Esta semana analizamos en nuestro Newsletter el estallido de violencia en la frontera de La Mesilla, en Huehuetenango, tras la captura de “El Chicharra”, y cómo este hecho desató una serie de enfrentamientos que dejaron al menos nueve muertos, evidenciaron la fragilidad del control estatal y abrieron una crisis diplomática entre Guatemala y México.
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Suele decirse que la caída de todo capo del narcotráfico produce una cascada de consecuencias.
Esto suele significar más violencia, más balaceras, más carros calcinados repletos de cadáveres; zonas dominadas por una calma tensa que se convierten, de un momento a otro, en zonas de guerra.
Así sucedió esta semana en la frontera de La Mesilla, en Huehuetenango.
A finales de marzo, el gobierno de Bernardo Arévalo se apuntó un tanto al participar en la captura de Aler Samayoa, “El Chicharra”, líder del grupo conocido como Los Huistas.
Este capo era uno de los líderes históricos del narcotráfico en el país. Uno de los más grandes y longevos.
Durante años, “El Chicharra” permaneció prófugo, siempre escondido entre Huehuetenango y Chiapas, evadiendo a las autoridades.
Hoy, tanto “El Chicharra” como su yerno, el exdiputado al Parlamento Centroamericano Freddy Salazar, esperan ser juzgados en un tribunal estadounidense.
Y las consecuencias de su captura, parece que han comenzado a sentirse en la zona que dominaron durante años.
Esto se ha traducido en dos cosas. Por un lado, una cadena de al menos nueve muertes violentas en los últimos días. Y por otro, un comportamiento que ha puesto en evidencia a las autoridades de Guatemala, las mismas que hace unas semanas se enorgullecían de la caída de “El Chicharra”.

Este domingo, 8 de junio, se produjo un incidente inédito.
Policías mexicanos, agentes de una fuerza controlada por el gobernador de Chiapas, entraron a territorio guatemalteco por la frontera de La Mesilla y allí se enfrentaron con un grupo de hombre armados.
Al menos cuatro personas murieron. Todos son presuntos narcotraficantes a los que los policías mexicanos perseguían desde el otro lado de la frontera.
Los fallecidos aún no sido identificados oficialmente. Pero parece que todos eran guatemaltecos, que uno de ellos era Baldemar Calderón, conocido como “Tío Balde”, y otro de los muertos era uno de sus hijos.
“Tio Balde” era un narcotraficante buscado desde hacía años.
En la actualidad, no está clara cuál era su relación con “El Chicharra” o “Los Huistas”.
Pero sí sabemos que las autoridades Guatemala le buscaban por su relación con la estructura de “Guayo Cano”, un narcotraficante que ahora cumple condena y que hace más de una década operaba en el área controlada por “Los Huistas”.
Cano fue el responsable de la masacre de Salcajá, un incidente ocurrido en 2013, en el que fueron asesinados nueve policías por, en teoría, haber robado un cargamento de droga a la estructura de Cano.
¿Qué sucedió para que las fuerzas mexicanas decidieran entrar en Guatemala?
Aparentemente, les movió la venganza.
La policía estatal de Chiapas considera que “Tio Balde” y su grupo son los responsables del asesinato de cinco de sus compañeros el pasado de 2 junio.
Ese día, cinco cadáveres de policías mexicanos fueron hallados dentro de un vehículo calcinado en un área muy cercana a la frontera con Guatemala.
A partir de entonces, se desató una cacería que terminó el pasado domingo con la muerte de “Tio Balde” y al menos tres de sus hombres en La Mesilla.
La policía mexicana no permitió que la frontera les detuviera, tampoco la presencia de policías y militares guatemaltecos en el área.
Esta cadena de hechos, que ha costado al menos nueve vidas, ha provocado una breve crisis diplomática en los dos países.
La presidenta mexicana, Claudia Sheinbaum, ha pedido perdón y criticado a los policías de Chiapas. La Cancillería de Guatemala ha condenado lo sucedido y pedido explicaciones.
Sin embargo, si estos hechos se han convertido en un problema para el gobierno de Guatemala ha sido, sobre todo, por los videos del enfrentamiento que han emergido.
Son difíciles de interpretar, pero sí muestran la que parece ser un actitud de pasividad de las autoridades de Guatemala.
Los militares y policías presentes no trataron de impedir la actuación de fuerzas mexicanas en territorio nacional.
Tampoco actuaron contra a los civiles armados guatemaltecos a los que los mexicanos perseguían.
Es posible que esta actitud evitó una masacre mayor en un área muy transitada.
Pero los hechos también pusieron en evidencia cómo el Estado no puede controlar siquiera uno de sus pasos fronterizos principales.
En su primer año y medio, el gobierno del presidente Arévalo ha enfrentado múltiples desafíos. Sin embargo, todo lo relacionado con seguridad ni había generado excesivas presiones ciudadanas ni ocupado un lugar prioritario en la agenda presidencial.
Eso podría estar cambiando.
En el primer cuatrimestre de 2025, los homicidios han experimentado un repunte notable, del 26%, según datos del Cien. El presidente, de hecho, se ha visto obligado a reconocer el problema y anunciar cambios.
Y ahora, estos nueve cadáveres en la frontera.
El ministro de Gobernación, Francisco Jiménez, ya ha intervenido. Jiménez ha explicado que investigan los videos de los hechos y están determinando el papel que jugaron 12 policías en los hechos.