Podcast producido por Imperfecta, a cargo de las periodistas Elsa Coronado y Francelia Solano. Difundido por No-Ficción.
Este reportaje fue realizado con el apoyo de la International Women’s Media Foundation (IWMF) como parte de su iniciativa de ¡Exprésate! en América Latina.
Esta historia contiene detalles de violencia sexual, sugerimos discreción.
*Las protagonistas son identificadas con nombres ficticios como medida de protección.
Ella es Leylani, no es su nombre real, pero es con el que decide narrar la historia de cuando fue violada y quedó embarazada. Hoy tiene 20 años y un hijo de 8.
Su caso es una cifra, un número más en las estadísticas de niñas violadas que quedan, sin opción, obligadas a ser madres. Sobrevivir a esta tragedia es más difícil cuando el estado las olvida, y hace poco o nada para buscar y detener a los violadores.
Bienvenidas y bienvenidos a Im-Perfecta Podcast, mi nombre es Francelia Solano.
Este reportaje fue realizado con el apoyo de la International Women’s Media Foundation (IWMF) como parte de su iniciativa ¡Exprésate! en América Latina.
Esta historia contiene detalles de violencia sexual, sugerimos discreción.
El 25 de noviembre de 2011, cuando el mundo conmemoraba el Día Internacional de la Eliminación de la violencia contra la Mujer, una niña indígena pocomchi´, fue violada por un hombre de 28 años.
El caso llegó al sistema judicial en abril de 2012, cuando la niña no pudo ocultar más el embarazo.
Leylani: Pues yo dejé pasar un poco de tiempo, estaba bajo amenazas.
Como la persona quien fue, conoció a mi familia, y tengo un hermano con discapacidad, y él me dijo que, si yo decía algo, que de todas maneras si pudo hacer algo conmigo cómo no lo iba a hacer con mi hermano, que era una persona indefensa y por eso es de que yo callé.
Aunque es una herida abierta, Leylani tiene cada vez más fuerza para contar lo que sufrió.
Elsa Coronado sigue con el relato.
El 7 de marzo de 2021, Leylani viajó 101 kilómetros desde su natal San Cristóbal, un municipio en el departamento de Alta Verapaz, para unirse en la capital a la marcha de mujeres jóvenes por el Día Internacional de la Mujer.
Fue un domingo soleado, en el que la marea de mujeres llenó el Centro Histórico. Hubo cantos y consignas, todo fue una protesta por tanta violencia.
Suenan consignas de la marcha
En homenaje a las niñas violadas y asesinadas en lo que va del año y años anteriores, las organizaciones de mujeres colocaron cruces en la plaza central y han decidido renombrar el lugar para llamarlo la Plaza de las Niñas.
Solo del 1 de enero al 7 de marzo de 2021, el Ministerio Público registró 17,540 denuncias. La mayoría, por violencia física, violación sexual y delitos contra niños, niñas y adolescentes.
Leylani es una joven morena, de cabello negro y ojos profundos. El día de la marcha iba vestida de negro con un pañuelo verde atado en la muñeca. Era el uniforme que usaron ese día las integrantes de la escuela feminista Carolina Urcuyo, para hacer una coreografía en la que el grupo coreaba: Es mi derecho, el estado debe protegerme, es mi cuerpo, mi decisión.
Suena la canción del grupo feminista
Leylani es una joven empoderada y es también una sobreviviente. A finales de 2020 concedió esta entrevista para hablar de las consecuencias de la violación en niñas menores de 14 años, porque ella fue violada cuando tenía 11. Su historia no es solo la de ella, es la de miles de niñas que se han convertido en madres en los últimos años, en total desamparo, y a quienes, además, se les ha negado el acceso a justicia.
Su vida cambió el 25 de noviembre de 2011, paradójicamente el Día Internacional de la Eliminación de la violencia contra la Mujer. Ella estaba en la calle cuando se le acercó un hombre al que no conocía, pero que conducía un carro que a ella le pareció familiar. Él le dijo que lo acompañara a realizar un encargo del alcalde.
Por supuesto, era un engaño, pero ella accedió porque el vehículo era como el que usaba el jefe edil, al que reconocía porque había repartido útiles escolares a los niños de su escuela.
