En Guatemala existen 69 vertederos a cielo abierto, 10 rellenos controlados, 15 rellenos sanitarios y casi 10, 000 clandestinos o ilegales, según datos del Ministerio de Ambiente y Recursos Naturales, MARN. No existe un solo ejemplo de vertedero que cumpla con los estándares mínimos nacionales ni internacionales para la disposición final de estos residuos. Uno de ellos es Estrellas del Sur, el basurero de Escuintla.
A Estrellas del Sur se entra por una calle de terracería en pésimo estado, a pocos metros de la CA-2 que lleva a la Costa Sur, en una zona industrial y cañera, cerca de la Granja Modelo de Rehabilitación Canadá. Se trata de uno de los 69 vertederos a cielo abierto que queda en el país, se encuentra en Escuintla, y tiene un nombre hermoso que contrasta con lo horrible que huele, se ve y es. Alrededor del basurero ha crecido una colonia de casas de lámina y retazos de ripio, con los drenajes al aire libre, los tambos juntando agua de lluvia y mosquitos y la basura, mucha basura. Afuera de cada casa se acumulan los jumbos (grandes costales) con material a medio clasificar o limpiar. Animales famélicos descansan del calor en la sombra, sin energía para buscar alimento.
En la escala de lo que debe ser un basurero, Estrellas del Sur se encuentra en el penúltimo puesto como ejemplo de todo lo que no debería suceder en ninguno. Es una enorme montaña de cinco pisos de alto, una amalgama gris y rojizo que contrasta con el verde intenso de los cerros y la poca selva que aún puede verse desde ahí. Recibe 150 toneladas diarias de toda la porquería revuelta que nadie quiere de casas, empresas e industrias de Escuintla y Masagua. Y con eso contribuye a la cifra de 3 millones 285 mil 716 toneladas anuales de desechos que se generan en Guatemala, según datos del Waste/Atlas.
Estrellas del Sur tendría que cambiar con la aprobación del Acuerdo 164- 2021 o Reglamento para la Gestión Integral de Residuos y desechos sólidos, recién entrado en vigor. Sin embargo, hasta la fecha, y a pesar de las promesas de campaña del alcalde de Escuintla, Abraham Rivera, este basurero a cielo abierto aún no ha comenzado su transformación hacía un relleno controlado, que es lo que se pide la ley.
Trabajar en el infierno
Lo que para esta reportera es un verdadero infierno, para otros es su lugar de trabajo, su hogar, su vida y su sustento. Más de doscientas personas, muchas de ellas madres solteras, recorren, con sus hijos, las cuatro manzanas de desechos buscando alimento para el día, pero también material de valor que podrá ser vendido por libra o tonelada.
Como todo infierno, está lleno de humo y pequeños incendios a lo ancho y largo del lugar que producen gases tóxicos con olores inimaginables. Me explican que el fuego es para que baje el volumen de la basura y para que se evidencie el cobre, el metal y la chatarra que se venden bien. Pero estos incendios provocan gases de efecto invernadero, tóxicos y dañinos para la salud y el medio ambiente, como el metano y el dióxido de carbono.
A pesar de usar mascarilla (debí llevar doble) el basural se siente entrando por todo el cuerpo. El olor es indescriptible, va más allá del amargo y ácido, es una mezcla de todo descompuesto, pudriéndose, quemándose. Huele a muerte y a lo que sigue después de la muerte. Hay que caminar rápido y no quedarse parada en un solo lugar, el suelo es inestable, pegajoso, lleno de chayes y de una textura chiclosa y verde radioactivo que gotea, (ese líquido se llama lixiviados) y cuando llega a los mantos acuíferos, los contamina.
El sol es intenso y el calor es abrumador. Hay perros, gatos, cerdos, moscas, mosquitos, avispas y ratas. Los zopilotes negros y las garzas blancas se disputan bocados de cualquier cosa. Un coche se da el festín del día entre restos hospitalarios, papeles manchados con caca, toallas sanitarias, pañales de adulto, jeringas y lo que parece ser equipo hospitalario. Nadie usa mascarilla, guantes, botas o algún equipo de cuidado personal.
