NARRATIVA – INVESTIGACIÓN – DATOS

Fachada de las torres del Banco Industrial ubicada en zona 4 de la ciudad capital. Foto/Edwin Bercián

BCC: un cuchubal para millonarios de Guatemala

En los últimos dos años, un nuevo actor ha emergido en la economía de Guatemala. Se llama BCC y es un fondo de inversión creado por Banco Industrial, que se dedica a comprar y administrar grandes empresas. BCC ya es accionista de Energuate; construye una carretera privada en la costa sur, es socio de Cementos Progreso en la República Dominicana y ha participado en la compra de una aseguradora en Estados Unidos; cuatro grandes operaciones con las que el mayor banco guatemalteco ha dado el salto a la banca de inversión. 

Durante décadas, Banco Industrial (BI) creció hasta convertirse en un gigante.

El año pasado, BI reportó activos en todo el mundo por algo más de US$ 30 mil millones; una suma equivalente al 28% del Producto Interno Bruto (PIB) de Guatemala en 2024.

BI alcanzó este tamaño gracias a su dominio del sector bancario en el país.

Según sus propios datos, el banco controla un 41% de los créditos que se conceden a empresas en Guatemala; un 42% de los préstamos hipotecarios para compra de vivienda y canaliza un 34% de las remesas que envían los migrantes.

Es decir, durante décadas, BI ganó dinero ofreciendo servicios bancarios a personas y empresas.

También hizo inversiones. En su mayor parte de poco riesgo, como comprar bonos de deuda del Estado. Y desarrolló una aseguradora que le condujo a crear un grupo de hospitales propio: La Paz.

Siempre fue un banco cercano a las grandes empresas. De hecho, pertenece a algunas de las familias más ricas del país: los Castillo, Gabriel, Kong, Torrebiarte o Gutiérrez.

Pero, en gran parte, BI no se dedicaba a ser propietario de otras empresas.

Hasta ahora.

En los últimos dos años, BI ha incursionado en una actividad que apenas existía en Guatemala, pero que es común en otros países. 

Se trata de un negocio que puede resultar muy lucrativo, pero que también ha sido cuestionado y puede tener implicaciones para la sociedad en su conjunto.

Hablamos de los fondos de inversión de capital privado o de private equity.

BCC nace

BI incursionó en este negocio en 2022. En silencio, sin anuncios o publicidad, el banco creó en Panamá un brazo de private equity llamado BCC. .

Apenas existe información pública de la empresa, por lo que se desconoce si esas tres letras son siglas o no, o a qué responden. 

Fachada de las torres del Banco Industrial ubicada en zona 4 de la ciudad capital. Foto/Edwin Bercián
Fachada de las torres del Banco Industrial ubicada en zona 4 de la ciudad capital. Foto/Edwin Bercián

Solo sabemos que BCC depende de la matriz de BI en Panamá: BICapital. Y que aunque el banco no ha ocultado que es propietario de la empresa, tampoco lo reconoce abiertamente, en el mismo sentido que, por ejemplo, sí presenta a Seguros El Roble como una subsidiaria del banco. 

Desde su creación, BCC ha estado involucrada en algunas de las inversiones más importantes realizadas por empresas guatemaltecas dentro y fuera del país en los últimos años. 

No ha comprado empresas enteras, solo porcentajes minoritarios de sus acciones. 

Tener un porcentaje de las acciones de una empresa significa poseer una parte de la propiedad de la misma. Es decir, si alguien posee un 25% de las acciones de una empresa, no tiene un control total sobre sus decisiones o ganancias. Tiene una influencia sobre esa empresa proporcional a ese 25%.

BCC ha incursionado en sectores tradicionales, como el eléctrico, en el que los empresarios guatemaltecos llevan décadas invirtiendo.

Desde 2023 es propietario del 24% de la distribuidora Energuate. Esta empresa, que suministra electricidad a la mayoría de hogares del oriente y occidente del país, cuenta con activos valorados en unos US$ 1,679 millones.

BCC también se ha enfocado en negocios emergentes, como la construcción de carreteras privadas de peaje, una actividad que se inauguró hace menos de una década con la construcción de la Vía Alterna del Sur (VAS).

BCC es propietario de una parte de Xochi, un libramiento de 31 kilómetros totalmente privado que se construye entre Suchitepéquez y Retalhuleu.

