Casi cuatro décadas después de cometidos los crímenes registrados en el Diario Militar, algunos de los responsables fueron consignados a las autoridades. Sus familiares no descansaron, durante todo ese tiempo, para conocer la verdad y conseguir justicia.
Un día de 1991 o 1992, cuando tenía siete u ocho años, caminando por la colonia Álamos de la Ciudad de México, mi mama me contó que no había muerto en un accidente de tránsito. A tu papá lo mataron porque era revolucionario, dijo.
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Aura Elena Farfán se involucró en la búsqueda de los desaparecidos en marzo de 1984, tras el secuestro de Luz Haydeé Méndez Calderón, la pareja de su primo. Hombres armados irrumpieron en su casa y Luz Haydeé fue torturada frente a sus dos hijos, a quienes retuvieron durante dos días. “Mi familia es muy unida; el dolor de uno es el dolor de todos, y todos nos movilizamos para buscarla en las estaciones de policía, en los hospitales, en la morgue. Pero ella nunca apareció”, explicó Aura Elena en una entrevista en 1999.¹
Dos meses más tarde, el 15 de mayo de 1984, el hermano de Aura Elena, Rubén Amilcar Farfán, fue desaparecido, su ficha aparece en el diario militar con el código Z-134. Solo durante el mes de mayo de 1984 fueron secuestradas 36 de las personas registradas en el Diario Militar. Un mes más tarde, el 4 de junio, Aura Elena Farfán se convirtió en una de las fundadoras del Grupo de Apoyo Mutuo por el Aparecimiento con Vida de Nuestros Hijos, Esposos, Padres y Hermanos, que poco más tarde sería conocido únicamente como Grupo de Apoyo Mutuo, GAM.
Junta a ella, fundaron el GAM María Emilia García y Nineth Montenegro, madre y esposa de Fernando García, quien aparece en una de las secciones del Diario Militar, o Blanca Rosa Quiroga, madre de Óscar David Hernández Quiroga, quien no aparece en el Diario Militar pero fue secuestrado en febrero de 1984, fueron algunas de las mujeres que dieron origen a la agrupación, que en poco tiempo sumó a centenares de personas.
En ese momento ellas no sabían que sus familiares se encontraban consignados todos juntos en un documento que les serviría para demostrar que no habían desaparecido sino que habían sido ejecutados por las unidades de inteligencia que trabajan al servicio del Estado de Guatemala.
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Me recuerdo jugando, muy chico, con las hijas de Santiago López Aguilar, en la colonia Plateros a finales de los ochenta. Una foto y una vela.
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Santiago López Aguilar se incorporó al PGT en la década de los 60. Fue presidente de la Asociación de Estudiantes El Derecho, catedrático universitario y autor de varios textos que aún hoy siguen utilizándose como material de estudio en la Universidad de San Carlos. Fue fundador, junto a Mario López Larrave y Manuel Andrade Roca, de la Escuela de Orientación Sindical.
El 16 de febrero de 1984 a las tres de la tarde fue capturado en el cine Colón. Era miembro del Comité Central del PGT y según sus secuestradores tenía cinco años de vivir en la clandestinidad. Su cuerpo, con señales de quemaduras y golpes y atado y estrangulado con alambre de púas fue localizado al final de la Avenida de Las Américas.
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Me recuerdo yendo al cine con los hijos de Manolo en México, alrededor de 1993. Se llamaban Adrián y Francisco, como los dos jóvenes de las FAR que cayeron en un enfrentamiento con docenas de policías en febrero de 1978. Recuerdo a mi mamá contándome la historia de Manolo y Omar.
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El 30 de marzo de 1985 Héctor Gómez Calito, vocero del Grupo de Apoyo Mutuo,GAM, fue secuestrado y su cuerpo, torturado y mutilado, apareció a la mañana siguiente. Héctor buscaba a su hermano René Gómez Calito, desaparecido el 16 de julio de 1983.
En ese momento, Rosario Godoy de Cuevas, vicepresidenta de la directiva del GAM, responsabilizó en un discurso a las fuerzas de seguridad. Rosario buscaba a su esposo Carlos Ernesto Cuevas Molina, secretario de la AEU y miembro del PGT desaparecido el 15 de mayo de 1984. Carlos, quien aparece en el Diario Militar con el código Z132 era hijo del ex rector universitario Rafael Cuevas del Cid, quien murió en el exilio en México.
