La lluvia derribó una parte de la montaña, les arrebató a sus familias y los dejó en la desolación. Como si eso no fuera suficiente, el lugar será un camposanto y la gente permanecerá atrapada porque la vía principal se destruyó y el tiempo para reabrirla será indefinido.
En el séptimo día de lluvia, Rolando Cal, salió a tomar un café al patio de su casa. Adentro, su esposa y sus hijos todavía almorzaban. No tenía ni un minuto, calcula, de haber dejado la cocina, cuando vio que la montaña se derrumbaba y que un torrente de agua y tierra se precipitaba sobre su vivienda.
Tiró la taza y corrió lo más rápido que pudo. En medio de la huida cree que se desmayó y una prima lo arrastró hacia un lugar seguro en donde recobró el conocimiento. Ahora, Rolando sabe que su casa es parte de un camposanto, en el caserío Quejá, donde quedó enterrada toda su familia. Él, su hermano y su cuñado, viudos todos, todavía no saben en dónde van a vivir, trabajar y qué será de su futuro.
“Yo me quedé bien traumado. Yo perdí a mi esposa, él (su cuñado) perdió a su esposa que es mi hermana. Yo perdí tres hijos, él perdió tres hijos y mi hermano también perdió esposa e hijos. Estamos en la calle ahora”, dice Cal. Él perdió 22 familiares, entre ellos sus padres, y ahora se refugia en una casa en Santa Elena, la comunidad vecina que alberga a la mayoría de los sobrevivientes del desastre.
El alud en Quejá fue el 5 de noviembre y cinco días después del incidente, causado por la tormenta tropical ETA, la Coordinadora Nacional para la Reducción de Desastres (Conred) suspendió los rescates y la municipalidad declarará la zona como cementerio. El caserío quedó inhabitable, los que perdieron familiares no podrán sepultar a sus muertos y los que están a salvo quedaron desolados.
Los sobrevivientes viven dispersos entre albergues y las casas de las aldeas, Santa Elena y Chicuz, ambas vecinas de Quejá. En las escuelas e iglesias que los acogen no hay colchonetas, ni suficiente ropa para todos. La comida les llega por helicópteros. Lo perdieron todo. La lluvia los dejó sin energía eléctrica, sin puentes y casi sin caminos, pues aún no se sabe si abrirán nuevos o reconstruirán los dañados.
Al principio de la emergencia el presidente Alejandro Giammattei calculó más de 100 muertos en Quejá. Al final la Conred contabilizó ocho y cerró la cifra con 88 desaparecidos en esa zona. Como la búsqueda no se continúo y aún no hay un censo oficial de los faltantes, los registros por el momento quedaron así.
Tierra de agricultores
Antes del derrumbe, los pobladores de Quejá, ubicado en San Cristóbal Verapaz, Alta Verapaz, sobresalían del resto de las comunidades porque estaban entre los principales proveedores del mercado municipal.
Cal lo confirma pues cuenta que rentaba junto con su papá unas tierras donde sembraba frijol, maíz pacaya y café. Productos que usaba para su consumo y que también vendía en el mercado. Solo con el frijol ganaba Q300 a Q350 por quintal. También tenía gallinas, pavos y cerdos, por estos últimos obtenía Q450. Los jueves era el día que él y sus vecinos bajaban a la cabecera municipal a ofrecer sus mercancías.
“Antes de esta desgracia yo era bien platicador. Ahora veo comida y no me dan ganas de comer pensando por qué me salvé yo y no mi esposa, ni mis hijos. Perder unas 22 familias es tremendo”, dice.
El caserío estaba en medio de las montañas que colindan con Quiché y en el paso conocido como Los Chorros, en donde en 2009 también hubo un deslave que sepultó a más de 30 personas. En el lugar había una escuela primaria que en la tarde funcionaba como telesecundaria, una iglesia, un campo de fútbol del Deportivo Quejá. Las casas eran de block y lámina y otras de madera.
“Ahora estamos destruidos”, lamenta Cal.
Según datos municipales, el 90 por ciento tenía energía eléctrica, había drenajes. Sin embargo, estaban entre los municipios priorizados por la Secretaría de Seguridad Alimentaria y Nutricional porque al menos 7 de cada 10 menores padecían de desnutrición crónica. Así era Quejá, previo a la destrucción. Ahora según la Conred, el alud dejó 150 viviendas soterradas y 25 más en condición de riesgo. Ahora Quejá es un campo santo.
Atrapados y sin casa
Rolando Cal pasó de vivir en su casa que estaba a cuatro metros de la orilla de la carretera a quedarse sin nada. Ahora, tiene 31 años y se quedó con sus hermanos Everardo, Manuel, su cuñado Carlos y una hermana pequeña. Carlos logró enterrar a su esposa el lunes, ella fue una de los 8 cadáveres que encontraron los rescatistas. Fue sepultada en el cementerio de Santa Elena.
