Mientras más de 5.5 millones de guatemaltecos emitían su sufragio durante las elecciones del 25 de junio, una comunidad q’eqchi optó por no votar. El grupo, compuesto por unas 400 personas que viven en un área remota de Cobán, decidió abstenerse. Lo hicieron como protesta ante un sistema de partidos que, en gran parte, les ignoró. Pero también porque algunos de ellos ya no creen en la actual forma del Estado y apuestan por uno plurinacional.
Texto: Gilberto Escobar / Foto: Gilberto Escobar / Edición: Asier Andrés
Son las siete de la mañana y el día apenas comienza, pero el calor ya aprieta tanto en la comunidad de Chirremox que los hombres deben andar sin playera.
En el resto del país, millones de ciudadanos se preparan para ir a votar. Más de 40 mil personas son candidatas a un cargo de elección popular. Y otras miles más participan en las juntas electorales y receptoras de votos.
Pero en esta comunidad q’eqchi, perteneciente al municipio de Cobán, Alta Verapaz, esta mañana de domingo 25 de junio, es solo una más. Hace calor y por delante solo espera un largo día con muchas tareas.
Los aproximadamente 400 habitantes de la comunidad, serán parte de los 3.8 millones de guatemaltecos empadronados que hoy no votarán.
En Chirremox, un lugar perdido entre las montañas del noreste de Cobán, no muy lejano del río Negro y la frontera con Quiché, el ambiente es tranquilo.
Los gallos todavía cacarean y las personas ya están inmersas en sus labores cotidianas. Alguien aparece, machete en mano, en busca de leña para cocinar. Otra persona sale a buscar agua. Muchos caminan descalzos y apurados.
Nadie se está alistando para salir a votar.
La decisión se tomó cinco días antes, en una asamblea comunitaria. Los líderes se reunieron y analizaron el panorama político al que se enfrentaban. Como no encontraron agrupación política alguna que los convenciera, alguien propuso someter a la asamblea si valdría la pena que la comunidad en conjunto se negara a votar.
Para los habitantes de Chirremox, el voto no es solo una cuestión de iniciativa individual. Es una decisión importante, y como tal, es algo que debe decidirse en comunidad, a través de una asamblea.
Algunas personas no estuvieron de acuerdo con la idea, pero una mayoría sí, según narra Mario Pop un líder que no pasa de los 30 años y que es uno de los pocos adultos que sabe leer y escribir en español.
Así, esta comunidad, situada a más de tres horas de Cobán y solo accesible por caminos de terracería con vehículos de doble tracción, decidió no participar en el proceso electoral y enfocarse en las cosas que de verdad les importan.
La comunidad ya era habitada por campesinos pobres. Pero hace ahora un año, en julio de 2022, a los vecinos de Chirremox se sumó un grupo de 40 familias aún más precarias, desalojadas de unas tierras cercanas.
Ellos están temporalmente en el lugar, mientras encuentran donde establecerse de manera permanente.
El líder Mario Pop es parte de una de estas familias llegadas en 2022. Aunque es joven y relativamente nuevo en la comunidad, su dominio del español le ha convertido en un líder también en Chirremox.
“Nuestra prioridad es buscar dos cosas: comida y un lugar donde vivir”, afirma Pop, a quien le ha tocado liderar durante seis años el camino de la comunidad.
Pop explica que la comunidad sabe que no importa quien gane la elección, porque ninguna autoridad va a prestarles la ayuda que necesitan.
“Ya no se les cree a los políticos, creemos más en nuestra manera de organizarnos y poder solucionar nuestras carencias, como la de los alimentos. Así hemos hecho estos años y la idea es ir todos siempre juntos”, cuenta Pop.
Algunos partidos políticos sí trataron de convencerlos de votar por ellos. Tres de ellos enviaron propaganda.
Prosperidad Ciudadana, el partido de Carlos Pineda, envió un enorme lapicero, el símbolo de la agrupación. Cabal, de Edmond Mulet, regaló unos vasos plásticos. Y VOS, la agrupación que postulaba a Manuel Villacorta, entregó algunas banderas.
El lápiz sirve ahora de adorno, los vasos para tomar agua y las banderas se convirtieron en espantapájaros.
Finalmente, un solo partido llegó a la comunidad. Fue Victoria, la agrupación de la familia Rivera de Mixco, Guatemala, que en Cobán postulaba a la alcaldía a Felipe Pop Cucul.
El candidato Pop Cucul no ofreció mucho. Su propuesta principal fue arreglar la carretera que conecta la comunidad con la cabecera municipal, pero nada más. Nada de solucionar, por ejemplo, el problema de las familias desalojadas.
“Cuando vino yo no estaba”, dice el líder comunitario Pop, a quien después le contaron que el candidato había llegado para pedir el voto en las elecciones.
El líder joven de la comunidad se arregla la gorra azul con el logo del equipo de fútbol Cobán Imperial y explica que no creen que ninguno de los partidos esté planteando soluciones a sus problemas principales. Ese es uno de los motivos principales para no votar.