El hombre la llevó a un terreno baldío y abusó de ella. Leylani estaba en shock, no sabía qué había ocurrido, no tenía idea de que la habían violado y mucho menos de las consecuencias.
Ella recuerda que el hombre le dijo que estaba dispuesto a darle dinero a la familia o que no le importaba ir preso, pero al mismo tiempo la amenazó con hacerle daño a su hermano que tiene una discapacidad. Él conocía los detalles de la familia y eso la intimidó. Trató de guardar el secreto, y lo logró durante casi cuatro meses, hasta que su mamá no pudo soportar más el silencio o las evasivas, cada vez que le preguntaba qué tenía.
Leylani: Como a los cuatro meses yo me decidí a decirle porque ella me dijo: “mira te me vas cambiando porque nos vamos a ir”. Yo le pregunté qué a dónde y ella me decía: “Vamos a ir al doctor”, porque de verdad yo ya estaba mal. Los cambios físicos fueron muy notorios.
Es que Leylani cambió mucho. De ser una niña feliz, que disfrutaba salir a jugar, se transformó en una persona sombría, distante.
Después de cuatro meses de agonía, Leylani se liberó del secreto que guardaba, y su madre descubrió una terrible verdad, o al menos una parte de ella.
Leylani: Y ella lloraba conmigo, y me decía por qué nunca me dijiste nada y que por qué yo nunca le tuve confianza. Y yo le decía que me habían amenazado.
Leylani cuenta que su mamá siempre fue una mujer de carácter fuerte. Crío a sus hijos sola, sin ayuda, y eso la hizo una persona que no mostraba sus sentimientos. Pero ese día la vio llorar con amargura. Hubo muchos lamentos, mucho dolor. Leylani recuerda que su mamá se desahogó y luego se secó las lágrimas.
Esperó al amanecer para ir a Cobán, la cabecera departamental, para presentar la denuncia. Claro, en ese momento no tenían idea de la odisea que implica buscar justicia en este país, pero no dudaban en que un hecho como ese merecía castigo.
Estuvieron dispuestas a pasar por todo el proceso que implica denunciar. Primero fueron al juzgado, y de ahí las refirieron al Ministerio Público. Leylani trató de contar lo que le había sucedido al auxiliar fiscal y a la psicóloga, pero no pudo. No estaba bien, y no sentía confianza de hablar a detalle de esa experiencia horrible.
Han pasado ocho años desde aquel evento, y ella lo recuerda con claridad. Cuenta que cuando ella no pudo seguir hablando, su madre se encargó de narrar todo lo que le había contado.
Que el hombre la subió en el carro, condujo a un sitio solitario, entonces la forzó, le subió el corte, que es su vestimenta tradicional indígena, le quitó la ropa interior, la violó. Y luego la limpió con un suéter. Después, como si nada, la devolvió al lugar de donde se la había llevado.
De este hombre, no podía describir mucho, ni siquiera tenía el nombre completo. Para ella y para su madre era un total desconocido.
El fiscal que tomó las declaraciones hizo una descripción breve, concreta de todo lo que le dijeron. E incluso, usó una calificación burda para referirse a Leylani. Después de anotar su nombre real, siguió con la edad y profesión. En el documento se lee: “de 11 años, ama de casa”.
En esta institución ni siquiera la consideraron como lo que era, una niña que fue víctima de violencia sexual, que era estudiante de primaria. Cuando el fiscal terminó con su trabajo, la refirió con el médico forense. Y ahí comenzó otra parte de su agonía.
Leylani: Ya en el Inacif yo iba con miedo, porque yo no sabía lo que me iban a hacer.
Esto fue en los primeros meses de 2012. Cuando Leylani entró a la clínica se encontró con una realidad que todavía está vigente: La mayoría del personal que atiende a mujeres y niñas víctimas de violencia sexual son hombres. En 2020 la proporción fue del 60% en comparación con las mujeres. Y para una niña que ha sido violada, que un hombre la vuelva a tocar, incluso si se trata de personal médico, resulta muy fuerte.
