NARRATIVA – INVESTIGACIÓN – DATOS

Benedicto, el otro acusado por genocidio | Pt.2

Manuel Benedicto Lucas García, el jefe del Estado Mayor General del Ejército entre agosto de 1981 y marzo de 1982, cuando gobernaba su hermano Fernando Romeo, está a punto de sumar una nueva condena por crímenes contra la humanidad. La Fiscalía de Derechos Humanos del Ministerio Público lo acusa de genocidio, violencia sexual y desaparición forzada, y el Tribunal de Mayor Riesgo ‘A’ podría dictar sentencia condenatoria. ¿Pero quién es este personaje?

Dirigiendo el Ejército

El 15 de agosto de 1981, nueve días antes de cumplir 49 años, el general Manuel Benedicto Lucas García asumió como jefe del Estado Mayor General del Ejército (EMGE). Según el organigrama castrense, era el tercero al mando. Además de asesorar “en todos los asuntos militares”, el jefe del EMGE era “el responsable ante el ministro de la Defensa Nacional del mando, organización, instrucción, educación, disciplina y conducta del Ejército de Guatemala”. Se trataba, en la práctica, del jefe militar de las fuerzas armadas.

Una de las características del nuevo jefe del EMGE, de la que se jactó siempre y sus admiradores no paran de reconocerle, fue que no se quedaba en sus oficinas, sino que salía al frente con las tropas. El discreto Benedicto se convirtió entonces en un personaje mediático. Aparecía en los diarios y daba entrevistas a la televisión internacional. Con boina o un pequeño sombrero de pesca y grandes lentes oscuros, vestido de camuflaje y armado con fusil israelí Galil o el estadounidense M-16, cuchillo –a veces dos– y pistola .45, le gustaba que lo filmaran saliendo de un helicóptero, o dando indicaciones frente a un mapa. Y que lo entrevistaran en francés.

El general Benedicto Lucas es entrevistado por el matutino El Gráfico del 23 de diciembre de 1981. Foto: El Gráfico (tomada por Edwin Bercián).

Gustavo Porras, entonces miembro del Ejército Guerrillero de los Pobres, explica en su libro ‘Las huellas de Guatemala’ que buena parte de la población se había volcado a apoyar a la guerrilla en la zona sur de Quiché, Chimaltenango y Sololá, donde actuaba el Frente Augusto César Sandino. Porras llegó allí con un grupo que salió de la ciudad debido a la ofensiva militar de julio y agosto de 1981. Iban en un auto de madrugada, y apenas pasando San Lucas, a menos de 30 kilómetros de la capital, encontraron gente del EGP que les decía: “Sigan compañeros, está libre la carretera”, situación que se repetiría durante todo el trayecto hasta la altura de Chupol, en el límite entre Chimaltenango y El Quiché.

“Cuando llegamos al campamento y vi la multitud que rodeaba a la guerrilla y la apoyaba, me di cuenta de la magnitud de lo que estaba ocurriendo. Fue, primero que todo, una emoción muy intensa, difícil de describir. El ambiente que reinaba en ese momento entre la población era de sosiego y alegría. Equivocadamente se pensaba que el Ejército ya estaba derrotado ante la magnitud del alzamiento indígena, y la vida cotidiana estaba impregnada de la jovialidad que produce el compañerismo, la solidaridad, los ideales. Antes de la tragedia, reinaba un ambiente de euforia”.

Porras cuenta que para la toma de Joyabaj salieron unos 30 guerrilleros, pero en el camino se les fueron sumando campesinos con hachas y machetes y al llegar eran un contingente de unas 400 personas. La toma de Sololá debía durar máximo 30 minutos, pero permanecieron allí más de dos horas. Cuando finalmente lograron reunir algunos vehículos, “entre ellos una ambulancia y un autobús de Rutas Lima”, salieron “en caravana”, aunque temiendo que el ejército les tendiera emboscadas. “Sin embargo, lo que aquel desplazamiento parecía era la vuelta ciclística. La gente de los alrededores oyó la tronazón y a la orilla de la carretera se aglomeraban cientos de personas que al pasar nos aplaudían y nos gritaban con entusiasmo: –¡Arriba compañeros! ¡Hasta la victoria siempre!”.

Sobre la toma de Sololá el Spokane Daily Chronicle, un diario de provincias estadounidense, informó bajo el título ‘Ataque de los rebeldes guatemaltecos’ que el 28 de octubre de 1981 “guerrilleros izquierdistas atacaron una capital provincial con armas automáticas, granadas y dinamita”, matando al gobernador, coronel Eduardo Rodas Amézquita, al subjefe de la policía, mayor Julio Folgar, a tres policías y al menos cinco personas más en un combate que duró dos horas.

Los guerrilleros cortaron las líneas telefónicas antes de huir, y cargaron con una cantidad indeterminada de armas, municiones y uniformes destinados a dos estaciones de policía y a las Reservas Militares. Destruyeron las sucursales del Banco de Guatemala, el Banco de Desarrollo, la oficina de Reservas Militares, la Estación de la Policía Nacional y otros edificios clave. Una fuente militar que pidió el anonimato informó que varias patrullas fueron enviadas rápidamente a la zona para intentar localizar a los atacantes.

