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Cleo, Roma, y el hogar que excluye

La película Roma de Alfonso Cuarón se enfoca en Cleo, la empleada doméstica, para exponer la desigualdad y el “racismo disfrazado de cariño” en Latinoamérica.

Alfonso Cuarón filmó la película Roma, quiero pensar, como una memoria personal de la infancia. Me inclino por que Cuaron es el niño más pequeño, Pepe, que siempre recuerda que alguna vez ya fue grande. Pero el recuerdo en Roma es también sobre Cleodegaria Gutiérrez, Cleo, que interpretó Yalitza Aparicio.

Cleo trabaja para la familia, la empleada indígena que se encarga de la casa. Y por cómo se presenta el personaje, describe mucho del trabajo doméstico en nuestra región.

Roma se sitúa en la Ciudad de México de los años setenta. Ya saben, el PRI, la represión, los cuerpos ilegales y clandestinos, los terremotos, la desigualdad… Es Latinoamérica. 

Roma, el título, porque gran parte de la película transcurre en una casa de la colonia Roma, que está reconstruida con detalle casi antropológico (las marchas, los afiladores, los carritos de camote). Pero sirve de contexto para retratar a Cleo y su presencia silenciosa, un personaje al que también se le puede reclamar lo muy poco crítico que se presenta como parte de la vida de una familia de clase media acomodada. Cleo está casi sin estar, es como un contexto, y Cuaron intenta forzar su presencia para que veamos varios hilos invisibles de la cotidianidad. 

Sin embargo, lo que se agradece un poco mejor en Roma es que no solo intente ser el retrato de una época, sino que busca plantear, claro, desde una mirada mestiza y privilegiada, una radiografía de las dinámicas que aún hoy atraviesan nuestra región: Cuaron intenta hablar de la desigualdad, el racismo, la violencia política y los límites difusos entre la intimidad y las relaciones de poder asimétricas. Cuesta ver, pero si nos esforzamos y no nos enfocamos tanto en un recuerdo histórico, podemos ver las herencias coloniales, el trato a la servidumbre, incluso una especie de “racismo disfrazado de cariño”.

En Roma, a través del trabajo del hogar, vemos la paradoja de la integración y la exclusión. Cleo duerme en la misma casa que sus patrones pero en una sección aparte, como una frontera de clase social. En Guatemala, en Latinoamérica, las empleadas del hogar suelen trabajar y vivir así, como apartadas de la casa, para recordar que son diferentes. 

Y en esa casa, Cleo cuida a los niños, se convierte en confidente, es testigo de la infelicidad urbana y hasta termina funcionando como un apoyo emocional de Sofía, la madre abandonada por Antonio, el esposo ausente, el padre que abandona. 

Cleo, como en muchos hogares que tienen empleadas en Latinoamérica, está ahí, como un integrante artificial de la familia. Ve la tele con la familia, pero debe ir por té para el patrón y perderse el final del programa que todos ven. Por ella nadie pone pausa, no hay consideración. Ella sonríe afable.  

En ningún momento deja de ser “la muchacha”, la llaman por su nombre, Cleo, pero siempre relegada a un estatus de servicio, y su rol radica en ser invisible fuera de los muros familiares, invisible dentro de las convivencias entre amigos y familiares. 

Esa tensión en el personaje sintetiza un rasgo común en muchas sociedades latinoamericanas: la integración afectiva de las empleadas de casa particular en la vida familiar convive con la separación insalvable que marca la desigualdad de clase y origen étnico. Para mí, es como racismo disfrazado de cariño. Y así sucede todavía en la actualidad en muchas casas de Guatemala.

Cuarón, sin embargo, intenta articular lo doméstico con lo político. El embarazo de Cleo, la soledad de Sofía y el desmoronamiento de la familia ocurren en paralelo a un México convulso, atravesado por las protestas estudiantiles y la represión estatal. 

Por ejemplo, en la trama, Cleo rompe fuente y está a punto de dar a luz, en medio de la masacre del Halconazo, donde más de 225 personas fueron asesinadas en manos de las fuerzas del Estado. Como metáfora, quizás, su bebé nace muerta. Como metáfora, quizás, la patrona ni siquiera sabe el nombre y apellido de Cleo, ni su edad, ni sus datos, al momento de registrarla en las urgencias del hospital.

Cleo, por su parte, sí sabe sus nombres, quiénes son, qué les pasa en la vida, sus necesidades. El sacrificio simbólico de Cleo —su rescate de los hijos en el mar, pese a su incapacidad de nadar— condensa la experiencia de miles de trabajadoras domésticas en Latinoamérica: cargar con la responsabilidad de una familia que no es la suya, sin que ello les garantice derechos laborales plenos ni reconocimiento social.

Cuaron intenta entonces presentar en Roma a la patrona y la trabajadora, cada una, como víctima de un mismo sistema pero con distintas circunstancias. Sofía, sin apellido, encarna el drama de la mujer burguesa atrapada en un matrimonio fallido y en los códigos patriarcales de su tiempo; Cleo, el de la mujer indígena condenada a invisibilidad, a la falta de derechos y a la maternidad negada. La relación entre ambas oscila entre una extraña sororidad (Sofia le dice a Cleo que están condenadas a estar siempre solas) y la distancia, entre la complicidad femenina y la frontera de clase que jamás se rompe.

Con un retrato de hace cuarenta años, Roma interpela nuestra actualidad. En toda la región, los movimientos de trabajadoras del hogar han reclamado derechos largamente postergados: salario justo, seguridad social, jornadas reguladas. Pero la película recuerda que la lucha no es solo legal, sino cultural: desmontar una tradición de servidumbre que se confunde con afecto, y que en la práctica perpetúa desigualdad y racismo.

Finalmente, Roma no es una historia individual, sino una metáfora colectiva. En sus contrastes se entrelazan la memoria íntima y la memoria política, el amor y la violencia, y el hogar como frontera social. Cleo, con su silencio y sus gestos, encarna nuestra actualidad donde todavía buscamos saldar la deuda histórica con quienes han sostenido los hogares sin ser reconocidas plenamente como parte de ellos.

Escucha el episodio: “No es normal que el trabajo de casa particular sea tan precarizado”

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