NARRATIVA – INVESTIGACIÓN – DATOS

El banquero del BCIE y el dictador de Nicaragua

Cómo Dante Mossi duplicó los préstamos del BCIE a Ortega y Bukele. Desde 2018, bajo el estado policial de facto, el presidente ejecutivo del BCIE otorgó a Ortega USD 2068.5 millones, 72% más que en el quinquenio anterior. La cifra al régimen nicaragüense solo fue superada con los montos otorgados a El Salvador: $2649.91. En conjunto, ambos países recibieron $4717 millones versus los $3700 millones que recibieron los otros tres países fundadores del BCIE en Centroamérica.

Durante los cinco años que Dante Mossi presidió el Banco Centroamericano de Integración Económica (BCIE), el régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo recibió casi la misma cantidad de dinero de parte de esa entidad regional, que durante los diez años del presidente anterior, Nick Rischbieth. El hecho muestra la cercanía de Mossi con la pareja que maneja los hilos del poder en Nicaragua.

A comienzos de septiembre de 2022, el exembajador de Estados Unidos, John Feeley, director ejecutivo del Centro para la Integridad de los Medios de las Américas, instó al Departamento del Tesoro de Estados Unidos a mirar más de cerca al BCIE, “conducido por un individuo llamado Dante Mossi, que se ha convertido en el banquero de los dictadores”.

En el año siguiente, el Banco desembolsó 62 millones de dólares menos a la pareja dictatorial, aunque también redujo los desembolsos al resto de países fundadores de esa entidad. En cambio, a quienes aumentó en más de 1100 millones de dólares fue a los socios extrarregionales (o no fundadores) como Argentina, Belice, Colombia, Panamá y República Dominicana, según información oficial divulgada por Dante Mossi en su perfil de la red social X.

Los crecientes desembolsos del BCIE

Durante el primer quinquenio del hondureño Rischbieth (del 1 de diciembre de 2008 al 30 de noviembre de 2013), el BCIE desembolsó 983 millones de dólares al presidente del Gobierno de Nicaragua, Daniel Ortega. Esa cifra creció en 220.4 millones de dólares (22.4% más) durante el segundo período de Rischbieth, hasta totalizar 1203.4 millones de dólares.

Sin embargo, el 1 de diciembre de 2018, Dante Mossi asumió la presidencia ejecutiva del Banco, y comenzó un flujo creciente de recursos que apuntalaron el presupuesto disponible para Ortega y Murillo: a los 334.1 millones de 2019, le siguieron 414.4 millones en 2020; 446.5 en 2021; 467.7 millones en 2022, para disminuir en 2023, cuando está cerrando, en 405.8 millones.

El consolidado de ese quinquenio suma 2068.5 millones de dólares, superando en casi 72% los desembolsos recibidos en el quinquenio anterior. Ese incremento fue tan desmesurado, que lo recibido en esos cinco años, es casi lo mismo (94.6%) de los fondos que el Banco entregó a Nicaragua durante los diez años que lo presidió Rischbieth (2008 – 2018).

Otra forma de comprender la dimensión de las decisiones implementadas por el Banco Centroamericano bajo la presidencia de Mossi, es que en esos cinco años, Nicaragua recibió el 24.57% de los desembolsos efectuados por esa entidad regional, ocupando el segundo lugar después de El Salvador, que recibió el 31.48%.

Detrás están Honduras con 21.46%; Costa Rica, con 16.65%, y Guatemala, la nación más poblada del istmo, que recibe apenas 5.84% de los dineros entregados, lo que se explica porque ese país prefiere financiarse con otras fuentes de recursos que son más baratas que el propio BCIE.

La generosidad de Mossi con la dictadura

No hay una sola teoría para explicar la generosidad de Dante Mossi con los regímenes autoritarios de Centroamérica. Para mostrar otra comparación: durante la década que Rischbieth presidió el Banco, Nicaragua recibió unos 599 000 de dólares por día; y con Mossi, el matrimonio Ortega – Murillo fue bendecido con un promedio diario de 1.13 millones durante esos cinco años. Aunque le fue un poco mejor a El Salvador de Nayib Bukele que recibió aún más: 2649.9 millones, equivalente a 1.45 millones diarios.

