NARRATIVA – INVESTIGACIÓN – DATOS

Transcripción | Fátima contra el Estado de Guatemala

Podcast producido por Imperfecta, a cargo de las periodistas Elsa Coronado y Francelia Solano. Difundido por No-Ficción. 
Este reportaje fue realizado con el apoyo de la International Women’s Media Foundation (IWMF) como parte de su iniciativa de ¡Exprésate! en América Latina.
Esta historia contiene detalles de violencia sexual, sugerimos discreción.

*Las protagonistas son identificadas con nombres ficticios como medida de protección.
 

Fátima: Yo toda la vida jugué muñecas y siempre que las cambiaba, que les daba comida y todo, pero yo nunca me vi haciendo eso… real digamos.

Ella es Fátima, tiene 24 años y media vida tratando de entender por qué fue violada a los 13 años, cursaba primero básico y algunos de sus profesores empezaron a llamarla “señora”, el mismo trato le dieron las enfermeras en la clínica de control prenatal.

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Este Podcast fue realizado con el apoyo de la International Women’s Media Foundation (IWMF) como parte de su iniciativa de ¡Exprésate! en América Latina.

Esta historia contiene detalles de violencia sexual, sugerimos discreción

Fátima utiliza este nombre para narrar cuán difícil fue asumir su nueva realidad.

Fátima: Me costó alrededor de año y medio el poder ver a mi hijo, acercarme a él, tocarlo. Con decirte que él nació y no le di de amamantar. No quería tener ese contacto con él, no me sentía como preparada para tener ese acercamiento con él y aún hasta la fecha me cuesta.

En mayo de 2019, diez años después de la violación, presentó una queja contra el Estado de Guatemala. Ante el Comité de Derechos Humanos de las Naciones Unidas señaló que le han negado el acceso a justicia, porque el violador está libre, y el Estado poco o nada ha hecho para protegerla.

Pasó de niña a madre sin tener asistencia psicológica estatal, ni seguimiento médico. Sin apoyo para continuar los estudios o alimentar, vestir y cubrir las necesidades básicas de su hijo. Después de ir al Comité se dio cuenta de lo invisible que era para el Estado.

Su caso estuvo varado una década, pero en 2019, por la presión internacional, la policía activó medidas de seguridad y la fiscalía dice que pidió orden de captura internacional en contra del violador.

Elsa Coronado sigue con la historia.

Fátima nació en Huehuetenango, un departamento al occidente de Guatemala, que destaca en los informes de desarrollo humano por los altos indicadores de pobreza, bajos niveles de escolaridad y acceso a servicios básicos. Razones que obligan a la migración. Este departamento también destaca porque es en donde ocurren más embarazos en niñas desde los 10 y adolescentes hasta los 19 años.

En ese contexto creció Fátima, la penúltima de seis hijos que fueron criados solo por su madre. De su padre, al igual que muchos eventos de su niñez, solo tiene amargos recuerdos. Este es uno de ellos.

Fátima: Cuando yo era chiquita, tenía yo unos 10 años, mi papá llegó a ver a mi mamá porque tenía que pasar manutención, y era mi cumpleaños. Y llevó un muñeco grande, porque lo recuerdo tan bien, y se lo entrega a mi hermana pequeña y le dijo “tené tu regalo de cumpleaños”.

Con un padre ausente y una familia numerosa, la mamá de Fátima tuvo que trabajar largas jornadas, muchas veces lejos del hogar, dejando a sus hijos para poder sostener el hogar. Era eso o…

Fátima: O nos moríamos de hambre.

El sueldo apenas alcanzaba para pagar el alquiler y los alimentos básicos. No había para calzado o ropa, así que los pequeños heredaban lo que ya no les quedaba a los hermanos mayores.

Para consuelo de esta familia, existía un centro estatal en donde las madres solteras podían dejar a sus hijos mientras trabajaban. Era una guardería que atendía desde recién nacidos hasta niños y niñas de 12 años. Los recibían temprano por la mañana y los cuidaban hasta el final de la tarde. Ahí comían, estudiaban y hacían las tareas.

El lugar era dirigido por Eduardo Roberto Santiago López. Un personaje que se ofrecía como benefactor de familias pobres.

