Joaquín Barnoya es director de Investigación y Docencia de la Unidad de Cirugía Cardiovascular de Guatemala. Considera que las medidas adoptadas para contener el avance del coronavirus en el país son adecuadas, pero que el sistema de salud no está preparado para enfrentar las consecuencias si estas se relajan.
−¿Considera que el Gobierno está tomando las medidas adecuadas para afrontar el coronavirus?
−En un principio yo diría que sí. La primera vez que habló el presidente, donde estableció medidas de distanciamiento social, cierre de comercios, etc, etc, creo que fue la medida correcta. Desafortunadamente, conforme ha ido avanzando la epidemia, esas medidas se han vuelto más ambiguas y cada vez hay más excepciones. Creo que empezaron por la ruta correcta, bien asesorados y, luego, creo que por presiones económicas, se han reduciendo las restricciones. El resultado de eso es que vemos el distanciamiento social cada vez más laxo.
−Por qué son tan importantes estas medidas para contener el virus?
−Ahora que estamos aprendiendo de las pandemias pasadas, el común denominador es un abordaje de salud pública, donde el distanciamiento social ha sido clave para contener las epidemias. Obviamente que las vacunas y tratamientos contribuyen, pero estos tardan en llegar. El distanciamiento social es lo que se debe implementar en la etapa temprana de cualquier pandemia.
−¿Cree que ha reaccionado bien el sistema de sistema de salud?
−Desde el punto de vista de salud pública, infraestructura en salud, ha funcionado de la clásica manera en la que reaccionan países donde el Estado es débil: son apaga incendios. Se están construyendo hospitales temporales sin abordar el problema de base, que es una estructura de salud pública fragmentada, con poco financiamiento y con escaso recurso humano. No estoy diciendo que los hospitales temporales estén mal, pero son un apagafuegos. No se está abordando la causa del asunto.
−¿Por qué hasta este momento se evidencia la deficiencia del sistema de salud?
−¿Sabe la analogía de la rana? Cuando uno quiere matar a una rana en agua hirviendo, uno mete la rana y la rana brinca. Pero si uno pone el agua tibia, y poco a poco va subiendo la temperatura, la rana se termina muriendo. Esto es lo que ha pasado con la epidemia de tabaco, con la epidemia de obesidad, con la epidemia del cáncer, de la enfermedad crónica. Estas enfermedades matan igual o más gente que ha matado el coronavirus, lo que pasa es que lo hacen despacio y nunca las hemos querido ver. En Guatemala no hay impuestos al tabaco, a las bebidas azucaradas, no hay una política nacional estatal de control de enfermedades crónicas, y estas, por cierto, son las principales causas de riesgo de muerte por coronavirus.
−Usted que trabaja en la sanidad pública, ¿cree que nuestro sistema está realmente preparado para recibir un alto número de población que necesite asistencia por complicaciones del coronavirus?
−Eso va a ser insostenible
−¿Están preparados, en cuanto a respiradores u otro tipo de equipo que se necesite?
−Es insostenible. Manejar un ventilador tampoco es cosa sencilla. Son pacientes que se complican, pacientes que todavía no estamos seguros de qué hacer y qué no hacer, cómo tratarlos y cómo no tratarlos. No sabemos qué interacción hay entre el coronavirus y la desnutrición. Sabemos que a los pacientes obesos les va peor, pero no sabemos qué va a pasar con los desnutridos porque en los países desarrollados donde ha pegado la epidemia no hay desnutrición, aquí sí. Esperemos que eso no sea un factor determinante. Pero ahora estamos cruzados de brazos, no tenemos la ciencia para responder a estas y otras preguntas.
−¿Cuál cree que es la mayor debilidad del sistema de salud pública guatemalteca para confrontar la COVID19?
−La falta de financiamiento e integración del sistema de salud. Esto ha tenido como consecuencia obvia la falta de confianza en el sistema de salud pública. Ahora no tenemos más opción que reinventar el sistema de salud pública para que recuperemos la confianza de tanto daño que nos ha hecho.
−Al inicio el presidente Alejandro Giammattei habló de centralizar toda la asistencia a los enfermos por coronavirus y que todos fueran atendidos en el Hospital de Villa Nueva y el Parque de la Industria. ¿Qué consecuencia puede tener si se autoriza a los hospitales privados atender los contagios?
