En el newsletter de esta semana hablamos del Congreso. La oposición intentó tomar el control del hemiciclo mediante una emboscada antidemocrática, que se extendió durante casi una semana. La maniobra fue neutralizada por el oficialismo a través de alianzas, técnica parlamentaria y buen cálculo político.
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Las emboscadas antidemocráticas se han vuelto habituales, incluso un poco predecibles y hasta cansinas. Aunque intentan el imprevisto -como dando un susto- a leguas se les reconoce por sus matices, siempre buscando retorcer la legalidad. Es un juego sucio descarado, al que siempre hay que estar procurando neutralizar.
Así, de pronto, surgió un intento de emboscada antidemocrática para tomar el control total del Congreso y cooptar la Junta Directiva. La trampa duró instalada casi una semana. Y mediante alianzas, una técnica parlamentaria y buen timing, pudo ser desarticulada, no por una gran convicción sino por una necesidad defensiva, siempre por parte de los diputados oficialistas.
Entre el 28 de octubre y el 4 de noviembre, el Congreso de la República se mantuvo bajo asedio, convertido en el epicentro de una batalla política en vísperas del control institucional que representa el año 2026, cuando se renovarán autoridades del Ministerio Público, Corte de Constitucionalidad, Tribunal Supremo Electoral y Contraloría General de Cuentas.
La intimidación reciente
La nueva amenaza inició el martes 28 de octubre, cuando la oposición, integrada por el partido Vamos, la UNE (el sector afín a Sandra Torres), Todos, Nosotros, Unionista y Elefante, sacó sorpresivamente una de sus cartas: una moción privilegiada para forzar la elección del primer secretario y primer vicepresidente de la Directiva (cargos vacantes desde inicios del período) y con ello lograr desbloquear la votación para elegir la nueva Junta 2026-2027.
Por lo regular, la Junta Directiva del Congreso se elige después de aprobarse el presupuesto. La ley lo permite 90 días antes de cada 14 de enero. No es habitual tanta premura. Pero la oposición, muchos de ellos señalados como actores antidemocráticos, vinculados a los sectores que han intentado un golpe de Estado por la vía judicial, tenían los votos y planteaban la maniobra.
La sesión plenaria, mediante una oportuna técnica parlamentaria, fue suspendida como intento para neutralizar a los opositores. El presidente del Congreso, Nery Ramos, respaldado y asesorado por la facción oficialista, argumentó falta de quórum, además de la ausencia de tres secretarios de la Junta Directiva.
La reactivación de la emboscada
Los opositores, sin admitir la derrota, conspiraron y continuaron el asedio. Diputados de Vamos y Elefante plantearon un amparo ante la Corte de Constitucionalidad (CC) que falló a su favor tres días más tarde y abrió una ventana que la oposición intentó aprovechar para extender la votación hacia una renovación completa de la Junta Directiva y así desplazar a la actual coalición oficialista.
Sin muchas opciones, la emboscada antidemocrática se reactivó por orden judicial el martes 4 de noviembre. El Congreso fue rodeado por activistas y organizaciones de sociedad civil. Y los diputados procedieron a elegir al primer secretario y primer vicepresidente: los congresistas Orlando Blanco, del bloque VOS; y Gersón Barragán de VIVA.
La defensa oficialista
Sin embargo, la emboscada, la maniobra original de los opositores, tras una semana de asedio, ya había fracasado. El oficialismo y sus pequeños aliados —CREO, CABAL, Valor, Victoria, Azul y Bienestar Nacional— lograron reagruparse y blindar el control del Legislativo. En una maniobra gestada durante el último fin de semana, impulsaron una planilla propia encabezada por Luis Contreras Colindres (CREO), que fue electa con 149 votos a favor para dirigir el Congreso durante el período 2026-2027.
La alianza opositora, que pretendía reinstalar a Álvaro Arzú Escobar (Unionista) como presidente del Congreso, terminó desmoronándose cuando Cabal, considerado el bloque “bisagra”, cambió de posición el fin de semana previo a la elección. Esa recomposición de fuerzas desarticuló la ofensiva opositora y frustró la toma del control legislativo.
Los líderes y posibles candidatos para integrar una Junta Directiva antidemocrática de cara a 2026, como Alán Rodríguez (Vamos), se retiraron del Congreso. Denunciaron “traición”, “interferencia del Ejecutivo”, intervención extranjera.
Más allá del discurso de victimización, el fracaso de la emboscada antidemocrática reveló que la oposición carecía de cohesión real y que su intento por imponerse a través de los tribunales terminó sirviendo a los oficialistas para consolidar su posición.