El maíz tiene seis ancestros en todo el mundo, y dos de ellos -con un origen milenario- todavía existen en Guatemala. Este maíz silvestre, sin embargo, no se puede usar para la alimentación ya que no produce mazorcas, solo pequeños granos duros. Amenazados con desaparecer, hay esfuerzos que buscan rescatar a los “abuelos” del maíz.
Con entusiasmo y elocuencia insuperables después de día y medio de viaje por carretera, desde su natal Santa Ana Huista –municipio del departamento de Huehuetenango en la región nor-occidente de Guatemala, hasta el departamento de Jalapa en la región sur-oriental del país–, Venancio Samayoa Garza narró la historia sobre el origen de la Milpa de Rayo o Salik’, como en idioma maya popti’, se le conoce a uno de los dos parientes silvestres del maíz que crecen en Guatemala.
“Cuando era niño acompañaba a mi papá a cultivar. Una vez, estando en el campo, él vio a la Milpa de Rayo (Zea mays subsp. Huehuetenangensis) y me la presentó. Me dijo que se llamaba así, porque según la leyenda, un fuerte rayo impactó en el centro ceremonial del Cerro Mampil y en el agujero que dejó, salió una planta que crece muy alto y es bastante resistente e importante, porque de esta viene el maíz que comemos hoy en día”, dijo emocionado don Venancio, agricultor y actual guardián del área natural protegida: Parque Regional Municipal Cerro Mampil.
La versión de don Venancio concuerda con un texto que en 2022 recopiló el profesor Rubén González Guillén, el cual quedó plasmado en el Calendario 2024. Leyendas guatemaltecas sobre el origen del maíz. Esta publicación que está ilustrada con 16 pinturas originales al óleo, del artista comalapense Carlos Chalí Tuyuc, fue producida por el Consejo Nacional de Áreas Protegidas (CONAP).
De acuerdo con dicho texto, durante el invierno, brotó una planta en el sitio del cerro donde cayó el rayo. Esta se bifurcó en siete ramas, las cuales dieron semillas apiladas por doquier. Las personas de ese entonces guardaron las semillas, al año las sembraron, obtuvieron más cosecha y al tercer año, de cada mata salió un elote que se convirtió en mazorca. Fue así como nació el maíz, a partir de la Milpa de Rayo, de donde brotaron mazorcas de muchos colores. Los habitantes del cerro ya no volvieron a pasar hambre y repartieron su tesoro con otros clanes y les enseñaron a cultivarlo.
Tan valiosos como los antepasados humanos
La diferencia entre los ancestros de las personas y los de las plantas -–a los cuales se les llama parientes silvestres–, es que, a estos últimos, aunque tengan miles de años de antigüedad, sí es posible llegar a conocerlos y conservarlos.
Y de su conocimiento, protección y uso sostenible depende tanto la sobrevivencia de la especie vegetal, como la humana, sobre todo cuando se trata de especies comestibles, porque de esta manera se contribuye a la seguridad alimentaria de las presentes y futuras generaciones, explicó el investigador guatemalteco César Azurdia, Doctor en Genética por la Universidad de California, Davis, Estados Unidos.
Del maíz (Zea mays L.), planta que produce un grano de amplio consumo humano y animal, se sabe que Mesoamérica es la meca de origen y domesticación de sus parientes silvestres denominados teocintles, proceso que lleva unos 10 mil años.
Asimismo, existen dos teorías sobre dicho origen. La unicéntrica señala que el maíz se deriva de un teocintle anual de México, mientras que la multicéntrica apunta a cinco centros de origen, uno de ellos, en el occidente de Guatemala.
En cuanto a los cambios que se han dado de maíz silvestre a cultivado durante el proceso de domesticación están: la formación de una mazorca con varias hileras de granos sobre un eje conocido como olote, la cual está cubierta por hojas modificadas conocidas como tuzas; un grano más grande, de varios colores y comestible; y la presencia de un solo tallo con una mazorca.
¿Por qué interesarse por los antepasados de las plantas?
Los parientes silvestres generalmente se reproducen de manera natural, sin interferencia humana y al vivir en condiciones ambientales, algunas más extremas que las de las especies cultivadas, evolucionan continuamente para seguir adaptándose a su entorno. Esta situación influye en que presenten más diversidad genética que las especies cultivadas, porque en el proceso de domesticación solo se tomó una parte de la diversidad presente en las silvestres. Esta particularidad los convierte en reservorios genéticos activos, idóneos para cruzar distintas variedades de una misma especie vegetal y mejorar sus características (fitomejoramiento), para dar origen a plantas más resistentes y productivas.