−Aquí es muy difícil centralizar la asistencia, en un sistema de salud tan fragmentado. Tenemos primero el sistema público (el Ministerio de Salud), luego el Instituto Guatemalteco de Seguridad Social, IGSS, y por último los hospitales privados, que van desde Herrera Llerandi, Centro Médico, El Pilar, hasta sanatorios privados pequeños. Y es que la medicina privada en Guatemala no es una, tiene varios matices. Además de eso, le tenemos que agregar que muchas ONG son proveedoras de servicios de salud. Ese sistema fragmentado es muy complicado de gestionar y será un reto que el Gobierno siga reportado los contagios de coronavirus. Si aún en enfermedades como el cáncer, Guatemala carece de un registro nacional, imagínate con algo tan agudo que se está moviendo tan rápido como el coronavirus. Esto solo está poniendo en evidencia de manera aguda, algo que los que hacemos salud pública veníamos argumentando desde hace varios años. Cada vez se ha ido abandonando más la salud pública en favor de la privatización.
−¿Cree que hay un subregistro?
−Tienen que haber más contagiados, por eso lo importante es el distanciamiento social. Siempre va a haber subregistro, cuanto menos haya, mejor pero con nuestro sistema de salud no podemos usar el subregistro como una excusa para evitar el distanciamiento social. El subregistro debería ser una razón más para fortalecer el distanciamiento social.
−¿Por qué?
−Porque si usted tiene coronavirus pero está en su casa resguardada no pasa nada, se va a curar, se va a pasar, es una buena gripe. Y si se pone muy mal, se va al hospital de Villa Nueva o el Parque de la Industria, El presidente podría decir: “dada la limitada disponibilidad de pruebas con que contamos es todavía más urgente que el distanciamiento social sea estricto y voy a extender la cuarentena y el toque de queda”. Pero no es popular ni va con lo que la clase dominante necesita.
«Las pruebas son el enfoque individual de la medicina preventiva y en países tan fragmentados es muy difícil de implementar».
−¿Cree que se están haciendo las suficientes pruebas?
−Yo celebro que haya más pruebas, definitivamente. Pero las pruebas son el enfoque individual de medicina preventiva, que es muy caro, y en países tan fragmentados como el nuestro es muy difícil de implementar. Y más si la prueba da negativa, porque da una falsa sensación de seguridad, de que yo puedo salir a donde quiera, porque no estoy infectado. Entonces puedo hacer mi reunión, puedo salir de vacaciones, etc, etc. Con prueba o sin prueba, el distanciamiento social es lo único que ha funcionado. Políticamente, lo que vende es hacer pruebas. Lo menos popular es el distanciamiento social, la cuarentena y el toque de queda. Esto último es lo menos aceptable políticamente, y es a lo que menos atención le presta la clase política. Pero, cuando vemos las experiencias de los otros países, es lo que ha funcionado.
−Pero, ¿cómo pueden cumplir la población que no tiene recursos con lo que dictamina el presidente?
−Se ha puesto en evidencia que como sociedad hemos fracasado y que la mayor parte de la población sigue siendo vulnerable. Ahora recurrimos a lo clásico de buscar cómo reparar nuestra falta de compromiso con un Estado que propone medidas paliativas de solidaridad. Un Estado que hace donaciones, que da una caja que tiene pasta, aceite, arroz, incaparina a una familia a la que solamente le va a durar dos o tres semanas… ¿Qué viene después? Y lo que no hay es un reconocimiento ni una sola discusión sobre tener un Estado fuerte, con una red de soporte social importante donde el impacto sería menor y no tendríamos necesidad de estar haciendo campañas de recolección de víveres.
−Tampoco en Guatemala se puede asegurar el acceso al agua. ¿Cómo se pueden aplicar así las medidas de higiene?
−Ahora dicen “hay que comprar gel con alcohol al 70 por ciento para limpiarse”. Como pueden decir eso cuando más de la mitad de la población del país no tiene agua limpia entubada en la casa, sino que la tienen que ir a comprar a una tienda en una botella de plástico, eso es un fracaso en salud pública enorme. Ahora que el agua está hirviendo, la rana salta y está viendo donde consigue alcohol y gel.
−Teniendo en cuenta que el Estado no está preparado qué hay tanta población vulnerable, ¿pueden ser peores las consencuencasis para la salud de la carestía económica que las consecuencias del coronavirus?
−No las podemos separar, creo que van de la mano. Yo no soy economista, pero las consecuencias económicas van a ser devastadoras. Va a aumentar aún más la brecha entre ricos y pobres, y va a poner más en evidencia que Guatemala funciona como un estado feudal, que se maneja todavía como una finca, y que no hemos llegado ni siquiera a una etapa temprana de industrialización. Seguimos dependiendo de remesas, de exportación de café, azúcar y frutas, y se hará evidente que no nos hemos subido en una ola de investigación de ciencia y tecnología. Estamos sentados de brazos cruzados esperando a que alguien de algún lugar lejano venga con la vacuna y con el tratamiento, porque la inversión de Guatemala en ciencia y tecnología es de las más bajas del continente.
−¿Cómo reaccionaría el virus si se terminan las medidas de restricción?