Xochi permitirá circular por la costa sur sin atravesar los cascos urbanos de Mazatenango y Cuyotenango. Este es un proyecto valorado en unos US$ 255 millones. 

Trabajadores continúan con la construcción del tramo carretero Recorrido de las Flores que une Suchitepéquez con Retalhuleu. Foto/Xochi
Trabajadores continúan con la construcción del tramo carretero Recorrido de las Flores que une Suchitepéquez con Retalhuleu. Foto/Xochi

BCC también ha seguido la misma estrategia de internalización de los grandes grupos empresariales del país, que llevan ya mucho tiempo invirtiendo grandes sumas comprando negocios en otros países.

Desde 2024, BCC es socio de Cementos Progreso en su mayor operación fuera de Guatemala: la planta cementera que pertenecía a Cemex y que compró en República Dominicana por US$ 950 millones.

Y a comienzos de 2025, BCC adquirió una parte de la aseguradora estadounidense Univista. Ésta se enfoca en el mercado latino de Florida, Texas y California, donde viven cientos de miles de guatemaltecos.  

Además, dado el dinero y las conexiones de los propietarios de BI, es posible que BCC se involucre en muchas más operaciones en el futuro.

La empresa, en su web, ya anuncia su interés de invertir en telecomunicaciones, proyectos inmobiliarios y tecnologías de la información (redes, servidores, software etc.)

Todo esto puede propiciar que BCC se convierta en un actor económico relevante en toda la región y que sirva de punto de encuentro para que grandes fortunas familiares latinoamericanas hagan inversiones conjuntas.

De hecho, hasta el momento, en todas las operaciones que ha participado BCC también lo han hecho otros grupos empresariales prominentes.

En la compra de Energuate, se alió con el Grupo Terra, del hondureño Freddy Nasser, y el Grupo Romero, una gran fortuna peruana.

En Xochi, con IDC, el fondo de inversión que lideran los guatemaltecos Richard Aitkenhead Castillo y Miguel Fernández Bianchi.

En la compra de la planta cementera en la República Dominicana, además de Cementos Progreso y BCC, también participaron fondos ligados a bancos y aseguradoras dominicanas.

Y en el caso de Univista, BCC de nuevo se alió con los peruanos del Grupo Romero.

Todo esto marca una nueva etapa en la evolución de la banca del país.

“Es el inicio de una banca de inversión, más moderna, de altos vuelos”, dijo Guillermo Díaz, profe sor de economía e investigador, en la Universidad Rafael Landívar.

“Hay que reconocerles (a las grandes fortunas del país), que no pierden oportunidad.  Saben que o acaparan todo lo que pueden o si no, lo harán otras empresas extranjeras”, dijo el profesor Díaz.

Pero la actividad de BCC también ha traído a Guatemala el debate que ha acompañado a los fondos de private equity en otros países.

Para la sociedad ¿es más positivo que negativo? ¿O viceversa?

Planta San Pedro de Macorís,República Dominicana. Foto: Revista Estrategia y Negocios
Planta San Pedro de Macorís,República Dominicana. Foto: Revista Estrategia y Negocios

Un cuchubal

El private equity, según describió el profesor Díaz, puede compararse al  funcionamiento de un cuchubal.

En Guatemala, el cuchubal es un mecanismo comunal de ahorro y préstamo. Consiste en que un grupo de personas acuerdan aportar una cantidad de dinero, periódicamente, a un fondo común que después recibirán por turnos. 

La palabra tiene raíces mayas y, según algunas fuentes, deriva de las palabras kuxiu («todos») y bál («ponen»).

El cuchubal permite ahorrar y beneficiarse del ahorro de los demás. Gracias a la comunidad, un individuo, obtiene algo que de otro modo sería imposible: recibir un préstamo sin intereses.  

El private equity, en cierto forma, también utiliza la fuerza de la comunidad. Aunque en este caso hablamos de grandes inversores. Y el beneficio que obtienen es convertirse en propietarios de parte de una empresa. Funciona así:

Alguien, en este caso un banco, como BI, crea un fondo: BCC. Y este fondo busca a un grupo de inversores para que aporten dinero, como si fuera un cuchubal.

A veces, la convocatoria es pública. Se invita a cualquiera a participar. Esto tiende a pasar en los países en los que hay muchos inversores o ahorrantes, y también hay mayor costumbre de transparencia empresarial.

En otros casos, la convocatoria es más restringida. Solo se difunde en círculos más selectos, entre amigos, familiares o conocidos.