Por ejemplo, los dos parientes silvestres del maíz que solo existen en Guatemala son: Zea mays subsp. huehuetenangensis y Zea luxurians. Estas plantas son en apariencia similares a la milpa actual. Sin embargo, no producen mazorcas, solo pequeñas hileras de granos bastante duros e imposibles de comer por el humano.
El primero crece en el departamento de Huehuetenango y es resistente a inundaciones, gracias a su capacidad de formar muchas raíces en la base del tallo. Mientras, el segundo, que se encuentra en los departamentos de Jalapa, Chiquimula y Jutiapa es resistente al calor y a la sequía.
“Aprovechar estas características a través del fitomejoramiento serviría para dar origen a plantas resistentes a los impactos del cambio climático en los campos donde se cultiven”, explica Azurdia, quien también es coordinador de la Cooperación Bioseguridad, entre el Centro Agronómico Tropical de Investigación y Enseñanza (CATIE) y el CONAP.
Importante paso para conservar: conocer
Muchas veces, en los países centros de origen de plantas que alimentan a la mayoría de la población mundial, pocos de sus habitantes saben de la riqueza natural con la que cuentan y de su impacto en el bienestar de la humanidad.
También, irónicamente, los países que en este caso, no son centros de origen del maíz, sí se encuentran entre los principales productores del grano. Según datos de la Organización para la Cooperación Económica y el Desarrollo, el mayor productor, consumidor y exportador de maíz a escala global es Estados Unidos.
Por eso, a los parientes silvestres es trascendental rastrearlos, identificar dónde están creciendo y estudiar su biología, porque se trata de las especies que dieron origen e hicieron posible, la versión que en la actualidad se cultiva de ellas. Contar con estos datos es crucial para los científicos, porque les permite hacer análisis de riesgo basados en información de calidad, a través de los cuales decidir si en esas zonas en la que aún crecen es posible o no sembrar Organismos Vivos Modificados (OVMs) y en qué condiciones.
En el caso de Guatemala, los sitios de origen y distribución de parientes silvestres de plantas deben tener trato especial cuando se realice el análisis de riesgo ante la posible introducción de OVMs, según se establece en el reglamento 65.06.01:18 de Bioseguridad de OVMs de Uso Agropecuario y que se implementa por medio del Acuerdo Ministerial No. 271-2019.
“Contar con datos científicos actualizados sobre dichas especies permitiría ofrecer argumentos basados en ciencia, en cuanto a las medidas de bioseguridad (uso seguro de recursos biológicos y genéticos) que el Estado guatemalteco tendría que implementar para responder a las responsabilidades contenidas en el Protocolo de Cartagena sobre Seguridad de la Biotecnología, del Convenio sobre la Diversidad Biológica, el cual Guatemala ratificó en 2003”, acotó Azurdia, quien obtuvo la Medalla Nacional de Ciencia y Tecnología en 2009, por sus aportes e investigaciones enfocadas en el uso sustentable de la biodiversidad guatemalteca.
“De ahí, que siendo Guatemala centro de origen de dos de los seis parientes silvestres que se reconocen del maíz, se debería implementar una normativa nacional que fomente su investigación, conservación y uso sostenible. La relevancia de que la ciudadanía en general y, sobre todo, los gobernantes conozcan y valoren esta información, radica en que además de representar un orgullo nacional, debería motivarlos a impulsar acciones para la conservación de las poblaciones de parientes silvestres que aún crecen en nuestro territorio”, comenta Azurdia.
El encuentro de los teocintles guatemaltecos
Para aportar su “grano de maíz” y predicar con el ejemplo, Azurdia organizó un intercambio de experiencias sobre el rastreo, identificación, estudio y conservación de los parientes silvestres o teocintles del maíz exclusivos para Guatemala: Zea mays subsp. huehuetenangensis y Zea luxurians.
El punto de reunión fue la Granja Experimental El Pinalito, del Centro Universitario de Sur Oriente (CUNSURORI) de la Universidad de San Carlos de Guatemala (USAC), situada en San Pedro Pinula, Jalapa y en la que hay unas parcelas experimentales con Zea luxurians.
Al encuentro asistieron estudiantes de agronomía, agricultores e investigadores de distintas instituciones académicas, centros de investigación y municipalidades, de dos de los cuatro departamentos donde se ha identificado la existencia de dichos parientes silvestres.
