NARRATIVA – INVESTIGACIÓN – DATOS

Nueva York: del coronavirus a la revuelta social (Parte II)

En Nueva York se perdió el miedo al coronavirus y al gobierno. Las manifestaciones se convirtieron en asambleas, y a su vez han producido marchas y vigilias. EE.UU. se ha visto obligado a discutir sobre el racismo en todo su territorio luego del asesinato de George Floyd en manos de la policía de Minneapolis. Presentamos la segunda parte de la crónica del sociólogo Sergio Palencia desde Nueva York.


Durante las primeras dos semanas de junio se multiplicaron las protestas en los principales barrios de Nueva York. En algunas ocasiones conté veinticuatro protestas en un solo día. Se bromeaba que alguien iniciaba la jornada en un plantón en Union Square y terminaba parando el tráfico, junto a otra marcha, en la vía que atraviesa Central Park. La policía, desesperada, atropelló a varios manifestantes, cercó grupos y lanzó ataques intempestivos. Al mismo tiempo, en distintos lugares del centro y sur de Manhattan, grupos de jóvenes quebraban vidrios de boutiques elegantes o tiendas de zapatos. A ocho días del asesinato de George Floyd, casi dos mil kilómetros al este, en Nueva York las marchas se convertían en asambleas, las estrategias de los antimotines en toque de queda. Se perdió el miedo al coronavirus y al gobierno.  

(Si quiere leer la primera parte de este ensayo haga click aquí)

6. Saqueos en Fifth Avenue. 31 de mayo al 2 de junio. 

Trump asumió una actitud incendiaria desde el inicio de las protestas. El viernes 29 de mayo escribió en Twitter: “Estos matones [thugs] están deshonrando la memoria de George Floyd y no dejaré que eso pase. Acabo de hablar con el gobernador [de Minnesota] Tim Walz y le dije que el Ejército [the Military] está de su lado. Cualquier dificultad y asumiremos el control, pero cuando los saqueos inician, los disparos empiezan. ¡Gracias!”[1]. Contrario a su llamado de comprensión con las milicias blancas de Michigan, denominó “terroristas” y “matones” a los manifestantes y saqueadores, indistintamente. Sin embargo, sería erróneo pensar que Trump escribe sus tweets meramente con las vísceras. 

En realidad, en sus declaraciones existe un manejo deliberado de la memoria del poder, en sintonía histórica del lado de la clase dominante –capitalista, blanca, estadounidense. Es más que probable que tenga detrás un grupo consultor, vinculando situación política, publicidad e historia. Así, por ejemplo, en 1967, después de las protestas anti-segregacionistas del Sur, el jefe de la policía de Miami, Walter Headley, usó la frase “cuando los saqueos comienzan, los disparos empiezan” [2]. Como suele suceder en momentos de crisis, la memoria del poder y la memoria de las luchas colisionan. En Nueva York, los noticieros transmitieron en vivo a grupos de jóvenes quebrando vitrinas en tiendas de lentes Oakley, Playstation o ropa de marca. 

Los saqueos, entre el domingo 31 de mayo y el martes 2 de junio, sucedían de manera simultánea a los enfrentamientos y arrestos policiacos. Mientras en los alrededores de Union Square se combatía a los antimotines, sobre la 14 calle, apenas diez cuadras al norte, en la 34 calle, los jóvenes rompían tablas de plywood para ingresar a Macy’s, uno de los primeros centros comerciales de Estados Unidos. Algunos de los puntos más álgidos de saqueo se dieron en la famosa Quinta Avenida, Fifth Avenue, eje de la moda en Manhattan, como también en el exclusivo sector del Soho, al sur en Downtown. El alcalde De Blasio, los noticieros y los comisarios hablaron de extranjeros e infiltrados en las manifestaciones. No policías, por supuesto, sino personas de fuera de la ciudad. Muchos manifestantes, en efecto venían desde el norte del estado para participar de las protestas, no de los saqueos. Todavía faltará analizar cómo se iniciaron los saqueos en distintas ciudades de Estados Unidos. 