Fátima: Él era director de este centro y fue así como lo conocimos, estábamos muy muy pequeñas cuando lo conocimos y tal vez por eso el apego, como un ser paternal. Él era una persona que me compraba los libros de la escuela, era como mi papá.

Le decían papá Lic., por la abreviatura de Licenciado. Esta familia, de escasos recursos y abundantes precariedades, creyó que la suerte estaba de su lado cuando este hombre les ofreció ayuda sin pedir nada a cambio. No se imaginaban la perversidad que se escondía detrás del pedagogo, docente universitario y funcionario público.

Fátima: Él se ganó el cariño de mi familia para después hacernos daño.

El 27 de noviembre de 2009, después de   manipulaciones y toqueteos, Eduardo Roberto Santiago López violó a Fátima.

Él tenía 51 años y ella era una niña de 12, que fue engañada para supuestamente ir a un evento. En la noche, este hombre entró a la habitación en donde ella dormía y la marcó para toda la vida.

Fátima: Yo en ese entonces no sabía, en ese entonces en las escuelas no hablaban ni siquiera del cuerpo humano, entonces no tenía ese conocimiento. Lo poco que yo sabía de la menstruación, por ejemplo, fue porque mi mamá nos dijo “van a sangrar por su parte”. Pero, qué parte, no nos decía.

La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) señala que la educación integral en sexualidad empodera a los jóvenes y les ayuda a desenvolverse en un mundo en donde hay violencia, desigualdades basadas en género, embarazos precoces o no deseados, y enfermedades de transmisión sexual. Aunque Fátima trató de guardar en secreto todo lo que le había pasado, empezó a notar que su cuerpo daba señales que ella no entendía.

Fátima: Yo me empecé a sentir mal, mal y mal. Mi mamá me decía “¿qué tenés?” Yo ya no comía, y entonces me dice ella “mija, pero es que yo siento y te noto y te veo que estás mal, y mejor te voy a llevar a un chequeo con el doctor”.

Recién había cumplido 13 años cuando le informaron que tenía cuatro meses de embarazo. Su mamá y el médico pensaron de inmediato que había tenido relaciones sexuales consensuadas, quizá con un novio, pero ella ni siquiera tenía contacto con adolescentes y mucho menos con adultos fuera de su entorno porque estudiaba en una escuela para señoritas. Y de ahí iba directo para su casa.

El médico que la examinó y descubrió el embarazo, le preguntó qué había pasado, pero ella no respondía. La mamá tuvo que llevarla con su jefe, otro médico, para que le ayudara a descubrir la verdad.

Fátima: Él se sentó conmigo y con mi mamá, y me dijo “Mija, yo te quiero como una hija. Necesito que me digas ¿qué pasó?”. “Mija, ¿alguien te tocó tus piernas?” Y entonces le dije que sí. Y mi mamá se quedó como helada.

Y cuando le preguntaron ¿quién lo había hecho?, todo fue como un zumbido, un zumbido agudo.

Fátima: Entonces le dije, mi papi Lic.

Fátima es una sobreviviente de violación de la primera década de este siglo. Antes y después de ella hubo miles de niñas más sometidas a este tipo de violencia, pero muchas ni siquiera aparecen en las estadísticas porque hasta 2012 no había una adecuada identificación y denuncia de los casos de violación sexual en niñas.

Cuando todo esto le sucedió a Fátima tampoco había acompañamiento adecuado para las sobrevivientes. Ahora el sistema de salud tiene clínicas especializadas para atender a las víctimas en cada departamento, pero las jóvenes no cuentan con apoyo económico.

Después de denunciar o de acudir a la emergencia de los hospitales, para pedir ayuda, no pueden seguir con sus sesiones de atención psicológica. Cuando Fátima fue violada ya existía la Ley contra la Violencia Sexual, Explotación y Trata de Personas, en donde se establece que las víctimas tienen el derecho a la recuperación física, psicológica y social, y a la reparación integral del agravio. Pero la ley, los protocolos que le siguieron y la capacitación para sensibilizar al personal tardaron años en convertirse en realidad.

El trato hospitalario que recibió fue degradante.

