NARRATIVA – INVESTIGACIÓN – DATOS

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Entrevista con Sergio A. Ramírez, director de la película 1991

En su filme, 1991, el cineasta guatemalteco Sergio A. Ramírez retrata a un grupo de adolescentes capitalinos en el periodo final del conflicto armado interno. Jóvenes de colegios privados a la cacería de otros adolescentes, chicos que practican break dance, y que en el imaginario de polarización de la época identifican como “el enemigo”. Violencias interiorizadas a la espera de emerger.

Burgueses vrs breaks, breaks vrs burgueses, a principios de la década de los 90 y antes de que se popularizara el fenómeno de las tribus urbanas, la Ciudad de Guatemala vivía los últimos remanentes directos del conflicto armado interno en la forma de una guerra no declarada entre adolescentes. Aislados en sus casas, o refugiados en sus colegios, la parte de la sociedad que podía permitirse enviar a sus hijos a instituciones privadas lo hacía. Si una década atrás los institutos públicos eran considerados focos subversivos por parte del Estado ahora eran vistos como puntos de conflicto, violencia y crimen. Una pugna: Jóvenes con recursos vrs. jóvenes menos favorecidos.

En una de estas esquinas los institutos públicos se encontraban abandonados por el Estado. La ciudad había crecido y con ella sus problemas, los primeros grupos de pandillas juveniles se organizaban y numerosos barrios comenzaban a recibir el estigma de ser zonas rojas. En medio de todos estos cambios la cultura pop llegaba al país, importada principalmente de Estados Unidos, y los jóvenes buscan sus referentes en estas expresiones.

Los remanentes de la música disco y los retos de baile, el break dance, se comenzaron a extender en algunos puntos del Centro Histórico de la ciudad de Guatemala. Adolescentes en construcción de una identidad de diferentes barrios y zonas lo adoptaron y lugares como el Centro Comercial Capitol se volvieron puntos de encuentro para esta subcultura. Ser adolescente es en buena medida saberse incompleto, andar en busca de un sitio donde encajar. El break era uno de estos espacios de identidad.

En este contexto arranca la película 1991, segundo largometraje del cineasta guatemalteco Sergio A. Ramírez. La cinta sigue el viaje de Daniel, el protagonista del filme, que se debate entre dos mundos: su amistad con Beto, un viejo amigo break con quien comparte un trabajo de medio tiempo como conserje de un club privado; y la atracción por pertenecer al mundo burgués de Tony, su nuevo compañero de clase, quien llega a su curso luego de ser expulsado de un colegio de élite, además de su interés amoroso por la hermana de éste, María del Carmen.  

Esta cinta fue estrenada por primera vez en Guatemala en el marco de la XII Muestra Internacional de Cine Memoria, Verdad y Justicia 2022, luego de un recorrido en festivales internacionales por año y medio.  Su director espera que la película llegue a circuitos comerciales en el país en febrero de 2023.

Sergio A. Ramírez, director 1991.
El director de 1991 es Sergio A. Ramírez, productor audiovisual, su filme  ganó el Premio Cine en Construcción en el CRFIC. Foto: Cortesía, 1991.

 ¿De dónde surge la idea original para escribir y producir 1991?

Recordé un episodio de cuando yo estudiaba en un colegio, llamado Vanguardia Juvenil, aunque soy originario de Quetzaltenango, he vivido mucho tiempo en zona 2. Era niño y estaba comprando en una tienda cerca del colegio y un día llegaron unos chicos mayores del mismo colegio a comprar unas coca colas y cigarros, con sus uniformes blancos de estilo militar manchados de sangre, hablando entre ellos sobre cómo habían golpeado a unos breaks. Esa imagen quedó para mí muy marcada.

¿Cómo fue el proceso de elaboración del guion y de producción en comparación con tu anterior película Distancia (2011)?