Entre las metas estaban que los participantes de la región huista (la cual además de Santa Ana Huista incluye los municipios de San Antonio y Jacaltenango, en Huehuetenango) identificaran las acciones que podrían replicar para proteger al pariente silvestre del maíz que crece en su territorio; y el establecimiento de una red de contactos para compartir información de acciones futuras vinculadas a la implementación de la Estrategia de Conservación y Uso Sostenible del Maíz Silvestre de Guatemala, elaborada por el CATIE-CONAP en 2023.
El ingeniero Jonathan Pitterson, de la Dirección General sur-oriente del CONAP, quien también forma parte del equipo investigador de los parientes silvestres del maíz, tuvo a su cargo informar sobre los antecedentes de la citada estrategia, su propósito y metas.
El ingeniero Sergio Menéndez Medina, consultor del CATIE para fomentar la conservación del Zea luxurians en Jutiapa, Chiquimula y Jalapa explicó que esta planta está distribuida en áreas que van desde los 600 a los 1,150 metros sobre el nivel del mar y crece en áreas abandonadas, a orillas de los caminos o en zonas con vegetación secundaria.
También comentó que efectúa una investigación para determinar las características químicas, rendimiento forrajero y parámetros de germinación de la planta, entre otras, porque planta podría ser una buena opción para alimentar al ganado vacuno, y de ser así, resultaría más fácil convencer a los agricultores de que no la eliminen cuando la encuentren creciendo en sus campos de cultivo, lo cual coadyuvaría a su conservación y uso sostenible.
Sin embargo, debido a que los parientes silvestres del maíz se confunden con maleza y por el momento a los agricultores no les genera ganancia económica dejar que crezcan en sus parcelas, tampoco están interesados en conservarlos. Esta situación, aunada al cambio de uso del suelo, el empleo de herbicidas y la quema de vegetación está mermando las pocas poblaciones de los dos parientes silvestres del maíz que aún hay en Guatemala, añadió Menéndez.
De hecho, con base en colectas de la especie Zea luxurians, que datan de 1939 a 1994, se sabe que las 25 poblaciones de las que estas procedían ya no existen.
De las 15 localidades que el CONAP identificó en 2014 del Z. mays sub huehuetenangensis tampoco queda ni una. “Las poblaciones de ambos parientes silvestres están en declive”, dijo con preocupación Azurdia.
Un rayo de esperanza
Luego de varios años y múltiples andanzas, Venancio volvió a ver la Milpa de Rayo y recordó el relato de su padre. Por eso, decidió rastrear dónde más podría estar creciendo y buscó ayuda para lograr que más personas de su comunidad la conocieran y ayudaran a conservarla.
Según investigaciones del CONAP, la Milpa de Rayo crece en áreas que van desde los 743 a los 1,750 metros sobre el nivel del mar, y es posible encontrarla a orillas de terrenos de cultivo, de carreteras o entre parcelas donde se siembra maíz.
Gracias a su interés en impulsar la conservación de esta planta, Venancio consiguió el apoyo del ingeniero agrónomo José Demetrio Lemus Guillén, quien trabajó en la Municipalidad de Santa Ana Huista como Director Agroforestal y de Medioambiente. Juntos desarrollaron una estrategia de conservación, la cual incluyó que en las escuelas del municipio se enseñe al alumnado sobre la existencia de la planta y se practiquen actividades pedagógicas para que aprendan a valorarla.
Otra de las acciones promovidas fue la siembra de la Milpa de Rayo en el vivero municipal y, en la actualidad, también está siendo cultivada en huertos familiares y hasta en un área especial del parque central de la localidad, como un homenaje a su relevancia para la alimentación mundial.
Asimismo, investigaciones de campo realizadas por personal del CONAP, entre 2021 y 2022, reportan el hallazgo de seis nuevas localidades en las que está creciendo la Milpa de Rayo: uno, en el Parque Regional Municipal Cerro Mampil, primera área protegida en Guatemala que apoya la conservación del hábitat de un pariente silvestre, en este caso, del maíz; y el resto está en lotes, parcelas y jardines de Santa Ana Huista.
Del Zea luxurians encontraron tres nuevos sitios en Jutiapa; uno en Chiquimula y dos en Jalapa.
Se espera que luego de este intercambio de experiencias, los participantes logren impulsar en sus comunidades la conservación de los parientes silvestres del maíz.
Sin embargo, como afirmó Azurdia: “es tarea de todos los guatemaltecos hacer conciencia de que el maíz es un cultivo de importancia mundial, que debe ser conservado tanto en áreas protegidas como en bancos de germoplasma, porque en ellos se encuentra el acervo genético para mejorar las plantas que se cultivan en la actualidad. Y me atrevo a asegurar, que lo que más le ha dado Guatemala al mundo es maíz”.