Fátima: Me trataban de cualquiera, me trataban de que yo era buena para abrir las piernas, etcétera. Era una situación muy difícil para mí, que incluso, en ocasiones intenté quitarme la vida porque yo no quería, yo ya no sabía cómo continuar con esta situación.

Pasó por una cesárea en donde casi muere porque tuvo problemas con la presión. Cuando salió del quirófano, otra vez la trataron sin consideración.

Fátima: Me recuerdo bien que tuve al bebé y me lo acercaron que le diera de mamar y la enfermera bien agresiva (me dijo) “tiene que darle pecho, es que es la mamá y le tiene que dar pecho”. Y yo no tenía como ese lazo de decir, “sí, le voy a dar”. Incluso me lo pegaron y solo me recuerdo que volteé para el otro lado y lo tenían sostenido, no recuerdo ahora si era la enfermera o era la psicóloga, no sé bien, lo tenían sostenido para que yo le diera de mamar y yo no quería.

No había un lazo entre madre e hijo. Borró los recuerdos del embarazo y cuenta que no tiene memoria de haber sentido los movimientos del bebé en el vientre. Lo que recuerda con claridad es que después del parto no quería ni tocarlo, así que su mamá se hizo cargo de él. Ella le dio el amor que necesitaba.

Fátima: Desde que sucedió todo esto me volví un poco agresiva. Ahorita, gracias a Dios he estado controlando mi agresividad porque sí, al verlo yo lo sacaba, no lo quería ver. Sí me costaba un poquito, pero ahora tenemos una buena relación. Me costó. Hace unos dos, tres años atrás, incluso él me pegaba y, bueno, yo lo sentía como algo normal porque yo tampoco, no le daba como ese cariño, ese afecto. Entonces, yo decía, bueno es parte de lo que yo le estoy dando. Hasta ahora que nuestra relación ha mejorado, pero sí ha costado ese lazo materno con él. La psicóloga me dice no (lo) veas como la persona que te hizo daño, porque yo veo en él la figura igual al agresor, entonces me es mucho más difícil el aceptar que es mi hijo.

Fátima tuvo apoyo psicológico con Mujeres Transformando el Mundo, una organización que también brinda acompañamiento legal a sobrevivientes de violencia sexual. Uno de los casos que apoyaron fue el de las abuelas de Sepur Zarco, un grupo de mujeres indígenas que denunció los vejámenes que padecieron en su juventud durante el conflicto armado interno, en los años 80.

Paula Barrios, directora de la organización, ha visto muchos casos similares al de Fátima. Niñas obligadas a ser madres, que dejan la escuela, que viven en pobreza y sin asistencia social. Toda esta violencia, dice Paula, tiene origen en el patriarcado estructural.

Paula Barrios: En términos generales, para mí, la violencia sexual en niñas, el mensaje que nos está enviando es que nos quieren regresar a las mujeres al ámbito privado y doméstico. Porque la niña que es violada y encima enfrenta una maternidad forzada, como tú has podido escuchar en los casos, se trunca el proyecto de vida. Y ¿a dónde regresa la niña?, a cuidar hijos, a los 11, 10, 12 años. Entonces eso ¿qué significa? Que esta niña va a ser muy difícil que logre salir de la casa y del ámbito doméstico para realizar su vida. Esas son las trampas del patriarcado.

En Guatemala no hay leyes que garanticen la reparación del daño que sufren las víctimas de violación y maternidad forzada. El Ministerio de Educación debe buscar a las niñas que dejan la escuela para que regresen a clases, pero muchas no lo hacen porque deben atender a sus hijos.

Fátima no quería ese destino, pero todo estaba en su contra. Su mamá perdió el trabajo luego del nacimiento del bebé, y no tenían cómo comprar la leche y los pañales, o cubrir las emergencias y medicina, porque el nene nació con problemas respiratorios.

En los primeros días de vida, el bebé se alimentó gracias a la caridad. Un hermano de Fátima donaba la mitad del bote de leche que le compraba para su hija, que tenía la misma edad, y una psicóloga del hospital en donde atendieron el parto le regalaba las muestras de leche que dejaban los visitadores médicos. Y con los pañales…pues

Fátima: Y con los pañales íbamos haciendo con trapos viejos o con lo que podíamos.