Leylani: Es más traumante cuando un hombre la vuelve a tocar, la vuelve a ver. La verdad yo si no me dejaba, y mi mamá me decía que era lo necesario.
Cuenta Leylani que el día de la evaluación salió más traumada de lo que llegó. No solo por la forma en que le hicieron las preguntas de rigor o la inspección física, sino porque la sorprendieron con otra noticia.
Leylani: A las dos nos dijeron en el mismo momento: mire, su hija está embarazada. Usted está embarazada. Así, no tuvieron consideración. Las preguntas de ahí fueron muy crueles, me decían: ¿Usted no lo quiso? ¿Usted no lo buscó? ¿Cuándo fue su primera menstruación? ¿Está segura? Todavía dudaron de mi palabra. “Ya, vamos a ver si coincidimos con las fechas y el tiempo de embarazo que usted tiene”, me dijeron.
Lo del embarazo fue el clímax de una sesión dolorosa y revictimizante.
Leylani: Pero el doctor estaba evaluándome, imagínese que me volvieran a, no sé, algo así como un palito me introdujeron en la vagina. Y yo lloraba, era un dolor horrible. A pesar de que fue un palito o no sé qué utilizarán ellos para evaluar, pero sí duele.
Las revisiones vaginales y el interrogatorio descriptivo de la violencia sexual o vida sexual de la víctima, son parte del protocolo de atención que está vigente en el Instituto Nacional de Ciencias Forenses, el Inacif. Los médicos tienen que ser inquisitivos, porque la información que recaben en la entrevista determina el examen físico que realizarán después. Y de la evaluación física, depende la identificación del agresor.
Por ejemplo, si una víctima llega al Inacif cuando el hecho acaba de suceder, el médico puede tomar muestras de la ropa, la boca, los genitales, las uñas. Todo esto para enviarlo al laboratorio y encontrar indicios que ayuden a identificar o señalar al violador. Así que el cuestionario y el análisis pueden llegar a ser invasivos. Deben incluir fotos y también una descripción en texto. Todo esto sirve para que los fiscales puedan documentar un caso. Sin embargo, ¿cómo evitar que esto perjudique más a la víctima?
En 2016, el Inacif publicó la Guía de Reconocimiento Médico Legal a Víctimas de Violencia Sexual y señaló que el personal debe ser respetuoso, y en todo momento evitar causar doble victimización. A Leylani le tocó otra época, cuando el personal no estaba sensibilizado ante estas prácticas. El recuerdo que tiene de ese momento en el Inacif es muy doloroso.
Quince días después de pasar por estas pruebas y de dar su declaración, un juzgado emitió la orden de detención en contra de Juan Eliseo Juárez Ventura, que entonces tenía 28 años, por el delito de violación con agravación de la pena. Un delito cometido contra una niña de 11 años.
Ocho años después de este hecho, él está libre. No ha sido capturado.
Leylani: El sistema de justicia está mal, para mí está mal. Como yo decía, no hay ninguna comunicación entre el MP y la PNC, no hay nada de comunicación para decir vamos a trabajar en conjunto.
La ruta interinstitucional de atención integral a víctimas de Violencia sexual y Maltrato involucra a seis instituciones de gobierno que deben operar en coordinación.
La Procuraduría de los Derechos Humanos, la Policía, la Procuraduría General de la Nación, el Ministerio Público, el Instituto Nacional de Ciencias Forenses (Inacif) y el Ministerio de Salud. Si una víctima llega a una de estas instituciones, se activa el protocolo que involucra a las demás.
Por ejemplo, la Policía y el Ministerio Público tienen que trabajar juntos en la investigación. El Ministerio Público debe hacer requerimientos para que la Policía pueda hacer entrevistas a la víctima, o a posibles testigos. Armar un perfil del violador o requerir información a otras instituciones.
Con la investigación que realizan los agentes a cargo del caso, se pueden solicitar órdenes de allanamiento, secuestros de información y detenciones. Los fiscales deben hacer todas estas gestiones ante los juzgados.
