participación femenina en la política local es un problema clave. Según la institución, los gobiernos municipales tienen mayor legitimidad a los ojos de muchas comunidades que los gobiernos nacionales, por lo que la ausencia de mujeres en ellos daña todo el sistema de democrático. Además, que haya tan pocas mujeres en las alcaldías, también “debilita en gran medida la capacidad de agencia de las mujeres”, ya que éstas perciben que su activismo, o las contribuciones que hacen al desarrollo desde organizaciones de la sociedad civil, no se traducen en un mayor poder político. 

Según el estudio de ONU Mujeres, las alcaldías son en muchas ocasiones el primer paso de carreras políticas. Cada mujer que no es electa alcaldesa de su municipio, es, potencialmente, una diputada menos, una ministra menos, una presidenta menos. 

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