2. Fifth Ave.
La quinta avenida, tapizada. Foto: Sergio Palencia

Las protestas se tornaron nocturnas y se recrudecieron los enfrentamientos con la policía. Parecía que los policías tenían el orgullo herido. Esto lo había notado en Queens cuando un grupo de seis oficiales del New York Police Department (NYPD) intentaron impedir sin éxito que los cientos de manifestantes se mantuvieran dentro de las aceras. La calle fue tomada. Se hizo normal que las personas ocuparan en la ciudad como en el resto del país importantes autopistas interestatales, o los insignes puentes de Brooklyn o Golden Gate, en San Francisco. Las más fuertes protestas se dieron del domingo 31 de mayo al miércoles 3 de enero. Todo el fin de semana sobrevolaron helicópteros, parecía que las autoridades perdían el control de la ciudad. 

En barrios de clase media profesional, como Astoria o Long Island City, reinaba una especie de despreocupación y alejamiento de lo que sucedía en Brooklyn o el centro de Manhattan. El puente entre Queens y Manhattan amaneció cubierto de nuevos grafitis.

7. Nuevos graffitis en Queensboro. 3 de junio. 

El domingo 31 de mayo fue, posiblemente, el más intenso en términos de saqueos o destrucción de vitrinas y de radiopatrullas. En el Bronx surgieron incendios en medio de las calles mientras, otros vecinos, se apresuraban para apagarlas. En Brooklyn los manifestantes impedían, con sus cuerpos, el paso de radiopatrullas, mientras intentaba desalojar echándoles el carro encima. De nuevo, las cámaras de teléfonos fueron armas centrales para los manifestantes. Trump culpó a los anarquistas (Antifa) de liderar las protestas y atacó a quienes llamaba “alcaldes de extrema izquierda”, como sucedería en Minneapolis o en Seattle. Las protestas y enfrentamientos callejeros tuvieron un espíritu anarquista desde el inicio, lo cual no quiere decir por supuesto que dichas organizaciones las orquestaran. El carácter espontáneo de la lucha es sinónimo de superflua espontaneidad, mero estallido, sino construcción de redes organizativas de bastante complejidad [3] a la hora de la lucha.

El 3 de junio, dos días después de las revueltas y saqueos, Midtown mostraba elementos de ruina. Los alrededores de Fifth Avenue estaban tapizados de mallas, tablas de madera y hasta alambres de púas. Como bien interpretó Nestor López con la experiencia de Buenos Aires en 2001, en Nueva York “parecía que las tiendas se estaban preparando para una tormenta”. Por las mañanas uno podía ver carpinteros, de México o Centroamérica, instalando pesados paneles plywood. Por las noches, mientras muchas tiendas habían sido completamente vaciadas, muchos escribieron sobre los paneles. A la mañana siguiente, la tienda Oakley anunció: “La salud y bienestar de nuestra comunidad Oakley siempre será primero”. [4] Encima, alguien pintó en letras azules mayúsculas: “GEORGE!”. 

Varias zonas de la ciudad amanecieron con pintas, dibujos, firmas difíciles de leer, llamados a la reconciliación o a la destrucción. En una sola tabla protegiendo la vitrina de una tienda aparecían varias frases. Primero, en el centro, la palabra “destroy” [destrucción] o las letras “FTP” [Fuck The Police–A la mierda la policía] al costado. Luego, alguien agregó en lila y morado “don’t destroy NY” [no destruyas Nueva York] y “You 5AV, U Luv Me” [Es tu quinta avenida, ámame]. En la tienda del lado, los trabajadores de una tienda de zapatos escribieron “Nothing Left To Take” [No queda nada que llevarse] y, en letras grandes, delineadas, “Stay Strong” [Mantente fuerte], frase muy utilizada durante la cuarentena del Covid-19 aludiendo a la ciudad de Nueva York.