Las respuestas más directas provienen de dos exfuncionarios costarricenses ante el Banco. Ottón Solís, exrepresentante de su país ante esa entidad financiera regional, asegura que “con lo que Dante estaba fascinado era con su reelección. Todo lo hacía para buscar el apoyo de los países”.

Su compatriota Eduardo Trejos, también exfuncionario del Banco, añade que Nicaragua convirtió al BCIE en su principal órgano financiero, cuando Ortega y Murillo entendieron que Mossi estaba dispuesto a colaborar “en todo para obtener el voto del Gobierno nicaragüense en favor de su reelección”.

Por todo ello, opina que la nueva administración del Banco debería meterse de lleno en la tarea de verificar la supervisión de esos y otros proyectos que pueden estar siendo mal manejados, lo que sería “lamentable”.

Otro economista que también trabajó para el Banco, confiesa que le hace gracia cada vez que alguien dice que Mossi tiene preferencia por Ortega. O por Bukele. Pero insiste en que tal aseveración no es correcta, pues considera que “con cualquier otro presidente hubiera sido igual. Incluso con el presidente más independiente que se te ocurra, habría sido igual, o casi igual, y es porque no hay cláusula democrática” en el BCIE.

Una razón más es que incluso si Mossi hubiera decidido dar un golpe de timón (por voluntad propia, o porque lo obligaran), de todos modos el Banco no habría podido limitar el acceso de la dictadura a sus recursos. En primer lugar, porque Nicaragua es codueña del Banco. En segundo, porque hay una batería de contratos firmados, que deben respetarse ante la ausencia de esa cláusula democrática.

La tercera es que, si dejaban de prestarle dinero a Ortega y a Murillo en nombre de Nicaragua, la pareja dictatorial podía desmejorar a propósito la calificación del Banco, simplemente dejando de pagar en tiempo y forma, lo que habría elevado los costos financieros para el Banco como entidad, y para sus clientes institucionales o empresariales.

Adicionalmente, recuerda que los países tienen un cupo preasignado, de acuerdo con su participación accionaria, y ese paquete se ajusta conforme a los números de cada coyuntura. “Por eso para Mossi y para esos países la capitalización era tan importante, [y al no realizarla] hoy se ven muy limitados”, explicó.

El presidente saliente del BCIE pidió tres capitalizaciones. La primera en 2020, para llevar el capital del Banco desde los 5000 millones de dólares en que lo encontró, hasta los 7000 millones. Pero en septiembre de 2022, y en mayo de 2023, cuando intentó elevarla hasta los 10 000 millones, los gobernadores le dijeron que no.

La primera vez que Mossi pidió elevarla a 10 000 millones “fue rechazada porque era [técnicamente] mala. Era un desastre. Una hojita de papel higiénico. La otra razón para tal rechazo, es que el resto de países socios también tienen que estar de acuerdo”. El problema para Mossi es que la segunda propuesta también era “técnicamente mala”, dijo este experto.

De forma adicional, supone que también influyó el hecho que los países centroamericanos no quisieron poner su parte, tal como sucedió cuando se elevó a 5000 millones a 7000 millones, y el Banco permitió que las pagaran en cuotas, decisión financiera que debilita cualquier proceso de capitalización.

1797.7 millones de dólares para carreteras en 15 años

De los 983 millones de dólares desembolsados durante el primer mandato de Rischbieth hubo 120.7 millones de dólares para la construcción de carreteras. En el siguiente quinquenio de Rischbieth, con un total de 1411.6 millones de dólares en desembolsos, más de la mitad (783.3 millones), estuvieron destinados a financiar programas de construcción de carreteras, incluyendo 105.5 millones para construir la Pista Juan Pablo II y varios pasos a desnivel en Managua.

Las carreteras continuaron como el rubro priorizado durante la era Mossi, que está a punto de concluir, al aprobarse 893.2 millones para ese rubro, lo que equivale al 41.3% de los 2161.6 millones de ese período, según los datos oficiales publicados por el BCIE, que son unos 93 millones de dólares más de los reportados por Mossi en su cuenta de la red social X.