Fragmento de un parte de guerra del Ejército Guerrillero de los Pobres de noviembre de 1981. (Imagen del Centro de Documentación de los Movimientos Armados, Cedema)

Gustavo Porras dijo que cuando posteriormente llegó el ejército creyeron que era en respuesta a aquella toma. “Pero resultó ser una ofensiva de tal calibre que indudablemente había sido preparada con mucha anticipación. Desde los cerros aledaños vimos que cientos de soldados venían por la carretera, caminando en fila india a diez metros de distancia cada uno”.

Distintos medios de prensa informaron que el 20 de noviembre de 1981 el ejército de Guatemala lanzó “su primera gran ofensiva para liquidar a los guerrilleros izquierdistas, que han mostrado creciente actividad en el país”. El general Benedicto precisó: “Hemos cambiado la táctica antiguerrillera, a todos los niveles. El Estado Mayor está constantemente estudiando sobre el terreno las acciones guerrilleras y sus modificaciones, lo que nos permite responder de forma más dinámica y adecuada”, puede leerse en el diario colombiano El Tiempo.

El 21 de noviembre el diario mexicano estadounidense en español La Opinión explicó que la “gran ofensiva antiguerrillera” tenía lugar “a 60 kilómetros al oeste de la capital, en el departamento de Chimaltenango, un importante reducto de los rebeldes”. Las autoridades dijeron que “las operaciones fueron ordenadas luego que desde hace más de un mes se ha incrementado la actividad de los rebeldes, que incluyen docenas de incursiones a ciudades y emboscadas a unidades militares”.

El diario costarricense La Nación del 21 de noviembre de 1981 informó sobre una gran acción antiguerrillera en Chimaltenango.
El diario costarricense La Nación del 21 de noviembre de 1981 informó sobre una gran acción antiguerrillera en Chimaltenango.

“El general Lucas García dijo que unidades del ejército en las provincias occidentales de Huehuetenango, Quezaltenango y Quiché habían dado muerte a ‘varios’ guerrilleros desde el comienzo de la ofensiva el miércoles por la noche y habían repelido a las unidades rebeldes hasta más allá de la carretera panamericana. Indicó que un soldado resultó herido”, reportó El Tiempo.

Manuel Benedicto señaló que si lo que los “subversivos” querían era “enfrentarse al ejército”, estaban “dispuestos a luchar con ellos, pero que nos den el frente y no se concreten a dañar a los campesinos cuando el ejército ya se ha retirado del lugar”. Indicó que los militares le ofrecían “toda clase de seguridad a los líderes subversivos para que, si quieren dialogar con nosotros, puedan venir a hacerlo personalmente y los devolveremos sanos y salvos”. Y que si lo que querían era “ayudar a los campesinos”, el ejército los acompañaría “para prestar la ayuda que sea necesaria”.

Dijo también que al menos 1,800 “voluntarios campesinos” serían “armados e integrados a las reservas del ejército para ayudar en la ofensiva”. Según La Opinión del 22 de noviembre de 1981, Benedicto “informó que milicias campesinas integradas a las reservas de las fuerzas armadas se formarán en breve, bajo el control del Ejército, para combatir la subversión, por los daños causados a la comunidad”. Éstas se formalizarían poco después con el nombre de Patrullas de Autodefensa Civil, las PAC.

El 22 de noviembre de 1981 La Opinión reportó que el EGP “causó serios daños en varios edificios públicos durante la breve ocupación de la ciudad de San Andrés Semetabaj en el departamento de Sololá”, informaron vecinos del lugar. También en Sololá fueron localizados once cuerpos acribillados.

El 2 de diciembre de 1981 el estadounidense Lakeland Ledger informó que las fuerzas gubernamentales de Guatemala realizaron una redada en siete campamentos guerrilleros, matando a 73 insurgentes izquierdistas cerca de San José Poaquil, Chimaltenango, incautándoles armas, uniformes y gran cantidad de comida enlatada.

Los hermanos Fernando Romeo, entonces jefe del Estado Mayor General del Ejército, y Manuel Benedicto Lucas García, comandante de la Base de Tropas Paracaidistas, escuchan un discurso en la década de los 70. (Del documental El buen cristiano).  
Los hermanos Fernando Romeo, entonces jefe del Estado Mayor General del Ejército, y Manuel Benedicto Lucas García, comandante de la Base de Tropas Paracaidistas, escuchan un discurso en la década de los 70. (Del documental El buen cristiano).  

El 10 de diciembre de 1981 The Vancouver Sun publicó un reportaje de Juan Vásquez, escrito desde Tecpán, Chimaltenango, en el que se lee: “A lo largo de la carretera que serpentea por el alto y aromático bosque de pinos del centro de Guatemala, árboles de tres metros de largo yacen como fósforos junto al camino. Los pinos fueron talados por rebeldes antigubernamentales a mediados de noviembre para bloquear este importante tramo de la Carretera Panamericana, la más importante de Centroamérica. Fue el movimiento más audaz de los insurgentes hasta ahora”. Se calculaba que unas 500 personas trabajaron toda la noche cortando los árboles. “El gobierno respondió montando su acción militar más grande en años”.

El 24 de diciembre de 1981 el diario costarricense La Nación reprodujo las palabras de Benedicto en conferencia de prensa, que entre otras cosas dijo que el ejército había “limpiado de guerrilleros” Chimaltenango y ahora concentraba sus operaciones en Quetzaltenango, Huehuetenango y Quiché.

