NARRATIVA – INVESTIGACIÓN – DATOS

“Las causas raíz de la migración centroamericana también están en Estados Unidos”: José Luis González

La cantidad de migrantes procedentes de Centroamérica se ha incrementado un 137 por ciento en los últimos 30 años, según cálculos de la División de Población de Naciones Unidas. Pasando de 6.82 millones en 1990 a casi 16.2 millones en 2020. Frente a este fenómeno, el sacerdote jesuita, José Luis González Miranda, coordinador de la Red Jesuita con Migrantes de Guatemala, reflexiona sobre el papel de los estados en la región y la crisis humanitaria que representa tantas personas en tránsito, sobre todo, hacia Estados Unidos. 

Para el sacerdote jesuita, José Luis González Miranda, coordinador de la Red Jesuita con Migrantes de Guatemala, el fenómeno de la migración irregular centroamericana a Estados Unidos (EE.UU.) y la crisis humanitaria que la acompaña tiene profundas raíces en la desigualdad económica en la región. Un aspecto que los acuerdos económicos de los países centroamericanos con Estados Unidos han agravado colocando en una situación vulnerable a millones de campesinos; entre los cuales, se cuentan muchos posibles migrantes.

González, médico y cirujano de profesión, ha trabajado en el sur de México, Guatemala, El Salvador y Nicaragua. Entre 2013 y 2014 fue coordinador del equipo Frontera Sur, el Servicio Jesuita para Migrantes-México. También entre 2011 y 2013 fue subdirector y responsable del área socio-pastoral del Servicio Jesuita para Migrantes-Nicaragua. Actualmente es coordinador de la Red Jesuita con Migrantes de Guatemala.

En esta entrevista, realizada en Ciudad de Guatemala, hace un repaso de las diferencias y semejanzas entre la respuesta a la migración irregular centroamericana de parte de la administración del presidente estadounidense Joe Biden y la de Donald Trump; así como al papel de los acuerdos comerciales con Estados Unidos para las economías campesinas de la región. También aborda el rol del trasiego de armas desde Norteamérica hasta la región como un factor que recrudece la violencia y la respuesta de los estados centroamericanos al fenómeno de la migración con mayor represión. 

Padre Jose Luis González Miranda, coordinador de la Red Jesuita con Migrantes de Guatemala. Foto: Entre Culturas, ong Jesuita.

A poco más de dos años y medio del inicio de la administración de Joe Biden, ¿qué diferencias y semejanzas hay con la respuesta de Donald Trump a la migración irregular centroamericana?

Creo que hay diferencias y parecidos con la administración de Trump. Frente a la migración potencial que quiere entrar en Estados Unidos, creo que no hay muchas diferencias. No quieren frenarla, porque Estados Unidos no necesita un muro que impermeabilice, si no una frontera filtro. Lo que quieren es tener cierto control de los que entran y sobre todo que los que entran tengan miedo. Necesitan migrantes pero indocumentados; entonces, tanto una administración como la otra van a seguir permitiendo migrantes. Porque si no entrarían en crisis algunos sectores de la economía de EE.UU. Estos días ha surgido la información sobre que no tienen jornaleros para cosechar, hay muchos sectores que dependen de la migración (como la construcción o los servicios), y no solo la economía de EE.UU. también la de Europa depende de que entren cada año millones de personas para trabajar, para mantener la economía.  Pero no que entren regularizados, sino que entren indocumentados para que no reclamen derechos laborales, derechos sindicales, prestaciones, que eso haría que sus economías no puedan competir a nivel global.

Una de las raíces de todo está en que la competencia a nivel mundial la ha marcado China con una producción con mano de obra muy barata, y esto está provocando que estas economías del norte requieran una mano de obra muy barata.  Y por tanto las conquistas sociales que hicieron los obreros en Europa o Estados Unidos (sobre todo desde el siglo XX) se vienen abajo, porque no se comparten con los migrantes que vienen, más bien hay dos clases trabajadoras: la de los documentados y la de los indocumentados.

Enrique Degenhart, ministro de Gobernación de Guatemala, firma el Acuerdo de Tercer País Seguro bajo la mirada del presidente de Estados Unidos, Donald J. Trump. Foto: Official White House Photo by Joyce N. Boghosian

Por tanto, ¿no hay tantas diferencias en la respuesta de demócratas o republicanos?

