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Nadie puede llorar a las víctimas de la pandemia

Los fallecidos por COVID-19 en Guatemala se cuentan por millares. Son enterrados como equis equis en los cementerios nacionales. Nadie puede acercarse cuando son depositados en sus tumbas, dejados caer a su suerte, sin supervisión de las autoridades, colocados en algún lugar donde resultará muy difícil encontrarlos. Sin flores, sin luto, sin familiares que los recuerden.


Al final de la calle principal y después de atravesar el cementerio de La Verbena hay un rótulo de metal negro que señala, con letras blancas: “Área de Covid 19”. A los lados del camino hay filas y filas de montículos de tierra. La mayoría tiene una cruz blanca de cemento que sobresale del terreno pero hay otros que solo son pequeños promontorios sin identificación. 

Muchos de los muertos por la pandemia en Guatemala están aquí, en el cementerio La Verbena. Están enterrados en un área aislada, cerca del final del camposanto donde son vecinos de un barranco. Hay un total de 1,171 en el lugar. Bajo el sol de mediodía apenas 10 tumbas destacan por los colores de sus flores artificiales. Otras, languidecen con el recuerdo de algún familiar que colocó flores naturales y coronas ya marchitas. 

Visitar los sepulcros de los fallecidos por Covid 19 en este camposanto es algo que está prohibido. Los únicos que conocen el lugar donde quedan los cuerpos diezmados por el Covid 19 son los sepultureros y los empleados de las funerarias. Los familiares, sin posibilidad de luto, solo obtienen un pequeño papel a modo de recibo con los datos vagos de la ubicación de los fallecidos que consiste en los números de un cuadro, la dirección de un lote y una sepultura para encontrarlos en medio de todos estos montículos cuando por fin las autoridades den el permiso de visitarlos.

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Está prohibidio visitar a los fallecidos de Covid-19 en los cementerios nacionales. FOTO: Oliver de Ros.

Al estar en medio de las decenas de promontorios de tierra, las únicas señas que se tienen para buscar a un difunto son las lápidas amarillas colocadas al inicio de algunas de las filas y que tienen el número de cuadro (sección) que debe corresponder al del recibo. Luego, nada, ni el número de área, el lote o la sepultura se leen por ningún lado dentro del cementerio. ¿Cómo se puede recordar a un ser querido así, sin poder encontrarlo? ¿Dónde llorarlo y sobrellevar el luto?

De pie, entre las tumbas, hay otra guía que podría ayudar: las cruces están agrupadas por meses de fallecimiento: junio 2020, agosto 2020, diciembre 2020, enero 2021, marzo 2021. Si se recuerda la fecha de fallecimiento, hay una pequeña esperanza para hallar a los seres queridos. Los trabajadores del cementerio, los únicos que recorren a diario el área de muertos por Covid-19, explican que son ellos los que han colocado las flores y las cruces. Por elaborar y colocar una cruz con placa de mármol cobran Q250, y una igual pero sin el mármol, Q200. 

“Hubo problemas por las cruces que están y no querían dejar que se pusieran más, pero si me da la dirección yo se la buscó y la pongo en la madrugada cuando no haya nadie vigilando”, dice uno de los trabajadores que omite su nombre por seguridad. Los mismos empleados reconocen que es difícil ubicar las tumbas. 

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En la sección de Covid-19 del cementerio La Verbena, la mayoría de fallecidos son anónimos, y para los familiares resulta muy díficil poder encontrar a sus seres queridos. FOTO: Oliver de Ros.

El Ministerio de Salud preparó al principio de la pandemia 120 fosas en este lugar. Después cavaron 2,000 y de esas hay todavía 829 libres. Todas colocadas a una distancia de un metro, aproximadamente, entre cada una. A la fecha, para mayo de 2021, se han registrado casi 8,000 fallecidos por la pandemia.

Las autoridades consideran que hay espacio suficiente en La Verbena, el único camposanto público de la ciudad elegido para sepultar a los muertos de la pandemia. Para tener capacidad, las autoridades están exhumando a los equis equis enterrados en este camposanto que llevan más de 10 años sin haber sido reclamados por algún familiar. En caso de necesitar un mayor número de fosas, los administradores han dicho que recurrirán a inhumar en otros cementerios nacionales. 

¿Entierros sin cuidado?

Alrededor de los entierros de los fallecidos por Covid en Guatemala hay normas que están escritas, pero algunas en la realidad no se cumplen a cabalidad. 

Hay un ‘Protocolo de las medidas sanitarias por la pandemia de la Covid-19 en los cementerios nacionales’, emitido por el Ministerio de Salud. El documento indica que las inhumaciones deberán realizarse en sepultura de tierra con una profundidad de dos metros. En la visita que se hizo a La Verbena se observaron fosas con medidas menos profundas y aunque no se indica el ancho, este, en ocasiones, no permite que los féretros entren de manera habitual, es decir, descendiendo poco a poco de forma horizontal con las bandas y poleas especiales que se utilizan para este propósito. Sin nadie cerca, los sepultureros colocan los cuerpos sin ningún cuidado, introduciendo las cajas sin medir los ángulos, incluso dejándolos caer de lado. 

Algunos propietarios de funerarias consultados para esta nota, han sido testigos de cómo sucede todo y aún guardan fotografías de los entierros en los que han trabajado. “Sí hemos visto que las cajas las meten sin cuidado, a veces de lado, o las dejan caer hacia la fosa”, dijo Edgar Galindo, dueño de Funerarias Galindo.