Un grupo de aviadores estadounidenses escucha el discurso de Benedicto en la Base Militar de Tropas Paracaidistas ubicada en el Puerto de San José, Escuintla, durante la primera mitad de los 70. (Del documental El buen cristiano) 
Un grupo de aviadores estadounidenses escucha el discurso de Benedicto en la Base Militar de Tropas Paracaidistas ubicada en el Puerto de San José, Escuintla, durante la primera mitad de los 70. (Del documental El buen cristiano) 

El 21 de enero de 1982 el corresponsal del Washington Post Christopher Dickey publicó el reportaje ‘Escalada de violencia asedia a Centroamérica. La guerra en Guatemala se intensifica’. Ahí Benedicto, “el hermano extravagante del presidente Romeo Lucas García”, afirmó que Chimaltenango estaba ya “totalmente pacificado”.

Según Benedicto, “el EGP comenzó a trabajar en 1976, para adoctrinar a la gente y formar lo que se llaman núcleos familiares, donde el marido actúa como combatiente, la esposa como colaboradora, con todo lo que eso implica: suministros, preparación de alimentos y todo, y los niños de entre 8 y 15 años son agentes suyos que hostigan al ejército con granadas caseras”. También estaban las Fuerzas Irregulares Locales, que ayudaban a la guerrilla y le advertían sobre la llegada del ejército. “Por supuesto, es difícil distinguir a esta gente del resto de la población, pero esas bases organizativas tienen que ser ganadas o eliminadas. Debido a eso, bueno, la población sufre”.

Manuel Benedicto, jefe del Estado Mayor General del Ejército y su hermano Fernando Romeo, presidente de Guatemala, en uno de los recuerdos que Benedicto conservó hasta el día de su captura. (Del documental El buen cristiano)
Manuel Benedicto, jefe del Estado Mayor General del Ejército y su hermano Fernando Romeo, presidente de Guatemala, en uno de los recuerdos que Benedicto conservó hasta el día de su captura. (Del documental El buen cristiano)

Benedicto Lucas precisó que durante la campaña de Chimaltenango fueron asesinadas 2,000 personas que él clasificó como guerrilleras, mientras el ejército había perdido sólo algunos hombres, señala el reportaje.

La semana previa a su publicación, que coincidía con el décimo aniversario del EGP, la actividad guerrillera se había “incrementado dramáticamente”, y el 19 de enero a las 5:30 “una gran fuerza de guerrilleros uniformados atacó el cuartel militar” de San Juan Cotzal. “Los insurgentes se abrieron paso hasta los muros de la guarnición utilizando ametralladoras de grueso calibre, morteros chinos y lanzagranadas. Según soldados y testigos, estuvieron cerca de tomar el cuartel. Al menos una docena de soldados murieron y nueve resultaron heridos”.

Benedicto Lucas invitó a Dickey y otros dos periodistas a que volaran con él. “El helicóptero del general viró bruscamente sobre el bosque nublado. La niebla se acumulaba en las ventanas y mojaba la cara del artillero de estribor cuando se abrió la puerta y su ametralladora M60 comenzó a disparar balas calibre 30 hacia los asentamientos indígenas marcados por el fuego y pequeños campos cubiertos de tallos de maíz quebrados. ‘¡Dales! ¡Dales! ¡Dales!’ gritaba el general como un cazador por encima del estruendo de los motores y el crujir de las balas”. “Mientras el helicóptero zumbaba sobre las copas de los árboles, sus artilleros, uno en uniforme, el otro un mayor vestido de civil, disparaban a todo lo que veían debajo”.

El mayor Benedicto Lucas en un cóctel en la década de los 60. (Del documental El buen cristiano)
El mayor Benedicto Lucas en un cóctel en la década de los 60. (Del documental El buen cristiano)

Aquel día el fotógrafo Robert Nickelsberg también viajó a Santa Cruz del Quiché. En el texto que acompaña su ‘Galería: Un testimonio de la dignidad en medio de la guerra civil de Guatemala’, publicada por The New York Times el 4 de diciembre de 2017, y utilizada como medio de prueba durante el juicio en su contra, recuerda que con Benedicto como copiloto, un oficial de inteligencia y dos francotiradores los periodistas volaron “sobre el área rural montañosa de Quiché”, donde sus anfitriones “encontraban al enemigo con una lógica simple y letal: cualquiera que corriera de nuestro helicóptero blanco Bell era de la guerrilla o era un simpatizante”.

A unos 15 minutos de Santa Cruz vieron a un grupo de mujeres corriendo. Benedicto le ordenó al piloto que volara en círculos, acercándose. “Después gritó la orden de abrir fuego: ‘¡Dale! ¡Dale!’. Los francotiradores acribillaron a las mujeres entre una nube de humo y cartuchos vacíos, el piloto giró y volvió a inclinar el helicóptero, haciendo círculos ruidosamente en el aire mientras mataban a los civiles con ametralladoras M60 proporcionadas por Estados Unidos”.