Las mujeres están en falda y zapatos abiertos, y algunos niños descalzos. Una fábrica colombiana de dulces acaba de dejar ahí un tesoro. En medio de una nube de moscas y abejas, una niña radiante de felicidad y su madre, escogen los dulces que no están derretidos o rotos, y llenan una bolsa transparente con angelitos que han rescatado del suelo. Pueden ser que los consuman ellos o que los vendan en la calle.
La unión hace la fuerza
Cuando aparece un camión para vaciar su cargamento de basura, decenas de niños se encaraman en el transporte y comienzan a bajar bultos que se disputan algunas mujeres y ancianos. Las bolsas caen del camión y ahí mismo son diseccionadas. “Han golpeado a las personas, los camiones no miran y no cuidan”, comenta Ana Raquel Cartagena, presidenta de Adehuma, la Asociación para el desarrollo humano integral “Uno de Marzo”. Esta organización nació para velar por los derechos laborales de los recicladores y las recicladoras, y Ana Raquel Cartagena la integra junto a Livia Madrid (sindico 1) y Flor de María García (secretaria). Las tres han estado platicando y organizándose para incorporar a más personas en el grupo. Ana Raquel y Flor de María, además de estar en la asociación, recorren cada día el basural durante 8 o 10 horas llenando jumbos con cartón, lata o botellas PET.
No importa si llueve o el sol abrasa. Ahí comen, ahí ríen, ahí trabajan, ahí hacen sus necesidades en algún rincón solitario. Ellas comentan que sería más fácil hacer la organización si fueran solo mujeres. “Es que los hombres son muy machistas” concluye Ana Raquel. Ambas se quejan de que tienen muy poco tiempo para agarrar materiales, ya que algunos minutos después de que vacían los camiones, pasa una máquina compactadora, apachando los desechos que no fueron separados, y enterrando el resto.
Cada día se arriesgan la vida en esa búsqueda de desechos. Muchas veces se llena de ronchas. “Aquí llegan bolsas llenas de porquería. La otra vez, adentro del ombligo cargaba un gusano. Además, corre una el riesgo de ensartarse chayes, jeringas o agujas, pero de no trabajar aquí ¿A dónde más se puede ir uno?” se pregunta Flor.
En el 2008 colapsó literalmente Estrellas del Sur. Pero no lo cerraron. Y sigue colapsado. Y sigue recibiendo basura, aunque se encuentra al límite de su capacidad. “Muchos de ustedes desconocen lo que va a pasar cuando se aplique la Ley (Acuerdo Gubernativo 164-2021), pero esta quemazón ya no va a poder ser. Esto tiene que ser un trabajo de la mano tanto de ustedes como de la municipalidad, ustedes deben velar por sus condiciones laborales, su ganancia y que no le vaya a caer multa a la muni.” comenta Carolt Enríquez Albizurez, una de las técnicas en Guatemala de Red Lacre, la red de recicladores de Latinoamérica y del caribe.
Los incendios en los basurales son tóxicos pues producen metano y dióxido de carbono. (Foto: Oliver de Ros)
Su trabajo es visitar los grupos de recolectores para darles a conocer la importancia de estar organizados ante las autoridades, unidos y capacitados para los nuevos cambios y para que sean tomados en cuenta. En el primer mapeo que realizó con la red, contabilizaron más de dos mil recicladores solo en el área oriente norte y central del país, personas de bajos recursos quienes desde su niñez se han dedicado al reciclaje en condiciones pésimas, como casi todos. Carolt está convencida que el trabajo de los recicladores unido a los gobiernos locales ayudará a que los desechos sólidos se reduzcan y trabajen de mejor manera, y todos se verán beneficiados con el tema del reciclaje. Por eso, ha organizado estas reuniones y coordina pactos con municipalidades. Más adelante, sueña con realizar un encuentro nacional de guajeros con capacitaciones y planes de trabajo en conjunto.
