El agresivo entrenamiento de los agentes de la SAAS para proteger al Presidente.
Gritos. Gritos que llenan la bartolina/dormitorio. Gritos como sólo se pueden gritar a las 2:30 de la madrugada. Más de tres decenas de gritos constantes para 23 futuros agentes de la SAAS (la Secretaría de Asuntos Administrativos y Seguridad de la Presidencia que se encarga de que no le pase nada malo a un Presidente en Guatemala). Es el instructor –gigante, ronco, una sombra– que no deja de gritar a esas horas mientras somata/patea la puerta y todos los cadetes despiertan, en estado de alarma, refunfuñando y sobresaltados.
Es así, tras toda esa serie de invocaciones oscuras a tan alto volumen, que ocurre de repente la gran transmutación de los futuros agentes de la SAAS en plena oscuridad. Los gritos los transforman: todos ellos tan inmersos en esa extraña ilusión en la que algún día cuidarán de algún Presidente guatemalteco. Aunque de momento, no hay luces o rayos o efectos especiales para esta rara metamorfosis colectiva. No.
Sólo gritos.
Gritos como estos:
“¡Usted Espinoza, usted imbécil, esta noche es el Presidente!”.
“¡Usted Orellana, usted imbécil, es el escolta personal de su Presidente!”.
“¡Y todos ustedes, imbéciles, deben atacar y dar muerte a su Presidente! ¡Es una orden! Malditos…”.
Y tras lo dicho: todos los futuros agentes de la SAAS han cambiado de repente.
El Presidente –es decir, Espinoza, el futuro agente de la SAAS que interpreta al Presidente– ha quedado atrapado en la parte más profunda del dormitorio. Y ahí, únicamente vestido con una pantaloneta, no se mueve.
El escolta personal del Presidente –es decir, Orellana, el futuro agente de la SAAS convertido en escolta personal del Presidente– permanece también quieto, en silencio, al lado de su Presidente.
Desde ese rincón presidencial apenas todo resulta visible.
A su alrededor, no obstante, las sombras acechan. Sombras que tienen la orden de matar a su Presidente. Y los gritos continúan:
“Orellana: Proteja a su Presidente / Proteja a su Presidente”.
“Maten al Presidente”.
“Proteja a su Presidente / Proteja a su Presidente”.
Y de inmediato, sobre aquella región oscura del dormitorio, habitado sólo por el Presidente y su escolta personal, llegan los puños y las patadas voladoras. Los puntapiés. Los golpes. Una veintena de futuros agentes de la SAAS se abalanzan, somnolientos, bajo la premisa de matar esta noche al Presidente de Guatemala.
El tumulto. La confusión. Los gritos. Los golpes… Los golpes. Los gritos. La confusión. El tumulto…
La oscuridad.
Y el contraataque: algunas sombras caen inconscientes. Orellana –el zacapaneco enclenque, medio canche, de ojos verdes– desde el fondo del dormitorio arrastra a su Presidente, sobre el piso, bajo las literas, buscando una salida… tirando puntapiés en todas direcciones.
“Maten al Presidente”, repite el instructor. “Mátenlo. Mátenlo”. Así con más intensidad cuando observa que hay posibilidades de que su Presidente sobreviva.
No obstante, Espinoza, en su papel de Presidente, se ha desfallecido. Es un trapo que respira sobre el piso. Los golpes de las sombras no cesan. Su escolta personal, Orellana, lo hala con esfuerzo hasta una salida. Pero para el instructor de la SAAS –que sigue gritando– la muerte del Presidente a esa hora es algo definitivo.
“Nadie, nadie de ustedes se convertirá en agente presidencial”, grita el instructor en la oscuridad. “Todos a repetir un año de entrenamiento. Su Presidente no ha sido protegido”, grita y se marcha gritando.
Porque esta noche ha muerto el Presidente de Guatemala.
(Narrado por un agente de la SAAS, Palacio de la Cultura, febrero 2015)