Fue diferente. Distancia fue una película más pequeña, cuenta la historia de un padre que se enfrenta al reencuentro con su hija luego de haber sido separados por 20 años durante la guerra, y aunque igual es una obra de ficción trata el tema de las desapariciones. Fue producida relativamente rápido. En el caso de 1991 comencé a trabajar en un primer guion con otros colegas y amigos, y después vino la fase de reescritura y producción. Al igual que con Distancia es una obra de ficción, luego fuimos juntando y amalgamando experiencias en un personaje para intentar retratar cómo era ser adolescente en esa época, viviendo entre zona 1 y 2. Las aspiraciones, si se quiere banales, que uno puede tener a esa edad como tener un carro, ir a fiestas, o a una finca con piscina o salir con chicas. Todo eso en esos años donde muchos ni se daban cuenta que se vivía un conflicto en el país.

En la película la violencia es siempre una presencia constante, en ocasiones como un ruido de fondo en la televisión, ¿cómo fue retratar esto?

A finales de los 80, principios de los 90, lo poco que se sabía del conflicto armado llegaba por la televisión, la televisión era el centro de la casa. Ya sea en la sala o el comedor, pero no era algo a lo que se le ponía atención. Era solo algo que estaba allí. Entonces poco a poco a partir de esas charlas con amigos y otra gente fuimos construyendo esa historia. En esos años el poder de penetración de los canales nacionales 3, 7 y 11 (Grupo Albavisión) era todavía mucho mayor, y bueno son los medios que más deforman la verdad, que cuentan las cosas de acuerdo al gobierno de turno. Si alguien se enteraba de algo del conflicto pues obviamente el Ejército eran los buenos, los guerrilleros los malos y ya. A los adolescentes no nos interesaba la política, recuerdo que cuando cayó el Muro de Berlín, algo que queríamos poner en la película pero al final sacamos, fue que muchos nos enojábamos porque ahora había que aprenderse nuevos países y capitales de los países exsoviéticos.

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La película, aunque dirigida por Ramírez, tiene también entre sus guionistas a los cineastas César Díaz y Jayro Bustamante. Díaz además es el editor del filme. Mientras que los productores son Ramírez, Bustamante y Joaquín Ruano. Filmada principalmente en la zona 1 y 2 capitalina la cinta cuenta con jóvenes actores como sus protagonistas: Eduardo Cabrera como Daniel; Brandon López interpretando a Beto; Juan José Barrios como Tony, y Daniela Castillo como María del Carmen.

El filme 1991 fue presentado por primera vez en el Miami International Film Festival (EE.UU.) en marzo de 2021 y lleva más de año y medio recorriendo el circuito de festivales entre Latinoamérica, Europa y Estados Unidos. En el Havana Film Festival New York, Eduardo Cabrera recibió el premio a mejor actor.

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¿Por qué contar esta historia, qué nos dice de la sociedad actual un relato de este tipo?

Hace unos años me sumaron a uno de esos grupos de Facebook de ex compañeros del colegio. Yo odiaba el colegio, pero bueno había gente que todavía siguen siendo mis amigos. Hace unos años comenzaron a publicar fotos de los desfiles de esa época, con los uniformes del Vanguardia. Y algunos comenzaron a contar con añoranza la época en que salían a pegarle a jóvenes de institutos y comencé a ver insultos racistas y clasistas en los comentarios.  

Somos una sociedad enferma que sigue creyendo que la violencia hacia el otro está justificada. Con ganas de vengarse del otro, con ganas de ver quién te la pague, y algunos veían en los break a esa persona que posiblemente les había robado en la calle, a un enemigo. Un poco también de allí surgió el proyecto.

Un aspecto que me llama mucho la atención del filme es la necesidad primaria que tienen los adolescentes de identificarse con un grupo, de pertenecer. ¿Cómo viste esto en el desarrollo de tu historia?

Pues aquí (en Guatemala), muchas veces nuestra forma de relacionarnos con los otros es por medio de la violencia. Eso también es algo que me gusta de la ficción, cuando una película funciona uno se puede poner, al menos por hora y media en el lugar del otro. No tiene mucho sentido cuando se crítica a una película por tener escenas violentas, por ejemplo, porque puedes disfrutar viendo un personaje como Hannibal Lecter, por ejemplo (El silencio de los inocentes), un personaje culto, que gusta de la música clásica y que es caníbal, sin que eso te vuelva un caníbal. De esto se trata el cine, ponerse en el lugar del otro, en Guatemala tristemente, esta construcción de identidad o de pertenencia se basa muchas veces en querer diferenciarse.