El 4 de abril de 1985 Rosario, su hermano Mynor René Godoy y su hijo Augusto Rafael Cuevas Godoy, de dos años, desaparecieron. A la madrugada siguiente miembros del Departamento de Investigaciones Técnicas le comunicaron a la familia que habían sufrido un accidente de tránsito. Habían sido torturados. El pequeño no tenía uñas.
Durante marzo de 1985 el gobierno había declarado que el GAM atentaba contra la seguridad nacional y tenía vínculos con la insurgencia. En una de las secciones del Diario Militar el GAM aparece dentro de la Nómina de organizaciones de fachada al servicio de la subversión.
En julio de 1985 el Grupo de Apoyo Mutuo realizó una manifestación frente al Palacio Nacional que se extendió durante 24 horas. En octubre del mismo año el GAM tomó la Catedral Metropolitana, y el 19 de septiembre de 1986 ocuparon el Palacio Nacional. Ni el gobierno militar ni el gobierno civil dieron nunca una respuesta satisfactoria a sus demandas.
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Recuerdo a mi mamá hablándome de Silvio Matricardi. De cómo en los inicios de la guerra, en 1963, los agentes de inteligencia lo abandonaron en la frontera con México y sobrevivió trabajando en una hacienda, mientras en Guatemala sus camaradas se las ingeniaban para conseguir que terminara la carrera de magisterio.
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Silvio Matricardi Salán nació en Chimaltenango el 8 de mayo de 1942. Fue líder estudiantil en la Escuela Normal y, participó en el movimiento de marzo y abril de 1962. Fue maestro de primaria en la Escuela Tipo Federación José de San Martín, en Mixco, y miembro fundador del Frente Nacional Magisterial, que condujo una huelga de tres meses durante el gobierno militar de Arana Osorio.
Fue secuestrado el 13 de marzo de 1984. Sus asesinos anotaron: “Tipo bien preparado con una mentalidad revolucionaria notable, de tal manera que no entregó nada y en el momento de dejarlo solo, mientras se trabajaba en la calle, quiso saltarse para poder evadirse, por lo que reaccionamos dándole muerte inmediatamente”. Su cadáver, “estrangulado y con trozos de músculo literalmente arrancados por el flagelo”, fue localizado a las 10 horas del 14 de marzo de 1984 en las afueras de Escuintla. Tenía 41 años.
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Recuerdo a un electricista que una vez llegó a reparar la vieja lavadora. Mi mamá me contó después que se había escapado, metiéndose a una embajada, y que desde entonces vivía en Canadá.
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Álvaro René Sosa Ramos fue Secretario de Organización del Sindicato de la empresa Diana durante 1979 y 1980, años de intensa represión contra el movimiento sindical. Fue también miembro de las Fuerzas Armadas Rebeldes. Capturado por los autores del Diario Militar el 11 de marzo de 1984, se escapó dos días más tarde. Sosa Ramos dio su primera declaración en 1984. En 2007 declaró al Ministerio Público que durante su cautiverio escuchó a otras personas secuestradas.
Le mostraron a Amancio Samuel Villatoro, secretario general del sindicato de la fábrica Adams, secuestrado desde hacía mes y medio y cuyo cuerpo, localizado en el antiguo destacamento de San Juan Comalapa, fue identificado en noviembre de 2011. Amancio Villatoro también aparece en el Diario Militar.
Sosa Ramos también contó que recibió patadas, latigazos, quemaduras de cigarro, choques eléctricos y colgamiento de los pies con la cabeza hacia abajo, “como una especie de garrucha”.
El 13 de marzo, contó Sosa Ramos, salieron a secuestrar a Silvio Matricardi, a quien comenzaron a torturar de inmediato. Ambos negaron conocerse.
Más tarde, cuando lo llevaban a entregar a un supuesto contacto en la zona 9, logró bajar la manecilla de la puerta del vehículo, que se abrió. Se impulsó hacia la calle, se incorporó, corrió hacia la embajada de Bélgica, y logro´saltar la puerta de entrada al jardín de la embajada. Se incorporó y siguió corriendo, pero a medio jardín le dispararon desde afuera, acertándole en la pantorrilla izquierda, la clavícula y el hígado.