El siguiente monto en orden de importancia, en los desembolsos de este lustro, son los 300 millones destinados para reactivación económica, así como 251.5 millones para los sistemas de agua potable de siete ciudades de Nicaragua.

Hay además, 200 millones en subsidio a combustibles; 196.7 en salud, de los que la mayoría (111.7 millones), se aprobaron para atender la emergencia causada por la epidemia de covid – 19, pese al evidente desinterés que mostró la dictadura de cara a enfrentar esa tragedia vital.

Finalmente, se aprobaron 171.7 millones para un programa de viviendas interés social que fue atrasado por un año; 108.4 millones para el proyecto Bio-Clima, y 40.1 millones para la subestación de Bluefields.

Sector privado: turismo, finanzas y energía

Entre 2009 y 2017, el Banco también colocó 137.25 millones de dólares entre diez empresas del sector privado. El mayor préstamo fue para una de las compañías del Grupo Pellas, aunque la suma de varias otras colocaciones muestra que el privilegiado fue el sector financiero, según una base de datos compilada por el Proyecto de denuncia de la corrupción y el crimen organizado (OCCRP, por sus siglas en inglés).

El año con la mayor cantidad de aprobaciones fue 2009, cuando se dio luz verde a cuatro proyectos: tres productivos y uno crediticio. Todos fueron pequeñas cantidades que apenas sumaron 2.05 millones, de los cuales un millón estuvo destinado a un proyecto de agricultura y desarrollo rural.

El monto restante se dividió en tres pequeños créditos: uno para Manuquinsa, por un cuarto de millón de dólares y otro para Repsa, por 300 000 dólares, ambos catalogados dentro del rubro ‘cadenas productivas’. El medio millón restante fue para financiar operaciones crediticias de Credifactor.

En los siguientes años, aunque a cuentagotas, se aprobaron montos mayores para apuntalar proyectos más ambiciosos, como los 10 millones de dólares destinados al proyecto eólico Amayo, en septiembre de 2010, o los 25.5 millones que estuvieron a disposición de Hidropantasma en febrero de 2011.

En mayo de ese mismo año, el Banco aportó 46.7 millones al megaproyecto turístico Guacalito de la Isla, propiedad de Pellas Development, luego de lo cual se limitó a aprobar tres proyectos más, cada dos años: 3 millones de dólares para desarrollo social en mayo de 2013, al que le seguirían dos líneas de crédito: una para Lafise por 40 millones de dólares en febrero de 2015, y otra para Ficohsa por 10 millones de dólares, en mayo de 2017.

Adiós al banquero de los dictadores

Cuando el exembajador de Estados Unidos, John Feeley se refirió a Dante Mossi como “el banquero de los dictadores”, en septiembre de 2022, quizá lo dijo porque la mayor parte de las operaciones activas del Banco durante este quinquenio estuvieron volcadas en Nicaragua, un país con escasa gobernabilidad y aún menor transparencia, o por los apoyos prestados al expresidente Hernández, de Honduras, en plena campaña electoral, o al otro hombre fuerte de la región: el salvadoreño Nayib Bukele.

Diversas fuentes que conversaron con CONFIDENCIAL para construir un perfil del presidente ejecutivo de la entidad bancaria, aseguraron entonces que –además de la ‘gratitud’ que Mossi le debe a los Gobiernos de esos tres países– estaría su intención de garantizar los votos para reelegirse por cinco años más.

Sin embargo, en mayo de 2023, la Asamblea de Gobernadores del BCIE, reunida en República Dominicana, sorprendió con su decisión unánime de no ofrecerle un nuevo período de cinco años en la presidencia ejecutiva, abriendo un proceso de selección que ahora conduce a la elección y nombramiento de un nuevo funcionario en noviembre. Está por verse si quien releve a Mossi en la presidencia ejecutiva, traerá vientos de cambio en el BCIE.

*Este artículo se publicó originalmente en Confidencial, con el título: El banquero y el dictador: Cómo Dante Mossi duplicó los préstamos del BCIE a Daniel Ortega

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