En Guatemala siempre estamos jalando al tatarabuelo alemán para tener una identidad. Entonces creo que siempre es interesante conocer tu historia, vengas de donde vengas, pero no para desmarcarse del otro. En el país hay pocas cosas que den sentido de pertenencia, tal vez un poco la religión, muy poco el deporte, por ejemplo, ni los Rojos ni los Cremas realmente llenan los estadios. No nos vincula mayor cosa, aquí en Guate la gente solo se une para cerrar la colonia.

«Somos una sociedad enferma que sigue creyendo que la violencia hacia el otro está justificada. Con ganas de vengarse del otro, con ganas de ver quién te la pague (…)».

Ya que tocas el tema de la representación de la violencia, me parece que en varios momentos eligen realizar ciertas elipsis para no ser tan explícitos, ¿cómo fue el debate sobre las formas de retratar la violencia y ese ambiente de confrontación?  

Sí, digamos que la idea era tener pocas escenas expresamente violentas, para no banalizarlo. Pero es interesante cómo se percibe en diferentes lugares. Por ejemplo, e la película lleva año y medio siendo exhibida en festivales vemos cómo la reacción a las escenas de violencia es más fuerte en Barcelona o Nueva York, que en México o Guatemala. Es como si tuviéramos más naturalizada la violencia. Entonces mejor intentamos ponerlo así, (mostrar la violencia) en algunos momentos y que el resto del tiempo intentáramos construir una tensión. Algo va a pasar, las cosas que hacemos o dejamos de hacer, tienen consecuencias. Cuando uno es adolescente, no lo piensa así, ¿verdad? Haces las cosas y no estás pensando en el día siguiente, entonces sí fue una mezcla entre imágenes muy fuertes y muy violentas, y por otro lado crear una tensión alrededor de las mentiras del personaje.

El protagonista le miente a los de plata diciendo que vive en una casa que no es la suya, le miente al amigo porque le dice que ya no va a ir a trabajar, le miente a la hermana porque no le dice que no quiere trabajar para pertenecer a este otro grupo. Bueno también porque quiere conectarse a la chava, claro. Entonces sí, la idea fue no regodearnos en la violencia.

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El fenómeno de la violencia juvenil a inicios de los años 90 fue estudiado por la antropóloga guatemalteca María Gabriela Escobar Urrutia en su tesis de grado Enfrentamientos y violencias juveniles en la ciudad de Guatemala (1985–1993). Escobar Urrutia, a partir de testimonios de participantes en estos enfrentamientos (tanto breaks como burgueses) y publicaciones de la época apunta a tres posibles orígenes para estos enfrentamientos.

Dice “la primera versión asegura que alrededor de 1985 se realizaban concursos de breakdance en el centro comercial Capitol, a donde acudían jóvenes de sectores acomodados y populares, que competían entre sí. Al principio el número de jóvenes de sectores populares no era tan alto y las competencias eran ganadas por ambos bandos, pero después, los jóvenes de sectores populares eran muchos más y empezaron a ganar todos los concursos, impulsados porque los premios eran dinero en efectivo. En venganza por sus derrotas, los jóvenes acomodados habrían empezado a realizar las cacerías”.

Una segunda posibilidad apunta a los descendientes de una élite política y económica acostumbrada a abusar de los otros con total impunidad: “Otras versiones señalan a hijos de militares y de funcionarios públicos – específicamente diputados- como los iniciadores directos de las cacerías Uno de los principales señalados es “el Chino Leal”, hijo del diputado Héctor Leal; también se menciona al hijo del diputado ultraderechista Skinner Klee, al hijo del Coronel de línea dura y ex ministro de la Defensa de Serrano Elías, Jorge Roberto Perusina, y a “el negro Sandoval” hijo de Mario Sandoval Alarcón, conocido líder anticomunista y señalado de dirigir varios escuadrones de la muerte durante los años de la guerra.El contacto cercano con funcionarios y militares les habría posibilitado acceder fácilmente a armas de grueso calibre (como AK- 47) y vehículos, así como la tranquilidad de no ser apresados por ninguna autoridad”.

