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Un hombre en Nueva Trinidad, Escuintla, una aldea de refugiados de la guerra que fue declarada inhabitable tras la erupción del volcán de fuego. Foto: Edwin Bercián

La Trinidad: en busca de la reubicación

Este es un recorrido fotográfico por la comunidad Nueva Trinidad, en Escuintla. Una aldea cuyos habitantes han vivido ya dos expulsiones de su territorio. La primera provocada por el Ejército en 1978, cuando tuvieron que huir de Santa Ana Huista, en Huehuetenango, hacia México. Y la segunda en 2018, cuando la lava del volcán de Fuego los llevó a refugiarse en varios albergues. Este suceso hizo que las autoridades declararan Nueva Trinidad, la comunidad en la que se reubicaron tras los Acuerdos de Paz, un lugar inhabitable. Sin embargo, el Estado aún no les ha dado una salida y sus vecinos, una comunida de refugiados de la guerra, continúa viviendo en esta aldea.

Antecedentes: Huyendo de la guerra

Dos años antes de iniciada la década de 1980, cientos de familias de Santa Ana Huista, Huehuetenango, fueron obligadas a desplazarse y buscar refugio en Chiapas, México. Las acciones de violencia cometidas por el Ejército durante el conflicto armado interno ocasionaron que decenas de núcleos familiares quedaran desintegrados, perdieran sus tierras y animales, quedando solo los recuerdos de una política de tierra arrasada que destruyó todo a su paso y que se esfumó con el ruido de las balas y cañones. 

Veinte años después, luego de la firma de los Acuerdos de Paz en 1996, los sobrevivientes decidieron organizarse para un posterior retorno a su país de origen. Fueron reubicados en una finca ubicada en las faldas del volcán de Fuego. Pero nadie les advirtió acerca de los efectos negativos que vivir a pocos kilómetros de un volcán en constante actividad significa. 

Esta es la historia de la Trinidad, una comunidad ubicada en Escuintla, abandonada por el Estado desde décadas atrás y que recientemente fue declarada como zona inhabitable. Esto socavó la esperanza en sus comunitarios de soñar con un sistema educativo digno, de infraestructura y de salud para las nuevas generaciones, obligándolos nuevamente a iniciar de cero y exigir la reubicación a un sitio seguro, un terreno  para sobrevivir y trabajar. Esta vez ya no huyen de las balas sino de un posible y latente desastre natural.

 Vista panorámica desde la comunidad Nueva Trinidad hacia la autopista Palín, Escuintla el 6 de octubre de 2017. Foto: Edwin Bercián
Vista panorámica desde la comunidad Nueva Trinidad hacia la autopista Palín, Escuintla el 6 de octubre de 2017. Foto: Edwin Bercián

De Santa Ana Huista hacia México escapando de los bombardeos

Urbano Lorenzo tenía 11 años cuando su madre lo tomó del brazo a él y a sus hermanos para huir del municipio de Santa Ana Huista hacia la frontera con México. 

Entre sus recuerdos mantiene la llegada del Ejército, helicópteros que  sobrevolaban bombardearon comunidades aledañas. Mientras huía con su familia vio cómo los cuerpos de decenas de personas asesinadas fueron abandonados en los diferentes caminos y senderos del área.

El objetivo de su familia era llegar a Chiapas, México, acompañados de alrededor de doscientas familias lograron encontrar refugio en el país vecino. Según cuenta Lorenzo, al llegar se formaron campamentos de refugiados apoyados por algunas organizaciones como el Comité Católico que fueron los primeros en brindarles auxilio en el lugar. 

Conforme pasaron los años, dentro de los campamentos fueron surgiendo organizaciones, como la Coordinadora de Bloques de Retorno y Reasentamiento (CBRR), con el fin de no olvidar sus raíces y tener siempre presente un posterior retorno a sus tierras.

En 1996, con la firma de los Acuerdos de Paz, la comunidad se reunió en una bodega de Comitán, Chiapas, para empezar a tomar decisiones. Lograron gestionar la compra de una finca ubicada en El Rodeo, Escuintla, las faldas del volcán de Fuego. Ésta compra sería administrada por la Organización Internacional para las Migraciones y Fonapaz.