Pero Pop, quien se ha formado políticamente en algunos talleres con Organizaciones No Gubernamentales (ONG), en este acto de resistencia también ve algo más. En su opinión, mejorar la situación de comunidades como la suya, no pasa por negociar con favores con el sistema electoral si no, directamente, tratar de construir desde abajo un Estado Plurinacional, que ponga en el centro los derechos de los pueblos mayas. Una propuesta que algunos grupos están poniendo sobre la mesa en la actualidad.
De Chiax a Chirremox
Chirremox es una de tantas comunidades rurales pobres de Alta Verapaz. Este es un departamento en el que abundan las grandes plantaciones de café y los ríos caudalosos que generan electricidad para el resto del país, pero en el que la gran mayoría de la población carece de recursos básicos.
Según la última Encuesta Nacional de Condiciones de Vida (Encovi), Alta Verapaz es el segundo departamento con mayor porcentaje de pobreza, después de Quiché. Casi ocho de cada diez habitantes del departamento son pobres.
En Chirremox, casi todas las casas son de tablones de madera carcomida que dejan pasar los rayos de sol. Los techos suelen ser de láminas de zinc oxidadas y los pisos de tierra.
El hogar consiste en un cuarto grande donde cabe mamá, papá y varios hijos. Las camas son de tablas.
En ese cuarto grande, todavía hay espacio en una esquina para instalar una cocina y colgar las ollas tiznadas. Cuando se cocina, el cuarto grande se llena de humo.
En la comunidad, los días pasan entre las tareas propias del campo, buscar leña o agua y, a veces, salir a pescar. Con suerte los habitantes pueden comer algo que no sean tortillas, frijoles o arroz.
La comunidad ya estaba compuesta por población muy vulnerable, pero la situación ha empeorado con la llegada de las familias desalojadas el año pasado, que viven una situación aún más precaria.
Estos proceden de una comunidad llamada Chiax, que fue desalojada en julio de 2022 porque supuestamente se encontraban en tierras que eran parte de una propiedad privada: la finca Santa Sofía.
Alrededor de Chirremox existen multitud de familias q’eqchi’s en situación similar. O son desalojados en busca de un lugar permanente para vivir. O supuestamente usurpan tierras privadas y viven bajo la amenaza permanente del desalojo.
Para el líder Mario Pop, recordar cómo fueron expulsados de Chiax aún es muy doloroso. “Volver a Chiax es algo que no queremos. Recordar el día del desalojo nos trae malos recuerdos”, dice Pop.
Al ser expulsados de las tierras que habitaban y trabajaban, lo perdieron todo. Para que no regresaran, la policía y campesinos afines al supuesto propietario, Edgar Calderón Gonzales, les quemaron sus casas, sus cosechas, sus pertenencias; les robaron sus animales; los niños perdieron hasta sus útiles escolares.
Después del desalojo pasaron cuatro días vagando por la montaña, buscando comida, hasta que la comunidad de Chirremox decidió ofrecerles posada.
El pastor de la iglesia misión cristiana Calvario, David Israel Soto, es uno de los líderes de Chirremox que decidió ayudarles. Para él, haber recibido a la comunidad de Chiax, es un acto de amor hacia el prójimo. “Mientras logran tener un lugar donde vivir, aquí estarán”, asegura.
En el gobierno del actual presidente, Alejandro Giammattei, los desalojos de fincas rurales han sido una constante. Según información de la Policía Nacional Civil (PNC), en los tres años de gobierno se han registrado 46 de manera oficial, con orden judicial y presencia policial, como el de Chiax.
Sin embargo, al mismo tiempo que este tipo de desalojos legales, también se ha producido otro número difícil de precisar de expulsiones ilegales, con frecuencia, realizadas por la fuerza por hombres armados.
Meses antes de las elecciones, organizaciones como la Coalición por la Tierra en Guatemala, realizaron una campaña pidiendo el cese de los desalojos, con el lema “en estas elecciones votemos por el derecho a la tierra y la justicia agraria”.
A los habitantes de Chirremox les hubiese gustado que los partidos que se les acercaron durante la campaña hubieran abordado temas como este. Sin embargo, sólo recibieron unos cuantos regalos y la vaga promesa del arreglo de una carretera.
Un día como tantos
Para el líder Marío Pop, el 25 de junio pasado fue un día como cualquier otro. Madrugó para ir a buscar leña. Mientras, su mamá, Elena, fue a moler maíz para hacer unas tortillas para el desayuno. Para ello, tuvo que cruzar un río en una lancha construida de manera artesanal que medio se inunda pero que logra cumplir su función.
Esta lancha es uno de los entretenimientos principales para los niños y niñas de la comunidad. El domingo pasaron el tiempo divirtiéndose en ella o pescando en ese río de aguas azules en el que también han aprendido a nadar.
La mayoría de vecinos hizo lo mismo que Pop: buscar leña o cocinar lo que tuvieran disponible: una papa, unas cuantas tortillas con sol o una taza de café con más agua que café.
