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Dueñas del agro, desafían los embates del clima

Ante la invisibilización de las mujeres y su rol en el cultivo de la tierra, en Guatemala se ha empezado a utilizar la Agricultura Sostenible Adaptada al Clima (ASAC) con perspectiva de género. El trabajo de las mujeres en el agro es crucial en la alimentación y la economía familiar, sobre todo cuando los hombres de sus comunidades migran fuera del país, o viajan a otras áreas como jornaleros.

Bajo el intenso sol de un día de finales de febrero, que apenas a las nueve de la mañana ya se sentía sumamente abrasador -incluso para quienes viven en el oriente guatemalteco-, Angélica Méndez, de 19 años, contó con orgullo que desde hace dos años es la encargada de registrar datos climáticos en la parcela de su papá.

Las mediciones que efectúa son de precipitación y humedad y las realiza con ayuda de un pluviómetro y un hidrómetro. La lectura de la precipitación la hace todos los días de la época lluviosa a las 7 en punto de la mañana. Tiene que ser a esa hora exacta porque más tarde el agua recolectada se habría evaporado, explicó.

Ángelica Méndez muestra los instrumentos que usa para la medición de agua y humedad en la parcela de su padre. Foto: Lucy Calderón

En cuanto a la humedad, la mide insertando el hidrómetro en tres puntos distintos de la parcela. Los datos que obtiene de ambas mediciones los anota en un cuaderno y le sirven a su papá, Carlos Méndez, para saber si es un momento propicio para sembrar o regar y comparar las condiciones del suelo en fechas anteriores. Angélica dijo sentirse contenta de efectuar esta tarea para contribuir a que su familia tenga una buena cosecha.

Ángelica introduce el hidrómetro en el suelo donde hay sembrado maíz y según el resultado que arroje el aparato sabrá si es necesario regarlo. Foto: Lucy Calderón

Don Carlos afirmó que contar con datos confiables de la humedad de su terreno lo ayuda a “lograr” sus cultivos y obtener productos para el autoconsumo y para comercializar entre sus vecinos. Por eso, siembra más que todo maíz y frijol, hortalizas como el rábano y plantas aromáticas como el cilantro. “Siembro lo que sea de más alimento para mi familia”, aseguró el agricultor, quien además de haber empezado recientemente a cultivar una variedad mejorada de frijol negro, plantó en puntos estratégicos de su parcela hileras de yuca y piña, las cuales actúan como barreras vivas que retienen el agua y evitan deslizamientos de tierra.

Don Carlos y Ángélica también cuentan con un sistema de captación de lluvia, otro de riego, un embalse de peces y usa abono orgánico que producen en su abonera. Todas estas prácticas y tecnologías agrícolas que emplea la familia Méndez es lo que se conoce como Agricultura Sostenible Adaptada al Clima (ASAC). 

Una de las plantas que el agricultor Carlos Méndez sembró en hilera para que sirvan de cerco vivo y reduzcan la escorrentía del terreno, ya dio fruto. Foto: Lucy Calderón 

A su vez, al sitio donde se practica la Agricultura Sostenible Adaptada al Clima se le conoce como Territorio Sostenible Adaptado al Clima (TeSAC) y este se define como “un laboratorio vivo, en el que a través de un enfoque integral y participativo se genera evidencia científica sobre los beneficios de la agricultura climáticamente inteligente, con el fin de entender qué soluciones son más apropiadas, para quiénes, en dónde y bajo qué condiciones o contexto específico”, indica el documento Monitoreo de Prácticas y Tecnologías Implementadas en 2017 en el TeSAC Olopa, Guatemala, elaborado por el Programa de Cambio Climático, Agricultura y Seguridad Alimentaria (CCAFS), del Centro Internacional de Agricultura Tropical (CIAT).

De la implementación de estas buenas prácticas agrícolas en las parcelas se espera que las familias agricultoras logren al menos dos de estos objetivos: aumentar y estabilizar su productividad/ingresos y seguridad alimentaria; mejorar su capacidad adaptativa frente a los impactos negativos del cambio y la variabilidad climática; y reducir las emisiones de gases de efecto invernadero asociadas a la agricultura.