Pie de foto/Urbano Lorenzo, líder comunitario se sienta sobre un columpio en la comunidad Nueva Trinidad el 1 de septiembre de 2024. Foto: Edwin Bercián
Pie de foto/Urbano Lorenzo, líder comunitario se sienta sobre un columpio en la comunidad Nueva Trinidad el 1 de septiembre de 2024. Foto: Edwin Bercián


Una nueva esperanza en la finca La Trinidad, Escuintla

Lorenzo ya con 31 años de edad recuerda con emoción la caravana que se formó en ese 1998. Luego de pasar 20 años refugiados en México, pobladores de aldeas Ojo de Agua y Buena Vista del municipio de Santa Ana Huista, Huehuetenango, cruzaron la frontera de regreso hacia Guatemala. Un nuevo comienzo les esperaba en la finca La Trinidad. Un esfuerzo que, según pobladores, duró mucho tiempo.

Ya han pasado 26 desde entonces, desde, desde que los bombardeos los hicieron huir de Santa Ana Huista

“Cuando llegamos acá (La Trinidad) habían cafetales, maizales, se podía sembrar frijol, todo era muy bonito, la vista de los volcanes nos daba un nuevo respiro” indica Lorenzo, mientras da un recorrido por la comunidad y señala los sitios donde se construyeron las primeras casas.

Una iglesia católica y una clínica fueron de las primeras construcciones que como comunidad se dieron a la tarea de hacer. También una biblioteca pintada con el rostro del abogado y activista político, Alfonso Bauer Paiz. Ésta, ubicada en la entrada de la comunidad, era símbolo de bienvenida para los habitantes del lugar.

Otro logro que resalta Lorenzo fue la construcción de una escuela. También la gestión para que maestros acudieran a la comunidad a impartir clases en primaria y secundaria. Nunca llegaron a tener diversificado, por lo que las personas debían ir a Escuintla u otras comunidades vecinas para continuar sus estudios.

Entre la lava del volcán

Para ir a la comunidad Nueva Trinidad, las personas deben llegar a El Rodeo, Escuintla.

Luego, se deben salir de la carretera y adentrarse por veinte minutos, entre caminos que nunca han sido asfaltados. Los vehículos maniobran de lado a lado para esquivar las grietas en el camino que las crecidas de los ríos han ocasionado.

La Aldea la Trinidad está ubicada en las cercanías del volcán de Fuego, para llegar hay que atravesar area volcánica. Foto: Edwin Bercián
La Aldea la Trinidad está ubicada en las cercanías del volcán de Fuego, para llegar hay que atravesar area volcánica. Foto: Edwin Bercián

Desde el traslado de la comunidad, la construcción de un beneficio de café se convirtió en el mayor ingreso para los comunitarios. A tempranas horas, decenas de familias trabajaban en los cafetales, recolectando granos de café para su posterior producción y venta.

“Una finca muy linda, el problema es el volcán”

Con el paso del tiempo, la experiencia de vivir entre ríos y volcanes comenzó a tornarse complicada para los comunitarios. Todo por lo que habían trabajado se estaba deteriorando ante las constante actividad del volcán de Fuego y el desborde de los ríos.

Poco a poco comenzaron a notar el daño causado al maíz, frijol y café que la ceniza del volcán ocasiona a las cosechas, la producción ya no era la misma, por ende las ganancias disminuyeron notablemente. “las cosechas se perdían cada cierto tiempo acá, en las épocas de floración no pegaban por lo mismo del azufre” recuerda Lorenzo.

Pasaron varios años hasta que la biblioteca y la clínica desaparecieron, lo único que quedaba era la estructura y la fachada con la pintura pálida y descascarada de Poncho Bauer. “Teníamos la clínica que la manteníamos entre todos pero ya no fuimos capaces de levantarla nuevamente por la falta de apoyo y ausencia de las autoridades”, explica Urbano.

