Aunque no hay un mandato legal que obligue a los aspirantes a la presidencia a realizar un debate presidencial durante la campaña, desde el auge de la televisión en los años 60 ha sido tradicional la celebración de estos. Más allá de los anuncios publicitarios y las reuniones de campaña los debates han resultado claves para perfilar a los candidatos a un público más amplio que el de sus tradicionales seguidores.
La campaña presidencial del 2020 en Estados Unidos ha sido, sin duda, condicionada por la pandemia global de COVID-19. Entre sus efectos se encuentra la reducción de actividades presenciales de campaña e incluso la suspensión del segundo debate presidencial programado entre el presidente Donald Trump y el exvicepresidente Joe Biden; luego de que la campaña del mandatario se negara a realizarlo de manera virtual tras haber sido diagnosticado con Covid.
Para el doctor Mitchell S. McKinney, profesor de comunicación de la Universidad de Missouri e investigador de los debates presidenciales desde los años 80 “es el único momento en el que los principales candidatos de los partidos se unen uno al lado del otro, y los votantes realmente valoran esa oportunidad de comparar a los candidatos”.
El nivel de la discusión y sus alcances, sin embargo, son difíciles de cuantificar. Según McKinney se ha estudiado que alrededor del 90 al 95 por ciento de los espectadores de los debates presidenciales no han registrado cambios en su intención de voto, pero que alrededor del 5 por ciento de los espectadores llegan al debate indecisos, y es dentro de este grupo donde puede marcar una diferencia.
El primer debate presidencial realizado en esta campaña se realizó el martes 29 de septiembre y se caracterizó por numerosas interrupciones entre los candidatos y las complicaciones del moderador para conducir la discusión. Luego de la suspensión del segundo encuentro programado, solo se realizó el tercer debate programado el 22 de octubre. En este último, luego de ajustes en la organización del evento hubo una discusión de más calado y menos interrupciones entre los participantes.
Las claves para que un debate influya en el resultado electoral, según McKinney son dos: Cuando la contienda parece lo suficientemente cerrada y cuando suficientes votantes permanecen indecisos (o persuadibles). La organización de estos encuentros queda a cargo de una comisión no partidaria donde participan integrantes de los equipos de campaña de los dos candidatos y buscan una discusión equilibrada en la cual se pueda discutir temas de interés nacional.
A continuación colocamos algunas de las frases clave del segundo debate presidencial.