Otra normativa, es que el albañil, sepulturero y el agente de seguridad deberán portar el equipo de protección personal (mascarilla, lentes, guantes y en su caso trajes descartables) de forma obligatoria. Esto también se dejó de cumplir cuando el Ejecutivo levantó las restricciones sanitarias, con la apertura del país en septiembre pasado. 

Sin nadie alrededor, nadie que los llore, las víctimas de la pandemia son enterrados sin tacto o cuidado.


Mario Godínez, administrador de los cementerios General, Las Tapias, La Verbena y Villa de Guadalupe, reaccionó ante estas formas de enterrar a los fallecidos por Covid-19. “Las buenas prácticas para el enterramiento, son supervisadas por los administradores o encargados de los cementerios (…) los propietarios y trabajadores de las funerarias que presenten a esta administración las pruebas”, respondió. 

Al caminar entre las tumbas, a pesar de la explicación del administrador, se pueden encontrar los guantes amarillos que utilizan los sepultureros tirados sobre la tierra, y en las ramas de algunos árboles dentro del cementerio, hay trajes desechables colgados y olvidados. 

Otra de las reglas es que el encargado del cementerio deberá coordinar al personal para la inhumación inmediata de una persona fallecida por causa de Covid a cualquier hora, siempre y cuando presente el certificado de defunción correspondiente.

“El año pasado los entierros en La Verbena eran por la mañana. Ahora, solo se dejan enterrar a los de Covid-19 en la tarde”, comentó Arnoldo Arreaga, dueño de Funerales La Paz. 


El tiempo que debe transcurrir desde que el enfermo fallece hasta ser sepultado es de seis horas. Esto no siempre se cumple porque hay personas que mueren fuera de las horas hábiles del cementerio. 

Los hospitales San Juan De Dios, Roosevelth, Villa Nueva, Parque de la Industria y el Instituto Guatemalteco de Seguridad Social (IGSS) tienen cuartos fríos para almacenar los cadáveres, pero no por mucho tiempo. 

“En este hospital contamos con un área especial para cadáveres Covid-19, la cual está ventilada, resguardada bajo techo, con adecuado espacio para 10 cadáveres”, explicó el departamento de comunicación social del hospital General San Juan de Dios.

Mientras que, el director ejecutivo del hospital Roosevelth, Marco Antonio Barrientos, comentó que aunque tienen un cuarto frío, en ocasiones no alcanza y deben utilizar un furgón para almacenar los cuerpos. En tanto que, el IGSS los resguarda y los entrega en la primera hora hábil del día siguiente.

En consecuencia, algunas funerarias se las ingenian para mantenerlos en habitaciones normales o en las capillas a la espera de una hora autorizada para el traslado hacia la sepultura.

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Arnoldo Arreaga, propietario de funerales La Paz. FOTO: Oliver de Ros.

Una muerte sin despedida

Luis Barrientos murió el 24 de agosto de 2020 a causa de Covid-19. Su esposa, quien al mismo tiempo estuvo hospitalizada por esa enfermedad, sus hijas y demás familia no pudieron despedirse ni lo vieron antes del sepelio. Lo mismo ocurre con los familiares del resto de casos de pacientes que fallecen por la pandemia. No hay luto, está prohibido despedirse. Nadie puede llorar a las víctimas de la pandemia.

Así lo manda el ‘Protocolo del manejo de cadáveres e inhumaciones de pacientes positivos o sospechosos de Covid-19’ del Ministerio de Salud. El documento ordena que el cuerpo debe ir en una bolsa especial (naylón, impermeable o de prolipropileno) y por la seguridad del personal y familiares esta ya no se abre. 

Los departamentos o las oficinas de comunicación social del Ministerio de Salud y el IGSS no ofrecen información alguna sobre cuántas víctimas de la pandemia se tienen estimadas en Guatemala para los próximos meses de 2021. No hay una proyección oficial. Sin embargo, al analizar más de un centenar de compras de bolsas para cadáveres de Covid-19 realizadas por los hospitales nacionales en el portal de Guatecompras, en las últimas semanas, se obtienen hallazgos importantes: El Estado ha gastado 2 millones 800 mil 115 quetzales para un total de 20 mil bolsas para colocar los cadáveres. Es decir, las autoridades de salud, han previsto 20 mil fallecimientos para los próximos meses.

Incluso, en el hospital General San Juan de Dios, no se retiran las sondas, ni los tubos para minimizar el riesgo de contagio de quienes manipulan los cadáveres. 

A veces hay suerte de ver al difunto si el hospital utiliza bolsas con ventana para colocar los cuerpos. El IGSS toma fotos como respaldo para mostrar a la familia. En el San Juan de Dios, las personas solo leerán el nombre del fallecido en una hoja que colocan sobre la bolsa que guarda el cadáver.

“No. Nunca hemos entrado, como dicen que está prohibido. Tampoco le pudimos poner nada para identificarlo”, dijo Evelin Barrientos, hija de Luis. “Tenemos la dirección que nos apuntaron en un recibo de la funeraria, pero como dicen que todo adentro es tierra… saber cómo haremos para encontrarlo”, agregó. Desde que su padre fue hospitalizado no pudo despedirse ni volvió a verlo. 

Por las restricciones de ingreso para los funerales y entierro que aún mantiene La Verbena, los muertos por Covid quedan a su suerte, en manos de los sepultureros y la administración del cementerio. Nadie los llega a visitar. Nadie coloca flores sobre sus tumbas. Los fallecidos de Covid19 en Guatemala son tan solo cientos de promontorios de tierra, sin nombre, depositados en un lugar desolado donde quizás nadie los encuentre, donde quizás no puedan ser recordados para descansar en paz.

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