La Cofradía del pueblo de San José Poaquil, una organización con orígenes prehispánicos, logró recuperar tres fincas de sus tierras comunales a través de una sentencia en la Corte de Constitucionalidad. La recuperación de las tierras por los Cófrades y las Texeles es un ejemplo y esperanza para las comunidades indígenas en el reconocimiento de sus tierras comunales.
Este reportaje forma parte del especial Comunidades Abren Caminos, donde se muestra cómo a través de las herramientas de litigio estratégico, los pueblos indígenas en Guatemala han logrado recuperar derechos.
La Cofradía del pueblo de San José Poaquil estuvo a punto de perder la administración de tres fincas de sus tierras comunales heredadas por sus ancestros. La batalla legal contra la Municipalidad duró 10 años, hasta que la Corte de Constitucionalidad amparó a la Cofradía y ordenó que los documentos que los respaldaban como administradores de las tierras comunales volvieran a los Cofrades y las Texeles, cargo que ostentan las mujeres como autoridad ancestral.
Al año siguiente de obtener la sentencia favorable, la Cofradía comenzó un periodo de renovación y organización para la preservación de estos bosques que en conjunto suman 240 hectáreas de tierra. Una de las acciones más novedosas fue incorporar y trabajar con jóvenes quienes les han ayudado a tecnificar y gestionar sus proyectos. Ese intercambio de experiencia y juventud es una de las cosas que hace especial a esta comunidad.
Un poco de historia
San José Poaquil es un municipio del Chimaltenango, conformado por comunidades indígenas kaqchikel. La Cofradía del pueblo de San José Poaquil es una organización con orígenes prehispánicos formada por seis hermandades más: la Cofradía del Santísimo Sacramento, la Cofradía de San José, Cofradía de la Virgen María de Concepción, Cofradía de Jesús Nazareno, Cofradía del Domingo de Ramos y Cofradía de Esquipulas.
Desde 1902 la Cofradía de San José Poaquil -que agrupa todas las antes mencionadas- ha ejercido la administración de la justicia indígena y también el cuidado de lugares sagrados, tierras y bosques comunales que están a nombre del pueblo de San José Poaquil.
Esas tierras comunales fueron marcadas y delimitadas por la Cofradía e inscritas desde principios del siglo XX en el Registro General de la Propiedad de la Zona Central. La sede de la Cofradía estuvo ubicada dentro del predio del templo parroquial por más de 100 años, hasta febrero de 2004.
“La Cofradía como autoridad ancestral allí tuvo su sede (en el predio) y desde allí se manejaban las tierras comunales. Entonces se dio un malentendido de que las tierras comunales eran de la iglesia católica, pero en realidad no es así, sino que es del pueblo. Las autoridades de la iglesia católica pensaron que era de ellos y en serio querían despojar a la Cofradía de los títulos”, dijo Andrés López Sis, vicealcalde de la Alcaldía Indígena de San José Poaquil y secretario de la Cofradía.
El problema por las tierras comenzó justo el año en que la Cofradía fue sacada del templo, durante una reunión con representantes de varios sectores del pueblo, que cuestionaron sí la administración de esas tierras debía estar bajo el poder de esta Cofradía.
El 14 de mayo de ese 2004, los cofrades y las texeles fueron citados en el Salón Municipal para reunirse y explicar sus derechos. Les escuchaban los miembros de la iglesia católica y evangélicas y el Juez de Paz. En esa reunión también había pastores de iglesias evangélicas, además del juez de Paz de la localidad. Todas las personas presentes cuestionaban y presentaban argumentos de por qué las tierras comunales tenían que estar bajo la administración de la Municipalidad y no de la Cofradía de San José Poaquil.
La tensión entre los grupos siguió hasta febrero de 2006, cuando en una nueva sesión con el Concejo, los cofrades y las texeles fueron obligados a entregar las escrituras y dejarlas bajo el resguardo del alcalde municipal. Este, inmediatamente, ordenó colocar talanqueras para restringir el ingreso a los terrenos. Además, las autoridades municipales prohibieron a la Cofradía continuar administrando las tierras comunales.
“Dentro de las iglesias cristianas están los movimientos muy conservadores (…) ellos creen que la cultura es mala. Ellos también creen que la Cofradía es un ente que ya no debería existir, porque según los fundamentalistas religiosos en lo que hay que creer es en la palabra de Dios y nada más”, explicó López Sis.
San José Poaquil no fue el único municipio de la región que tuvo problemas en algún momento con la iglesia católica por el despojo de tierras comunales. También lo sufrió la Cofradía de Santa Cruz Balanyá, Patzún y San Juan Comalapa, entre otros. En el caso de Balanyá, el párroco de ese entonces expulsó a los cofrades de la iglesia, luego comenzó una batalla legal para expropiarlos de sus tierras comunales.
La Corte de Constitucionalidad les devolvió dos, pero la tercera la dejó en poder de la iglesia. Los cofrades quedaron excomulgados y tuvieron que adherirse a la Iglesia Católica Apostólica Siro Ortodoxa de Antioquía.
Varios sacerdotes católicos que atendieron esa región de occidente hace unos 30 años, criticaron y no aceptaron a las Cofradías por ciertas costumbres y celebraciones tradicionales heredadas por sus ancestros.
“(Según la religión católica) Hay que dejar por un lado la cultura (Maya) y eso fue problema más ideológico que de fé porque también la gente empieza a mirar como autoridad a los sacerdotes y no a los ancianos del pueblo. La iglesia católica siempre ha querido manejar nuestros recursos y gracias a Dios aquí no lo pudieron hacer”, comentó López Sis.