3. Panel
Disputas en el panel de plywood. Foto: Sergio Palencia

Otros reivindicaron su homosexualidad en la lucha: “Gay PWR” [Poder Gay]. Se identificaba a la policía neoyorquina con la letra “K”, por el Ku Kux Klan [NYPDK]. En menos de cinco días los graffitis se tornaron contra los ricos y su dios. A lo largo  del puente Queensboro, conectando la isla de Manhattan con Queens, surgieron nuevas pintas. La primera, repetido varias veces, “Eat The Rich” [Comámonos a los ricos]. Otros recordaban a Floyd, convertido en el mártir de las protestas: RIP George. A lo largo de las ciclovías se pintó en grande “Black Lives Matter”, el símbolo de la “A” anarquista y frases como “We Are God” [Nosotros somos dios]. La disputa por lo religioso apenas estaba empezando. 

8. Toque de queda, 1 al 7 de junio. 

El inicio de las protestas sólo reafirmó el carácter clasista de la cuarentena. Hacia las seis de la tarde, entre el lunes 1 de junio y el sábado 6 de junio, el gobierno enviaba la siguiente alerta de emergencia a todos los teléfonos celulares de la ciudad: “El toque de queda empieza a las 8pm, sólo los trabajadores esenciales están exentos. No se permitirá el tráfico en Manhattan al sur de la 96 calle, con la excepción de residentes locales, trabajadores esenciales, buses y camiones repartidores” [5]. La demarcación reproduce, claramente, la división entre el norte pobre negro y latino de la ciudad y el sur mercantil, sede de consulados, tiendas de alta moda, rascacielos y apartamentos de lujo. 

Se buscaba evitar una correntada de gente bajando desde Washington Heights o el Bronx. Al mismo tiempo, el gobierno de la ciudad avalaba el tránsito de los asalariados pobres de los mismos barrios. La policía, en la práctica, poco atendía la diferencia entre un trabajador esencial y un peatón o manifestante en la calle. Pronto jóvenes repartidores fueron apresados. Fue una semana en la que la policía bloqueó puentes, cercó manifestaciones, usó tácticas de choque y arresto masivo. En números que parecen conservadores, The Guardian estima diez mil personas arrestadas [6] en todo Estados Unidos tras una semana de varios toques de queda. 

4. Alerta toque
Toque de queda en Nueva York. Foto: Sergio Palencia

En Nueva York, se habla de al menos dos mil arrestados bajo cargos como asamblea ilegal, resistencia al arresto, conducta desordenada, ataque a oficial de policía, robo en tiendas (burglary) [7]. El alcalde De Blasio criticaba a los manifestantes por el peligro de expandir el coronavirus mientras, al mismo tiempo, la policía mantenía hacinados a cientos de protestantes arrestados en las comisarías.  El toque de queda generalmente abarcaba entre las ocho de la noche y las cinco de la mañana. Un fenómeno fue marcando la transición de la cuarentena a las protestas: la disminución de los aplausos a las siete de la noche. 

Desde su inicio en abril, los aplausos surgieron como una medida de solidaridad transclasista por la pandemia. Al menos ese era su objetivo. Las niñas pintaban arcoiris y los colgaban en las puertas de sus casas para que los repartidores de correo y de Amazon leyeran su agradecimiento. Al regresar de sus turnos, muchas enfermeras decían sentirse motivadas al escuchar aplausos en los barrios. Dos semanas antes de la muerte de George Floyd y del inicio de las protestas, noté que la gente ya no sólo aplaudía o sonaba las ollas en los edificios de Queens, sino que también gritaban. La cuarentena sin duda había sido una experiencia de soledad y aislamiento. 

9. Los que no están de acuerdo

La emotividad en parte se canalizó en el hastío y rabia de las manifestaciones, algo que provocó que los aplausos menguaran mientras las protestas se intensificaban. La indignación fue la clave entre el encierro de la pandemia y la disposición a salir masivamente. También comencé a ver en la calle enojos contra las protestas y sus motivaciones. En uno de los últimos aplausos barriales alguien desde su apartamento sonó su cacerola sin cesar. Vi a un hombre frente a un bar reaccionando con enojo y gritarle “shut up you dick!” [8][cállate cabrón] a la persona de la cacerola. Del otro lado, un conocido saludó al hombre y éste preguntó, de nuevo enfadado, por qué no se callaba. El amigo paseando con su pequeña hija le respondió que tan sólo habían pasado unos minutos después las siete de la noche. 