 Urbano muestra parte de las estructuras que han deterioradas a través del tiempo en la comunidad Nueva Trinidad el 1 de septiembre de 2024. Foto:Edwin Bercián
Urbano muestra parte de las estructuras que han deterioradas a través del tiempo en la comunidad Nueva Trinidad el 1 de septiembre de 2024. Foto/Edwin Bercián

2017: La Trinidad se organiza para transformarse y fomentar el turismo

Urbano Lorenzo es el presidente de la Autoridad Indígena de La Trinidad. Desde que fue reubicado junto a su familia ha sido testigo de cómo el Estado nunca los ha apoyado en temas de infraestructura, salud o educación. Mucho menos en temas de agua o sistemas de distribución de drenajes. “El gobierno no ha invertido nada aquí desde que llegamos, somos una comunidad abandonada” señaló Lorenzo.

Para enfrentar esta situación, en 2017 se organizó para transformarse y fomentar el turismo comunitario planificando visitas guiadas a las cuencas de los ríos. Otro de los planes era dar recorridos sobre la historia del lugar y el proceso de producción del café a turistas. Pero el proyecto fracasó un año después, por la tragedia de la erupción del volcán de Fuego. 

Junio de 2018: El volcán de fuego entra en erupción

El 3 de junio de 2018, el volcán de fuego presentó una actividad más intensa de lo normal. Su erupción soterró una aldea entera, la comunidad  San Miguel Los Lotes, en Escuintla, dejando más de doscientas muertos e igual cantidad de desaparecidos.

Ese día, Urbano se encontraba con su familia. Se preparaban para almorzar, días antes habían sentido pequeños temblores y escuchado algunos retumbos pero todo esto estaba normalizado en el lugar.

Al enterarse de lo sucedido en San Miguel Los Lotes, Urbano y los demás líderes comunitarios se organizaron para evacuar a las mujeres y niños de la Nueva Trinidad.

El verde de las hojas había desaparecido, los caminos que diariamente recorría se habían tornado color ceniza. “Yo tenía un carro que no me daba starter, como pude logré arrancarlo y con la ayuda de los demás logramos evacuar a nuestras familias”, recuerda.

Durante los siguientes días, los líderes comunitarios lograron resguardar a sus familias en un albergue habilitado en el parque central por la municipalidad de Palín, Escuintla.

Organizados para cuidar sus pertenencias y cosechas tras la erupción

Algunos aún se encontraban en la comunidad cuidando las pertenencias de los vecinos del lugar, a pesar del riesgo que eso significaba. “Hicimos turnos de 15 personas, 24 horas de vigilancia de las pertenencias de la comunidad  por más de un año, pensando que el gobierno le daría una solución rápida, pero no fue así”, señaló Lorenzo.

Decenas de familias fueron evacuadas a distintos albergues, habilitados después de la erupción del volcán. Foto: Edwin Bercián
Decenas de familias fueron evacuadas a distintos albergues, habilitados después de la erupción del volcán. Foto: Edwin Bercián

En las semanas posteriores a la erupción, quienes todavía se encontraban en La Trinidad se organizaron para intentar rescatar algo de las cosechas que habían quedado bajo una capa de dos centímetros de material piroplástico.

“Los cafetales se arruinaron y fue pérdida total, no hubo maíz, no hubo frijol, no hubo cosecha de café, unas matas que se quedaron bajo algunos árboles lograron salvarse y entre todos juntamos casi mil quintales de cinco mil que normalmente recolectábamos”, recuerda Urbano.

Hacia un albergue en Los Atos

El apoyo humanitario que cientos de familias afectadas recibían por la tragedia del volcán fue disminuyendo hasta llegar al cierre del albergue de Palín, Escuintla, donde permanecían. Fueron trasladados hacia el albergue Los Atos donde permanecería por nueve meses.

Las personas que lideraban a la comunidad La Trinidad, estaban conscientes de que a los Atos llegarían solo de paso. 

Fueron pasando las semanas y el cese de la ayuda contribuyó a que la incomodidad entre las personas que habitaban los albergues comenzara a generar conflictos.

“Primero fue el problema del agua. Comenzaron a cortar el paso del vital líquido y ya no nos llegaba, teníamos que acarrear agua para el aseo de nuestras familias”,—narra Lorenzo—, “luego otro grupo de personas comenzó a invadir los alrededores del lugar hasta que quedamos rodeados”.