-Las medidas de restricción se deberían de actualizar cada cinco días. Pero en Guatemala poner fechas límites a las restricciones cada dos semanas parece obedecer a decisiones tomadas bajo presiones económicas y no en evidencias científicas. China hasta ahora está empezando a quitar la cuarentena que se impuso desde enero; que por cierto los chinos tienen uno de los sistemas de vigilancia más exactos del mundo.
«Tenemos que volver a las bases de un Estado fuerte y eficiente».
−¿Cree que hay factores específicos del país que podrían hacer que no pegue tanto, como la baja tasa de adultos mayores o las altas temperaturas, con respecto a los países europeos?
−Esas son hipótesis hasta el momento. Que el clima acá favorece, que la densidad poblacional es menor, que hay más distanciamiento social… En Nueva York ─estaba leyendo─ hay 11,000 habitantes por kilómetro cuadrado, en ciudad de Guatemala andamos por 4,000 y pico por kilómetro cuadrado, ya eso nos da una ventaja de que hay cierto distanciamiento social comparado con Nueva york, que además recibe 20 millones de pasajeros en los aeropuertos. En Guatemala andaremos por los 50,000 viajeros. Esto son factores condicionantes que hasta cierto punto nos ponen en cierta ventaja. Yo no quiero decir ventaja, sino que debería ser más fácil para nosotros implementar el distanciamiento social.
−¿La baja tasa de población mayor de 65 años podría ayudar en Guatemala?
−Es otro de los factores. Sin embargo, hay casos complicados en jóvenes infectados, son menos pero los hay. La cuestión es abordarlos multidisciplinariamente. Como le mencioné, de todos, la mayor parte de los muertos o enfermos graves, tienen enfermedades de base: cáncer, diabetes, enfermedad renal crónica, insuficiencia cardíaca; pero también están los fumadores, un fumador tiene 13 veces más de posibilidades de enfermarse severamente o morir por coronavirus. De nuevo enfrentamos un abordaje unidimensional que sólo está apagando incendios. El Congreso, por su parte, podría venir ahora y de urgencia nacional decretar un aumento del 20 por ciento de impuestos al tabaco. Ahí aumenta la recaudación por tabaco, disminuye el tabaquismo y se reduce el número de gente que está en riego por coronavirus. Pero no sería una medida políticamente correcta. Entonces aquí es donde creo que el Gobierno debería de ser menos políticamente correcto y tomar decisiones que quizás no van a ser populares pero que van a beneficiar a la mayoría.
−Realmente algunas de las medidas adoptadas por el Gobierno, como restringir el transporte urbano, no han sido populares
−Tienes razón. A lo que me refería con políticamente correctas o incorrectas es lo que significa para la clase dominante, que sigue manejando todo como una finca, y que es la causa de que ni siquiera somos un país medianamente industrializado. Guatemala es un país que responde a intereses de determinadas empresas, y que además tiene una clase dominante particularmente retrógrada que no se da cuenta de que o empezamos a invertir en educación y salud o la finca se colapsa. Costa Rica es un buen ejemplo, ellos tienen la Caja Costarricense de seguro social donde todos están cubiertos económicamente, si aquí todos estuviéramos cubiertos por el IGSS sería más fácil implementar las pruebas, sería más fácil implementar medidas económicas y tendríamos un sistema de salud centralizado.
−Para eso todo el mundo tendría que tener trabajo formal.
−No solo trabajo formal, sino que la empresa privada estuviera de acuerdo en que el IGSS es un buen sistema, pero al contrario, están viendo como la privatizan. Las pocas cosas buenas que hace el IGSS, como la compra de medicamentos por medio de la OPS (Organización Panamericana de la Salud), las farmacéuticas están pendientes de deshacerlas para regresar a tener control sobre el botín de los medicamentos. Entonces aquí lo que tiene que haber es una reflexión seria, de que tenemos que volver a las bases de un estado fuerte y eficiente.
−Y después en el país hay muchas personas que evitan acudir al sistema de salud, ¿qué implicaciones podría tener esto con el coronavirus?
−Correcto. Históricamente ha habido una desconfianza en la salud pública en Guatemala. Por eso la gente no quiere ir al Parque de la Industria ni a Villa Nueva. Ahora con la pandemia creciendo a gran velocidad no hay una posición clara de las aseguradoras privadas, que digan en conjunto cuál es la respuesta que van a ofrecer. Estamos pues buscando el apoyo del Estado cuando nosotros mismos lo hemos llevado a la bancarrota y a su fragmentación con las políticas neoliberales que se han venido implementando en los últimos años.
(Lea aquí la entrevista “Debemos aprender a convivir con el virus de lo contrario vamos a pasar hambre”, al doctor comunitario Ismael Gómez)