Las expresiones de unidad simbólica frente a la pandemia no eran recibidas de la misma manera tras la muerte de George Floyd. Mientras, en áreas adyacentes al Central Park, los residentes de apartamentos más lujosos seguían aplaudiendo por la unidad de Nueva York. Pero esa semana entre el 1 y el 6 de junio el enfrentamiento se hacía notar por doquier. A la par del puente Queensboro, un manifestante conversaba enfadado con su amigo. El chico, de barba pelirroja y camisa verde sin mangas, le dijo: “traté de defenderme y ahora resulta que soy el malo de la historia [I’m the bad guy]” [9]. Se respiraba tensión en ciertas áreas de la ciudad. Al norte de Brooklyn, un policía le disparó a un chico negro. Rápidamente se le acusó de llevar un arma. Había mucho rumor y poca claridad.

10. De Minneapolis a Guadalajara

Tras una semana, el alcalde De Blasio levantó el toque de queda. Los saqueos habían básicamente terminado para el miércoles 3 de junio. La policía mantenía una doble postura [10]. Por un lado, en las proximidades de Washington Square y de Union Square, un comisario se había hincado junto a los manifestantes en honor a Floyd. Luego, por la noche, la policía cercaba a los manifestantes dentro de estaciones de metro, encerrando gente por los extremos de una misma calle. Lugares como Barclay’s Center, en el corazón de Brooklyn, ya se habían convertido para entonces en sitios de luchas constantes entre manifestantes y policías. El toque de queda venía de la mano de la pérdida de credibilidad tras el asesinato y la represión policial. 

Los primeros quince días de junio hubo manifestaciones en toda la ciudad de Nueva York. Muchos seguían la etiqueta #GeorgeFloydNYC en Twitter para enterarse de los puntos de reunión. Una vez la gente congregada, se iniciaba con una asamblea que paulatinamente se convertía en marcha o bien en vigilias para reflexionar en torno al racismo en Estados Unidos. Ya para ese momento los medios seguían con atención y sorpresa cómo las protestas se extendían a Gran Bretaña y Francia. En Bristol, Inglaterra, los manifestantes tiraron la estatua de Edward Colston, un antiguo esclavista, amarrándole una cuerda a la cabeza y empujándola a un canal [11]. En lugares tan alejados como Guadalajara [12], México o París, Francia, las protestas se enraizaban en historias de violencia policial precedentes. 

En lugares donde no hubo directamente protestas, la catalización de Black Lives Matter promovió toda una discusión en torno al racismo en cada país. En Colombia, se recordó la muerte de varios jóvenes negros por la policía. En Perú, la compañía de gelatinas y mazamorra morada, Negrita, anunció que cambiarían el nombre de su marca, provocando discusiones en las redes en torno al racismo de las compañías y las estrategias del capital por legitimarse. Otros hablaron de racismo al revés y del acoso a los blancos en sociedades latinoamericanas. En un santiamén, tanto el coronavirus como el movimiento por Floyd impusieron un debate si no a nivel mundial por lo menos bastante extendido. Tras la pandemia, la indignación se centra en la violencia racial de los estados, en el largo lastre colonial.  

11. “Feliz cumpleaños Breonna”, Harlem. 5 de junio. 

En Harlem, Nueva York, las manifestaciones sirvieron de puente entre los barrios de Manhattan y el Bronx. Chicas y chicos de ascendencia africana o antillana llevaron la batuta de las marchas y asambleas. Desde inicios del siglo XX, el barrio de Harlem ha sido receptáculo de población negra huyendo del sur segregacionista, de la persecución de las dictaduras de 1930 en República Dominicana o Cuba, como posteriormente de familias puertorriqueñas de orígenes campesinos. En su libro Un poeta en Nueva York (1929-1930), Federico García Lorca mostró una afinidad profunda por el Harlem oprimido, por sus ojos, su canto, su muchedumbre. Contrario a sus denuncias contra la sangre y matanza del capitalismo urbano neoyorquino, Harlem pareciera ser el único lugar en el cual resonó, para él, algún eco de los oprimidos andaluces. 