En la actualidad este enfoque de territorios sostenibles adaptados al clima se implementa en tres países de América Latina: Colombia (TeSAC Cauca), Guatemala (TeSAC Olopa) y Honduras (TeSAC Santa Rita).

Un niño parado en un campo

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Vista de una parte del terreno de Carlos Méndez, en el que, con la técnica de terrazas, ha sembrado una variedad mejorada de frijol negro. Foto: Lucy Calderón

¿Por qué priorizar el género?
“El género es el grupo al que pertenecen los seres humanos de cada sexo, entendido este desde un punto de vista sociocultural en lugar de exclusivamente biológico”. Y su igualdad implica: “la igualdad de derechos, responsabilidades y oportunidades de todas las mujeres y hombres”, señala la Guía para la Inclusión de Género en las iniciativas ASAC. Mediación para Extensionistas, elaborada por el Ministerio de Agricultura Ganadería y Alimentación (MAGA). 

Respecto de este tema, en el recién lanzado Plan de Acción de Género y Cambio Climático de Guatemala (PAGcc-Guatemala) se cita a la agricultura como sector productivo prioritario del país y se indica que en el mismo, muchas de las actividades que las mujeres realizan son catalogadas como de pequeña escala, principalmente para el autoconsumo, dedicadas a la venta de los excedentes para generar ingresos y contribuir a la alimentación de ellas y sus familias. Añade que las mujeres, como Angélica, desempeñan un papel crucial en la alimentación familiar y la recolección de recursos, pero con frecuencia sus conocimientos y perspectivas son ignoradas.  

Es debido a esos distintos roles, responsabilidades, normas sociales y derechos de hombres y mujeres productores, que el cambio climático los afecta de manera diferenciada. “A pesar de que en el ámbito rural de América Latina y el Caribe, el rol femenino en la agricultura es fundamental, este se encuentra invisibilizado, porque además de no estar remunerado, cuantificado y cualificado, lo efectúan como una tarea normal y adicional”, indicó la bióloga Osana Bonilla-Findji, Oficial Científica de la Alianza Bioversity International, durante una entrevista sobre este tema concedida al podcast Voces Climáticas.

Bonilla-Findji es una de las autoras del estudio y también coordinadora del proyecto Generando evidencia sobre la Agricultura Sostenible Adaptada al Clima (ASAC) con perspectiva de género para informar políticas en Centroamérica, que se realizó entre 2018 y 2020 en Guatemala y Honduras.

Este proyecto apoyó el escalamiento de la Agricultura Sostenible Adaptada al Clima con perspectiva de género como mecanismo para aumentar la resiliencia y mejorar los medios de vida de los hogares vulnerables a los impactos del cambio climático. La iniciativa la lideró el CIAT y la Alianza Bioversity International con apoyo del Centro Internacional de Investigaciones para el Desarrollo, de Canadá. 

Las prácticas agrícolas sostenibles reditúan más frutos 

Jesús David Martínez Salgado, ingeniero agrónomo con maestría en ciencias agrícolas, explicó que además de en Colombia, la Agricultura Sostenible Adaptada al Clima la están impulsando en el corredor seco centroamericano.  

En esta zona altamente vulnerable a eventos climáticos extremos, con largos períodos de sequía, seguidos de lluvias intensas, los medios de vida y la seguridad alimentaria de las poblaciones locales resultan afectados, por lo que un 80 por ciento de los pequeños productores del lugar vive en pobreza y muchas veces se ven obligados a migrar, indica la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). 

El Plan de Acción de Género (PAG-cc) coincide con la FAO al indicar que la pérdida de cosechas y la degradación de la tierra en regiones donde las personas que se dedican a la agricultura de subsistencia se ven impactadas por la aridez de la tierra o por inundaciones, han dado lugar a altos niveles de migración de hombres al extranjero, lo que ha dejado a muchas mujeres a cargo del hogar y las actividades agrícolas para garantizar su sustento diario e incluso la seguridad alimentaria y nutricional de sus aldeas.