Por último, Escobar Urrutia también apunta que estas “cacerías” podrían haber surgido espontáneamente por parte de “hijos de militares y de funcionarios públicos, buscando calmar su paranoia social y la de las élites ante el clima de inseguridad. Para ello se habrían apoyado en viejos esquemas y herramientas para resolver la conflictividad social del país. Esta especie de vigilantismo social habría sido el complemento perfecto a sus otras estrategias de seguridad de las élites como la transformación de sus áreas de habitación en fortalezas e islas aseguradas, y el incremento de sus gastos en seguridad privada”.

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película 1991, fotogram
El filme 1991 cuenta con jóvenes actores locales y la filmación se realizó en gran parte entre las zonas 1 y 2 de la Ciudad de Guatemala. Fotograma: Cortesía, 1991.

En este filme trabajan con jóvenes actores, algunos con más experiencia y otros que recién empiezan ¿Cuál fue la percepción de ellos sobre ese periodo de la historia reciente?

Empatizaron mucho con varios elementos. Una de las cosas fue que filmamos en el Colegio Chapero, de zona 2. Sabía que el colegio donde yo estudié no  lo iban a prestar para filmar, pero un amigo me contó que conocía al dueño de ese colegio y llegamos un día a preguntar y fuera de la oficina del director se me acerca un chico, Alejandro, y me dice ¿usted es el director de la película Distancia?, yo le digo, sí. Y me cuenta que en el colegio los llevaron a ver la película como parte de la Muestra de Cine Memoria, Verdad y Justicia, en las jornadas que hacían para los colegios. Y justo en el Colegio Chapero nos dieron el espacio y nos propusieron que tres chavitos del colegio también participaran, nos comentaron que habían tenido la oportunidad de discutir sobre temas del conflicto armado, pero que esta historia de las cacerías de breaks no las conocían, y que al comenzar a preguntar a sus padres les comenzaron a contar historias de ese periodo. Son chavos, pero son muy inteligentes, muy vivos, y se dan cuenta que las dinámicas violentas siguen existiendo de diversas formas.

Lo que comentabas de que muchas veces la forma en que nos relacionamos es por la violencia.

Los que tienen el poder les gusta ejercerlo a través de la violencia. El tipo que atraviesa el carro en el tráfico y te saca la pistola, no te va a disparar, pero le gusta demostrar que tiene la fuerza. Los que se van a pelear en un concierto de música pop, probablemente exacerbados por el alcohol. Yo creo que tuve mucha suerte de encontrar a este grupo de adolescentes muy muy inteligentes y muy críticos con la sociedad. Dentro de la ingenuidad, por así decirlo, de la edad, pero creo que ellos entendieron muy rápido que esas dinámicas tristemente han cambiado en su manifestación, pero en su esencia siguen allí, pues la impunidad sigue ahí.

Por último, veo que hay un esfuerzo por recrear la época, pero también por formar una memoria visual ¿cómo fue este proceso?

Sí, eso fue bastante positivo en festivales, no nos creían sobre cuánto costó la película, jaja así como que lo hubiéramos hecho sin tener profesionales para las escenas de acción. Hubo un esfuerzo colectivo por retratar mínimamente una época. Yo creo que eso es parte del valor del cine de ficción o documental, que te permite congelar  el tiempo en imágenes. Por ejemplo, hay una escena en que salen bailando break en el Centro Comercial Capitol y las maquinitas (consolas de videojuegos) están al fondo. Y estás maquinitas, ya no están allí. Cuando alguien vea esta película dentro de diez años verá un espacio que ha cambiado.

Es otro de los aportes del cine a la construcción de una identidad, siempre desde el aspecto crítico nunca complaciente, ni nada más nostálgico. Hace falta mucho por investigar y recuperar. la memoria visual (de Guatemala). No podemos pretender que una película cuente LA HISTORIA, sino que cada una pueda aportar visiones diferentes que enriquezcan nuestra visión. Lo positivo es que cada vez hay más propuestas, tenemos al año cinco o seis películas de ficción y un par de documentales, creo que el público tiene interés, pero todavía faltan los espacios de difusión. Al final es el desarrollo de una cultura audiovisual, o sea verse retratado de otras formas.

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