Cuarenta días después de finalizada la Semana Santa, cientos de personas acuden a Chikab’al, la laguna sagrada del pueblo maya Mam, ubicada en el cráter del volcán Chicabal, en San Martín Sacatepéquez, a una hora del parque de Xela en Quetzaltenango.
Chikab’al que en idioma Mam significa “agua de espíritu dulce” recibe las plegarias de cientos de personas que llegan al cráter para celebrar la ceremonia de “Rogativa por la lluvia”. Suplican por salud, vida, paz y cosechas abundantes.
Para llegar al lugar de la ceremonia los vecinos y turistas que acompañan la Rogativa, tienen la opción de caminar por más de una hora, hasta llegar al mirador del volcán. La otra opción son vehículos de doble tracción que se encuentran disponibles para acortar el camino y avanzar por las veredas húmedas y enlodadas.
En el mirador se observa una estructura de metal y madera que aún no ha sido terminada. Es una escalera en forma de caracol que facilitan la vista de los primeros rayos de sol que iluminan los árboles que rodean la laguna.

El camino hacia la laguna comienza bajando unas gradas improvisadas con pasamanos de madera, que duran aproximadamente cien metros antes de que el camino se vuelva de tierra y lodo.
Felipe Vásquez se despertó desde las tres de la madrugada, se vistió con una camisa blanca, pantalón y saco azul y un sombrero beige. Es un hombre de 77 años, de baja estatura, que acompaña a su esposa e hijos a la ceremonia, con el propósito de bendecir la tierra.

Nadie lleva las manos vacías, algunas personas llevan pom, el incienso utilizado en ceremonias espirituales, y candelas de varios colores junto a ramos de flores sobre su cabeza. Felipe, en cambio, en su frente lleva un mecapal (un antiguo invento de cuerdas utilizado para transportar cargas), con la masa de los tamales que harán después.
Desde que era pequeño, su padre, quien ya falleció, lo llevó a la laguna. “Vamos a pedir vida, vamos a pedir la siembra” le decía, como cuenta Felipe, mientras se retira el mecapal y lo coloca en el suelo.
A sus casi ochenta años, recuerda mucho a su padre. Según Felipe, él nunca pudo asegurarle el tiempo de existencia de la laguna en el cráter, únicamente se basó en las historias y leyendas que sus antepasados le han transmitido por generaciones.

Algunas familias son acompañadas por guías espirituales, acuden al lugar con ofrendas florales de rosas, tulipanes, gerberas y girasoles que colocan amarradas en una cruz, enterrada en la orilla de la laguna.
Una capa de rocío cubre la tierra alrededor de la laguna. Música norteña y religiosa se escucha en el lugar, proviene de bocinas portátiles que algunas personas llevan consigo durante su recorrido en Chickab’al. Mientras tanto los guías preparan algunos sitios donde se realizará la ceremonia de rogativa por la lluvia.
Otras familias caminan por los bordes de la laguna hasta completar su casi perfecta circunferencia. En medio de rezos y cantos, las personas recorren la laguna con ramos de flores sobre su cabeza y otras, más ancianas, sin quedarse atrás, acompañan con apoyo de un bastón.

Han pasado varios minutos y la familia de Felipe ha decidido dónde harán la ceremonia. Originarios de San Juan Ostuncalco y vecinos del municipio de Concepción Chiquirichapa, en Quetzaltenango, comienzan a encender el fuego que acompañará las plegarias.
“Venimos a agradecerle a la naturaleza, por la tierra y por el agua que nos da la vida” enfatiza.
Don Felipe es carpintero y albañil. Él comenta cómo la admiración por la laguna le hace recordar también a su suegro, a quien nombra con mucho respeto y no olvida mencionar que fue un sacerdote maya. “Hay que tener gratitud por el sol, el aire y los árboles que la vida regala”, dice. Es parte de las enseñanzas que el padre de su esposa le dejó.

El aire hace que el humo de las velas y el incienso durante la ceremonia, cubra el rostro de algunos integrantes de la familia de Felipe. Desde lejos se observa únicamente el movimiento de los labios de quien dirige las plegarias en dirección a la laguna, en una tradición que mezcla creencias mayas y católicas.
“En otros años la neblina cubre la laguna, ella es la que hace todo el trabajo, lleva el agua para regar las siembras”, indica don Felipe.

Antes de terminar la entrevista don Felipe hace broma de su edad. Asegura que a sus 77 años todavía tiene fuerza para caminar y continuar visitando la laguna al lado de su familia.