En Guatemala, por ejemplo, BCC solo ha invitado al público en general a invertir en unos de sus proyectos: la carretera Xochi.

Después, el fondo, en este caso BCC, identifica una empresa con potencial para crecer o ser más eficiente y se estudia cómo podría lograrlo. 

Esta actividad se llama private equity porque las empresas que son su objetivo son private; es decir, no cotizan en bolsa y, por tanto, no están a la venta al público en general. 

(En países, como Guatemala, donde apenas existe la bolsa, esta distinción no tiene tanto sentido). 

Una vez identificada la empresa, BCC negocia su entrada en ella. Los fondos de cuchubal se utilizan para comprar una parte de la propiedad.

No se suele comprar toda, pero sí lo suficiente como para tener poder sobre su administración e influir en la toma de decisiones.

BCC, por ejemplo, ha comprado partes relativamente pequeñas de los negocios que ha adquirido.

Pero ha colocado a uno de sus ejecutivos, Bernardo Yurrita Tabush en altos cargos de Energuate o en la filial dominicana de Cementos Progreso

Es común, además, que una parte de la compra se financie con deuda, con préstamos de un banco.

En este caso es BI, que ha colocado créditos multimillonarios en varias de las operaciones en las que ha participado BCC.

El proyecto Xochi, por ejemplo, se financia, en parte, con un préstamo de US$ 90 millones de BI.

Finalmente, en un plazo que suele rondar entre cinco y siete años, se vende la parte de la empresa que se adquirió.

BCC busca un comprador, se retira y reparte los beneficios.

Ganan los inversionistas que aportaron al cuchubal. Y gana BCC, que cobra por los servicios prestados y, además, trae nuevos negocios bancarios para BI.

Más riesgo

Los beneficios pueden ser cuantiosos para las partes.

Invertir en o administrar fondos de private equity suele ser más rentable que otras opciones consideradas menos riesgosas.

Por ejemplo, se considera más lucrativo que invertir en fondos de pensiones u otro tipo de fondos que compran acciones de grandes empresas que cotizan en bolsa.

La idea detrás del private equity puede resultar positiva para la economía, como coinciden muchos expertos.

El private equity aporta capital y conocimiento a negocios para que puedan desarrollarse.

Además, canaliza dinero de inversores hacia empresas que lo necesitan.

En Guatemala y otros países los bancos tienden a ser conservadores. Prestan dinero para actividades que perciben como muy seguras. O invierten en valores con poco riesgo como los bonos de deuda pública o las hipotecas del Instituto de Fomento de Hipotecas Aseguradas (FHA). 

Ambos productos tienen el respaldo del Estado.

El private equity, en cambio, toma más riesgos. Se involucra directamente en administrar un negocio y hacerlo crecer o ser más eficiente.

Puede servir para desarrollar sectores emergentes de la economía. O para apoyar a empresas que tendrían dificultades para obtener créditos bancarios.

La presencia del private equity en una empresa, además, suele transmitir confianza a otros actores, lo que beneficia a su desarrollo.

Xochi, por ejemplo, tiene financiación del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), algo que, probablemente, hubiese sido más difícil de obtener para una empresa que no contara con el apoyo de BCC.

Estos aspectos positivos son los que resalta BCC en su página web. Hablan de generar “un impacto positivo para la sociedad”, de “transformación” o “sostenibilidad”.

Pero no todo el mundo está de acuerdo con esta visión.

Ordeñar empresas

Algunos cuestionan el propio modelo de negocio del private equity.

Los críticos señalan que este “comprar para vender” busca beneficios extraordinarios y rápidos y no necesariamente el desarrollo orgánico de una empresa en el largo plazo. 

Según esta visión, para un negocio que está creciendo es preferible ser comprado por una empresa del mismo ramo, por ejemplo, una transnacional, antes que por un fondo de private equity.

La transnacional se dedica a un sector determinado y está interesada en mantener los negocios que adquiera en el largo plazo. Pretende garantizar o ampliar un mercado para sus productos durante décadas.

El fondo opera de manera diferente. Piensa en cómo ganar lo más posible en máximo siete años. Invierte en un actividad solo porque producirá más dinero en el mediano plazo que cualquier otra alternativa similar.

Digamos que el private equity quiere ganar cien durante cinco años sin que le importe mucho lo que suceda después; mientras que la transnacional quiere ganar 20, durante 25 años. 