Tanto republicanos como demócratas, o quién gobierne necesariamente tiene que obedecer a los intereses de EE.UU. y entonces necesitan migrantes, pero los necesitan indocumentados.

Ahora dentro de esto es verdad que la administración Biden tiene algunas pequeñas mejoras. El aumento de las visas de tránsito, por ejemplo. Es verdad que la visa temporal no te equipara con un trabajador de Estados Unidos, pero sí mejora un poco la situación, incluso la expectativa de un migrante está clara, sabe cuándo tiene que regresar. Su familia también lo sabe. No se rompe tanto las familias.

Hay que reconocer que  sí hay una cierta mejora con el incremento en las visas temporales (H2A y H2B para trabajadores agrícolas), el aumento de cupos de refugiados. Aunque esto es un poco injusto, el refugiado por definición está huyendo para salvar la vida, poner cupos es problemático. 

En otro aspecto donde están claramente diferenciados es con los migrantes que están desde hace años en EE.UU, Donald Trump no quiere ninguna mejora para ellos, incluso amenaza a todo ese sector intermedio, en el que están  los migrantes documentados  favorecidos por el  DACA o los TPS. Hay que reconocer que los demócratas están más favorables a que se haga una reforma migratoria con ese sector.

Desde las organizaciones de la Iglesia Católica hay un grito grande del derecho a no migrar, es decir, reclamar las condiciones de prosperidad y seguridad, por emplear los términos que usan allá arriba que permitan a las personas no salir de sus países.

«Tanto republicanos como demócratas, o quién gobierne necesariamente tiene que obedecer a los intereses de EE.UU. y entonces necesitan migrantes, pero los necesitan indocumentados». José Luis González, coordinador Red Jesuita con Migrantes de Guatemala.

Entre las causas raíces que provocan la migración irregular, reconocidas por el gobierno estadounidense y en concreto por la vicepresidenta Kamala Harris, se encuentra la pobreza, la violencia y últimamente, en el caso de Nicaragua, la represión política. ¿Hay un agravamiento de estas causas o cierta inercia?

Se piensa que las causas raíz están aquí en Centroamérica, y es verdad, hay responsabilidad en los estados centroamericanos; pero también en EE.UU. No ven, o no quieren ver. Las causas raíz de la migración centroamericana también están en Estados Unidos. Por ejemplo, hablando de las tres principales causas raíz que dicen los migrantes por las cuales salen: la primera sigue siendo económica, la segunda es porque huyen de la violencia, y la tercera es el reagrupamiento familiar.

En las dos primeras también hay causas en que EE.UU. tiene un papel: por ejemplo, respecto de la violencia, el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, con todo y  que está oprimiendo a los migrantes y militarizando la frontera sur, es muy claro en decir que se hable del tema del tráfico de armas, digo tráfico para salvar las formas, proveniente de Estados Unidos.

Todas las organizaciones que estudian el tema de las armas señalan que en Centroamérica alrededor del 80 por ciento de  las armas con las que nos matan, extorsionan, secuestran vienen de EE.UU. y no vienen por vías ilegales, esas armas tienen un comienzo del trayecto que es legal, desde Estados Unidos hacia las fuerzas armadas de nuestros países, pero acaban en manos del crimen organizado. Pero lo que dicen los informes de estas organizaciones es que no sucede después de cinco años, es que acaban con el crimen organizado a los pocos meses después de entrar en el país. Son cauces, diríamos, institucionales.

Las fronteras entre lo legal y lo ilegal son muy tenues. Que el gobierno de un militar como Otto Pérez Molina (ex presidente de Guatemala, que renunció en 2015 en medio de masivas protestas anticorrupción) haya negociado con los Zetas para abrirles la cancha y que ellos trabajen aquí libremente está allí en los documentos. Es decir, el papel de las fuerzas armadas en nuestros países no se trata sólo de corrupción, hay una sospecha de que el comercio de armas utiliza a los estados y dentro de ellos a las fuerzas armadas para comerciar armas que llegan al crimen organizado.

Honduras migrants walk through the road near Zacapa, about 70 miles north east from Guatemala City, Guatemala, Wednesday, Oct. 24, 2018. (AP Photo/Oliver de Ros)

¿También hay una responsabilidad estadounidense en el aspecto económico?