“Ya no sabemos qué hacer, ni a dónde irnos. Ya no tenemos familia, ya no tenemos hogar. Perdimos esposa, hijos y todo”. Nosotros estamos en la miseria, no contamos con nada”, comenta.
La destrucción parcial de Quejá no es solo la razón por la que las autoridades declararon insegura el área. El terreno y el clima lluvioso de Alta Verapaz ayudó a empeorar las condiciones del suelo en la montaña. Los rescatistas tardaron casi día y medio en iniciar la búsqueda, pero tuvieron que parar en varias ocasiones porque les llovió los primeros dos días. En el segundo, otro derrumbe obligó a los bomberos a salir del lugar poco antes de la media noche.
Aunque, los siguientes dos días, el clima mejoró y el sol salió, ya no se pudo trabajar porque el terreno fangoso era muy arriesgado, según las autoridades.
El presidente del Consejo Comunitario de Desarrollo de Quejá, Alberto Ical, lamentó que la gente no pudiera localizar a sus muertos, ni volver a vivir en el caserío. Sin embargo, ahora su mayor preocupación, dijo, es buscar un terreno en donde comenzar de nuevo y colocar a todos los sobrevivientes para mantener unida a la comunidad.
“Estaba pensando hacer como una colonia, pero tengo que hablar con el alcalde para que nos ayude a conseguir una finca, un terreno para vivir todos. Voy a pedir que nos proporcione unas láminas para ubicarnos para mientras en el área Chepenal”, explica Ical.
Las cinco comunidades están ubicadas entre las montañas, dos de ellas albergan a las personas de Quejá y continúan incomunicadas. Esta carretera es la ruta nacional 7W, tramo que abarca San Cristóbal Verapaz, Río Chixoy y Chicamán-Quiché. Atraviesa varios caseríos, incluyendo Quejá, y que ahora está destruida y está prohibido el paso vehicular.
El mejoramiento de este camino fue adjudicado en agosto pasado a la Constructora y Transportes San Francisco de Francisco Alejandro Córdova Molina, hermano del exalcalde de Cobán, por Q310.8 millones.
Los Córdova son una familia con relevante influencia política y económica en esa región del país. El poder que hoy ostentan fue construido con base a la relación que desarrollaron como constructores y proveedores del gobierno y municipalidades del departamento de Alta Verapaz, desde tiempos de la administración de Alfonso Portillo. Desde que fue creado Guatecompras en 2004 hasta la fecha se tiene registro que este grupo familiar ha obtenido contratos que suman Q921 millones 468 mil 179.
El proyecto que plantea el mejoramiento de 45.71 kilómetros de la ruta nacional 7W está contemplado para realizarse por 24 meses. La Constructora de los Córdova, a la fecha, ha recibido un anticipo de Q62.1 millones para comenzar con los trabajos. Sin embargo, en las condiciones en las que está la carretera después del paso de la depresión tropical ETA, no se sabe qué sucederá con este contrato.
“Habilitamos la ruta de Los Chorros a Chicamán desde el domingo. El punto de Los Chorros está pendiente hasta nuevo aviso por la magnitud del deslave. Estamos evaluando la rehabilitación de una ruta alterna”, explica Shelder Córdova, hijo de Francisco Córdova.
Por el momento, si bien se abrió el camino hacia Chicamán, solo se puede transitar en carro de doble tracción y zigzagueando entre los escombros de la montaña. Si los aldeanos se quedaron sin casa, menos pueden acceder a un carro. Si quieren ir a San Cristóbal ahora deben cruzar el peligroso camino por unas 4 a 6 horas, por ejemplo, si necesitan comprar algo o realizar alguna gestión.
De lo contrario quedan a merced de los víveres que les llegan vía aérea, esperando a que abran los caminos, sin casa y confinados a la amabilidad de los vecinos o en los albergues. Con la esperanza también en que las autoridades municipales les ayuden a encontrar un nuevo lugar para empezar de nuevo.
Quejá y el desastre en breve
- Caserío Chepenal y Sax Iquim también quedaron parcialmente dañadas por el deslave
- Chicuz y Santa Elena son las dos comunidades a donde huyeron los pobladores de Quejá para salvarse. Actualmente, los cuatro pueblos están incomunicados porque no hay paso en las carreteras.
- El general retirado, Francisco Mus fue la primera persona que coordinó los primeros helicópteros que llevaron víveres hacia Quejá, desde el fin de semana. Después se sumaron personas particulares, empresarios y otros militares que prestaron sus helicópteros para llevar alimentos.
- El ejército llegó a la zona cero por el lado de Quiché, mientras que los bomberos lo hicieron desde San Cristóbal Verapaz, ambos tardaron más de un día para llegar al lugar.
- El presidente Alejandro Giammattei llegó hasta el cuarto día.
- ETA dejó a nivel nacional, hasta el 10 de noviembre· 46 fallecidos· 99 desaparecidos· 23,524 damnificados· 92,234 evacuados Los departamentos más afectados fueron:· Alta Verapaz· Huehuetenango· Quiché· Petén· Izabal· Zacapa· Chiquimula· Jalapa