Según Urbano, las familias comenzaron a desesperarse cuando los robos en sus hogares se volvieron frecuentes. “lLlegábamos a encontrar que las puertas habían sido forzadas, varias de nuestras pertenencias habían desaparecido, que era lo poco que habíamos logrado rescatar”, dice.

Cuando la comunidad se reunió para abordar los temas de seguridad, acordó regresar de forma intermitente para evitar problemas con las demás personas. Poco a poco quienes no tenían trabajo comenzaron nuevamente a viajar hacia La Trinidad y levantar nuevamente sus parcelas. 

“Perdimos nuestros animales. Se murieron de hambre y sed, para pelear por un pedazo de tierra que no es tuyo, preferimos venir a pelear con la naturaleza”, puntualizó Lorenzo.

La lucha por la reubicación

El 7 de junio de 2023, cinco años después de la erupción del volcán de Fuego, campesinos de la comunidad indígena, Nueva Trinidad, acudieron a Casa Presidencial, en la ciudad capital, para entregar un memorial. En el exigían la compra urgente de una finca para la reubicación de las familias del lugar. 

Habitantes de la comunidad Nueva Trinidad durante una protesta en la ciudad de Guatemala el 7 de junio de 2023. Foto:Edwin Bercián
Habitantes de la comunidad Nueva Trinidad durante una protesta en la ciudad de Guatemala el 7 de junio de 2023. Foto:Edwin Bercián

Además, exigían que se conformara una mesa de alto nivel con instituciones públicas a través de la Mesa Multisectorial de Recuperación de las Comunidades Afectadas. La protesta era liderada por Siméon Camposeco, un agricultor y líder comunitario de que con megáfono en mano daba lectura al comunicado mientras los demás campesinos lo escuchaban con atención.

“Nuestros cultivos, nuestras parcelas, fueron seriamente afectadas. Estimamos que las pérdidas han sido millonarias., Exigimos la compra urgente de una finca para la reubicación de la comunidad. Pedimos al gobierno tome cartas en el asunto, porque son vidas involucradas, niños, niñas y ancianos. Necesitamos que nos den una respuesta positiva”, puntualizaba Simeón esa vez.

Simeón ha sido parte en otras ocasiones de la alcaldía indígena de la Nueva Trinidad. Su objetivo en esos momentos también fue luchar por el bien común de su comunidad. En 2017, durante una visita a su hogar, dio un recorrido por su parcela y por algunos lugares que planeaban mejorar para la atracción de turistas. 

Aparte de las reuniones que sostenía con integrantes de la alcaldía indígena y el trabajo de sembrar maíz y frijol en su terreno, Simeón ayudaba con el oficio de su hogar, lavaba los platos  mientras su esposa preparaba la comida.

Simeón Camposeco ayuda a su esposa con el oficio del hogar el 7 de octubre de 2017. Foto: Edwin Bercián
Simeón Camposeco ayuda a su esposa con el oficio del hogar el 7 de octubre de 2017. Foto: Edwin Bercián

Las casas de la dignidad de Jimmy Morales

Actualmente, según Urbano Lorenzo, la comunidad Nueva Trinidad sufrió un pequeño desequilibrio. De 250 familias que la conformaban, 163 estaban de acuerdo con la reubicación. El resto tomó la decisión de permanecer en los proyectos las Casas de la Dignidad. Un proyecto del gobierno del expresidente Jimmy Morales.

Se trata de construcciones en terrenos de 8 por 14 metros. Están conformadas por dos habitaciones de tres metros cuadrados, una sala, un baño y un patio.

“Para nosotros esa no es una casa digna. Primero es muy reducido y segundo, acá tenemos 400 metros cuadrados. Y, para trasladarnos de aquí a un lugar así, sinceramente es difícil. Sin embargo, hay personas que aceptaron quedarse de manera voluntaria en el proyecto”, recalca Urbano.

