NARRATIVA – INVESTIGACIÓN – DATOS

Coyotes: ¿Guías comunitarios o criminales?

En Guatemala los “coyotes” son sancionados hasta con 30 años de prisión por transportar a personas con destino a Estados Unidos de manera ilegal. Pero en las comunidades del altiplano guatemalteco son vistos como líderes comunitarios. Especialistas ven que con el tiempo pasaron de ser guías comunitarios a formar parte de estructuras criminales de las cuales no tienen control. 

Cuando Sandra decidió que quería viajar a Estados Unidos, empezó a buscar un coyote, el mejor. Esta mujer de Totonicapán no quería fallar en el intento y antes de decidir por quién, tomó en cuenta algunos criterios. El más obvio: poder pasar de manera rápida y segura. Otro criterio fue que en el desierto no se hubiera muerto nadie. Otro fue que fuera un coyote con experiencia. Pero para ella lo más importante fue la corazonada: ese sentimiento que da seguridad y buen augurio. 

Para Sandra el mejor fue un hombre que no pasa de los 50 años, con muchos éxitos en el trayecto, más de 30 años viajando y sin ningún muerto que le espante el sueño ni algún extraviado en el desierto. Esa fue la carta de presentación que le dio a Sandra y ella le creyó. 

El coyote que la llevó a Estados Unidos es de su comunidad. “Lo conocí por su liderazgo y participación en la comunidad. Ayuda a las personas cuando lo necesitan, además se involucra en varias actividades locales. Después me enteré de que era coyote. Pero de donde soy, él no es el único, hay varios; pero no lo andan gritando a los cuatro vientos”, dice.

Sandra logró coordinar un encuentro con el coyote en el parque central de la cabecera municipal de Totonicapán. Salió una madrugada, desde Cuatro Caminos. Algunos días se movió dentro de un tráiler, otros en camión, otros caminando y algunos en vehículo. El trayecto se prolongó por 35 días hasta que por fin logró llegar hasta los Ángeles, en California, lugar en el que se encuentra actualmente. 

El coyote que la llevó no fue el mismo en todo el trayecto. Durante el viaje ella conoció a seis. En cada punto de llegada había una nueva persona, y se fueron pasando la estafeta hasta llegar al destino final. Algunos fueron amables, otros no tanto. Pero, a fin de cuentas, Sandra dice: “durante el viaje para ellos no somos personas, somos mercancías y también la mercenaria hay que cuidarla”.

Para cruzar México Sandra utilizó una credencial falsa que le dio el coyote. Un documento que dejó tirado antes de pasar para Estados Unidos, pero eso le garantizó un aire de tranquilidad durante el paso por tierras aztecas. Sandra no es su nombre verdadero, pero la credencial que le dio el coyote decía eso. Por más de 35 días la llamaron así. 

Sandra está agradecida con el coyote, ella dice que él le dio una nueva oportunidad para mejorar su vida, construir una casa, comprar un carro y unos terrenos. Es lo que tiene en mente. Pero antes que suceda todo eso debe terminar de pagar la deuda del viaje. 

“Ellos (los coyotes) son personas que nos ayudan y dan un servicio a los que tenemos sueños y metas que cumplir”, dice esta mujer migrante. 

«Ellos (los coyotes) son personas que nos ayudan y dan un servicio a los que tenemos sueños y metas que cumplir», dice esta mujer migrante.

El lugar de las despedidas

Cuatro Caminos, el punto desde donde salió Sandra, está en el municipio de San Cristóbal Totonicapán, a 185 kilómetros de Ciudad de Guatemala. Es el lugar donde los coyotes comúnmente citan a sus clientes. Un punto de encuentro pero también de despedidas y lágrimas.

Tiene un aspecto desordenado: un paso a desnivel en construcción, un enjambre de tiendas pequeñas, una gasolinera Shell, varias champas donde se pueden comprar desayunos, almuerzos, una cena a precios cómodos, o una bolsa de shecas de la localidad y una taza de café o chocolate. Aparentemente a ese lugar no le hace falta nada.   

Su nombre hace justicia a las cuatro carreteras que allí se ven: una que va para la cabecera departamental del lugar (Totonicapán) otra para Quetzaltenango, otra para Huehuetenango y la última para Ciudad de Guatemala. El lugar es importante. 

No es extraño encontrar a un nicaragüense, hondureño o salvadoreño pidiendo una ayuda para reunir lo suficiente para poder seguir su trayecto a Estados Unidos o para regresar a su país de origen.