Cuando los jueces avalan las peticiones del Ministerio Público, todo regresa a la Policía Nacional Civil, para que los investigadores realicen las diligencias. Sin embargo, estas alianzas no han dado frutos o al menos esto es lo que ha sucedido en el caso de Juan Eliseo Juárez Ventura, que, al igual que muchos otros violadores, continúa libre. Esto es algo que a Leylani le causa desesperanza.
Leylani: Yo siento que primero se va a morir o si no es que ya lo está, que yo no me he enterado. Se va a morir y la justicia no va a hacer nada, se va a quedar un caso más, impune, pero sí, mi mayor deseo es que lo capturen…
Cuando se le pregunta a Leylani qué siente por esta persona, por este violador que está libre, esta es su respuesta.
Leylani: Me gustaría verlo y pegarle como no tiene idea. Le tengo una rabia, no sé si es odio, pero si lo quiero ver sufrir.
Jessica Monterroso, abogada de la organización Mujeres Transformando el Mundo, que acompaña a Leylani desde 2012, señala que ni el Ministerio Público ni la Policía han hecho lo suficiente por realizar esta captura.
Jessica Monterroso: Solamente se encuentra la orden de aprehensión vigente, pero más allá, (como) diligencias de investigación, más allá no se ha realizado.
Como dijimos antes, Leylani no conocía al agresor y ni siquiera sabía el nombre correcto. En un par de ocasiones ella creyó verlo, pero se trató de una confusión debido al parecido de Juan Eliseo Juárez Ventura con su hermano. No obstante, estas experiencias han servido para identificar la falta de preparación de los policías o el desinterés que existe en este tipo de casos.
Leylani: Me decían: “ay es que nosotros somos nuevos, nosotros no sabemos nada, usted tiene que cargar la copia de la orden de captura. Porque sin eso usted no puede hacer nada”.
Algunos agentes hasta le han pedido que ella lleve una fotografía del agresor para ayudar a la identificación. Hay que remarcar que no existe un registro público para buscar a personas que han evadido la justicia, o que están señaladas de violencia sexual.
El Ministerio de Gobernación tiene un listado con las personas más buscadas del país, pero en esa lista no aparecen violadores, y por lo general se reserva para personas que son buscadas por delitos como narcotráfico.
En 2020, el recién establecido Instituto de la Víctima, difundió en Twitter, por primera vez, la foto de un presunto homicida prófugo. El equipo legal del Instituto obtuvo el permiso de un juez para hacer esta publicación, porque actualmente ninguna institución se ocupa de difundir las fotos de los acusados, ni siquiera cuando se trata de violación sexual.
Leylani no recuerda a su agresor, pero sí tiene presente un detalle y es este.
Leylani: Un tatuaje que él tenía, que eso yo siempre lo voy a tener presente, porque eso fue lo primero que yo vi y lo que en mi mente ha quedado. Tenía un tatuaje de un alacrán.
El hombre con un tatuaje de alacrán en el brazo se esfumó y a Leylani no le quedó más que ocultarse. Quería esconder la realidad, ocultar un embarazo que la obligó a dejar la escuela y la marcó como con una letra escarlata.
Leylani: Pensé en morirme, que eso era para mí una solución, porque como le vuelvo a repetir, la gente le dice a uno “Tu sos esto tú, sos lo otro, que no te da vergüenza, y ya tenés un hijo”. E incluso escuché comentarios de la propia familia, que por qué uno abre las piernas, pues. Que si uno acaso no sabía a qué era a lo que se iba a meter. Pero imagínese, ¿qué niña de 11 años va andar sabiendo eso?, cuando vive en un núcleo familiar muy conservador, donde nunca le hablaron de derechos sexuales y reproductivos.
Pasó el embarazo en el encierro obligado, con vergüenza de un vientre creciente. Cuando llegó el momento del parto tuvo preclamsia y tuvo que ser trasladada de emergencia al hospital de Cobán, en la cabecera departamental. Fueron momentos de mucha angustia y dolor para ella y su madre.
Aunque Leylani y su hijo sobrevivieron, ambos debieron empezar una vida juntos en medio de la pobreza. Ella era una niña, que se convirtió en madre. Una historia que se repite en cientos de casos, todos los años.