Sí, en la primera causa de la migración, por ejemplo (causas económicas) también hay que mirar a los Estados Unidos con los acuerdos de TLC, el DR-CAFTA. Recuerdo que las negociaciones duraron menos de un año, de enero a diciembre, una reunión  cada mes, EE.UU. no quiso negociar el tema migratorio. Es lo que primero habría que decirle a Kamala Harris cuando busque las causas raíces de la migración. Porque a consecuencia de ese tratado de libre comercio se destruyó la economía doméstica de nuestros países.

Desde entonces, por poner un ejemplo, se importa mucho maíz estadounidense. ¿Qué le pasa a los campesinos de acá?, yo trabajé ocho años en Ixcán, Quiché (Guatemala), en esos años precisamente. A un campesino no le resulta rentable después de todo el trabajo y de los insumos como fertilizantes que gastó seguir cultivando para que después tenga que vender el quintal de maíz  a un precio de risa. Muchas veces opta por migrar.

Por ejemplo en Guatemala, un guatemalteco de un departamento tenía problemas para mantener a su familia, para que sus hijos estudiaran, etc. Venía a la ciudad con su familia, vivía en un asentamiento y años después migraba a EE.UU. Hoy día, la Ciudad de Guatemala ya no está recibiendo tanta gente, está más equilibrada las entradas y salidas según los estudios demográficos, ahora la migración de población rural va directamente a EE.UU. Ya no pasa por la ciudad. Y eso es por las consecuencias del TLC DR-CAFTA, que  afectó sobre todo al campesino, y eso pasa porque no se quiso negociar el tema migratorio en aquellos años, hace 15 años y ahora los norteamericanos vienen buscando las causas raíz de la migración.

Por eso digo que hay que matizar y hacerles ver que hay causas raíz que demócratas o republicanos no las van a tocar.

¿Qué respuesta podemos esperar de los estados de Centroamérica para resolver las condiciones que expulsan a sus migrantes, cuando muchas veces vemos la firma de acuerdos para reprimir entre estos mismos países?

Lo que estamos viendo es que los estados que están en control de la oligarquía no defiende a todo el país, lo hacen para defender a intereses de sectores. Lo que en Guatemala se llama el Pacto de corruptos, por ejemplo. Pero a la hora de defender los intereses populares cuando pasa una caravana que no son delincuentes, porque no hace falta más que haber acompañado a alguna de estas para darse cuenta de que hay muchas mujeres, niños, familias y hasta personas en sillas de rueda, como para ver cómo fueron recibidos acá en Guatemala en enero de 2021 con lo que yo llamo la batalla de Vado Hondo, unas imágenes en donde pareciera que están recibiendo a un ejército y eran gente indefensa.   Fueron recibidos con palos y gases lacrimógenos, en fin, esas imágenes reflejan que los gobiernos de nuestros países están dispuestos a defender no al país, si no a los intereses de los poderosos y están dispuestos a defender a los intereses de EE.UU. cuando hay que atacar o frenar la migración. Esto es lo más triste.

¿Qué se puede hacer en el plano humanitario?, ¿Qué podemos hacer cómo sociedad para atender esta crisis humanitaria?

Existe una solidaridad histórica, nosotros le llamamos “hospitalidad popular”, en las fronteras se ve muy claramente, no solo en Centroamérica si no en toda Latinoamérica. Tenemos ejemplos de esto en los cortos documentales, El mismo camino andamos, de la Red Jesuita con Migrantes.

Por ejemplo, en 1982 cuando se dio la masacre de El Quetzal, en Guatemala, esa misma noche pasaron a México muchas familias de la etnia Chuj, y a la mañana siguiente en una asamblea realizada por mexicanos acordaron en acta recibir cada familia a una familia guatemalteca.

Hay muchos casos de esta hospitalidad popular, pero se quiere quebrar desde las políticas de los gobiernos y desde determinados medios de comunicación. Aquí en Guatemala lo hemos visto en los últimos años, ahora resulta que hay titulares donde echan la culpa de la violencia en Guatemala, dicen por ejemplo que la persecución a los pandilleros en El Salvador, ha provocado que migren a acá y comentan delitos, y “quitarnos la paz” en la que vivíamos. Se está viendo en Jutiapa y otros lugares. También se da una batalla cultural allí.