Nickelsberg recuerda que “cuando The Washington Post publicó la historia de Chris, el general Lucas García negó haber ordenado a sus hombres abrir fuego, aunque el artículo venía acompañado de una fotografía en la que se veía a los francotiradores de la puerta en acción”. El fotoperiodista testificó el 31 de julio de 2024, durante el proceso por genocidio que enfrenta Benedicto.

Benedicto Lucas durante uno de los procesos en su contra. (Foto: Edwin Bercián)
Benedicto Lucas durante uno de los procesos en su contra. (Foto: Edwin Bercián)

El 5 de febrero de 1982 el informe de un comité especial de la CIA advirtió que las operaciones en la región Ixil podrían producir “graves abusos de derechos humanos por las fuerzas armadas”. Benedicto declaró: “Es probable que sea necesario destruir un cierto número de aldeas”. Otro telegrama secreto de la CIA, también de febrero de 1982, se refería a la “operación de barrida” en la región Ixil. Los oficiales al mando habían “recibido instrucciones de destruir todos los pueblos y aldeas que están colaborando con el Ejército Guerrillero de los Pobres (EGP) y eliminar toda fuente de resistencia”.

Según el telegrama, varias aldeas fueron totalmente quemadas y un gran número de guerrilleros y colaboradores habían muerto. El analista de la CIA explicó que aparentemente el EGP no podía ayudar a un número tan alto de personas desplazadas, y había gente que se estaba entregando al ejército a cambio de techo y comida, e incluso se había organizado una fuerza de defensa en San Juan Cotzal. Estos documentos pueden consultarse en la compilación El Ejército de Guatemala: lo que revelan los archivos de los Estados Unidos, en la página del Proyecto Guatemala del National Security Archive.

El 1 de marzo de 1982 la cineasta Pamela Yates entrevistó a Benedicto en la base militar de Santa Cruz del Quiché, quien le dijo: “Ya prácticamente la región está controlada. Lástima grande que no pudieron ir a Chajul, Nebaj y Cotzal, porque se hubiesen dado cuenta ustedes el apoyo que tenemos ya de toda la población. Es decir que la población de ahí estaba involucrada con los subversivos por amenazas, y porque realmente nosotros no habíamos proporcionado mayores seguridades. Pero ahora ya se les combatió, ya los encuentros armados no se ven casi todos los días, como se veían antes. Creo que se trasladaron al área de Huehuetenango, y allá también se les va a combatir más adelante, para terminar con esta subversión”.

El 12 de marzo de 1982 los diarios informaron de una masacre en cuatro poblaciones cercanas a Santa Cruz del Quiché donde murieron al menos 200 personas. Benedicto dijo que la información era “falsa, totalmente falsa”, y acusó a los medios de utilizarla “para reforzar la mala imagen que Guatemala tiene en el extranjero”. También llevó a una veintena de periodistas a una gira en helicóptero por varios poblados para demostrar sus dichos.

Días después Benedicto declaró que “miles de guerrilleros fueron muertos en la pacificación de Quiché”, como puede leerse en el diario estadounidense en español La Opinión del 24 de marzo de 1982.

Benedicto cuando se dedicaba al paracaidismo. (Del documental El buen cristiano)
Benedicto cuando se dedicaba al paracaidismo. (Del documental El buen cristiano)

Pero la gloria y las entrevistas duraron poco. La mañana del 23 de marzo de 1982 un golpe de Estado derrocó a su hermano Romeo y una junta presidida por el general José Efraín Ríos Montt asumió el poder. Benedicto presentó su renuncia, se retiró del ejército y se fue a vivir al Petén, el lugar que de niño recorriera con su padre y donde pasara tantos años de su carrera como militar, y finalmente se estableció en Cobán.

La violencia

Las victorias que el general Benedicto le contaba a los medios escondían otras historias. Historias del horror. Durante siete meses las tropas bajo su mando sembraron espanto por donde pasaron. Una época que quienes sobrevivieron recuerdan como ‘La violencia’.

En ‘Las huellas de Guatemala’, de 2009, Gustavo Porras dijo: “La ofensiva comenzó cuando cientos de soldados ocuparon el tramo carretero que va de la entrada a Tecpán hasta Los Encuentros. Se posicionaron al lado derecho de la ruta (yendo de la capital a occidente), y desde allí empezaron a incursionar”. La guerrilla pensó que el ejército planeaba retirar a la mayor cantidad de gente y aislar a quienes pertenecían o colaboraban con ella, pero “muy rápidamente los militares implementaron su estrategia de represión masiva y tierra arrasada. Se lanzaron encima de la población. Empezaron a matar indiscriminadamente. Incursionaban en las aldeas, quemaban las casas y también las cosechas; los soldados saqueaban las pocas pertenencias de la gente”.

La Comisión para el Esclarecimiento Histórico (CEH), creada por mandato de los Acuerdos de Paz entre el gobierno y la guerrilla y respaldada por la ONU, recogió en su informe ‘Memoria del Silencio’ numerosos testimonios, que son apenas una muestra de lo sucedido. Sobre Chimaltenango, en el tomo VIII, Anexo II, puede leerse que en agosto de 1981 en el caserío Paley, San José Poaquil, miembros del ejército ahorcaron a 16 personas. 

En septiembre de 1981, en el caserío San Miguel, en Choatalum, capturaron a 8 personas, todas mujeres, niños y niñas a quienes encerraron en una casa y quemaron vivas. También en septiembre fueron masacradas 60 personas, hombres, mujeres, niñas y niños en la aldea Xiquín Sanahí, Comalapa.