Por eso, puede resultar problemático que el private equity incursione en ciertos sectores.

Por ejemplo, en la prestación de servicios públicos, como distribuir electricidad o construir carreteras, como está haciendo BCC en Guatemala.

O en actividades como la salud, en la que grandes beneficios privados en el corto plazo, pueden significar que servicios esenciales para la población se degraden o excluyan a la mayoría. 

(BCC ha invertido en el sector salud, pero en Estados Unidos, con la compra de la aseguradora Univista).

“Es problemático que el private equity se involucre en sectores como la distribución de energía. Eso significa que ese sector es percibido por los inversores como uno que va a producir beneficios extraordinarios. Estos son sectores que deberían estar regulados de manera que el private equity no tenga incentivos para estar ahí”, dijo un economista experto en finanzas, que pidió no ser identificado porque trabaja en una entidad que ha tenido relación con BI.

“Con otros sectores no tengo problema –prosiguió la fuente– pero hay que entender que este negocio consiste en comprar, reducir costes, buscar eficiencias, despedir gente, ordeñar la empresa… y salir”.

De hecho, Energuate, lleva desde 2011 en manos de fondos de private equity. Sus tres propietarios anteriores a BCC fueron este tipo de inversores que compraron solo para vender. 

Es posible que este “ordeñar la empresa” contribuya a explicar por qué Energuate es la distribuidora que peores indicadores de calidad de servicio reporta, según los informes de la Comisión Nacional de la Energía Eléctrica (CNEE).

Esto contrasta con la situación de EEGSA, la distribuidora que funciona en la capital, Escuintla y Sacatepéquez. 

EEGSA no ha recibido inversión de private equity. Siempre ha permanecido en manos de empresas como la española Iberdrola o la colombiana EPM, que se dedican exclusivamente a ganar dinero en el sector eléctrico. 

Esto se ha traducido en menos cambios de propiedad –ha tenido solo propietarios desde su privatización–  y un servicio con menos deficiencias, según la CNEE.

Ilustración Tim Enthoven NY Times
Ilustración Tim Enthoven NY Times

El tipo de empresarios 

También es cuestionable que el private equity, tal y como lo practica BCC, vaya a proporcionar más oportunidades de crecimiento a empresarios medianos de Guatemala.

En el país sí existen algunos precedentes de ello.

Un ejemplo es CoreCo, una empresa de private equity dirigida por el guatemalteco Alex von der Goltz.

Este fondo ha ayudado a desarrollar algunos negocios medianos en el país. Por ejemplo: los snacks Roland o los electrodomésticos GRS.

El enfoque de CoreCo consiste en hacer inversiones de entre US$ 3 millones y US$5 millones y apoyar a empresarios medianos de la región que desean crear mercados nacionales para sus productos.

BCC tiene un abordaje diferente.

Hasta el momento solo se ha asociado con otras grandes empresas ya establecidas. Y en el caso de Cementos Progreso, además, se trata de una empresa vinculada con accionistas del propio BI.

Además, la mitad de sus inversiones se han producido fuera de Guatemala.

Según explicó el economista que pidió no ser identificado, el enfoque de BCC consiste en comprar “grandes activos”, por lo que, inevitablemente, va a apoyar el tipo negocios que, en Guatemala, solo un pequeño grupo de empresarios puede hacer.

En su opinión, una actividad más beneficiosa para la economía del país sería crear fondos con un enfoque más similar al del venture capital.

Este tipo de fondos financian negocios, a veces muy pequeños, desde su nacimiento y los acompañan durante periodos de al menos 10 años;  un esquema similar al popularizado por el programa de televisión shark tank.

“Gracias al private equity, en Guatemala, no vamos a ver más creación de empresas o una mejora del tejido empresarial”, dijo el economista.

Para saber más de cada proyecto: ¿Qué ha hecho BCC hasta ahora?

  • 1. Energuate.

En septiembre de 2023 se anunció un hecho ya familiar en el país.

Energuate, la empresa que distribuye electricidad a la mayoría de la población fuera del área metropolitana de la capital, tenía nuevos propietarios. Los quintos, desde que la empresa fue privatizada hace casi treinta años.

En una nota de prensa solo se informó que el nuevo dueño era una misteriosa empresa llamada Threelands Energy, creada en el Reino Unido.

Nunca se precisó cuánto dinero movió esta operación ni quién estaba detrás de Threelands Energy.