A pesar de la precariedad en la que vivían, Fátima no quiso dejar los estudios. Intentó entrar a un instituto público, pero le negaron la inscripción por tener un hijo y no estar casada. Obtuvo una beca del Proyecto Miriam, una oenegé que ayuda a que niñas y adolescentes puedan continuar con sus estudios. Así que se graduó de maestra.

Fátima no se conformó con eso. Tiene un profesorado universitario en enseñanza media y cerró pensum de la licenciatura en Pedagogía. La educación la ha librado de la pobreza y la ignorancia. Ha trabajado como maestra, tiene un emprendimiento, se casó, tiene una hija de seis años, un esposo que conoce su historia y que quiere a su primer hijo. Suena fácil, pero ha sido el fruto de una década de lucha y trabajo arduo por sobrevivir. Lo que le hace falta para sanar y progresar más es el acceso a la justicia. 

Fátima: En este momento nos ha costado el proceso legal, que ha sido tan tedioso, tan desgastante y en algún momento hasta hemos dicho mejor ahí que quede. No se ha visto un avance.

Eduardo Roberto Santiago López está libre por culpa del sistema. Desde 2010 tiene una orden de captura en su contra, pero ni la Policía, ni el Ministerio Público han hecho lo suficiente para buscarlo y capturarlo. Jessica Monterroso, abogada de Mujeres Transformando el Mundo, que acompaña el caso de Fátima, dice que las instituciones no trabajan coordinadas y cuando un juez avala una orden de captura no le dan seguimiento

Jessica Monterroso: El Ministerio Público ahí se desentiende, pasan como el trabajo a la PNC y ya no hay un seguimiento. Uno se acerca al Ministerio Público para ver cuál ha sido el avance y ellos no dan mayor información, lo único que dicen es “nosotros ya pasamos la orden de aprehensión a los de la DEIC y ellos son los que se tienen que encargar”, pero ya no hay un seguimiento por parte de ellos.

La Dirección Especializada de Investigación Criminal (DEIC) pertenece a la Policía Nacional Civil. El subdirector de Investigación Criminal, Nery Benito, no atendió los pedidos de entrevista para explicar, ¿qué hacen para buscar y capturar a las personas acusadas por violación? ¿Por qué no difunden la información de estas personas cuando tienen una orden de captura vigente?, tampoco respondieron si han ofrecido recompensa para dar con el paradero de algún violador.

También queríamos saber cuántas ordenes de aprehensión por violación tienen pendientes de ejecutar. El Ministerio Público se desentiende de estos datos y pide que se gestionen en el Ministerio de Gobernación.

El vocero del Ministerio, Pablo Castillo, explicó que el trabajo de la Policía depende de las gestiones que hagan los fiscales. Y con tanto trabajo acumulado, muchos casos quedan sin atención. También señaló que no se pueden publicar los nombres y fotos de los acusados de violación u otro delito, para evitar alertarlos.

El caso de Fátima no es el único que está varado. Las cifras de sentencias son siempre mucho menores a las de los casos que ingresan. En seis años, 21 mil niñas fueron violadas en Guatemala. En ese mismo periodo, 12 mil 896 casos llegaron a la vista de un juez, y solo hubo 3 mil 795 sentencias. Si nos basamos en estas cifras, se puede decir que solo el 18% de los casos logran justicia.

En cuanto a la cantidad de violadores con órdenes de captura, buscamos el dato a través de la Ley de Acceso a la Información, pero al cierre del reportaje, la solicitud sigue en trámite.

A las víctimas también les pasa que no obtienen justicia porque el sistema judicial está permeado por el tráfico de influencias. Esto le pasó a Fátima después de denunciar.

Fátima: Salió la orden de aprehensión para esta persona y ni siquiera nosotras sabíamos que estaba siendo tecleada, cuando este tipo le llama a mi mamá y le dice “sé que hay una orden de aprehensión en mi contra, y lo que yo quiero es hablar con usted”. Y mi mamá le dijo que lo que le tuviera qué decir se lo dijera en ese momento. Entonces le dijo “discúlpeme, el diablo me tocó, y pasó lo que pasó, pero no fue mi intención, y por todo lo que yo he hecho por ustedes quite la denuncia”.