La lata, vidrio, cartón, cobre y plástico PET son los materiales más cotizados. (Foto: Oliver de Ros)
Desgracia de muchos, consuelo de pocos
Hoy Carolt, Ana Raquel y Livia tienen una cita con el alcalde de Escuintla, Abraham Rivera, y el ingeniero Antonio Montepeque, asesor de la Unidad de Gestión Ambiental Municipal, para solicitar el apoyo del ayuntamiento para crear una organización local con los recicladores de Estrellas del Sur. “Al día de hoy no hay ningún municipio que esté manejando los desechos como se deberían de manejar. Estamos buscando una alternativa para ir generando las condiciones para que mejoren la vida de los recicladores y las condiciones de trabajo de las personas” con estas palabras se disculpa el jefe edil de Escuintla por el estado del vertedero Estrellas del Sur. Lo limpio, ordenado y confortable de su oficina del alcalde, contrasta con el infierno que acabamos de dejar atrás pero que aún siento impregnado en la ropa.
En la reunión, las recicladoras agradecen la donación del alcalde, pero más que unas botas y unas mascarillas, lo que ellas necesitan y más les preocupa es poder seguir con su trabajo, que les provee de Q.600 a Q700 a la semana de la venta del material de reciclaje.
Porque aún con estas condiciones, insalubres y peligrosas, este vertedero ha proveído durante 30 años de sustento a muchas familias de la aldea Estrellas del Sur y de alrededores. Aunque últimamente hay muchas dudas sobre qué va a pasar con quienes trabajan aquí. Ya que con la aprobación del Acuerdo 164- 2021 o Reglamento para la Gestión Integral de Residuos y desechos sólidos, recién entrado en vigor, este basurero tendría que cambiar; con una garita de entrada, un baño, un espacio bajo la sombra para la separación, etc.
Las duras jornadas de trabajo en situaciones insalubres son una fuente de enfermedades para los recolectores del basurero Estrellas del Sur, en Escuintla. (Foto: Oliver de Ros)
“La administración de los basureros no es rentable, un porcentaje de vecinos pagan por la recolección pero no por el manejo de sus desechos, entonces las municipalidades asumimos esa diferencia”, explica Rivera, el alcalde de Escuintla, y agrega que el 60% de las personas de su municipio no pagan por recolección de basura y esto golpea las finanzas del ayuntamiento.
“A veces se necesita más voluntad política que recursos económicos, estamos con la mejor disposición para que vayan mejorando su calidad de vida, y que a través de su trabajo puedan mejorar sus ingresos”, comenta el jefe edil, quién pertenece a un poderoso clan político. Es hijo de un diputado y hermano de un ex-candidato a la presidencia. Rivera es el primer alcalde reelegido en la municipalidad de Escuintla. Su primera elección la ganó con Libertad Democrática Renovada, Lider (2016-2020) y la segunda con el partido Victoria (2020-2024).
Rivera está convencido de que con un manejo más controlado del basurero actual, podrían darle unos 3 años más de vida más, ya que hay muchos materiales que se están desperdiciando y que nadie va a recuperar. Esto también va a depender de la inclusión y el trabajo de los recicladores quienes evitan que muchos materiales se quemen y se vayan a disposición final. Por eso, el alcalde que se comprometió ante los recicladores a poner un abogado y los recursos necesarios para la formalización de los trabajadores de Estrellas del Sur.
El alcalde Abraham Rivera se comprometió a mejorar las condiciones en el vertedero. (Foto: Lucía Escobar)
Sin embargo, desde esa reunión realizada en mayo (ya pasó un mes) y aún no se ha realizado ninguna mejora en Estrellas del Sur. “Los políticos son solo casaca” comenta la recicladora Flor de María cuando la llamé para preguntar si ya tenían garita de entrada, baños o un lugar donde pasar la sombra. Y agrega: “Hace cuatro meses fueron a hacer las mediciones y nada, con ellos cuesta…. todo lo hacen política. Y ahora con las lluvias esto esta peor, viera el lodazal que se hace, menos mal no han habido deslaves”.
La municipalidad de Escuintla también se encuentra actualmente trabajando a lo interno para solicitar el permiso al MARN para un cierre técnico de Estrellas del Sur y para poder habilitar un nuevo vertedero. Todo eso es oneroso para las municipalidades por los estudios de impacto ambiental que se requieren. “Estamos viendo con la mancomunidad MANCOSUR comprar un terreno para hacer un vertedero de forma controlada y con toda la normativa vigente. Sería más sencillo hacerlo entre todos, ya que requiere mucha inversión de dinero” agrega Rivera.