Para enfrentar tales situaciones e impulsar una agricultura competitiva, inclusiva y sostenible en Guatemala se propone la Agricultura Sostenible Adaptada al Clima, la cual responde a la implementación de la Estrategia Agricultura Sostenible Adaptada al Clima para la Región SICA 2018-2030 (EASAC) que, a su vez, integra el principio de igualdad y equidad de género, el enfoque intergeneracional y la inclusión social, señala el Plan de Acción de Género.

Por eso, con apoyo de socios locales, entre ellos, la Asociación Regional Campesina Chortí (ASORECH), los investigadores del Centro Internacional de Agricultura Tropical se acercaron a las comunidades del municipio de Olopa, Chiquimula, en Guatemala, donde deseaban promover los Territorios Sostenibles y la práctica de Agricultura Sostenible Adaptada al Clima.

Luego de seleccionar las poblaciones, indicó Martínez, procedieron a identificar los roles que hombres y mujeres están cumpliendo en ellas; se informaron sobre si las mujeres tienen oportunidad de administrar recursos económicos, qué tanto aportan al sistema productivo y, por supuesto, preguntaron cuáles son los riesgos climáticos a los que están expuestas, si las personas los consideran como los más importantes y cómo los están afrontando.  

Conforme fueron estableciéndose los territorios sostenibles adaptados al clima, los investigadores empezaron a llevar a cabo otros proyectos, entre ellos, el que lideró Bonilla-Findji para generar datos sobre cómo las diferencias de género están asociadas al acceso e implementación de prácticas de Agricultura Sostenible Adaptada al Clima en Centroamérica.

El desarrollo del proyecto quedó registrado en la guía práctica Paso a paso para la inclusión de género en iniciativas de agricultura sostenible adaptada al clima para Guatemala. Y algunos de sus resultados destacan que los socios estratégicos locales, como ASORECH, mejoraron sus capacidades para identificar, diseñar, planificar, aplicar y supervisar intervenciones de la agricultura sostenible sensibles al género; así como su comprensión de las percepciones de las personas agricultoras sobre los impactos de estas prácticas y su capacidad para escalarlas. 

Dignos ejemplos a seguir

Entre los productores que participaron en las capacitaciones para conocer estas prácticas en sus comunidades está don Carlos Méndez. Él junto con su hija Angélica comparten su experiencia y conocimiento sobre estas buenas prácticas agrícolas, tanto con sus vecinos en la comunidad La Rinconada, como con personas de otras localidades del oriente guatemalteco. Por ejemplo, ambos reciben en su parcela a estudiantes de ingeniería agronómica y ambiental del Centro Universitario de Oriente, de la Universidad de San Carlos de Guatemala, quienes, como parte de su aprendizaje visitan e interactúan con las familias agricultoras. 

Amalia Maribel Súchite Ramos y su mamá, Urpina Ramos, de la comunidad Los Súchite, siempre en Olopa, son otras de las mujeres capacitadas en la práctica de Agricultura Sostenible Adaptada al Clima.

Durante la visita a su vivienda, con una amplia sonrisa en el rostro, la señora Amalia mostró el huerto bajo techo que cuatro de sus siete hijos sembraron este 2024 con rábanos y cilantro. “Para que también sepan producir sus alimentos y cuando tengan ganas de comerlos, ellos mismos vengan a cosecharlos”, dijo.

“La inclusión de género y su estudio es transversal de todas las iniciativas que impulsa la Alianza Bioversity International y el CIAT. Siempre tomamos en cuenta a mujeres y a la juventud. Buscamos que la Agricultura Sostenible Adaptada al Clima y la implementación de los territorios sostenibles sean prácticas comprendidas y ejecutadas no solo por quienes en un momento determinado trabajan en el campo, sino también por jóvenes e incluso la niñez, para que el aprendizaje y sus impactos positivos sean transmitidos de generación en generación”, explicó Daniela Arce Gómez, comunicadora del centro de investigación.

Un jardín con plantas

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Huerto bajo techo que hicieron los hijos de la agricultora Amalia Súchite, en Olopa, Chiquimula, Guatemala. Foto: Lucy Calderón

Luego de enseñar el huerto de sus pequeños, doña Amalia comentó que, mientras su esposo migra a la Costa Sur del país para trabajar como jornalero, ella se encarga de atender su casa, a sus hijos y su patio, como se le denomina al área alrededor de la vivienda en la que las familias rurales también acostumbran sembrar hortalizas.

