Mujeres mayas de la Cuenca del Lago de Atitlán transforman el vidrio en productos reutilizables para cuidar el agua, generar empleo y promover una economía circular.
En la Cuenca del Lago de Atitlán, Sololá, las mañanas empiezan con el sonido del vidrio entre las manos. No es basura. Para las mujeres de la Cooperativa Atitlán Recicla, cada botella representa una oportunidad: de proteger el lago, de llevar un ingreso a casa y de demostrar que los residuos también tienen segundas oportunidades.
La marca ecológica Surusic, que significa circular en kaqchikel, lleva en su nombre la esencia de lo que hacen: cerrar el ciclo del desecho, para abrir paso a nuevas oportunidades.
Nació como respuesta a una necesidad ambiental urgente: la contaminación por residuos sólidos en la Cuenca del Lago de Atitlán, y a una necesidad social profunda por la falta de empleo y de oportunidades para las mujeres y reconstruir sus propias historias ya que, ademas de contar con una fuente de ingreso, con sus actividades redefinen sus roles en la comunidad.
Te recordamos esta nota:
Hoy, la cooperativa recupera y recolecta materiales reciclables y a la vez transforma botellas de vidrio en vasos, floreros y velas. El vidrio ya no es un desecho: es un producto útil, duradero y amigable con la tierra además de nuevos objetos que vuelven a tener vida.
Red que nace en casa
Atitlán Recicla ha implementado rutas de recolección en 13 municipios y cinco aldeas alrededor del lago, con el apoyo de promotoras ambientales que, en conjunto con las mujeres recicladoras, realizan la labor en las comunas.
Desde hogares, escuelas, tiendas de barrio, comercios y restaurantes, recuperan materiales como PET, papel, cartón y, especialmente, vidrio. Este último, por su durabilidad e inocuidad, es una de las mejores alternativas frente al plástico desechable.
“Cada mes recolectamos mil 400 quintales de materiales reciclables. Ya hemos recuperado más de 2 mil 500 toneladas métricas desde que empezamos”, cuenta Darlyn Salguero, coordinadora de la cooperativa.

Además, 64 mujeres operan en microcentros y centros de acopio, y más de 900 han sido beneficiadas desde el 2021, tanto con oportunidades para generar ingresos como participando en talleres de formación para fortalecer sus capacidades en distintos ámbitos.
Desde hogares, escuelas, tiendas de barrio, comercios y restaurantes, recuperan materiales como PET, papel, cartón y, especialmente, vidrio. Este último, por su durabilidad e inocuidad, es una de las mejores alternativas frente al plástico desechable.
De basura a valor agregado
Aunque el mercado para vender material reciclado es aún bajo, Surusic busca darle una segunda vida al vidrio con valor agregado. Es decir, no solo lo recolectan: lo cortan, lo pulen y lo convierten en objetos con historia. Esta transformación es también simbólica: lo que antes se veía como desecho, hoy es símbolo de lucha y resiliencia.
Surusic es la primera marca de productos reciclados impulsada por mujeres recicladoras en la región. En cada pieza, llevan consigo su lengua, su identidad y su deseo de un Atitlán limpio.
Por su parte, Atitlán Recicla, cuando se formalizó en 2021 se convirtió en la primera cooperativa de mujeres recicladoras de Centroamérica.

El vidrio reciclado es protagonista en esta historia. No solo por ser un material inerte y reutilizable, sino porque ha sido, en muchos sentidos, el punto de partida para resignificar lo que antes era visto como desperdicio.
“Con Surusic damos una segunda oportunidad al vidrio. Lo seleccionamos, lo lavamos, marcamos, cortamos y pulimos creamos nuevos productos con valor agregado”, explica Salguero
En los pequeños talleres se crean vasos, floreros y velas, con la meta de expandirse a nuevos mercados. Esta transformación permite no solo reducir la contaminación, sino también buscan oportunidades para generar ingresos para satisfacer sus necesidades.
Economía circular con identidad
La marca Surusic no solo habla de reciclaje, sino también de cultura, idioma y dignidad. Nombrarla, en kaqchikel, significa circular, como dice Salguero, “un acto de afirmación cultural”.
Ahora busca expandirse también con materiales como plástico PET.
Todo el proceso parte de una clasificación domiciliarby constante, lo que permite separar los materiales desde la fuente: casas, escuelas, tiendas. La comunidad juega un papel esencial para que este sistema funcione.
El modelo se sostiene sobre dos pilares: el ambiental, que busca preservar el lago, y el social, que empodera a las mujeres.
Para el ingeniero ambiental César Barrientos, el vidrio representa una alternativa ambiental sólida frente a otros materiales, siempre que se maneje adecuadamente. “Prácticamente no es desechable, puede ser reutilizado y, si se descarta por rotura o sustitución, puede reciclarse varias veces sin convertirse en un desecho contaminante del medio ambiente”, explicó.
Material ideal
Desde un enfoque técnico de sostenibilidad, Barrientos considera que el vidrio es un material ideal dentro de la economía circular. A diferencia de muchos plásticos, que solo pueden reciclarse unas pocas veces o no son reciclables en absoluto, el vidrio mantiene su calidad y puede reutilizarse o reciclarse múltiples veces como materia prima.
Además, añade que “a diferencia de otros materiales como el cartón o el plástico, que se deterioran o ensucian fácilmente, el vidrio conserva su integridad para ser reciclado adecuadamente”.
El especialista también advierte sobre el impacto de no reciclarlo: aunque no es biodegradable y no se diluye en cuerpos de agua —por lo que contamina menos que otros residuos—, los vidrios rotos representan un riesgo para las personas que manipulan residuos, como los segregadores o recolectores.
Esta nota es producto del Diplomado Fundamentos de la Conservación de la Naturaleza, apoyado por la Fundación Luis von Ahn y Defensores de la Naturaleza, coordinado por Laboratorio de Medios. Los autores son los responsables del contenido.