La victoria
La batalla legal se extendió hasta junio de 2016 cuando, después de varias acciones de ambas partes dentro de los tribunales, la CC emitió una sentencia a favor de la Cofradía del pueblo de San José Poaquil.
“Para nosotros fue una alegría el volver a tener vida. Recuerdo que en ese tiempo el cofrade mayor era don León Lozano. Él ya de tanto luchar le dio una enfermedad y (ese día) se puso alegre, hizo un gesto de alegría y a los 15 días falleció”, contó el vicealcalde.
En la parte resolutiva de la sentencia de la CC se lee: “Se ordena a la autoridad anunciada que cese en forma definitiva en la administración de las fincas inscritas en el Registro de la Propiedad (…) específicamente a fracciones que corresponden a las tierras comunales (…) que le entregue a los postulantes los documentos consistentes en títulos de la propiedad” de las tierras comunales.
Según los Cofrades y las Texeles durante el litigio contaron con el apoyo de organizaciones nacionales e internacionales que les ayudaron durante el proceso legal para recuperar la administración de sus tierras comunales.
Seis meses después, ya en 2017, la Cofradía del pueblo de San José Poaquil se unió con la Alcaldía Indígena del mismo municipio. Se fortaleció el liderazgo y la coordinación interna con el resto de las seis cofradías. Además, recuperaron sus formas tradicionales de la administración de las tierras comunales.
El diálogo intergeneracional entre la cofradía, las texel y los jóvenes de la comunidad
Los Cofrades y las Texeles de Poaquil, dieron el gran paso con la recuperación de las tierras comunales. Cuatro años más tarde un grupo de mujeres y hombres jóvenes indígenas se han encargado de poner a disposición de la preservación de los bosques, herramientas tecnológicas que ayuden a mejorar la reforestación, los procesos agrícolas y la previsión de amenazas como plagas e incendios forestales.
Las y los integrantes del Proyecto, Data, Drones, en la Agricultura Sostenible (DDASO), suben cada 15 días a uno de los cerros altos del bosque comunal. En el lugar sagrado conocido como “Chi María”, y vuelan un dron que les permite visualizar desde las alturas el estado del bosque. Después a través de sensores térmicos, analizan problemáticas como plagas de gorgojos para luego analizar una serie de soluciones para que las autoridades de la Cofradía y la Alcaldía Indígena tomen acciones en beneficio del bosque.
“Para mi las tierras comunales, el caminar por este bosque, me hace sentir parte de una comunidad. Me da la oportunidad de respirar un aire fresco, caminar por esta tierra me hace pensar en mis abuelos que algún día estuvieron acá. Este lugar es la historia de antepasados, este es un lugar sagrado”, explica Alicia Simón, de 27 años. Ella es la comunicadora del Proyecto DDASO, su tarea es comunicar a la comunidad los resultados que sus compañeros agrónomos y especialistas en telecomunicaciones detectan en cada análisis de monitoreo que realizan en el bosque.
Actualmente una parte de las tierras comunales recuperadas esta destinada al cultivo para la sobrevivencia de las familias de la comunidad. La juventud involucrada en el Proyecto DDASO diseñó para la Cofradía un código QR que sirve para llevar un registro comunitario sobre el número de familias en posesión, el tipo de uso que se hace a las tierras comunales, entre otros.
El involucramiento de la juventud se dio a partir de la alianza con la Alcaldía Indígena, y esta coordinación ha permitido también crear un banco de semillas criollas, un vivero forestal, y un plan de reforestación de las tierras comunales recuperadas. El banco de semilla brinda maíz de varios tipos, frijol y otras semillas a quienes necesiten en sus siembras, con la condición de que cuando tengan su cosecha regresen uno de los productos obtenidos para mantener en bodega.
El vivero forestal está casi industrializado con riego aéreo que instalaron ellos mismos. Aparte hay un huerto con hortalizas de la región para mantener los cultivos propios. En un predio y en medio de estos proyectos está un salón que se utiliza como templo donde con ayuda de los Siro Ortodoxos, la Cofradía celebra sus misas.
Jimmy Gabriel Roquel es uno de los 12 jóvenes que apoya a los Cofrades y las Texeles. Él ayuda en temas tecnológicos, de comunicación y redes sociales para informar a la población sobre las actividades que realizan para la preservación de las tierra comunales.
“Acerca de la protección de los bosques se ha comenzado la producción y el desarrollo de prototipos de sistemas de protección de bosques a través de modelos de inteligencia artificial”, contó Gabriel.
Él disfruta y se toma muy en serio su colaboración con ellos. “Escuchamos los criterios críticos que ellos tengan de sus propias experiencias y nosotros los jóvenes a partir de esa base podemos llegar a los procesos de una manera más rápida y aportando nuestros conocimientos en tecnología, pintura, juegos”, explicó.
Las mujeres tienen un rol esencial en la organización. Algunas tienen de autoridad en la Cofradía y otras recorren los bosques una vez o dos por semana para verificar que no haya tala ilegal de árboles. Alberta Sanic, es una de ellas, y considera necesaria su participación para velar por el cuidado de los recursos naturales.
La recuperación de las tierras comunales que obtuvo la Cofradía del pueblo de San José Poaquil es un ejemplo y esperanza para las comunidades indígenas porque a muchas de ellas el Estado no les reconoce su propiedad ancestral. Además, los Cofrades y las Texeles lograron una gestión de las tierras colectivas que benefician a todos con mejor aire, agua, promueve la reforestación y la siembra de cultivos propios de la región.
Este es el primer reportaje de la serie “Comunidades que abren camino“, un proyecto de No Ficción realizado con la asesoría técnica de la Oficina del Alto Comisionado de Naciones Unidas, OACNUDH Guatemala, a través del Programa Maya, con la contribución de la Embajada de Noruega.