Es preciso cruzar los puentes

y llegar al rubor negro

para que el perfume de pulmón

nos golpee las sienes con su vestido

de caliente piña. [13]


Las comunidades negras, con su historia de sufrimiento y esclavitud, desarraigo y látigo, brillaban con esa luz utópica. Más que lo establecido, el poeta precisa en el “rubor negro” la posibilidad de un despertar. No estaba equivocado. Cuando García Lorca regresaba a la España republicana, con el arte como horizonte de emancipación y reflexión, en 1934, nacía en el Harlem Audrey Lorde, una de las más potentes poetas feministas negras, socialistas, entre 1960 y 1992. Lorde rastreó el poder de su voz, la fuerza en su sangre, en las mujeres de su barrio: “Imágenes de mujeres flameando como antorchas adornan y definen las fronteras de mi viaje, se erigen como diques entre el caos y yo. Son las imágenes de las mujeres, gentiles y crueles, las que me guían rumbo al hogar” [14]. Casi cuarenta años después de escritas estas líneas, Harlem fue escenario de asambleas de Black Lives Matter, de nuevas antorchas. 

El viernes 5 de junio, a las tres de la tarde, alrededor de sesenta jóvenes, ahora mayoría negra, se hicieron presentes con pancartas, un pequeño equipo de sonido, bicicletas y puestos de distribución gratuita de agua y alimentos [15]. Se reunieron frente a la estatua de Adam Clayton Powell, en la 125 calle y 7ª avenida de Manhattan. Nacido también en Harlem, Clayton Powell había sido el primer afroamericano en ser elegido para la Cámara de Representantes de Estados Unidos por Nueva York. Bajo la sombra del edificio que lleva su nombre los manifestantes se reunieron para celebrar el cumpleaños de Breonna Taylor, la chica que había muerto ametrallada por la policía el pasado 13 de marzo cuando dormía en su apartamento en Louisville [16]. 


Después de un discurso, seguido por aplausos y gritos de apoyo, una chica negra propuso cantarle feliz cumpleaños a Breonna Taylor. El canto tuvo mucho de gospel, con ritmos alegres, los cuales fueron acompañados por los manifestantes mientras aplaudían. Los policías, por su parte, habían puesto rejas de metal alrededor del edificio, tal vez temiendo que fuera ocupado por los manifestantes. Un grupo de ocho policías, hombres y mujeres, custodiaban las entradas. Era un día húmedo, con temperaturas altas de verano. En la esquina opuesta a la asamblea, un supermercado estaba protegido por múltiples paneles de plywood. Todavía había temor por posibles saqueos. En los alrededores, junto a una estación de metro, vi una multitud de hombres afroamericanos sentados o platicando por grupos, ajenos a lo que sucedía a doscientos metros de distancia. 

12. La danza del aleluya, Central Park. 12 de junio

Muchos de los manifestantes luego marcharían para una vigilia en The Cathedral Church, iglesia episcopal de Nueva York, en honor a George Floyd. El 4 de junio, en Minneapolis, se había llevado a cabo una ceremonia cristiana también en conmemoración a Floyd. Al inicio del servicio, los familiares de Floyd y demás amistades guardaron silencio de pie durante 8 minutos y 46 segundos, el tiempo que duró la muerte de George hacía dos semanas. 

El reverendo Al Sharpton, por su parte, dio un memorable discurso recordando más de cuatrocientos años de sufrimiento y esclavitud de la comunidad negra en EE.UU. Finalizó con un llamado a involucrarse en el despertar colectivo, en el estilo del histórico pastor Martin Luther King: “Lo que le pasó a Floyd pasa todos los días en este país, en educación, en servicios de salud y en cada área de la vida estadounidense. Es hora ya de levantarnos en el nombre de George y decir: ‘Quiten su rodilla de nuestros cuellos” [17]. El sentido de lo religioso o espiritual jugó un papel importante durante las protestas y las imágenes del poder, con distintos simbolismos y disputas por la memoria. 