El acuerdo 164-2021 establece normas ambientales para evitar la contaminación. (Foto: Oliver de Ros)
“Un basurero, básicamente es un sitio sin ninguna infraestructura. Mientras que el relleno sanitario o controlado contempla obras de ingeniería como geomembranas o geotextiles que van a impedir que se contaminen los suelos y los cuerpos hídricos. Debe tener canales, contracunetas, exiliados de gases para evitar el trasladando metales pesados al agua que posteriormente estamos tomando” escucho en una conferencia en línea de Cesar Masella, ingeniero experto en desechos y quién asesora a varias municipalidades en la implementación del Reglamento 164-2021. El considera que las recicladoras y los recicladores podrían ser reinsertados en una planta de segregación, con toda la infraestructura necesaria para mitigar los impactos y los daños a la salud que sufren en los vertederos a cielo abierto. Estas experiencias se están implementando poco a poco en lugares como La Antigua Guatemala, en Panajachel y en Cobán, en dónde ya existen recicladores organizados
Sin embargo, en Quetzaltenango, la ciudad capital, Zacapa, el Progreso, San Pedro Charcha o Tactic (Alta Verapaz); y en casi todas las municipalidades del país, los alcaldes, lejos de estar resolviendo todo lo que hay que componer, tras años de no ponerle atención, parecen querer agravarlo, ya que llevan mucho tiempo sin resolver el descontrol que tienen. No cuentan con datos, no asignan presupuesto, no han hecho caracterizaciones de la basura.
Los zopilotes son uno de los principales habitantes en este basurero, una pila de cinco toneladas de basura cerca de la Granja Penal Canadá. (Foto: Oliver de Ros)
Los 200 guajeros de Estrellas del Sur en Escuintla son una fuerza de trabajo importante junto con los miles de recicladores de todo el país que subsisten de la basura, incorporarlos a la economía formal es todo un reto que será posible sólo si “se reconoce el valor económico, social, ambiental, político y cultural del oficio de las y los recicladores y se y facilita su inclusión y remuneración en los nuevos modelos de gestión de residuos”, como promueve el reciclaje inclusivo y la Red Lacre.
Empresas y organizaciones grandes están empezando a entender que los recicladores son una fuerza de trabajo imprescindible. Como afirma el Banco Mundial en su página: “cuando se lo apoya y organiza adecuadamente, el reciclador informal puede crear empleo, mejorar la competitividad industrial a nivel local, reducir la pobreza y disminuir el gasto municipal. Sin embargo, la realidad de más de 15 millones de recolectores informales de desechos en el mundo —comúnmente mujeres, niños, ancianos, desocupados o migrantes— continúa siendo condiciones insalubres, falta de protección social o de seguro de salud, y estigma social persistente”.
La cercanía al mar hace que otro tipo de aves también lleguen como invitados a este basurero a cielo abierto. (Foto: Oliver de Ros)
Por eso, la participación de mujeres como Ana Raquel, Livia Madrid o Flor de María García, quienes llevan años haciendo su oficio y tienen gran conocimiento empírico de los materiales que pueden reutilizarse, es esencial para garanticen su derecho a mantenerse en el oficio, a ser parte del aseo público y de la cadena de valor del reciclaje y a recibir un pago adecuado por sus servicios. Y además a hacerlo en condiciones laborales dignas.
Estrellas del Sur con su montañas de basura revuelta es un monumento vivo a todo lo que no debería hacerse con los residuos y desechos sólidos, pero aún con sus condiciones insalubres y peligrosas, es una fuente de empleo para mucha gente que no tiene otra manera de ganarse la vida. Los antropólogos del futuro tendrán ahí un tesoro para entender de que forma vivimos y desechamos en estos tiempos.
Este reportaje se forma parte de la serie La vida oculta de la basura, publicada en alianza con Agencia Ocote y La Cuerda. Se realizó gracias a la beca de producción periodística sobre reciclaje inclusivo entregada por la Fundación Gabo y Latitud R.