De 2015 a 2020 hubo 15,179 niñas violadas de menos de 13 años, según los registros del Ministerio de Salud. Y el Observatorio en Salud Sexual y Reproductiva, el Osar, reportó que solo en 2020, hubo 4,105 embarazos en niñas de 10 a 14 años.
Alta Verapaz, el departamento en donde reside Leylani, ocupa el segundo puesto entre las áreas con alta incidencia de casos.
Leylani se convirtió en madre en condiciones lamentables, precarias. No tenía ni para los pañales.
Leylani: Necesitaba pañales yo, necesitaba pañales mi hijo, y no llevábamos ni un centavo. Sé que hay muchas niñas también que pasan por eso, que no tienen ni de dónde sacar un quetzal a la hora de sus partos. Imagínese, ¿y el estado en dónde está, ¿y el sistema de justicia? No hay apoyo.
Leylani recuerda que una trabajadora de limpieza del hospital se conmovió de su mamá y le regaló cinco quetzales para que pudiera comprar pañales para ella y su hijo. Después del nacimiento del bebé, la vida de Leylani se complicó, porque el violador estaba libre, y ella tuvo que esconderse.
Leylani: La jueza me dijo que por esa orden ya nadie se podía acercar a mí y ni hacerme más daño, y yo decía que estaba bien porque yo ya no quería salir, y ya ni salía. Dejé de estudiar completamente, y yo solo miraba cómo tocaban el timbre del recreo y fue muy doloroso ya no estar ahí, ya no tener la vida de una niña como la tenía.
En una entrevista que publicó la organización Mujeres Transformando al Mundo, que acompaña el caso de Leylani, ella contó lo difícil que fue ser niña junto a su hijo.
Sus tías dejaron de llevarle juguetes y muñecas para obsequiarle ropa y carritos para su niño. Cuando su hijo veía caricaturas, lo que quedaba de su niña interior revivía, porque a ella todavía le gustan mucho. Ella siente que le arrebataron su niñez y le impusieron la maternidad.
Además de esto, Leylani ha estado expuesta a mucha violencia. Dos años después del nacimiento de su bebé, sufrió un ataque.
Leylani: Incluso hubo una noche en la que me volvieron a agredir. Lo que hicieron fue, el chile de allá de Cobán, el puro cobanero, me echaron en la parte de la vagina, y qué tremendo dolor….
Este evento la traumó muchísimo. Recuerda que no tuvo cómo defenderse, que no tuvo quién la pudiera ayudar.
Leylani: Yo no pude gritar porque dentro de cinco me agarraron. Una la cabeza, otra los brazos, la otra las piernas y así, y una echándome el chile mientras yo no podía hacer nada en ese momento.
Actualmente no tiene medidas de seguridad, y aunque cuenta que esta agresión fue reportada a la Policía, no tomaron la denuncia. Mujeres Transformando el Mundo espera respuesta del Ministerio Público para que Leylani pueda ampliar su declaración e incluir estos eventos en la denuncia.
Leylani logró retomar sus estudios solo porque obtuvo una beca del Proyecto Miriam y su mamá asumió la responsabilidad del bebé. Que ella pudiera estudiar es extraordinario, porque generalmente las niñas, que después de una violación se convierten en madres, dejan los estudios. Leylani se graduó en 2019 del bachillerato en computación y aunque tiene deseos de seguir en la universidad, en este momento todo parece estar en su contra.
Lo más fuerte que le tocó vivir en 2020 fue perder a su mamá.
Leylani: Lamentablemente mi mamá acaba de fallecer y no cuento con mi familia. Ahorita sin mi mamá yo no sé cómo voy a sostener a mi hijo, porque también necesito estudiar. Es cierto, cuando se quiere se puede, pero créame que este año ha sido lo peor para nosotras con mi hermana. Primero matan al esposo de ella y de ahí luego muere mi mamá, y de verdad fue un año muy doloroso. Las dos sin trabajo, nosotras salimos a buscar y no, no hay nada. No hay modo que encontremos un trabajo
Leylani sueña con ser trabajadora social y apoyar a víctimas de violencia. Su inspiración son las profesionales que trabajan en Mujeres Transformando el Mundo, que se convirtieron en parte de su familia y que, además, le han dado asesoría legal y psicológica.