En Washington D.C., tres días antes del servicio religioso por Floyd, la seguridad de Trump desalojó violentamente a un grupo de manifestantes para que el presidente, con ademanes serios, posara con una biblia en la mano. El 2 de junio, la obispa de la Diócesis Episcopal de Washington, Mariann Budde, declaró sentirse “indignada” [outraged] [18] por la escena de Trump frente a su iglesia. Trump no solo enfrentó las críticas de Budde, sino también de la alcaldesa de Washington D.C., Muriel E. Bowser. La alcaldesa autorizó pintar en letras gigantes, amarillas, la frase Black Lives Matter frente a la Casa Blanca [19]. En Nueva York, De Blasio haría lo mismo en la calle Fulton, en Brooklyn, el 14 de junio.

Entre estatuas tiradas, graffitis y nuevos nombres de calles, una crisis ética sacudía Estados Unidos. Las marchas se transformaron, en su mayoría, en asambleas. El horizonte político, como suele pasar en las primeras dos décadas del siglo XXI, aún se debate entre la disputa democrática desde los espacios estatales –como la policía y el presupuesto anual, en este caso– y la práctica de asambleas, con la fuerza de la espontaneidad, el arte y la dificultad de la constancia. El viernes 19 de junio se celebró la liberación de las mujeres y hombres esclavizados en EE.UU. En Central Park, un grupo de jóvenes negros y negras organizaron un espacio de denuncia de la esclavitud, de danzas y de poesía [20]. 

Sentados a su alrededor, probablemente había cien personas, algunas mujeres con pancartas a su costado. Un joven de camisa negra dijo lo siguiente: “Cuando hablamos de Black Lives Matter no solo hablamos de racismo, hablamos de una condición económica. La razón que nos dicen en América [EE.UU.], en esta sociedad capitalista, es que el valor de una vida negra es menos que el dinero”. Para el joven, el recuerdo de la esclavitud y de la expoliación debía estar en el centro de las demandas por una transformación radical de la sociedad. Provenientes de una iglesia cristiana, este grupo reunía la fuerza del movimiento de Las vidas negras importan con el evangelio. Terminó su discurso con la necesidad de no acallar el espíritu, de encontrar valentía para enfrentar la injusticia y hablar.

Después de su participación, una joven negra leyó su poesía. Al inicio su voz era apenas reconocible, no se escuchaba y no se pegaba al micrófono, pero paulatinamente fue haciéndose de la palabra y despertó aplausos y chasquidos. Al terminar, dos mujeres danzantes se pararon, pusieron la música y encorvaron el cuerpo, llevándolo casi hasta el suelo. A medida que la música subía, ellas mismas levantaban la cabeza y la cara, sus brazos extendidos dibujaban líneas curvas en el aire. Hacia el final, mientras se entonaba el aleluya en la canción, bailaban en figuras de apertura. Me quedé pensando. ¿Cómo, hoy en día, aprenderemos a reconocer el canto de liberación, el mismo que José María Arguedas [21] y W.E.B. Du Bois [22]supieron percibir, con dolor, con alegría, en las piedras del Cuzco o las calles de Harlem?  

PIES DE PÁGINA

1.“These THUGS are dishonoring the memory of George Floyd, and I won’t let that happen. Just spoke to Governor Tim Walz and told him that the Military is with him all the way. Any difficulty and we will assume control but, when the looting starts, the shooting starts. Thank you!” Tweet de Donald J. Trump, 29 de mayo 2020.

2.Sprunt, Barbara, “The History Behind ‘When The Looting Starts, The Shooting Starts’”, NPR, 29 de mayo 2020. Disponible aquí.

3. Véase el interesante artículo sobre las batallas urbanas en Minneapolis, traducido al español por el equipo de Comunizar. CrimethInc. “USA: El asedio del Tercer Recinto en Minneapolis”, Comunizar, Argentina, 15 de junio 2020. Disponible.