Para la comunidad había cosas más urgentes que pensar. A final de junio suele comenzar el periodo de mayor inseguridad alimentaria en el campo guatemalteco. Las cosechas de maíz y frijoles de la temporada anterior empiezan a escasear mientras que las de la nueva aún no se recolectan.
Los campesinos con menos recursos se ven obligados a salir a buscar trabajo asalariado en fincas o a reducir su ingesta de alimentos para no agotar sus reservas hasta que llega la nueva cosecha.
La noche previa a las elecciones, en Chirremox, de hecho, se celebró una reunión para abordar este tema.
Platicaron sobre la crisis alimentaria que están afrontando y sobre cómo buscarle una salida inmediata.
Los más vulnerables son los niños. Al disponer de menos alimentos, comienzan a enfermarse más; aparecen manchas en sus rostros, se les aclara el color del pelo, la piel se pega a sus huesos, según describen los comunitarios.
Mientras avanza la jornada electoral, en Chirremox, la vida prosigue con normalidad.
No llega ninguna noticia de lo que está sucediendo en el resto del país.
Como la comunidad carece de señal de radio y la de celular es también muy escasa, las noticias solo circulan cuando alguien sale a Cobán o a alguna comunidad menos remota y las trae de vuelta.
Así se enteraron, por ejemplo, de una de las noticias que más les impactó en este proceso electoral: el bloqueo de la candidatura a la presidencia de Thelma Cabrera, la líder maya del Movimiento para la Liberación de los Pueblos (MLP).
Cabrera, que quedó cuarta en los comicios de 2019, no pudo participar en esta elección porque su compañero de fórmula, el exprocurador de Derechos Humanos, Jordán Rodas, tuvo problemas para inscribirse.
Esta noticia sí causó decepción entre los comunitarios en Chirremox.
Esperanza Choc una de las líderes dice: “mirar a una mujer indígena una de nosotros nos daba alegría y decíamos que con ella los desalojos no iban a seguir sucediendo. Pero pensamos que por usar su traje y hablar su idioma no la dejaron participar. Si a ella la hubieran inscrito nuestro apoyo sería para ella”.
Sin Cabrera en las papeletas, Choc estuvo de acuerdo con que la comunidad no votara.
Olga Quiix es de la misma opinión. Ella también se ha negado a ir a las urnas porque no percibe que el sistema de partidos actual ofrezca soluciones. “Los desalojos seguirán. No podemos hacer nada contra los ricos”, se lamenta.
Pedro Choc un hombre que se apoya con una rama gruesa al caminar y arrastra el pie izquierdo, es el hombre con más edad de la comunidad. Tiene 81 años, y tampoco piensa acudir a las urnas.
Él afirma que en 2019 votó por el actual presidente Giammattei y por el partido oficial. Lo hizo, según explicó, por la promesa de que Giammattei ampliaría el Programa del Adulto Mayor, para incluir a más beneficiarios como él.
Este programa prevé la entrega de una pensión de Q500 mensuales a personas mayores de 65 años en extrema pobreza.
Choc cumple con estos dos requisitos, pero no recibe la pensión, lo que le ha terminado por desengañar de las promesas de los partidos.
Esta vez, asegura que no hay propuesta que lo convenza. Preguntó a los más jóvenes cuál era la mejor opción, pero no obtuvo respuesta.
Sin celebraciones
La noche electoral trajo sorpresas en el departamento de Alta Verapaz. La participación fue elevada, una de las mejores del todo el país, de hecho.
Casi un 66 por ciento del padrón acudió a las urnas, más que en la ciudad capital, por ejemplo. Y, como sucedió en otros departamentos: un porcentaje elevado de la población votó nulo.
Un 18 por ciento de los sufragios fueron nulos en Alta Verapaz, algo más de lo registrado como promedio a nivel nacional. Sandra Torres fue la vencedora clara en la elección presidencial en el departamento con un 27 por ciento de los sufragios. Pero tras ella, en segunda posición, quedó el voto nulo.
En total, casi 77 mil personas votaron en el departamento de esta forma, una cifra histórica. Solo en Cobán, unas 20 mil personas emitieron un sufragio nulo.
Dadas las dificultades para comunicarse con el exterior, esta noticia no llegó inmediatamente a la mayoría de la gente en Chirremox.
Mientras miles de personas del departamento votaban nulo como una forma de protesta contra el actual sistema de partidos, en la pequeña comunidad que utilizó la abstención para expresar un rechazo similar, la vida seguía su curso.
Se vivía una noche electoral inesperada, en la que el voto crítico o de descontento fue el más elevado en décadas. Pero en Chirremox, los comunitarios permanecían ajenos a lo que sucedía a nivel nacional.
En un momento, unos cuantos vecinos formaron un círculo y se pusieron a mirar fotografías y videos tomados en sus celulares. Algunos miraban imágenes del desalojo del año pasado; las casas que habitaban, las pertenencias que perdieron.
En muchos lugares del país, el electorado presenciaba expectante una noche histórica, pero en Chirremox, no había muchos motivos para para prestarle atención al proceso en el que decidieron no participar.