Pero con el tiempo, los nuevos propietarios fueron emergiendo.

Uno era el Grupo Romero, uno de los conglomerados de empresas más grandes de Perú.

Dionisio Romero Paoletti (de pie) es el actual presidente del Grupo Romero y uno de los hombres más ricos de Perú. (Foto: Fundacion Romero)

Otro era el Grupo Terra, de Honduras, controlado por el magnate hondureño Freddy Nasser. Esta empresa ya opera las gasolineras Uno y Shell en Guatemala y la hidroeléctrica Xacbal, que está en Chajul, Quiché.

El hondureño Fredy Nasser Selman posee grandes inversiones en generación de electricidad, gasolineras y aeropuertos. (Foto: Fundación Nasser)

Pero en esta compra también participaron guatemaltecos. Fue la primera operación de BCC.

Banco Industrial (BI) se negó a admitir abiertamente que participó en la operación. Pero, después, en reportes presentados en Panamá expusieron cómo tienen una participación del 24% en Threelands Energy y, por tanto, en Energuate.

El 76% restante de la empresa se lo reparten los accionistas hondureños y peruanos. Se desconoce qué porcentaje tiene cada uno, solo que ambos tienen más de un 25%.

Según información difundida por BI, Threelands Energy suma activos por US$ 1,670 millones. En 2023 produjo unos beneficios netos para sus accionistas de US$ 23 millones.

  • 2. Xochi
Xochi será la segunda carretera privada del país tras la VAS. Atraviesa Suchitepequez y Retalhuleu (Foto: Armando García Gómez)

En muchos países, los gobiernos han construido carreteras en alianza con empresas privadas. Estas, después, cobran un peaje por su uso.

Así funcionó durante décadas, por ejemplo, la autopista Palín-Escuintla.

Pero lo que no ha sido tan común es la construcción de proyectos totalmente privados; carreteras en cuya construcción o mantenimiento no interviene el Estado.

En Guatemala, sin embargo, ya existe un proyecto de este tipo. Y hay un segundo en camino. Ambos tienen detrás a grandes capitales del país.

El primero fue la Vía Alterna del Sur (VAS). Este es un libramiento que permite circular entre carretera a El Salvador y la ruta al Pacífico, evitando, en gran parte, atravesar las calles de la capital.

Según información disponible en España, la VAS tiene entre sus accionistas a personas vinculadas con Cementos Progreso, la constructora Conasa, la embotelladora CBC, y la agroexportadora Grupo HAME.

Los problemas de tránsito en Guatemala han favorecido que se opte por soluciones como las carreteras privadas. La primera fue la VAS. (Foto: VAS).

Varios de estos grupos tienen relación con los accionistas de BI. Y ahora es el brazo de inversión del banco, BCC, el que está desarrollando un proyecto similar en la costa sur: Xochi.

Este libramiento tiene 31 kilómetros y permitirá circular por la carretera que atraviesa la costa del Pacífico, evitando el centro urbano de Mazatenango y Cuyotenango, principalmente.     

El proyecto se comenzó a construir en 2023 y se espera que esté terminado en 2026.  Además de la carretera, también está previsto desarrollar al pie de la ruta espacios comerciales, industriales y residenciales.  

Detrás de Xochi está BCC y otra empresa llamada IDC, que también es un fondo de inversión.

IDC es dirigido por los guatemaltecos Richard Aitkenhead y Miguel Fernández Bianchi. Estos dos empresarios fueron parte del gobierno de Óscar Berger (2004-2008). Además, Aitkenhead fue ministro de Economía y de Finanzas durante el gobierno de Jorge Serrano Elías (1991-1994).

IDC también se ha dedicado al private equity y ha invertido en empresas como la avícola Pío Lindo, la división de alimentos de la embotelladora CBC o el proyecto inmobiliario Condado Naranjo.

Richard Aitkenhead (en el centro) es un influyente empresario, especialista en inversión. Ha sido pionero de los fondos de inversión en Guatemala desde los años 90. Foto: IDC.

Según información divulgada por los inversores de Xochi, el proyecto requiere el gasto de unos US$ 255 millones. Para ejecutarlo, IDC y BCC han recibido un préstamo de US$ 155 millones concedido por BI y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID).  

También han vendido bonos del proyecto para el público en general. A través de la Bolsa Nacional de Valores, que también controla BI, Xochi lanzó una convocatoria para captar hasta US$ 26 millones de ahorrantes.