La organización se ha encontrado con tantos casos similares al de Leylani, que ha intentado, desde hace años, que el Congreso apruebe una ley para ofrecer protección integral, acceso a la justicia y reparación digna y transformadora a las niñas.
En 2018, el proyecto de ley no tuvo el dictamen favorable de la comisión de la Mujer, que entonces era presidida por el diputado del partido conservador Visión con Valores, Aníbal Rojas.
El problema fue que toda la discusión giró en torno a la despenalización del aborto, y por ese conflicto dejaron de discutir el demás contenido de la iniciativa, que buscaba atender a las niñas violadas menores de 14 años que sufren violencia y embarazo en total desamparo.
En 2019 el tema regresó a la Comisión de la Mujer con la iniciativa 5848, la “Ley de reparación transformadora para las niñas y adolescentes víctimas de violencia sexual”. Pero en 2021 el panorama no parece esperanzador.
La Junta Directiva del Congreso le asignó la presidencia de la comisión de la Mujer a Victoria, un partido político opuesto a la bancada oficial y sus aliados, que está conformado solo por hombres.
La directiva quería castigar a Victoria, burlarse de ellos al asignarles una comisión que poco les importa. La diputada Andrea Villagrán, integrante de esta sala legislativa, explicó que el mensaje de fondo es que la agenda de las mujeres no será tomada en serio en esta legislatura.
La propuesta de ley ofrece otorgar ayuda económica para las sobrevivientes y los hijos que tengan a causa de la violación. También abarca dar capacitación, apoyo en los estudios, asesoría médica, psicológica y jurídica, cosas que las niñas violadas no tienen en la actualidad.
Y también contempla un proyecto para incluir en las escuelas e institutos un programa para prevenir y erradicar la violencia sexual. La propuesta no es del interés de los partidos políticos. No les importa miles de niñas sufran violación, se conviertan en madres, y todo esto en pobreza, sin oportunidades de armar un proyecto de vida para ellas y sus hijos. En lugar de sesionar de urgencia para tratar este tema, las niñas no están en la agenda, no son una prioridad de los diputados.
Leylani habla desde su experiencia y reclama que las niñas violadas convertidas en madres necesitan acceso a justicia, pero también ayuda para sobrevivir.
Leylani: No sólo se trata de una sentencia sino también de qué va a pasar Imagínese, tantas niñas que pasaron por lo mismo, solo tienen justicia nada más, pero qué, se quedaron todos sus sueños abajo, sin estudios y el estudio de los niños; sin trabajo, sin cómo mantenerlos.
El estado no está velando eso. Eso es lo que yo me pongo a pensar, que el estado debería de promover becas para todas las niñas, adolescentes que pasen esta situación. Para que ellas no se queden en el hoyo en dónde están, porque realmente ahorita sin estudios no somos nada.
Las reflexiones de Leylani son profundas y basadas en una experiencia dolorosa. Después del fallecimiento de su mamá, ella ha tenido que asumir el papel de madre. Tiene solo 20 años y un hijo de 8, que requiere mucho de su atención.
Aunque cada vez aparecen nuevos obstáculos, tiene una capacidad de resiliencia que sorprende. Ahora es una mujer mejor informada de sus derechos, y quiere que su testimonio sirva para inspirar a otras jóvenes que pasan por estas mismas situaciones.
Leylani: Y de verdad, animo a muchas niñas que sigan adelante. La vida continúa de una u otra manera. Hay momentos en el que uno dice “ya no más”. Pero no sirve, tenemos que seguir adelante.
Aunque diga la gente “mira, ella es esto, mira, ella lo otro”, pero que esos comentarios a nosotros nos sirvan para demostrarles que nosotras también podemos, y que a pesar de que tenemos un sistema de justicia pésimo, nosotras debemos de seguir luchando para cambiar y erradicar la violencia contra la mujer.
En el siguiente podcast hablaremos de Fátima, una joven que también resultó embarazada a causa de una violación y que lleva una década esperando la captura del violador.
Su caso llegó al Comité de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, en donde denunció las graves fallas del sistema de justicia, y las circunstancias en las que ha tenido que enfrentar la maternidad.