Casi doblado llegó a la puerta de la embajada, donde pidió que no lo entregaran, que lo llevaban secuestrado y que era dirigente sindical. Sus captores exigieron su entrega pero el embajador se identificó y los secuestradores salieron huyendo. Con la protección del embajador de Venezuela Sosa Ramos fue hospitalizado y poco después salió al exilio.
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Recuerdo a mi mamá hablando con cariño y respeto de Saúl. El mismo que, al hablar de él, muestra toda la gente que lo conoció. No les dijo nada a sus captores, ni siquiera su nombre. Lo torturaron de formas salvajes durante dieciocho días.
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Posiblemente abril de 1999, en México. Nos llegó la noticia de que sería publicado un documento en el que aparecían mi mamá y mi papá. Poco después recibimos algunas impresiones en papel bond. Dos o tres páginas. Recuerdo la foto de Rabito, apenas visible, bajo la foto nítida de mi papá.
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El 26 de mayo de 1999 tanto el GAM como FAMDEGUA, la organización de Familiares Desaparecidos de Guatemala, fundada por Aura Elena Farfán en 1992, presentaron querellas, y se entregó una copia del Diario Militar al Ministerio Público para que iniciara las investigaciones. Las organizaciones de derechos humanos esperaban “que el muro de la impunidad se rompa para los militares, luego de que una indiscreción interna, los sienta por fin en el banquillo de los acusados”, escribió de manera optimista Inforpress el 21 de mayo de 1999.
Mejía Víctores dijo por su parte: “No tengo temor, rezo todos los días el Padre Nuestro y mi conciencia está tranquila, que hagan lo que quieran”.
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Julio de 1999, en Guatemala. Recuerdo las imágenes en la pantalla abriendo lentamente, de una primera versión en blanco y negro. Poco a poco iba apareciendo la foto e información de Teresa Graciela Samayoa Morales en una oficina oscura en la sede de FAMDEGUA. Estaba solo y había anochecido.
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En julio de 1999 FAMDEGUA publicó en su boletín: “¿Funcionará imparcialmente ese ministerio? ¿Engavetará los expedientes? ¿Escuchará el clamor de los familiares de las víctimas? ¿Decidirá de acuerdo a las presiones políticas o conforme derecho?
“Ojalá el MP tenga el valor de asumir su responsabilidad y responder a quien de verdad se debe: la población guatemalteca, para que a partir de aquí se siente precedente para dar con los responsables de esos hechos y con el paradero de las víctimas que han sido esperadas durante largos años por sus familiares, para que pueda cerrarse otro capítulo negro de nuestra historia”.²
El 30 de junio de 1999, día en que el ejército celebra su día, Hijos por la Identidad y la Justicia contra el Olvido y el Silencio, realizó su primera acción pública la organización. Wendy Santizo Méndez, sobreviviente del Diario Militar e hija de una desaparecida, Luz Haydée Méndez Calderón, junto a doce jóvenes más, dieron origen a la agrupación que hasta el día de hoy reivindica a las miles de personas asesinadas y desaparecidas.
En 2009 una militante de la agrupación señaló: “En el caminar de HIJOS siempre hemos tenido muy presente que no somos víctimas y que no somos los hijos de las víctimas, sino que somos los hijos, o los hermanos, o los sobrinos o los primos de la resistencia, de la gente que cayó, que fue desaparecida, que fue masacrada, pensando o creyendo que podía transformarse la sociedad guatemalteca”.
El 5 de julio de 2005 fue descubierto por casualidad el Archivo Histórico de la Policía Nacional. Poco a poco irían apareciendo documentos que confirmaban lo relatado en el Diario Militar.
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Recuerdo que junto a un amigo subimos a uno de los ambientes del Archivo Histórico de la Policía Nacional, en 2005. Un paquete con el encabezado Noviembre de 1983 y al abrirlo un documento con la información que un agente del DIT recogió de una vecina. El 1 de noviembre las seis de la tarde escuchó un ruido que creyó cohetes. Un vehículo se estrelló y de un Ford Bronco desde el que le disparaban a su ocupante bajaron seis desconocidos, que se lo llevaron.