• 3. La expansión de Cementos Progreso

Algunas grandes empresas de Guatemala han invertido tanto en el exterior que ya son transnacionales. 

Cementos Progreso es una de las mayores y más antiguas empresas de Guatemala. Controla alrededor del 74% del mercado del cemento y posee la mayor red de venta de materiales de construcción del país.

Sin embargo, hasta hace unos años, la empresa no pertenecía a este selecto grupo de negocios internacionalizados.

Progreso apenas se había enfocado en crecer en otros países.

Jose Raul González Merlo, el actual CEO de Cementos Progreso, ha ejecutado una estrategia de crecimiento internacional de la empresa que dirige. (Foto: Cementos Progreso)

Pero todo comenzó a cambiar en los últimos cinco años. Desde entonces, Progreso ha adquirido cementeras en varios países vecinos y se ha establecido también en Colombia.

La expansión comenzó en 2019 en Panamá, donde compraron Cemento Interoceánico por una suma que no se hizo pública.

En 2022, compraron las operaciones de su rival, Cemex, en El Salvador y Costa Rica por US$ 329 millones. Y, finalmente, en agosto de 2024 anunciaron que hacían lo mismo con el negocio de Cemex en República Dominicana por US$ 950 millones.

Esta operación ha sido una de las mayores inversiones realizadas por una empresa guatemalteca en el exterior en los últimos años.

Y en ella, participó BI de dos maneras. Por una parte, su brazo de inversión, BCC, adquirió una parte de la nueva empresa dominicana de Progreso. Y por otra, el propio banco financió parte de la compra.

Se desconocen datos precisos sobre la participación de BI en este negocio.

Solo sabemos que BCC tiene entre el 12% y el 17% en la filial dominicana de Progreso. Y que, adicionalmente, dos grupos dominicanos participan con porcentajes similares.

Se trata de fondos de pensiones controlados por el Banco Popular y la aseguradora Grupo Universal.

Algunos accionistas de BI tienen una relación estrecha con Progreso. Por ejemplo: uno de los directivos principales del banco, Juan Miguel Torrebiarte Lantzendorffer, fue durante muchos años directivo de la cementera.     

• 4. Aseguradora Univista

La migración masiva de guatemaltecos hacia Estados Unidos ha estado acompañada de otro fenómeno más discreto.

Grandes empresas guatemaltecas también se han establecido en Estados Unidos buscando a esos consumidores que se fueron del país.

De hecho, solo en el último año algunas de las principales fortunas guatemaltecas han hecho enormes inversiones en Estados Unidos.

En octubre de 2024, la embotelladora CBC participó en la compra de la marca de especias Badia por unos US$ 1,200 millones.

Poco después, al final de ese mes, Corporación Multi Inversiones (CMI) adquirió el 70% de Del Real Foods  una empresa de comida precocinada orientada a la comunidad mexicana y centroamericana.

(Se desconocen los detalles de esta compra, pero uno de los propietarios de CMI la describió como la mayor que han hecho el grupo en la historia).

Y, finalmente, en abril de 2025, la embotelladora Corporación Castillo Hermanos adquirió una mayoría de acciones del fabricante de refrescos Harvest Hill, por unos US$ 1,500 millones. Esta empresa controla marcas como Sunny D.

Aunque con una compra más pequeña, BCC, también se ha sumado a esta tendencia.  

En enero de 2025, el fondo anunció la adquisición de una parte de las acciones de Univista. Esta es una aseguradora centrada en el mercado hispanohablante que ofrece seguros de salud, vida y automóviles. Tienen unas 200 franquicias, en su mayoría en Florida, Texas y California; tres de los estados con mayor número de población de origen guatemalteco. 

De esta operación apenas se han revelado detalles. Solo sabemos que la empresa tiene una valoración total de unos US$ 700 millones; que la parte adquirida por BCC es minoritaria y que entre los socios nuevos que ingresan a la aseguradora también estará el Grupo Romero. Este es el socio peruano de BCC en Energuate.

De hecho, esta podría ser solo la primera de una serie de adquisiciones que hagan juntos los dos grupos en Estados Unidos.

Según ha divulgado BCC, son socios estratégicos del Grupo Romero en un fondo de private equity que han creado los peruanos para invertir en negocios enfocados al mercado latino en Estados Unidos.

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