Hablemos un poco de Eduardo Roberto Santiago López. Cuando supo de la orden de detención en su contra, desapareció, pero buscó otras formas para comunicarse con Fátima. Usó su influencia y usó como intermediarios a los profesores del instituto en donde ella estudiaba los básicos para poder hablarle por teléfono, y antes de que naciera el bebé, sus familiares la amenazaron y hasta le ofrecieron pagarle los estudios, incluso hasta la universidad, si ella entregaba al niño.

Fátima se enteró que este hombre violó a más niñas, incluida su hermana, que es cuatro años mayor que ella, pero que sufrió esta violencia cuando tenía menos de 10 años. 

Fátima: Cuando ya pudimos hablar y entablar una conversación con mi hermana me decía, “intenté decirle a mi mamá, pero no tuve por dónde”. Creo que esto es también la forma en que estos agresores trabajan la mente de uno, porque se ganó primero nuestro aprecio, porque se ganó el aprecio de toda mi familia, entonces creo que sí sabía bien qué estaba haciendo.

Después de 10 años sin respuesta del sistema judicial, Mujeres Transformando el Mundo se unió a otras organizaciones latinoamericanas para presentar el caso de varias niñas violadas ante el Comité de Derechos Humanos de las Naciones Unidas. Fátima cuenta que tuvo miedo de ir, porque ya estaba cansada de tocar puertas y de exponerse, sin recibir respuestas positivas. Ella no quería que más personas se enteraran de lo que le había pasado. 

Y se preguntaba ¿por qué ir al extranjero si en Guatemala ni siquiera le proporcionaban información de su proceso y hasta extraviaron el informe psicológico que le practicaron cuando presentó la denuncia?

A pesar de todo, decidió ir a Ginebra, Suiza, en donde está la sede del Comité. Ahí fue todo diferente. La recibieron con cordialidad, respeto y empatía.

Fátima: Cuando fui a la Corte y expuse mi caso, y expusimos mi caso y el de otras niñas, sentí como que me hubieran quitado algo, el peso que yo había guardado durante tantos años como que se iba desvaneciendo. Fue que empecé a hablar y sentí que algo se me estaba quitando, sentí que era lo que debía hacer. Y después de salir de ahí sentí tanta paz en mi corazón. Incluso le digo a mi mamá de que yo no sé si él está vivo o está muerto, no lo sé ahorita, pero siento que esto que fuimos a hacer allá va a dejar un precedente.

 A los pocos meses de esa audiencia, que se realizó en mayo de 2019, Fátima recibió la inesperada visita de un grupo de policías. Le dijeron que ella y su familia tenían medidas de seguridad, y que ellos estaban a sus órdenes para cualquier requerimiento. Era la primera vez que la Policía la contactaba, y desde entonces la han buscado para renovarle automáticamente la protección.

La agencia Fiscal de la Mujer de Huehuetenango informó que, desde septiembre de 2019, está activa la alerta roja de Interpol para dar con el paradero de Eduardo Roberto Santiago López por el delito de violación con agravación de la pena en forma continuada. Con esta alerta su foto debería ser difundida en la página de Interpol, y las policías de los 194 países miembros podrían identificarlo si pasa alguno de sus controles. Sin embargo, en el portal de Internet de la institución, al menos hasta el 30 de marzo, no aparece ninguna información del acusado.

Aunque pedimos explicaciones, incluso de por qué hasta 2019 pidieron la captura internacional, en el Ministerio Público no respondieron.

Todo este movimiento ocurrió después de que el Comité de la ONU requirió información del caso de Fátima al estado de Guatemala. Es evidente que la presión internacional fue importante. El caso de Fátima fue desempolvado.

Fátima y Mujeres Transformando el Mundo esperan que el Comité de la ONU pueda hacer recomendaciones al estado de Guatemala, para que actúe y reactive todos los casos de violación que tiene en el cajón del olvido. Y que ofrezca alternativas, como la interrupción del embarazo, a las niñas menores de 14 años que han sido violadas.

 Fátima cree que las niñas tienen derecho a tener opciones en lugar de asumir una maternidad por la fuerza.

Portada Fátima
Este reportaje fue realizado con el apoyo de la International Women’s Media Foundation (IWMF) como parte de su iniciativa de ¡Exprésate! en América Latina.
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