En ese lugar está Mari. Ella tiene 60 años, 35 de ellos ha vendido desayunos, almuerzos y refacciones. Prende el fuego a las 4am y se alarga hasta las 5pm. “Hoy no he visto algún coyote, pero hay días que son varios y se ponen por allí, ¿ve?”, dice mientras señala una tienda pequeña de color azul. “Se hacen gestos entre ellos y en un abrir y cerrar de ojos se van. Quizás por eso les dicen coyotes, porque desaparecen rápido”, cuenta.  “Antes habían más coyotes” dice Mari, quien le da vuelta a unos tamalitos de masa que se van tostando a ritmo pausado. Al café le pone azúcar y de vez en cuando grita: “¿Qué va a desayunar, jefe?” 

Cuatro Caminos, el punto desde donde salió Sandra, está en el municipio de San Cristóbal Totonicapán, a 185 kilómetros de Ciudad de Guatemala. Es el lugar donde los coyotes comúnmente citan a sus clientes. Un punto de encuentro pero también de despedidas y lágrimas. (Foto: Edwin Bercián)

“Lo que hace el Gobierno con los coyotes está mal, los están persiguiendo y metiendo presos. Ellos un favor están haciendo al llevar a nuestra gente a Estados Unidos y poder prosperar, porque aquí, olvídese, aquí ya no se puede”, asegura Mari. 

Pero los coyotes cobran, entonces no es un favor, se le cuestiona. Mari voltea, se molesta y responde: “Es un favor, ellos se arriesgan. Además, aquí, dígame: ¿cómo podemos prosperar?”. 

Mari cuenta que muchos de sus colegas que vendían comida en los puestos parecidos al que ella tiene se fueron para Estados Unidos. El confinamiento causado por la pandemia provocó una crisis en el gremio. Lo mismo pasó con los atiempadores, los ayudantes de autobús. 

Jorge es uno de ellos. Conoce el horario de las camionetas, sabe las rutas de cada una. Ahí en ese lugar está parado gritando, ¡Para Xela! ¡Para Huhue! ¡Para Toto! ¡Para Momos! ¡Para San Paco! ¡Para San Marcos! O ¡para Guate!

Su primera jornada comienza a las 3am. Jorge cuenta que los coyotes cierran tratos casi enfrente de él, a veces le dejan alguna propina. “Los coyotes están aquí de madrugada. Esperan a su gente y se van, pasan a veces un mes o más y no los vemos, luego en alguna madrugada aparecen de nuevo para desaparecer después”, cuenta Jorge. 

Marcos Coy es un comerciante de Totonicapán que también se encuentra en Cuatro Caminos. Él explica con palabras básicas y nada complejas que los coyotes hacen un favor. “Ellos cumplen una misión que los gobiernos no hacen”, dice.  

“la gente se va, y se va seguir marchando, pero es por la pobreza, por tanto corrupto, tanto ladrón en el país. Entonces realmente los coyotes, sea como sea, son una solución a nuestros problemas económicos”, dice Coy, comerciante de Totonicapán. 

“la gente se va, y se va seguir marchando, pero es por la pobreza, por tanto corrupto, tanto ladrón en el país. Entonces realmente los coyotes, sea como sea, son una solución a nuestros problemas económicos”, dice Coy. Además, sostiene que el coyote no va de casa en casa a decir: “vámonos para Estados Unidos”. Es al revés, son los comunitarios que quieren viajar quienes van a buscar a los coyotes. 

Coy explica que tiene un hijo que se fue hace 15 años a Nueva York. Durante los primeros años en Estados Unidos, su hijo se dedicó a pagar la deuda con el coyote. No era tanto como ahora. En ese entonces pagaron por el viaje Q. 50 mil. El hijo de Coy se fue de madrugada, el último abrazo fue en Cuatro Caminos. Suspira y la voz se le aguada. 

«El coyote no va de casa en casa a decir: “vámonos para Estados Unidos”. Es al revés, son los comunitarios que quieren viajar quienes van a buscar a los coyotes», explica un comerciante de Totonicapán con un hijo en EEUU.

Un coyote comunitario 

Unos kilómetros alejados del punto de encuentro de Cuatro Caminos se encuentra Óscar. En su vocabulario no existe la palabra coyote o traficante. Siempre se refiere a ellos como guías. Él es un coyote curtido. La gente lo quiere y lo busca porque sus viajes son un rotundo éxito o, al menos, de eso presume. 

Engancha también a sus clientes con la forma del pago en el viaje, se paga al llegar a Estados Unidos. Además es un coyote que habla uno de los idiomas maternos de Sololá: el k’iche’ y eso le da ventaja. La necesidades laborales lo han orillado también a hablar el inglés, un idioma extraño para él, que ahora se ha convertido en su herramienta de trabajo. 

