Pandillas, violencia o gobernabilidad. Esta semana, nuestro newsletter aborda los allanamientos en el barrio El Gallito como un medidor en el pulso que existe entre el control territorial del crimen organizado o la estabilidad de la narrativa de la seguridad ciudadana.
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La Instantánea de hoy será un recuento de los operativos antipandillas en el barrio El Gallito, zona 3. Pero también una lectura de cómo una comunidad en la ciudad de Guatemala se ha convertido en símbolo de disputa entre el gobierno y el crimen organizado. Una muestra de la debilidad del Estado guatemalteco para garantizar seguridad.
Barrio sitiado por la violencia
La madrugada del 7 de septiembre, el barrio El Gallito, en la zona 3 capitalina, amaneció bajo la sombra de los chalecos antibalas, fusiles y sirenas. La Policía Nacional Civil (PNC), en coordinación con el Ministerio Público (MP) y el Ejército, ejecutó uno de los operativos más grandes de los últimos años: 96 allanamientos simultáneos en la ciudad y en municipios cercanos, con El Gallito como epicentro.
El ministro de Gobernación, Francisco Jiménez, señaló en sus redes sociales: “Miles nos pedían que le entráramos a El Gallito. Escuchamos a la población y por meses analizamos a la MS, sus movimientos, casas, capacidades”.
Pero la pregunta persiste: ¿es este un verdadero paso hacia el control territorial del Estado o solo un respiro momentáneo en la larga disputa por el poder en los barrios?
Las autoridades lo anunciaron como un golpe frontal contra la Mara Salvatrucha (MS-13), organización señalada de asesinatos, extorsiones y tráfico de drogas. El resultado oficial: 32 capturas, además de armas, drogas, teléfonos celulares, dinero en efectivo y hasta municiones de uso militar decomisadas.
¿Cómo llegamos a este punto?
La cronología de hechos vinculados a la MS-13 en 2024 y 2025 dibuja un mapa de sangre y venganza.
Enero de 2024: la desaparición de cinco hombres a la salida de un club nocturno en zona 9, aún sin resolver.
Junio de 2025: asesinato de Francisco Edgar Domínguez Higueros, señalado como cabecilla de Los Caradura.
Julio de 2025: dos homicidios atribuidos a la pugna entre la MS y otras pandillas, seguidos de una masacre en el velorio de una de las víctimas, con siete muertos y doce heridos.
Septiembre de 2025: el asesinato del abogado de María Marta Castañeda Torres y de “El Lobo”, cabecilla del Barrio 18, muestra posibles conexiones y disputas entre estructuras criminales con el control del narcomenudeo en el departamento de Guatemala.
Episodios que muestran no sólo la violencia extrema de estas estructuras, sino también la disputa constante por el control del narcomenudeo y las extorsiones, negocios ilícitos que sostienen a las pandillas en la capital y municipios aledaños.
El ritmo de la escalada
Como lo contemplamos en La Instantánea del pasado 07 de agosto Homicidios o una disputa criminal por Guatemala, a las dos cúpulas de pandillas (MS Vs. B-18) las han extraído de sus pequeños feudos carcelarios en Pavón, en Fraijanes, y las trasladan al nuevo centro de detención de máxima seguridad Renovación 1, en Escuintla.
A esta rivalidad, el ministro de Gobernación, Jiménez, le atribuye gran parte del repunte estadístico en las tasas de homicidios de los últimos meses en Guatemala.
Para julio de este año, se han registrado un total de 1868 homicidios en el país. La tasa interanual a esta fecha es 17.5 por cada cien mil habitantes y que, comparada con el año anterior, según la organización Diálogos, representa un incremento del 11.3% en la tasa.
El Gallito: un símbolo de disputa
No es casualidad que el operativo se centrara en El Gallito. Históricamente, este barrio ha sido asociado a estructuras criminales y a la venta de drogas al menudeo. Hoy, la MS-13 busca desplazar a Los Caradura y a las clicas del Barrio 18, quienes también pelean por mantener cuotas de poder.
El operativo dejó en evidencia lo que los vecinos ya sabían: que las pandillas se han convertido en poderes fácticos locales, capaces de administrar territorios, imponer reglas y disputar el monopolio de la violencia al propio Estado.
De hecho, según los investigadores de la policía en una serie de reportes de Prensa Libre, la MS-13 ahora controla la venta de droga en centros nocturnos de zonas 9, 10, 13, 14 y 15, y ha extendido su influencia a municipios del departamento de Guatemala.
La fragilidad del control estatal
El director de la PNC, David Custodio Boteo, con un largo historial en investigación de pandillas, defendió los resultados: “Se ha logrado la captura de objetivos de alto valor sindicados de delitos graves, como asesinato, extorsión y asociaciones ilícitas, todos vinculados al narcomenudeo”.
Sin embargo, más allá del éxito inmediato, las dudas son inevitables:
¿Hasta qué punto logra el Estado retomar el control de barrios como El Gallito después de un operativo masivo?
¿Cuánto tiempo pasará antes de que las pandillas reconfiguren sus estructuras y retomen el poder en las calles?
¿Se están atacando las causas profundas de la violencia —la pobreza, la falta de oportunidades, la débil presencia institucional— o solo sus síntomas más visibles?
Un entramado de poder y muerte
El operativo no puede leerse de forma aislada. Se inserta en un tablero donde MS-13, Barrio 18 y Los Caradura libran una guerra silenciosa y sangrienta. El asesinato del abogado Edwin Mayén, cercano a cabecillas del Barrio 18, revela cómo incluso las estructuras legales son absorbidas en esta pugna. La MS-13, al eliminar operadores legales y criminales de sus rivales, busca expandir su dominio.
Y entre estas disputas, nombres como el de Carlos Roberto Ortiz Romero, alias “El Gorgojo”, aparecen como piezas clave. Operador de Los Caradura que habría traicionado a su propia estructura para integrarse a la MS, es acusado de desapariciones, asesinatos y tráfico de drogas.
“Si solo tienes un martillo, cada problema es un clavo”
El ministro Jiménez lo advirtió días antes del operativo. Señalaba: “Si no logramos detener la amenaza de las pandillas, la venta de droga en las calles y el trasiego, Guatemala se acerca a una situación sumamente crítica. Vamos a perder la esperanza de ser un país que pueda desarrollarse en el futuro”.
El mensaje apunta a un dilema de fondo: ¿puede Guatemala recuperar el control de territorios dominados por las pandillas, o estos operativos son solo victorias efímeras en un conflicto sin fin?
El termómetro
El Gallito es, en este momento, un termómetro. Si el Estado logra sostener su presencia y garantizar seguridad a los vecinos, podría marcar un precedente. Pero si la violencia regresa con la misma intensidad, será una confirmación más de que las pandillas no solo controlan esquinas y calles, sino también la narrativa de la seguridad ciudadana.
La pregunta queda abierta: ¿Qué significa realmente “recuperar el control” en un país donde las fronteras entre legalidad e ilegalidad parecen cada vez más difusas?