Benedicto dirige una demostración durante un acto en la Base Militar de Tropas Paracaidistas del Puerto de San José, Escuintla, en los años 70. (Del documental El buen cristiano)
Benedicto dirige una demostración durante un acto en la Base Militar de Tropas Paracaidistas del Puerto de San José, Escuintla, en los años 70. (Del documental El buen cristiano)

El 20 de noviembre de 1981 en Pachay ocuparon la comunidad por 15 días, ejecutaron a 10 personas y quemaron todas las casas, obligando a la población a desplazarse. 

El 28 de noviembre de 1981 en la aldea Patzaj los soldados llegaron en 14 camiones, permanecieron ahí cinco días, ejecutaron a 15 personas, incluyendo a tres niñas y tres niños, y quemaron las casas y los animales. 

El 12 de febrero de 1982, en el caserío Pacoj de la aldea Estancia de la Virgen el ejército asesinó a 60 personas, hombres, mujeres, niñas y niños. Los soldados torturaron y quemaron gente dentro de las casas, cometieron robos y violaron mujeres. Quienes sobrevivieron huyeron a la montaña. 

El 17 de febrero de 1982, en el trayecto entre la aldea Hacienda Vieja y el caserío Paley, en Tecpán, ejecutaron, “degollándolas y ahorcándolas, a 23 personas, entre las que se encontraban varios niños”. Saquearon las casas, las quemaron y se robaron a los animales.

Masacres semejantes se replicaron, cada vez más violentas e indiscriminadas, en El Quiché, Huehuetenango, Alta Verapaz –el lugar donde Benedicto nació– y otros departamentos. El 13 de marzo de 1982 el ejército masacró a por lo menos 77 mujeres y 100 niños en Río Negro, Baja Verapaz.

El 10 de junio de 2000 el diario mexicano estadounidense La Opinión publicó una nota sobre Denise Becker, que de niña se llamaba Dominga Sic y era sobreviviente de esa masacre. Recordó que su mamá, mientras era atada por los soldados a una viga, le dijo que tomara a su hermanita de 9 días y huyera. Escondida vio cómo los soldados hacían marchar en fila a mujeres, niñas y niños hacia el cerro Pacoxom. Luego escuchó los disparos. Sus familiares la encontraron muchos días después en una cueva, aterrada. La bebé había muerto. Diversas fuentes señalan que militares y patrulleros se apropiaron de al menos 17 niñas y niños de Río Negro, a quienes sometieron a esclavitud.

Dominga Sic, en una nota del diario La Opinión del 10 de junio de 2000.
Dominga Sic, en una nota del diario La Opinión del 10 de junio de 2000.

En la misma edición de La Opinión aparece otra noticia sobre Guatemala: “Un total de 16 osamentas completas y fragmentos de otras 30 personas presuntamente masacradas por el ejército en 1981” habían sido localizadas por médicos forenses. En las fosas se encontraron también cenizas, y con evidencias y testimonios se determinó que las personas masacradas fueron 48. Las osamentas completas correspondían a mujeres, niñas y niños, y se precisó que los restos óseos tenían evidencia de tortura. La masacre ocurrió en el caserío La Fe, en Sololá.

La Comisión para el Esclarecimiento Histórico señala que la tarde del 18 de diciembre de 1981 en el caserío La Fe los soldados reunieron a las mujeres, niñas y niños que encontraron. En un salón tiraron a las mujeres al suelo. Un niño sobreviviente dijo: “con unos machetes las pegaron en la cabeza”. Desde su escondite vio cómo una de ellas era violada. Los soldados ametrallaron y quemaron vivas a mujeres, niñas y niños. Los hombres se habían refugiado en la montaña, pensando que era a ellos a quienes buscaban. Según la CEH, el 28 de octubre de 1981 salió de La Fe el contingente guerrillero que realizó la toma de Sololá.

Junto a varios militares detenidos, Benedicto conversa con Byron Barrientos, agente de inteligencia y ministro de Gobernación durante el gobierno de Alfonso Portillo. (Foto: Edwin Bercián)
Audiencia de imputación de delitos a militares sindicados de delitos contra la humanidad, desaparición forzada durante el conflicto armado en el área del municipio de Cobán. Foto: Edwin Bercián

El retiro

Benedicto cuenta en sus memorias que Ríos Montt lo llamó tres veces para pedirle que trabajara con él, pero las tres veces le respondió que se retiraba y se iba a vivir a Poptún. Y así lo hizo. El hombre que dirigiera uno de los ejércitos más criminales del siglo XX recuerda: “El coronel Arturo de la Cruz bondadosamente me proporcionó seguridad en mi casa en el campo, la cual era biotopo, en donde tenía venados, monos araña, monos aulladores, tepezcuintles, cotuzas, armadillos, guacamayas, loros, cacatúas etc., dos lagunetas en donde había peces de diferentes especies y tortugas de tres tipos”.