Al fondo se logra escuchar una canción, él la tararea mientras estaciona su carro. Apaga la música. La conversación empieza.

Óscar asegura que no utiliza ninguna red social para hacer propaganda de sus viajes o de los días que salen. La mejor promoción que ha podido hacer ha sido el éxito de su carrera. A él lo recomienda cada cliente satisfecho y así va creciendo su clientela. 

El coyote ve como una oportunidad en cada momento de la entrevista para asegurar que el trayecto que él hace es rápido, seguro y de nulo sufrimiento. Casi perfecto. “Nosotros nos aseguramos de que la gente que se va no sufra, porque nosotros también fuimos migrantes. Otra cosa, nosotros no usamos los tráileres para viajar, nunca lo hemos hecho”, dice.

Óscar, un coyote comunitario,  asegura que no utiliza ninguna red social para hacer propaganda de sus viajes o de los días que salen. La mejor promoción que ha podido hacer ha sido el éxito de su carrera. A él lo recomienda cada cliente satisfecho y así va creciendo su clientela. (Foto: Edwin Bercián) 

Lleva a personas de Sololá, Totonicapán, y Huehuetenango. “De otros lados también, pero de esos lugares que le dije son la mayoría”, cuenta. El coyote Óscar explica que los viajes que él hace se extienden entre 20 y 25 días. Siempre es necesario tener un familiar o un amigo que los reciba del otro lado de Estados Unidos. Esa es una recomendación que el coyote les hace a sus clientes. 

Para pasar a la gente se mueve poco. Es más, lo puede hacer sentado frente al televisor mirando una película. Eso sí, sin soltar el teléfono celular. Él monitorea todo el viaje de manera remota, y se asegura de que su gente llegué a su destino. 

Oscar cita a sus clientes en Cuatro Caminos de madrugada, antes que salga el sol, a las 2am o 3am. Deben estar ya a las 6am en la Mesilla, Huehuetenango, para empezar el viaje en territorio mexicano. Los días de salida son los lunes, sin falta alguna. 

“Los coyotes o guías son vistos como facilitadores de un sueño o facilitadores de un proyecto de vida”, cuenta el investigador, experto en migraciòn, Pedo Pablo Solares.  

Facilitadores de sueños

Pedro Pablo Solares es investigador, consultor en temas de migración y abogado. Para él, los coyotes o guías no son homogéneos. Es decir, no todos los guías son iguales y no en todas las comunidades son vistos de la misma manera. 

“Los coyotes o guías son vistos como facilitadores de un sueño o facilitadores de un proyecto de vida”, cuenta Solares. 

Pero explica que el coyotaje ha cambiado drásticamente en la última década. Ahora hay una sofisticación mucho mayor, una red mucho más compleja y varias personas involucradas en el trayecto. Antes, todo el trayecto desde Guatemala hasta Estados Unidos lo hacía una persona, un coyote. Pero ahora eso ha cambiado. Esto se empezó a notar a partir de 2010, debido al aumento de las restricciones de Estados Unidos como parte de la estrategia para detener la migración. 

México se convirtió en un lugar muy difícil y eso se traduce en la necesidad de contratar a más personas para pasar por esos lugares. Además, la presencia de las redes de crimen organizado y los cárteles en el norte de México han obligado a que las personas que quieran pasar deban tener luz verde de parte de estos grupos.

Solares cuenta que buena parte del dinero se va quedando de estación en estación, ya sea en las redes del crimen organizado para obtener el derecho a pasar por su territorio, o en los agentes corruptos, no solo de Centroamérica, sino también de Estados Unidos, incluyendo miembros de la guardia fronteriza. 

Juan José Hurtado, director de la asociación Pop Noj, que trabaja temas de juventud y se enfoca en temas migratorios, explica que también han visto estos cambios desde hace al menos 15 años.

“Los coyotes prestan un servicio, no es un favor, y todo servicio es pagado”, dice Hurtado. El director de Pop Noj también explica que los coyotes no son “mansas palomas”, pero que sobre ellos carga una estigmatización de ser el peor de los delincuentes.

Al igual que Solares, Hurtado dice que el coyotaje actualmente ya no puede ser un negocio independiente, sino que depende de estar vinculado al crimen organizado, a la corrupción, y a las mafias.

El primero de febrero de 2022, el Congreso de la República de Guatemala aprobó reformas a la Ley de Migración impulsadas por el mandatario Alejandro Giammattei, con el objetivo de endurecer la pena contra traficantes de personas hasta con 30 años de prisión. (Foto: Oliver de Ros)

Una ley con dedicatoria a los coyotes  

El primero de febrero de 2022, el Congreso de la República de Guatemala aprobó reformas a la Ley de Migración impulsadas por el mandatario Alejandro Giammattei, con el objetivo de endurecer la pena contra traficantes de personas hasta con 30 años de prisión.