Urbano Lorenzo y Carlos Montejo,al salir de una reunión en la Escuela Oficial  de la Nueva Trinidad el 1 de septiembre de 2024. Foto: Edwin Bercián
Urbano Lorenzo y Carlos Montejo,al salir de una reunión en la Escuela Oficial de la Nueva Trinidad el 1 de septiembre de 2024. Foto: Edwin Bercián

El proceso de reubicación de la Nueva Trinidad lleva casi siete años, desde el gobierno de Jimmy Morales. Durante todo el gobierno de Alejandro Giammattei permaneció paralizado. El caso lo lleva la Secretaría General sin que hasta la fecha haya alguien que tome el tema como prioridad.

La Trinidad: Comunidad inhabitable

El 3 de agosto de 2019, meses antes de la llegada del coronavirus al país, la Conred declaró inhabitables tres comunidades alrededor del volcán de Fuego: El Pancho, Don Rancho y la Trinidad. 

Ante el riesgo latente a una posible erupción volcánica; el descenso de lahares provocados por las lluvias y la caída de ceniza, las autoridades pedían que las personas fueran evacuadas. 

Esta decisión provocó que la Municipalidad de Escuintla desde ese año, no haya podido invertir fondos públicos o privados en la comunidad. Sin embargo, hasta la fecha, tampoco han ofrecido soluciones.

”Somos una comunidad abandonada. Nos han bloqueado los servicios por años y todo esto no lo tenemos porque no queremos. Sino porque el Estado no nos ha apoyado en nuestras peticiones” aseguró Lorenzo.

La Trinidad: El problema de la educación

Han pasado cinco años desde que el Estado declaró la comunidad inhabitable, desde que se olvidó de ella y dejó de invertir recursos. 

A un costado de la escuela oficial que en su momento albergó decenas de niñas y niños de la Nueva Trinidad, algunos pupitres oxidados permanecen afuera de las aulas. La maleza ha crecido a los alrededores y el polvo se ha incrustado en el mobiliario escolar, escena que parece estar congelada en el tiempo.

El cierre del centro educativo ha obligado a padres de familia a enviar a sus hijos a las escuelas de las comunidades vecinas. Lo hacen bajo el riesgo de quedarse atrapados por las constantes lluvias y la crecida de los ríos que atraviesan el paso hacia la comunidad.

”Si hablamos de educación, este ha sido un problema para nosotros. No tenemos primaria, no tenemos secundaria, no tenemos maestros para nuestros hijos, esta es la razón por la que queremos la reubicación”, dice.

Organizados por la ausencia del gobierno

Actualmente ante la falta de atención del gobierno, los líderes comunitarios se han organizado para mejorar las condiciones de vida de Nueva Trinidad. Al año gastan 20 mil quetzales en el mantenimiento del sistema de distribución de agua y la cloración del agua potable. El costo del alumbrado público también es asumido por la comunidad y continúan los turnos constantes por arreglar los caminos para llegar a la comunidad.

Noemí Montejo trabaja en el sistema de captación de agua para el cultivo de tilapia en La Nueva Trinidad el 1 de septiembre de 2024. Foto: Edwin Bercián
Noemí Montejo trabaja en el sistema de captación de agua para el cultivo de tilapia en La Nueva Trinidad el 1 de septiembre de 2024. Foto: Edwin Bercián

El proceso de reubicación también los ha llevado a considerar una finca ubicada en Champerico, Retalhuleu. Según don Urbano, el precio aproximado del terreno es de 110 millones de quetzales, pero aún se encuentra en negociación con el dueño.

La historia de la Trinidad se encuentra plasmada en un mural en la comunidad a un costado de la iglesia católica. Este fue realizado por alumnos de la antigua escuela oficial. Para que no fuera olvidada por las nuevas generaciones, recuerda Urbano mientras amarra las cintas de sus zapatos.

”Nosotros no estamos buscando tierra porque no tenemos, sí, tierra tenemos. Es por el riesgo del volcán que buscamos la reubicación. Nomás suena el volcán esperamos no nos agarre durmiendo” finaliza Lorenzo.

El desplazamiento forzado que las familias de la Nueva Trinidad y su generación  anterior han sufrido, suman casi los cincuenta años. Desde huir a otro país por temor a ser asesinados por el Ejército, continúan sin poder conciliar el sueño. Esta vez por el miedo a que en algún momento los lahares del volcán los arrastre. Y que, a pesar de las advertencias y los gritos de auxilio, el Estado siga ausente.

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