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Como esperando abril

No existe una escuela para ser padre, nadie nos dice como serlo. Pero me enfoque por ser uno bueno, no el mejor, pero si un buen papá. 

Y por fin llegó la fecha que tanto esperaba desde hacía varios meses. Un día despejado, con un cielo celeste, así comenzaba todo. Era abril, no había duda alguna de eso.    

Para esa fecha habíamos preparado varias cosas: ropa de recién nacida, una maleta con lo necesario, casi todo estaba preparado milimétricamente. Partimos hacia el hospital, una hora de camino en carro. Llegamos a eso de las 11:00 de la mañana, a partir de ese momento empezaban los minutos más desesperantes de mi vida, no todos los días se es padre y menos por primera vez. Ese día me tocaría a mí.  

Logramos comprar un carro, el primero, era una Honda Civic color gris, un gris ya muy desgastado. El baúl se llenó de termos con café y té, ropa y más ropa, casi íbamos preparados para la guerra. Porque para ir a la guerra se necesita valentía, eso me han contado quienes han estado en una. Para ese nacimiento también había otros preparativos, carteles de bienvenida, y varias prendas pequeñas, muy pequeñas. 

A las afueras del Hospital Regional de Occidente yo no era el único en esperar alguna noticia. En ese lugar conocí a varias personas de varios lugares que llevaban consigo equipajes improvisados, ropa, termos con café y una buena cobija para pasar la noche. Ese hospital es muy cotizado, muchas personas viajan desde sus comunidades para que les atiendan, muchos dicen que está muy bien equipado. Yo en las afueras esperaba a que mi compañera y mi hija fueran atendidas de la mejor manera. Siempre hay un leve temor por ser atendido en los servicios públicos de salud de Guatemala. Y en un nacimiento cada segundo cuenta.    

El reloj marcaba las 15:25. Fue un encuentro rápido, fui la segunda persona en conocerla. La tuve en mis brazos menos de 10 segundos, y pum se la llevaron de nuevo, antes de devolverla le conté los dedos de las manos y de los pies, todo estaba completo. Pero había un problema.

Desde la primera vez que la miré mi vida dio un giro repentino, automáticamente. Esa tarde me acompañaban varias personas muy cercanas a la familia, mi hermano estaba allí. A mí se me fue el habla, solo podía llorar, era un llanto de alegría y me dijo “eso es normal vos”, yo solo podía llorar. Él ya había tenido la experiencia de ser padre, yo iba por mi primera vez, las palabras me hicieron falta, no podían salir. 

Yo permanecí todo ese tiempo en la puerta del hospital, esperando que me llamaran, es una angustia, puede ser una buena o una mala noticia la que se puede recibir, no hay que despegarse de la puerta ningún segundo.  

Esa tarde el sol estaba furioso. El asfalto parecía un enorme espejo. Y yo ya era papá. Se venían horas difíciles.   

Esa noche del nacimiento permanecimos yo y mi hermano en las afueras del hospital, dormimos por ratos en ese carro gris, por ningún momento nos podíamos despegar de la puerta había que estar al pendiente de recibir buenas o malas noticias. Tenia que estar preparado para cualquiera de los escenarios, siempre me he mentalizado eso, estar preparado. 

Las noches en Xela son frías y no importa el mes, puede ser un frio aterrador de enero, o un frio monstruoso en abril, ese lugar siempre es una nevera encendida.   

Ya muy de madrugada apareció un grupo de religiosos a regalar café con pan, no era la primera vez que lo hacían. Todos parecían hormigas por ir a recibir ese obsequio, a nadie le cae mal una taza de café en una madrugada en Xela. Las esperas en los centros médicos no son mis favoritas, me han tocado momentos duros, pero siempre he estado allí, esperando el peor o el mejor de los escenarios. 

Ver el amanecer es espectacular. 

«La tuve en mis brazos menos de 10 segundos, y pum se la llevaron de nuevo, antes de devolverla le conté los dedos de las manos y de los pies, todo estaba completo. Pero había un problema». 

A mi hija la volví a ver hasta la mañana del día siguiente, en esa visita ya me explicaron las complicaciones, bajo peso al nacer, y eso no es cosa menor, la podía sostener bien juntando ambas manos acomodando su cabecita en una y los pies en la otra. Los recién nacidos con bajo peso al nacer tienen retos por delante en las primeras semanas de vida, y sí, las semanas siguientes fueron apocalípticas. Pero yo estaba allí, así como me lo prometí desde el primer momento que supe que iba ser padre. 

A los pocos días a mi hija le hice una técnica llamada mamá canguro, pero esta vez sería papá canguro. El método se basa en el contacto piel con piel entre madre y bebé y según varias investigaciones se ha demostrado que es una de las prácticas más efectivas para salvar a recién nacidos en riesgo.

En un país donde los hombres desde la infancia deben reprimir sus emociones, ser padre es sinónimo de irresponsabilidad, desentendimiento y falta de afecto. Siempre me he planteado tantas preguntas en el camino de una paternidad responsable, pero vuelvo al comienzo, no hay una escuela, nadie nos enseña a ser padres, aquí vamos aprendiendo en el camino con cariño y ternura. 

Al tercer día regresamos a casa, el trayecto de vuelta fue diferente, maneje durante una hora sin decir tantas palabras. El impacto de ser padre por primera vez sigue moviendo cosas internas. Ahora se venían momentos difíciles, pero de esos no me quiero acordar ahora. 

Abril.  

Recordar aquellos días me viene de golpe la canción de Silvio Rodríguez: como esperando abril, la tarareo ahora mismo. En ese mes nació mi hija en los primeros días. Abril siempre había sido un mes aburrido, pero ahora llegaba con otro sabor, con otros motivos.

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