El artículo reformado fue el 103, de la Ley de Migración que con las reformas quedó de la siguiente manera: “el responsable será sancionado con prisión de diez a treinta años inconmutables y multas de cien a doscientos mil quetzales por cada persona extranjera a la que se le promueva o facilite de cualquier forma el ingreso, permanencia o salida ilegal del territorio nacional”. 

Según la PNC, del primero de enero al 15 de septiembre de 2022 se han aprehendido a 82 personas vinculadas al tráfico de personas y siete estructuras impactadas.  

La Fiscalía para Delitos contra Migrantes tiene tres años. Durante ese tiempo han desarticulado al menos 4 estructuras dedicadas al tráfico ilegal de personas.

Los malos del cuento

Estuardo Campos, jefe de la Fiscalía de Guatemala para Delitos contra Migrantes del Ministerio Público, explica que los migrantes no se identifican como víctimas de redes de crimen organizado y tampoco ven como criminales a los coyotes. 

“Muchos de ellos son personas muy conocidas en sus comunidades y los migrantes los consideran como prestadores de un servicio. Nosotros advertimos que los migrantes no tienen interés de poder colaborar con las investigaciones o de denunciar o delatar a los coyotes”, explica el fiscal.  

Campos explica que la mayoría de estructuras de coyotes operan en los departamentos de Huehuetenango, San Marcos al oriente del país, específicamente en Izabal. “Las estructuras captan a los migrantes a través de diferentes mecanismos, por ejemplo por medio de las redes sociales”, dice Campos.

Estuardo Campos, jefe de la Fiscalía de Guatemala para Delitos contra Migrantes del Ministerio Público, explica que los migrantes no se identifican como víctimas de redes de crimen organizado y tampoco ven como criminales a los coyotes.

Otra de las dinámicas que han detectado en la Fiscalía es que las estructuras anuncian sus servicios en algunas radios comunitarias o, como Campos dice, “las famosas radios piratas”.

Para Campos esas estructuras de coyotes sí tienen una relación directa con el narcotráfico. Él sostiene que son grupos que operan a nivel transnacional.

Además, señala Campos, estas estructuras del narcotráfico que operan en México en ocasiones someten a los migrantes a trabajos forzados, a secuestro, abusos sexuales o extorsionan a sus familiares, eso pasa cuando no han pagado la totalidad del viaje.

La fiscalía donde trabaja Campos tiene tres años. Durante ese tiempo han desarticulado al menos 4 estructuras dedicadas al tráfico ilegal de personas.

Un caso que resalta el Fiscal Campos es el de Tamaulipas  donde se ejecutó un operativo el 28 de enero de 2022 donde se lograron 10 capturas, de una familia de apellido Coronado, en el municipio de Comitancillo, San Marcos. El caso de los Coronado sirve para ejemplificar cómo la estructura de coyotes opera desde lo local. Pero en esas capturas de los Coronado, no se logró la del exalcalde municipal de Comitancillo, Ramiro Coronado Pérez, él fue jefe edil en 2012 a 2016  por el extinto Partido Patriota (PP). Según el vocero de la PNC Edwin Monroy, Ramiro Coronado hasta el momento sigue prófugo. 

Una misión que el Gobierno no cumple

Oscar sigue llevando a personas a Estados Unidos, él sabe que alguien le puede tender una trampa por eso es muy cauteloso, por ejemplo no se mueve en las redes sociales.  

Él coyote de Sololá tiene a su familia viviendo con él, su esposa y dos hijos, se los llevó por la misma ruta que utiliza para sus clientes. “Tenerlos aquí me da mucha tranquilidad”, asiente. 

“Ahora todo depende de los contactos que uno tenga para pasar rápido, antes no se escuchaba nada del narcotráfico, ellos no molestaban”, dice Óscar quien también recalca que a los policías siempre hay que dejarles algo de dinero en el camino. Él vuelve a encender su carro, parece que tienen una fiesta, al fondo se escucha música.  

Sandra sigue pagando la deuda que le generó viajar con el coyote, al solventar la deuda dará paso a sus sueños, a sus planes. Ella se siente afortunada de tener dos trabajos uno por la mañana y otro por la tarde, recordar el desierto le causa miedo y nostalgia, tiene cicatrices en las manos y en los pies, pero esas no le importan tanto. En su pensamiento están sus tres hijos que se quedaron en una lejana comunidad de Totonicapán eso le causa melancolía. 

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