En algún momento del gobierno de Vinicio Cerezo (1986-1991) Benedicto vivía en la casa de su hermano Romeo, en la 11 calle y 1ᵃ avenida de la zona 1. Estando ahí le llegó una invitación de Mario Sandoval Alarcón, el líder del partido ultraderechista MLN, convocándolo para una reunión importante. Al presentarse se encontró con que Manuel Ayau Cordón, fundador y entonces rector de la Universidad Francisco Marroquín también había sido invitado. Sandoval Alarcón les propuso que conformaran el binomio presidencial del Movimiento de Liberación Nacional, y que únicamente decidieran quién lo encabezaría. Pero Benedicto declinó por no contar con los recursos económicos necesarios.

Los coroneles Manuel Benedicto Lucas García y Óscar Humberto Mejía Víctores alrededor de 1973. (Del documental El buen cristiano)
Los coroneles Manuel Benedicto Lucas García y Óscar Humberto Mejía Víctores alrededor de 1973. (Del documental El buen cristiano)

También Jorge Carpio Nicolle, director del diario El Gráfico y líder de la Unión de Centro Nacional (UCN) le ofreció que fuera su vicepresidenciable. Benedicto le respondió que no tenía dinero, pero que continuaran reuniéndose mientras veía si su hermano Romeo lo ayudaba. Días después un emisario de Carpio le ofreció encabezar la lista nacional para diputados. A manera de negativa él les contestó que muchas gracias.

Finalmente aceptó ser el candidato de un pequeño partido, el Movimiento Emergente de Concordia (MEC), que lideraba el coronel retirado Francisco Luis Gordillo, hombre de confianza de su hermano Romeo cuando éste era presidente y posteriormente miembro de la junta militar de Ríos Montt. Con pequeñas donaciones fueron costeando la campaña y pagando cada quien sus gastos personales. Para las elecciones del 11 de noviembre de 1990 Benedicto obtuvo cerca de diecisiete mil votos, poco más del 1 por ciento, quedando en el noveno lugar de un total de doce candidatos.

Benedicto regresó a su biotopo de Poptún. Tiempo después unos amigos le ofrecieron ser candidato a alcalde. Les dijo que lo pensaría, sin darle mucha importancia y decidido a responder que no, pero cuando asistió a la reunión con los amigos resultó que 200 personas lo esperaban con ovaciones. Ahí mismo decidieron nombrar El Sombrero al comité cívico que lo postularía, y ganaron “abultadamente”. Asumió en julio de 1993, y durante su gestión construyó escuelas, centros de salud y caminos, y no tuvo ningún problema, contó en su libro.

“Pasó el período de De León Carpio, vino el período de Álvaro Arzú, se firmó la paz y con ella aparecieron como por arte de magia acusadores, diciendo ser grupos de Derechos Humanos, financiados por organismos internacionales”. Benedicto explica en sus memorias que luego de que su hermano Romeo muriera en 2006 en Venezuela, “como no pudieron hacerle nada, la emprendieron contra mí, especialmente algunos periodistas que sin conocerme, siempre me están mencionando en la prensa tildándome de genocida, valiéndose de las libertades que tienen como tales, tan solo porque a una señora terrorista se le ocurrió acusarme en una Corte Internacional de izquierda como lo que jamás he sido ni lo soy”, refiriéndose a la querella presentada el 2 de diciembre de 1999 por Rigoberta Menchú ante la Audiencia Nacional de España, en la que junto a otros siete generales y policías fue acusado de genocidio.

Benedicto, el entonces presidente de la república Kjell Eugenio Laugerud García y un oficial estadounidense sonríen durante un acto en la Base Militar de Tropas Paracaidistas, en el Puerto de San José. (Del documental El buen cristiano)
Benedicto, el entonces presidente de la república Kjell Eugenio Laugerud García y un oficial estadounidense sonríen durante un acto en la Base Militar de Tropas Paracaidistas, en el Puerto de San José. (Del documental El buen cristiano)

A Izabel Acevedo, directora del documental El buen cristiano, le dijo, respondiendo a qué pensaba de aquellas primeras denuncias en su contra: “No, esas son tonteras de una vez. ¡Imagínese yo genocidio! Si yo me relaciono con la gente, me estoy con la gente, no cargo ya armas, respeto a la gente indígena, porque merecen respeto. Todo eso es por la señora Menchú, porque en lugar de darle el premio de la paz le hubieran dado el premio de la guerra, porque ella lo que menos promueve es la paz. A mí que me comprueben, que vayan al diablo con extranjeros y todo, que me comprueben aquí, que me comprueben dónde está el genocidio mío. Eso da hasta cólera, fíjese, da cólera, y da… no sé qué”.

Dijo que cuando fue jefe del Estado Mayor General del Ejército se “mantenía en el campo supervisando y viendo que todo marchara bien”, y si en su “tiempo hubiera habido una masacre como se dice”, él mismo hubiera enjuiciado y condenado “a la pena capital al oficial” responsable, y como eso lo sabían sus subordinados, con él “no hubo problemas de esa naturaleza”.

Considera que ciertos sectores encontraron la forma de hacerse millonarios destruyendo la imagen del otro, y que eso no nos lleva a nada. “Estar recordando a cada ratito ‘que la masacre de aquí, que la masacre de allá’. ¿Por qué? ¡Si ya se firmó la paz!”