4.“The health and well-being of our Oakley community will always come first. Www.oakley.com is open 24/7.” Información a partir de mi caminata por los alrededores de la quinta avenida. Nueva York, 3 de junio 2020.

5.“City curfew in effect at 8pm. Essential workers are exempt. No traffic allowed in Manhattan south of 96th Street, with the exception of local residents, essential workers, buses, and truck deliveries.”  Emergency Alert, New York, 3 de junio 2020.

6. Sainato, Michael. “‘They set us up’: US police arrested over 10,000 protesters, many non-violent”, The Guardian, 8 de junio 2020. Disponible aquí

7. Ransom, Jan. “Despite Virus, Hundreds Arrested in Unrest Are Held in Cramped Jails”, New York Times, 4 de junio 2020. Disponible aquí

8. Long Island City, 2 de junio 2020, 7:10 de la noche.

9. “I tried to defend myself and now I’m the bad guy”. Queensboro bridge, 5 de junio 2020, 5:50 de la tarde.

10. Véase: Witt, Emily. “Protesting Past Curfew in New York City.,” The New Yorker, 4 de junio 2020.

11. BBC New. “Edward Colston statue pulled out of Bristol Harbour.,” BBC, 7 de junio 2020. Disponible aquí.

12. Juan Carlos G. Partida corresponsal, “Estallan protestas en Jalisco por la violencia policial – Política – La Jornada,” June 5, 2020. Disponible aquí.

13. Federico García Lorca, Poet in New York = Poeta En Nueva York, 1st ed., bilingual ed.. (New York: Grove Press : Distributed by Publishers Group West, Grove Press, 2008).

14. “Images of women flaming like torches adorn and define the borders of my journey, stand like dykes between me and the chaos. It is the images of women, kind and cruel, that lead me home.” Audre Lorde, Zami: A New Spelling of My Name, First Crossing Press edition.., Crossing Press Feminist Series (Berkeley, CA, Freedom, CA, Trumansburg, N.Y., Freedom, Calif., Berkeley, Calif.: Crossing Press, 1982).

15. El movimiento de asambleas y marchas abre espacios de gratuidad donde los productos son desprovistos de su forma mercantile para revestirlos con el espacio de la comunidad. Para el caso de Seattle, véase: Mike Baker, “Free Food, Free Speech and Free of Police: Inside Seattle’s ‘Autonomous Zone,’” The New York Times, June 11, 2020, sec. U.S. Disponible aquí.

16. Richard A. Oppel Jr and Derrick Bryson Taylor, “Here’s What You Need to Know About Breonna Taylor’s Death,” The New York Times, June 28, 2020, sec. U.S. Disponible aquí

17.“What happened to Floyd happens every day in this country, in education, in health services and in every area of American life. It’s time for us to stand up in George’s name and say, “Get your knee off our necks!” “‘Get Your Knee Off Our Necks’: At Memorial for George Floyd, Mourners Condemn 400 Years of Racism,” Democracy Now!, accessed June 30, 2020. Disponible aquí

18. CNN. “DC Bishop on Trump’s photo-op: This was a charade”, 5 de junio 2020. Disponible aquí

19. Nirappil, Fenit et al. “Black Lives Matter’: In giant yellow letters, D.C. mayor sends message to Trump”, The Washington Post, 5 de julio 2020. Disponible aquí.

20. En un interesante reportaje del New York Times se analiza cómo el lugar donde fue asesinado George Floyd fue convertido, en Minneapolis, en un espacio de reflexión y asamblea. Peter van Agtmael, “After Tragedy, Making a Place to Gather for Support and Solidarity,” The New York Times, June 11, 2020, sec. U.S. Disponible aquí

21. “Las líneas del muro jugaban con el sol; las piedras no tenían ángulos ni líneas rectas; cada cual era como una bestia que se agitaba a la luz; transmitían el deseo de celebrar, de correr por alguna pampa, lanzando gritos de júbilo”. José María Arguedas, Los Ríos Profundos (Lima: Editorial Horizonte, 2016), 26.

22. “Criteria of Negro Art :: W E B Du Bois . Org,” accessed July 1, 2020. Disponible aquí

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