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Ana Chén, originaria de El Estor, Izabal, comparte en esta entrevista sus vivencias y la complejidad que enfrenta cada día en la capital al hablar su idioma materno, el q’eqchi’. Foto/Edwin Bercián.

Ana Margarita Chén: “Hablar mi idioma en la ciudad es una forma de resistencia”

Hablar un idioma maya en la ciudad es un reto cotidiano, una forma de resistencia frente a la discriminación y el racismo estructural. Ana Chén, originaria de El Estor, Izabal, comparte en esta entrevista sus vivencias y la complejidad que enfrenta cada día en la capital al hablar su idioma materno, el q’eqchi’.

Guatemala es un pais con gran diversidad lingüística. Según el Instituto Nacional de Estadística (INE) y la Academia de Lenguas Mayas de Guatemala (ALMG), en el país conviven 25 idiomas: 22 mayas, además del garífuna, xinka y español. 

Sin embargo, en la Ciudad de Guatemala, donde el castellano es el idioma dominante, hablar y practicar una lengua maya no siempre es posible. Para quienes migran desde comunidades indígenas, comunicarse en su propio idioma puede convertirse en un reto cotidiano.

El país reconoció oficialmente esta diversidad en 2003, cuando el Congreso aprobó la Ley de Idiomas Nacionales (Decreto 19-2003). La norma subraya que los idiomas son parte esencial de la identidad nacional y obliga al Estado a garantizar su uso en la educación, la salud, la justicia y otros servicios públicos.

Ana Margarita Chén es comunicadora indígena, intérprete y traductora maya q’eqchi’. Actualmente se desempeña como productora de radio en la Federación Guatemalteca de Escuelas Radiofónicas (FGER) y es presidenta de la junta directiva de la Radio Comunitaria Xyaab’ Tzuultaq’a, en El Estor.

Es maya hablante, maya q’eqchi’, originaria de El Estor, Izabal. Vive en la Ciudad de Guatemala desde 2019 y comparte su experiencia sobre lo que significa comunicarse en su idioma materno en un entorno urbano, las dificultades que enfrenta para hacerlo y cómo la discriminación impacta tanto en el uso de su idioma como en el porte de la indumentaria.

¿Desde cuándo vives en la Ciudad de Guatemalas?

— Relativamente he estado desde hace 4 años, trabajando en comunicación y en temas de traducción. Mi labor también busca que el idioma no muera, que no se desvanezca, y que podamos rescatar no solo la lengua, sino también las prácticas ancestrales que nos inculcaron nuestros abuelos y abuelas. De cierta manera, es una forma de resistencia.

¿Qué significa para ti hablar q’eqchi’ en la ciudad?

— Hay una diversidad de idiomas, pero específicamente hablar q’eqchi’ en la ciudad de Guatemala se vuelve complejo de cierta manera.Por ejemplo, en un centro comercial no me atienden en mi idioma materno. En otros espacios tampoco puedo usarlo, porque puede que yo sea la única hablándolo o que haya otras compañeras y compañeros usando distintos idiomas. Entonces, me veo en la obligación de no hablarlo todos los días.

Solo cuando me encuentro con otras compañeras, amigas o paisanas, compartimos y conversamos en nuestro idioma. Mientras tanto, utilizo únicamente el castellano, porque no existen espacios donde pueda decir: “Voy a ir a compartir porque allí hablan mi idioma o practican mis costumbres”. En la ciudad esta situación es bastante compleja.

¿Cómo describirías esa experiencia?


 Como lo mencionaba, de cierta forma ha sido una situación que se vive como un choque. Llega una mujer mayahablante a la ciudad y no se encuentra con otra mujer que hable su mismo idioma. Eso se siente como un golpe, ¿no?. Un golpe al pensar: “¿Con quién voy a compartir, con quién voy a platicar, con quién voy a practicar mi idioma, con quién voy a bromear?” Porque eso es parte de nuestra cotidianidad: platicar, compartir desde nuestros idiomas. Pero estando aquí no existe esa oportunidad.

Muchas personas quizá desean venir a la ciudad porque piensan que es fácil estar acá, pero tampoco tienen esa oportunidad de encontrarse con otra persona mayahablante, compartir y conversar. Eso es muy complicado porque, aunque habemos muchos mayahablantes en la ciudad, estamos dispersos.
Algunas compañeras trabajan en restaurantes, otras en hoteles o en casas particulares, pero no hay un espacio donde una pueda decir: “Voy a ir a tal lugar a compartir, a platicar, a conversar en mi idioma.” Esos lugares de concentración para los mayahablantes no existen.

Por eso, como lo decía antes, se ha vuelto muy complejo.

¿Te han hecho comentarios positivos o negativos por hablarlo?

– Bueno, creo que los mensajes positivos o las aportaciones constructivas se reciben más en los espacios que se van construyendo: en el lugar donde uno trabaja o comparte con otras personas. Ahí es donde surgen los mensajes positivos.

Las cosas negativas, en cambio, las encontramos todos los días en las calles. Portar nuestra indumentaria no siempre nos da seguridad, porque al hacerlo, las personas notan que no somos de la ciudad. Por motivos de seguridad, muchas veces me veo en la obligación de usar pantalón y blusa en lugar de nuestra indumentaria tradicional.