Según él, quienes declaran en su contra son testigos falsos, contratados para mentir, y son todos extranjeros que vienen a denigrar a los guatemaltecos. A Benedicto le parecía triste la incidencia extranjera, y durante las entrevistas para ‘El buen cristiano’ –que retrata el juicio por genocidio contra el general José Efraín Ríos Montt– declaró desde su casa en Cobán: “Eso no debe existir, no debe ser, ya debe parar todo esto”.

Ante la justicia

Manuel Benedicto fue capturado el 6 de enero de 2016. Esa mañana las autoridades detuvieron también a los militares retirados Gustavo Alonso Rosales, Carlos Humberto Rodríguez, Ismael Segura Abularach, Pablo Roberto Saucedo Mérida, Edgar Rolando Hernández, Luis Alberto Paredes Nájera, Raúl Dehesa Oliva, Carlos Augusto Garavito, César Augusto Cabrera, José Antonio Vásquez, César Augusto Ruiz, Byron Humberto Barrientos y Juan Ovalle Salazar. 

Por su parte Ángel Aníbal Guevara, Luis René Mendoza Palomo, Otto Erick Ponce, José Isauro Oliva, Luis Felipe Miranda Trejo, Erick Rolando Guzmán Anleu, Mario Roberto García Catalán y Edgar Otoniel Peláez consiguieron escapar y aún hoy se encuentran prófugos, o han muerto. Posteriormente se ordenó la captura del entonces diputado y jefe de bancada del FCN-Nación, Edgar Justino Ovalle Maldonado, pero también huyó.

Benedicto y el general Edilberto Letona Linares. (Foto: Edwin Bercián) 
Algunos de los militares capturados el 6 de enero de 2016 durante una de las audiencias en su contra por delitos de lesa humanidad. (Foto: Edwin Bercián)

Todos fueron acusados de desaparición forzada y delitos contra los deberes de humanidad en un caso que involucra el hallazgo de los restos de al menos 565 personas –algunas con los ojos vendados y atadas de pies y manos– en la que fuera la Zona Militar número 21 de Cobán, Alta Verapaz, actual Comando Regional de Entrenamiento de Operaciones de Mantenimiento de Paz, Creompaz. El proceso continúa estancado, y se ha pretendido suspender la persecución penal en contra los acusados.

El 23 de mayo de 2018 a las cuatro de la madrugada, luego de trece horas de espera, dio inicio la lectura de la sentencia en la que, junto a Francisco Luis Gordillo, Hugo Ramiro Zaldaña Rojas y Manuel Antonio Callejas y Callejas Benedicto fue condenado a 58 años de cárcel por el caso de Emma Guadalupe y su hermano Marco Antonio Molina Theissen.

Emma fue secuestrada la mañana del 27 de septiembre de 1981, cuando en un retén miembros del ejército detuvieron el autobús en el que viajaba, encontrándole documentos y propaganda de la organización comunista Juventud Patriótica del Trabajo. Estuvo retenida en un sótano de la base militar de Quetzaltenango, donde la sometieron a malos tratos, torturas y violación sexual durante nueve días. Pero logró escapar. Ese mismo día, 6 de octubre, militares vestidos de civil secuestraron a su hermano Marco Antonio, de 14 años, a quien sacaron de su casa, con un costal en la cabeza lo metieron a un pick-up y nunca apareció.

Algunos de los militares capturados el 6 de enero de 2016 durante una de las audiencias en su contra por delitos de lesa humanidad. (Foto: Edwin Bercián)
Benedicto y el general Edilberto Letona Linares. (Foto: Edwin Bercián).

El 25 de noviembre de 2019 el ex juez Miguel Ángel Gálvez (hoy en el exilio) ligó a proceso por genocidio, delitos contra deberes de humanidad y desaparición forzada en el Caso Genocidio Ixil a Benedicto Lucas, a Manuel Antonio Callejas y Callejas, célebre ex jefe de Inteligencia, y a César Octavio Noguera Argueta, ex jefe de Operaciones, quien murió el 20 de noviembre de 2020. 

El 30 de agosto de 2021 Gálvez envió a juicio a Lucas y Callejas, pero el caso se estancó. Y el 3 de enero de 2024 el Tribunal Primero de Sentencia Penal, Narcoactividad y Delitos Contra el Ambiente resolvió suspender la persecución penal contra Callejas porque su defensa alegó que padecía párkinson y demencia.

El viernes 5 de abril de 2024 dio inicio finalmente la fase de debate oral y público del juicio contra Benedicto, quien fue acusado de genocidio, delitos contra los deberes de humanidad, desaparición forzada y violencia sexual.

Las víctimas estuvieron representadas por la Asociación para la Justicia y Reconciliación (AJR). Durante el trabajo preliminar de investigación, realizado entre 2018 y 2019, se identificaron graves hechos cometidos por el ejército en al menos 22 comunidades de Santa María Nebaj, San Gaspar Chajul y San Juan Cotzal, identificando alrededor de 265 sobrevivientes (91 hombres y 174 mujeres), al menos 1296 víctimas en ejecuciones extrajudiciales y 34 masacres, 44 hechos de desaparición forzada, 30 hechos de violencia sexual, 49 hechos de desplazamiento forzoso y 23 hechos de quema, destrucción, robo y saqueo de casas, siembras, cosechas, herramientas de trabajo y pertenencias. Se realizaron 148 peritajes de antropología forense que confirman la veracidad de los testimonios, la existencia de las víctimas y la violencia en su contra; la gran mayoría eran niñas, niños, mujeres, personas de la tercera edad y mujeres embarazadas. Se realizaron también 14 peritajes generales y se obtuvieron documentos militares, informes y desclasificados.