Ella también ha construido una abonera y canales o zanjas a cielo abierto (acequias) por donde transita el agua con la que riega sus cultivos. Además, tiene un estanque donde cría tilapias y un sistema de captación de lluvia que luego usa para sus quehaceres domésticos y para regar sus plantas comestibles. 

La agricultora Amalia Súchite está de pie en una acequia en el área de patio de su vivienda. Foto: Lucy Calderón

Urpina Ramos, madre de Amalia, quien estuvo atenta a la conversación sostenida con su hija, añadió que cuando se entera de las capacitaciones agrícolas, ella también acude. Luego le relata a su esposo qué les enseñaron y ponen en práctica lo aprendido. Contó que fabricaron su propia abonera y, con entusiasmo, la mostró y aceptó ser fotografiada.

Urpina Ramos muestra con orgullo la abonera que, junto con su esposo, construyó e instaló en el patio de su casa en Olopa, Chiquimula. Foto: Lucy Calderón
Mujer en un bosque

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Amalia Súchite tiene una abonera en la que produce fertilizante orgánico para sus cultivos. Foto: Lucy Calderón

Al igual que la señora Amalia, una de sus vecinas, Jelen López, tiene en su casa un sistema de captación de lluvia y al igual que Angélica, aprendió a medir la humedad del suelo tanto en su parcela como en su hermoso huerto. Este último tiene techo de nailon para proteger sus hortalizas de las inclemencias del tiempo y así obtener durante todo el año, cosechas de cilantro y rábanos para el autoconsumo y la venta en la comunidad. 

Doña Jelen también siembra maíz y en un área con pendiente ha puesto en práctica la agricultura en terrazas o método en el que se corta el terreno de forma escalonada para disminuir la escorrentía y facilitar la producción de cultivos en pendientes o zonas montañosas.  

Un par de personas de pie sobre superficie terrosa

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La agricultora Jelen López está afuera de su huerto con techo de nailon, el cual está ubicado en su parcela, donde ha sembrado maíz y café. Foto: Lucy Calderón

Las faenas agrícolas de don Carlos y su hija Angélica, y las de Jelen y Amalia son referentes de la importancia de la inclusión de género en la agricultura. Sus historias concuerdan con los hallazgos de la evaluación de Agricultura Sostenible Adaptada al Clima que la Alianza realizó en Olopa, entre los cuales se menciona que las mujeres están más predispuestas a invertir en soluciones de adaptación al cambio climático, a pesar de presentar menor grado de ingresos por actividades agrícolas y menor inversión en sus fincas; la mayoría de las mujeres reporta decidir conjuntamente con sus parejas sobre la implementación de prácticas ambientales sostenibles; y, en general, tanto hombres como mujeres perciben mayor producción agrícola y mayores ingresos.

Sin embargo, para lograr que estos conocimientos sean mantenidos en el tiempo, se requiere seguir ejecutando el extensionismo agrícola e invertir en la mejora de las condiciones educativas y nutricionales de las poblaciones, comentó Martínez.

Mientras tanto, si alguien quiere aprender buenas prácticas agrícolas, como medir la cantidad de lluvia que cae en un terreno y la humedad que retienen los suelos, “los ayudamos”, dijeron don Carlos y Angélica. 

Y las señoras Jelen y Amalia, quienes abastecen su despensa y alimentan a sus familias con las hortalizas que cosechan en sus huertos, también manifestaron estar felices de poder comercializar entre sus vecinas los manojos de rabanitos o cilantro que requieran para cocinar.

Este reportaje fue elaborado con el apoyo de Voces Climáticas, una iniciativa del Centro Internacional de Investigaciones para el Desarrollo (IDRC) de Canadá, LatinClima, el Centro Científico Tropical (CCT), Claves21, la Alianza Clima y Desarrollo (CDKN) y Fundación Futuro Latinoamericano (FFLA) y el proyecto “Colocando los ecosistemas en el centro de la adaptación a través del enfoque TeSAC”, financiado por el Fondo Global para la Adaptación Basada en los Ecosistemas.

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