Por ejemplo, si voy a zonas más lejanas, prefiero vestirme así porque no conozco el lugar y no me conocen. No es que no queramos usar nuestra indumentaria, sino que lo hacemos también para protegernos. En el caso de las mujeres, esto es más complicado que para los hombres.

Sin embargo, cuando estamos en lugares seguros, portamos nuestra indumentaria con orgullo, seguridad y alegría, porque forma parte de nuestra cotidianidad, de nuestra existencia y de la herencia que nos han dejado nuestras abuelas y abuelos.

En cuanto a los mensajes negativos, podría mencionar muchísimos: son racistas y discriminatorios. Por ejemplo, nos llaman “María” solo por nuestra vestimenta, aunque ese no sea nuestro nombre. Esto refleja cómo la discriminación y el acoso son parte de nuestra realidad cotidiana: no respetan un “no” ni un “sí”, y lamentablemente esto ocurre por la estructura discriminatoria del país.

Justo por eso, en la ciudad muchas veces no se respeta nuestra identidad ni nuestro derecho a expresarnos.

¿Creés que en la ciudad se respeta el uso de los idiomas mayas?

– Vivir en la ciudad y ser respetada como mayahablante es un tema muy complejo. No puedo compartir en mi idioma, no puedo pedir las cosas en mi idioma, no puedo decir: “Bueno, ya amaneció, voy a compartir con los compañeros o con los vecinos”.

Acá no existe ese tipo de convivencia. No puedo simplemente salir a la banqueta a sentarme y platicar con alguien, como ocurre en las comunidades.

Si hablamos de respeto hacia el idioma materno, en la ciudad prácticamente no existe. No hay una convivencia con enfoque bilingüe, y no se respeta porque, si quiero platicar, pedir algo o comprar algo, nadie me responde en mi idioma.

El respeto verdadero implica compartir, interactuar e intercambiar. Y esa base fundamental para respetar el idioma no existe acá. Nadie me va a responder en mi idioma si voy a la tienda, por ejemplo, como sí ocurre en mi barrio, en mi comunidad o en el mercado.

Aun así, seguimos buscando maneras de crear espacios que rescaten y fomenten el respeto hacia los idiomas mayas, especialmente hacia el q’eqchi’.

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¿Qué representa para ti hablar tu idioma aunque estés lejos de tu comunidad?

-Salir de la comunidad del pueblo, de cierta forma, también nos causa tristeza. Dejar a mamá, a papá, nuestras siembras, cultivos, animales; desvincularnos del compartir diario con nuestros vecinos; perder esa conexión con la madre naturaleza, el caminar todos los días o ir a ver el lago. Yo soy de Izabal, del Estor, y el vínculo con el lago es muy importante.

Al estar lejos, esa conexión se va perdiendo poco a poco. Nos desvincula porque estamos lejos de mamá y papá, pero al mismo tiempo nos fortalece: nos enseña a adaptarnos, a aprender y desaprender de cierta manera. Son muchas las cosas que afectan nuestra estancia en otro lugar.

Por ejemplo, cambia nuestro tipo de alimentación y nuestra cotidianidad. No es lo mismo levantarse a las 5 de la mañana en la comunidad para hacer los oficios y luego trabajar, que vivir en la ciudad, donde hay tráfico, cambios en los horarios de comida y muchas otras modificaciones en la rutina.

Sí, hay dificultades al vivir lejos de nuestro lugar, especialmente en la ciudad, porque muchas de las cosas que fortalecen nuestro compartir con la familia y la madre naturaleza se pierden.

¿Por qué es importante seguir hablando q’eqchi’?

– Creo que la importancia de seguir hablando q’eqchi’ radica en que desde que nos engendran nos hablan en nuestro idioma. Nos dan la comida cuando empezamos a comer, nos enseñan a caminar y a hablar, todo en q’eqchi’.

Creo firmemente que el idioma q’eqchi’ se debe trabajar arduamente para que prevalezca y no se deteriore. Afortunadamente, aún hay población mayahablante en los departamentos de Alta Verapaz, Petén, Quiché e Izabal. También se habla en nuestro vecino país, Belice, donde hay comunidades q’eqchi’.

Hablar q’eqchi’ siempre será importante. Aun hablando de números, hay un gran porcentaje de mayahablantes q’eqchi’ en el país. La migración también ha llevado el idioma a otros lugares, y muchos hermanos y hermanas fuera del país siguen transmitiéndolo a sus hijos, dejando esa semilla viva: “Mi hijo o hija nace, hablamos q’eqchi’”.

Es algo que tenemos y nadie nos lo puede quitar. Nadie puede decirnos: “Te voy a quitar el idioma o el conocimiento”. En algún momento de la historia nos obligaron a dejar de hablar nuestro idioma, pero no lo hemos hecho. Seguimos en la lucha y en resistencia, diciendo: “Somos mayahablantes q’eqchi’. Seguimos reproduciendo nuestro idioma. Seguimos siendo q’eqchi’”.

Entrevista completa: Hablar un idioma maya en la ciudad

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