El proceso está a cargo del Tribunal de Mayor Riesgo “A”, con Gervi Hionardo Sical Guerra como presidente y Liliam Patricia Ajcam Leal y Óscar Alberto Herrera Herrera como vocales. Sical Guerra fue vocal en los casos Sepur Zarco y Violencia Sexual Achí, en 2016 y 2022.

Benedicto escucha de manera remota una de las audiencias del proceso por genocidio en su contra. (Foto: Edwin Bercián)  
Benedicto escucha de manera remota una de las audiencias del proceso por genocidio en su contra. (Foto: Edwin Bercián)  

El Ministerio Público indicó que mientras Benedicto dirigió el EMGE fueron asesinadas al menos 844 personas en 21 masacres, además de 71 muertes individuales, 12 comunidades desplazadas, saqueo y destrucción en 18 comunidades, 16 víctimas de violencia sexual y 42 desapariciones forzadas, y propuso presentar los testimonios de 152 personas.

La abogada Jovita Tzul Tzul señaló que entre los actos genocidas cometidos por el ejército se cuentan la persecución, tortura física y psicológica, bombardeos, quema de comunidades, muerte por inanición, violencia sexual colectiva y otros. Explicó además que 50 sobrevivientes que debían testificar han fallecido.

Enfundado en una bata de hospital, a veces vistiendo debajo su ya acostumbrado saco elaborado con tejidos mayas, Benedicto observa las audiencias a través de una pantalla. Tiene el pelo completamente blanco, lo que le da un aspecto de viejito bonachón, y está sentado en una sala de hospital, acompañado únicamente por una enfermera. Hasta hace no mucho presumía de buena salud, y cuando debía acudir a la Torre de Tribunales le gustaba subir quince pisos por las escaleras para demostrar su resistencia. Hoy luce frágil desde la habitación del Hospital Militar en la que escucha los testimonios que lo acusan.

¿Lo atormentarán en sueños, como aquel gracejo del baile de los moros de su infancia, las imágenes de las personas masacradas, torturadas, violadas, desaparecidas? ¿Le serán indiferentes? Es difícil saberlo. Los militares mantienen un firme pacto de silencio y ninguno habla con seriedad sobre su pasado. Es probable que le sean indiferentes. Que él mismo haya terminado por creerse sus mentiras. Ningún mando manifestó nunca arrepentimiento. Ninguno dio pistas, mucho menos explicaciones de lo sucedido.

El general retirado Benedicto Lucas García. (Foto: Edwin Bercián)
Benedico Lucas, militar señalado por el Ministerio Público (MP) de desapariciones forzadas y delitos contra deberes de la humanidad durante el conflicto armado interno previo a iniciar la audiencia en el juzgado de mayor riesgo A en donde espera la resolución que determina si son ligados o no a proceso.Foto: Edwin Bercián

Benedicto insistió siempre en que las muertes las provocó la guerrilla, que su función como oficial de inteligencia fue de análisis y asesoría, que las osamentas encontradas en las exhumaciones son del terremoto de 1976, que lo que ocurrió fue un enfrentamiento entre dos “extremas” que al gobierno y al ejército les era ajeno, que las masacres fueron problemas por litigios de tierras, o que las cometía la guerrilla, y que él combatió como un valiente.

En su declaración del 4 de julio de 2024, día 44 del juicio, repitió que él es un hombre que cree que las ideas se combaten con ideas. Señaló que no quería tomar el cargo de jefe del Estado Mayor General del Ejército por ser hermano del presidente, pero éste le dijo que la guerrilla ya estaba en Katok –el famoso restaurante ubicado en Tecpán–, a un paso de Mixco, y que se encargara de ella. Que “cuando entramos a repeler a la guerrilla entramos con toda fuerza, pero yo no era comandante, yo estaba viendo que no se violaran las normas y las órdenes que yo había dado”. Que cómo iba a controlarlo él todo, que eso sólo Dios lo puede hacer, y que no se le puede pedir que supiera qué estaba haciendo un subteniente. Que quien era verdaderamente mala era la Policía Judicial. Que él siempre llevaba un periodista al lado cuando volaba en helicóptero. Que él realmente quiere que Guatemala se recupere y que haya verdadera libertad. Que él ama a Guatemala y le duele que la declaren genocida y que venga toda la ONU para hacer lo que quiere. Y que ya está desesperado.

Benedicto es conducido por un agente del Sistema Penitenciario en una de las tantas audiencias que le ha tocado afrontar durante los últimos casi nueve años. (Foto: Edwin Bercián)
Benedicto es conducido por un agente del Sistema Penitenciario en una de las tantas audiencias que le ha tocado afrontar durante los últimos casi nueve años. (Foto: Edwin Bercián)

Pero hoy, a sus 92 años, aquel niño que desgranaba maíz mientras fumaba cigarros de tusa podría estar a punto de sumar una nueva condena por los crímenes cometidos durante su extensa carrera militar.

Este es el segundo episodio del especial Benedicto, el otro acusado por genocidio.

Aquí el primer episodio —>

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