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Entre la fe y la desesperanza: el voto creyente

En el día de las elecciones muchas familias, católicas y evangélicas, tienen la tradición de asistir primero a sus servicios religiosos y luego ir a votar. Este día las aspiraciones terrenales se mezclan con las espirituales en los cantos y oraciones que se elevan al cielo esperando respuestas para los problemas del país. 


Entre el cielo y la tierra 

El joven pastor de la Iglesia El Shaddai, en la zona 14 de la capital, se nota nervioso. No está logrando captar a su público esta mañana de domingo. Admite que no esperaba avanzar tan rápido en su sermón y todavía le queda tiempo de sobra, así que dedica los últimos minutos a repetir el mensaje central de su discurso sobre los pasos para llegar al cielo.

—¿Cuál es el objetivo de todo lo que hacemos? ¿De qué nos sirven los sacrificios?

Lanzar preguntas de esa magnitud a un público soñoliento solo logra imponer un silencio pesado e incómodo en la sala.

—… Queremos… ir al cielo — se responde, después de un rato, a sí mismo. Los fieles despiertan y asienten como recordando la respuesta correcta.

Quizá la desconexión del discurso del pastor con el público tiene que ver con que hoy están menos preocupados por ir al cielo, y más por vivir una vida digna en la tierra.

Jorge Gaitán, uno de los feligreses, dice que hoy vino a pedirle a Dios sabiduría para elegir un gobernante que trabaje a favor de la población. A Guatemala, dice, solo le queda pedir un milagro, porque de la voluntad política no espera nada. “El presidente piensa en él nada más y no hace nada por la gente, menos por la más necesitada. Este Gobierno no se acordó nunca de los pobres”, explica Gaitán.

Gaitán se inclina por Isaac Farchi, candidato presidencial de Viva (Visión con Valores); un candidato a quien conoce como “Isaac el de Israel”. Viva alcanzó el 5.87 por ciento, luego de que su candidato solo tuviera un uno por ciento de conocimiento, según sondeos de hace solo tres meses.

La situación socioeconómica del país no distingue entre creencias religiosas. La última Encuesta Nacional de Condiciones de Vida (2014) señala que el 59.3 por ciento de la población se encontraba bajo la línea de la pobreza; es decir, que más de la mitad de la población tenía un consumo por debajo de Q10 mil 218 al año. Según el Latinobarómetro 2018, la falta de empleo formal y la inseguridad son los dos problemas que más preocupan a la población.

“Ahora uno lo poco que tiene o se lo roba el Gobierno o se lo roban los delincuentes. Uno ya no puede subir al bus sin miedo a que le quiten el celular y la billetera”, se lamenta Jorge.

En medio de su desesperanza, su respuesta es recurrir a la fe: “Esperemos en Dios que algo cambie. Porque solo él puede hacer algo por Guatemala”.

Cuando llega el momento de la adoración ya nadie permanece sentado. Comienza un concierto modesto, pero bien armado, de alabanzas. Una cantante principal, dos jóvenes coristas y una banda llenan el espacio de música mientras tres jóvenes más bailan con listones de colores alrededor del escenario y entre el público.

“Vamos a subir nuestras manos y aclamar a Dios. Vamos a pedirle por Guatemala, porque hoy es un día importante. Vamos a lanzar un grito de guerra para que derribe todos los muros que impiden que estas elecciones se lleven a cabo en legalidad”, ordena la cantante.

Una mujer mayor se mueve de su asiento hacia el frente y levanta sus brazos mientras se mece al ritmo de la música con los ojos cerrados. “Vamos a pedir que Dios obre sobrenaturalmente sobre nuestros gobernantes”, susurra la cantante.

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Iglesia El Shaddai ubicada en la zona 14 capitalina, fundada por el pastor evangélico y excandidato presidencial  en 2011, Harold Caballeros, luego ministro de Relaciones Exteriores en el gobierno del Partido Patriota. (Foto El Shaddai)

Orgullosos de vivir en el Gallito

“Muchos aquí tenemos pena de decir que vivimos en el Barrio el Gallito. Pero nosotros no tenemos que tener pena, sino estar orgullosos, porque la Santísima Trinidad es la protectora del Barrio”, afirma el sacerdote en la misa.

No todos los fieles sonríen.

El Gallito, en la zona 3 de la capital, es una de las zonas rojas de la ciudad. Sus vecinos han sido testigos de asesinatos, secuestros, tiroteos, narcotráfico e incluso trata de personas. Las calles más profundas del barrio son inaccesibles hasta para la Policía Nacional Civil.

Elena Fuentes, de 60 años, ha pasado la mayor parte de su vida en la zona 3. Fue en la parroquia la Santísima Trinidad donde se casó hace cuatro décadas. Hoy vino como todos los domingos por la noche a la misa de las 7 pm. La acompaña su nieta de 12 años.

“Mi hija me dijo: Mamá, lo correcto hubiera sido ir a misa primero y luego a votar. Pero teníamos que ir a tantos lugares para que votaramos todos que decidimos salir temprano de la casa. Quizá sí hubiera sido lo mejor”, comenta.

Elena salió temprano de la casa con su familia. Su hija pasó por ella y fueron a tres centros de votación. Luego, almorzaron juntos y se despidieron por la tarde. Sin embargo, la jornada electoral de Elena termina aquí, en la Parroquia.

La semana anterior la familia de Elena se había sentado a la mesa a discutir qué candidatura les parecía la mejor. Los votos terminaron divididos en dos contendientes, pero todos coincidieron en la importancia de asistir a las urnas.

En la misa el padre habla sobre la voluntad de Dios y la ira de Dios. Dice que Guatemala conoce el amor de Dios, pero también su ira. “Recordemos el Mitch, después El Cambray y el año pasado…El Volcán de Fuego”.

Si las tragedias naturales más grandes de Guatemala han sido voluntad de Dios, ¿se puede adjudicar la responsabilidad de la tragedia política del país también a él?

No hay respuesta para esta pregunta en la prédica, porque según el sacerdote cualquier Dios es un misterio, y por eso no sabemos qué podemos esperar de él. Elena matiza las cosas:

“Es importante pedirle a Dios que quien llegue al Gobierno sea una persona buena, honesta. Pero tampoco nos vamos a quedar nosotros solo pidiendo, verdad, también tenemos que hacer de nuestra parte y votar por alguien que valga la pena. Esperemos que sí, porque al final, como dice el padre, solo Dios sabe”, reflexiona Elena.

Elena regresa con su fe y su esperanza a su casa, de la mano de su nieta. Quizá cuando ella tenga edad para votar el panorama sea diferente, quizá la democracia esté consoldiada y haya oportunidades para todos y todas. Quizá. Solo Dios sabe.

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