En el Archivo de la Policía leí un documento: “Sobre la 29 calle zona 12, de oriente a poniente circulaba el referido pick-up, con solo su conductor a bordo a toda velocidad, pero al llegar a la altura de la casa marcada con el número 11-38 lo alcanzó otro automóvil de color azul vidrios oscuros posiblemente marca Pontiac y con posibilidad que sea de seis cilindros, ignorándose placas, luego le interceptó la marcha al pick-up de donde se bajó un desconocido de camisa blanca tipo guayabera y desenfundó un arma de fuego automática disparándole a quemarropa al tripulante del pick-up. Así como le pinchó la llanta delantera lado izquierdo. En el lugar quedaron pedazos de vidrio. Luego el conductor del pick-up logró escapar saliendo a la 11 avenida tomando rumbo al norte y en persecución salió el automóvil agresor, y al llegar a la altura de la 24 calle sus perseguidores le dieron alcance y fue ahí donde lo hirieron nuevamente ya que se pudo apreciar que en el interior de la cabina del pick-up se encontraba abundante sangre coagulada”.
El cuerpo de mi papá apareció esa misma noche en un predio baldío detrás del Mercado de Artesanías, en la zona 13. Mi mamá me contó que siempre dijo que él no se iba a dejar agarrar vivo. Murió poco después de su captura. Sus asesinos anotaron: “Se lo llevó Pancho (?), en la 13 Avenida y 23 Calle, Zona 12”. A tres cuadras de donde fue herido y secuestrado.
José Luis de León Díaz se incorporó al PGT siendo muy joven. Fue maestro de primaria y catedrático universitario. En 1966 y 1969 publicó, firmando como Luis de Lión, los libros de cuentos Los Zopilotes y Su segunda muerte y en 1973 obtuvo el segundo lugar en los Juegos Florales de Quetzaltenango con su novela El tiempo principia en Xibalbá. Fue también uno de los dirigentes de la huelga magisterial de 1973. Fue secuestrado por agentes de inteligencia el 15 de mayo de 1984.
A Luis de Lión lo torturaron durante veintiún días y luego lo desaparecieron. Años antes leyó el siguiente discurso ante un auditorio infantil:
Durante este año
a pesar de nuestros escritorios destruidos,
a pesar de que hasta el viento nos espía,
a pesar de nuestra desnutrición y nuestros harapos,
hemos aprendido a soñar
a soñar como peces en un agua solidaria y descontaminada,
a soñar en uno con oxígeno sin smog y sin tiranos,
a soñar. Y eso es bastante.
Joaquín Rodas Andrade tenía 23 años cuando fue secuestrado el 2 de marzo de 1985. A las nueve de la mañana hombres armados se lo llevaron en los alrededores de su casa en la ciudad de Quetzaltenango. Es la penúltima persona registrada por el Diario Militar.
Según el documento, era miembro del Movimiento Revolucionario del Pueblo Ixim, y formó parte de la Comil del PGT. Cuatro días después de su captura, la tarde del 6 de marzo, “fue entregado al S-2 de Xela, en San Lucas”. Ninguno de los recursos interpuestos por sus familiares tuvo resultados.
Su hermano, Jordán Rodas Andrade, actual Procurador de Derechos Humanos de Guatemala, quien tenía 14 años cuando fue asesinado, compartió en junio de 2019 una frase escrita por Joaquín:
“Algún día miraremos tranquilos caer la tarde sin esperar inseguros la noche”.
1. Network in Solidarity with the People Of Guatemala, Report on Guatemala, Vol. 20. No. 3, otoño de 1999. Interview With Aura Elena Farfán of FAMDEGUA.
2. Nunca Más, Año 7, No. 36, julio de 1999. FAMDEGUA presentó formal denuncia al MP.
Lea aquí la primera parte: “Diario Militar: el documento que permitió juzgar a la Inteligencia”.
Lea aquí la segunda parte: “El Archivo: el escuadrón de la muerte del Estado Mayor Presidencial”.
Lea aquí la tercera parte: “Policías contrainsurgentes”.
Lea aquí la cuarta parte: “Acusados: los represores en el banquillo”.
Lea aquí la quinta parte: “Oscar Mejía Víctores y los altos mandos, morir en la impunidad”
Esta es la quinta parte de un compilado de 6 reportajes sobre el Diario Militar, el documento desclasificado que describe el destino de 183 personas capturadas de forma clandestina por las fuerzas del Estado durante los años 80. Hoy, los oficiales que participaron en la creación de este dossier de la muerte, han sido capturados y están a punto de ser juzgados en los tribunales.