Hay una discusión global sobre la migración, ¿hay un uso político?

Sí, y creo que la contradicción que viven en EE.UU. y Europa entre el hecho de que tienen una cultura “migrantofoba”, y una economía “migrantofila”, es decir, la economía como decíamos antes necesita migrantes. Pero la cultura que está creciendo en EE.UU. y Europa es en contra de los migrantes. En Estados Unidos esto se reflejó en las elecciones casi en 50 y 50. Ha crecido la xenofobia, la migrantofobia, o la “aporofobia”, como dicen algunos filósofos, esto es “el odio al pobre”, no es odio a cualquier extranjero, porque el extranjero empresario es bien recibido, pero el extranjero pobre no, esto está creciendo en todo el mundo.

Mujeres y niños migrantes cruzando la frontera entre Honduras y Guatemala de Agua Caliente en octubre de 2018. Foto No-Ficción: Oliver de Ros.

Una situación que se da también entre pobres de diferentes países.

Entre pobres de Guatemala contra pobres de El Salvador o de Honduras. Hace 15 años me tocó trabajar en el Servicio Jesuita de migrantes en Nicaragua y me acuerdo de que los talleres que damos en Chinandega, preguntando a donde iba la migración, nos decían en primer lugar a EE.UU. en segundo lugar a Costa Rica y en tercer lugar a España, y entonces levanta la mano un grupo de trabajadores jóvenes, y dicen a Honduras. Ellos explicaron que había maestros de obra, constructores de Tegucigalpa, que como la migración no se planifica, de repente tenían que construir un mall (Centro Comercial) donde necesitaban 3 mil albañiles, entonces en Tegucigalpa no los encontraban, iban entonces a Chinandega, se llevaban a un montón de albañiles y les pagaban la mitad que al hondureño. Y los albañiles hondureños les decían “Nicas de mierda”, váyanse de nuestro país. Y eran tan pobres como ellos, pero como en ese momento ganaban más y estaban en su propio país se sentían superiores.

El tema de la aporofobia  no tiene un componente racial, si no sobre todo social y económico. Yo les decía a ellos, “ustedes caminando por las calles de Tegucigalpa no pueden distinguir quien es hondureño o nicaragüense”. Este también es un tema que a nuestros gobiernos le compete y si tuviéramos unos gobiernos que estuvieran más unidos entre ellos, y que incluso estuviéramos caminando hacia la unidad centroamericana, lo cual está muy lejos, deberíamos ser más hospitalarios entre nosotros, pero lo que ocurre en realidad es que en los últimos años hay incluso leyes y políticas para perseguir a los nuestros hermanos migrantes centroamericanos.

Respecto a la discusión sobre si se tiene que hablar de migrantes o, cada vez más, de refugiados ¿cuál es su perspectiva?

Hay una diferencia de pareceres entre las organizaciones que trabajamos con los migrantes. Hay quienes piensan que hay que unir las dos categorías de migrante y de refugiado bajo el concepto de “migración forzada”. Otros pensamos que eso dañaría a los verdaderos refugiados. Porque cualquiera que ha trabajado en fronteras se da cuenta de que hay gente que dice que es refugiada, pero cuando consigue el estatus de refugiado en Chiapas aparece después en Tijuana y después en EE.UU. Hay que reconocer que los refugiados por tratados internacionales tienen más derechos y es más fácil que se les trate bien, hay muchos que buscan el tema del refugio. Yo sí creo que ha aumentado mucho los que huyen de la violencia, o de las condiciones climáticas que hacen que la migración sea una necesidad. Es verdad: la “migración forzada” es un fenómeno que hay que reconocer y se da con más fuerza. Pero nunca va a darse esa ecuación: migrante igual a refugiado. Siempre habrá personas que salen de su país y que podrían regresar de nuevo, yo insisto, caer en este juego de que todos son refugiados daña a los verdaderos refugiados, porque se va deslegitimando los procedimientos de protección que tanto ha costado que los países respeten. 

Este trabajo periodístico forma parte del miniespecial #OtrasFronteras en alianza regional con la iniciativa Otras Miradas.

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